En 1921 la represión antiobrera en Entre Ríos se cobró al menos cuatro muertos –aunque hay fuentes que aseguran que fueron muchos más– durante la conmemoración del Primero de Mayo.
Por JORGE VILLANOVA
A principios de los años 20 del siglo pasado, los trabajadores ya habían adquirido conciencia de clase. Nada gratuito por cierto. Desde aquel año de 1886 en el que habían sido colgados cinco obreros en Chicago, tras un juicio infame, los trabajadores supieron que a los empleadores lo que menos le importaba era el reclamo puntual por las 8 horas. Lo verdaderamente significativo era encontrar las herramientas para evitar el avance obrero, disciplinando con represión y si era necesario, con la ley, esa ley que “le suelen llamar espada / y el nombre le sienta bien / los que la manejan ven / en dónde han de dar el tajo/ le cae a quién se halle abajo/ y corta sin ver a quién…” como escribía más o menos por esos años un poeta del sur del mundo.
Pero si arriba aprendieron, abajo también. El Congreso Obrero de París estableció en 1889 que el Primero de Mayo sería fecha obrera universal. Un año más tarde se conmemoraba en Buenos Aires, Rosario y otras ciudades del país. De ese encuentro fructificará la Federación Obrera Argentina, la primera organización de trabajadores del país.
Desde entonces se sucederán un sinnúmero de conflictos gremiales, y con ellos la permanente fundación de sindicatos y sociedades de resistencia, con mayor o menor suerte. Anarquistas, sindicalistas y socialistas tuvieron un aprendizaje doloroso a costa de sangre, de pliegos y de negociaciones. Las huelgas de 1902, la Semana Roja, las muertes en Bahía Blanca, la Ley de Residencia y la de Defensa Social, los conflictos agrarios como así también los informes de Bialet Massé y de Carolina Muzzilli, sumado al avance parlamentario del Partido Socialista en el Congreso a partir de 1904 con Alfredo Palacios y sus iniciativas a favor de la clase obrera; citamos apenas un puñadito de señales de ese innegable crecimiento de las organizaciones, que serían también alarma encendida y siempre dispuesta a cercenar por parte de las clases dominantes, cuando fuese necesario.
Inevitables fueron las disidencias y las siglas se sucedían: FOA, UGT, CORA, FORA V, FORA IX. Luego la lista se extendería.
Ejemplos de esa reacción fueron la creación de la Liga Patriótica Argentina en 1919, de la Asociación Nacional del Trabajo y de los sindicatos libres
LA REACCIÓN
Como no podía ser de otra manera, el avance obrero a través de su organización, no fue aceptado pasivamente por aquellos que no se resignaban a declinar sus privilegios económicos.
La reacción no se hizo esperar. Esto es tan viejo como el mundo. Solo que ahora se presentaba cada vez más cercano y más repetidamente. A esos sectores no les faltaban recursos ni aliados. Políticos, empresarios, patrones, los medios de prensa de la época y la Iglesia Católica conformaban el bloque opositor a la organización obrera.
Ejemplos de esa reacción fueron la creación de la Liga Patriótica Argentina en 1919, de la Asociación Nacional del Trabajo y de los “sindicatos libres”, que reclutaban obreros no federados. Los Círculos Obreros fueron instrumento de los sectores eclesiásticos para oponerse, a través de la acción social, a las sociedades gremiales que se ubicaban bajo el ala anarquista o socialista. Desde los Círculos surgían apoyos a los Sindicatos de Obreras, en oposición a las trabajadoras que se incorporaban a los sindicatos de Oficios Varios, como lavanderas o domésticas.
Un suceso menos conocido a nivel nacional, pero de suma importancia en Entre Ríos fue la represión durante la conmemoración obrera del Primero de Mayo de 1921, en Gualeguaychú por parte de la Liga Patriótica Argentina.
EN ENTRE RÍOS
En Entre Ríos, quizás porque eran menos, los trabajadores se unían por sobre las divisiones ideológicas: se integraban todos los credos en sindicatos únicos como los marítimos o los ferrocarrileros, luego en las diferentes Departamentales. Durante este tiempo de conformación los reclamos se sintetizaban en cuatro puntos: mejores salarios, mejores condiciones de trabajo, reconocimiento legal de los sindicatos y reducción de la jornada laboral.
En 1916 había asumido la presidencia de la Nación el radical Hipólito Yrigoyen, encabezando un gobierno ambivalente en relación a los reclamos obreros, pero en muchos casos intervencionista. Lo mismo sucedía en Entre Ríos desde 1914, con la llegada a la gobernación de Miguel Laurencena, quien ya como diputado nacional, junto a la bancada socialista, se había opuesto a las leyes de Residencia y de Defensa Social. Laurencena también entendía que la personería jurídica de los sindicatos era imprescindible.
En esa dualidad permanente se puede entender que en 1919 solamente se habían condenado a 800 ciudadanos argentinos y desterrado a 2.000 extranjeros por la ignominiosa Ley de Residencia.
Al crecimiento obrero entre 1918 y 1921 le responde una fuerte reacción: la Semana Trágica, los acontecimientos en La Forestal y en la Patagonia. En ese marco se produce la represión en Gualeguaychú.
EL AÑO CLAVE
El crecimiento obrero que se produce entre 1918 y 1921 es correspondido con una fuerte reacción. Allí están la Semana Trágica, los acontecimientos en La Forestal y los fusilamientos en la Patagonia Rebelde, al decir de Osvaldo Bayer.
Un suceso menos conocido a nivel nacional, que se enmarca en esa reacción antiobrera (y que impactó fuertemente en Entre Ríos) fue la represión durante la conmemoración obrera del Primero de Mayo de 1921, en Gualeguaychú por parte de la Liga Patriótica Argentina.
En los meses previos hubo hechos que indicaban que el año se presentaría complicado. Un delegado de la FORA en gira, había sido detenido por alguna transgresión insignificante. En Galarza, departamento de Gualeguay, el 9 de febrero de 1921, se produjo un confuso episodio entre obreros y policías con heridos de ambas partes. La prensa sostuvo que se trató de un ataque premeditado por los estibadores.
Ese mes se produjo una nueva huelga de peones y obreros contra los chacareros y los dueños de las máquinas, en la localidad de Villa Domínguez, departamento Villaguay, que derivó en detenciones de trabajadores. La Federación Obrera reaccionó rápidamente y organizó un acto en la plaza central de Villaguay frente a la jefatura, exigiendo a la policía la inmediata liberación de los obreros detenidos.
El acto tuvo un cariz multitudinario, con familias completas llegadas desde las colonias vecinas, Clara, Domínguez, Jubileo, San Salvador. La manifestación una vez de recorrer varias calles, llevando mujeres y niños al frente, se congregó en la plaza principal para escuchar la palabra de los oradores.
Mientras hablaba el obrero tipógrafo Nieves Cisneros, el senador conservador Alberto Montiel trepó a la tribuna pretendiendo acallar a Cisneros, produciéndose un gran tumulto con exclamaciones, trompadas y corridas. Se produjo un tiroteo entre los trabajadores por un lado, y la policía y miembros de la Liga Patriótica Argentina por el otro.
El saldo fue de 35 heridos y 76 encarcelados, ninguno de ellos liguista. En el tiroteo además murió Héctor Montiel, hijo del senador que inició los incidentes. La reacción policial que siguió fue aún mayor.
LA LIGA Y SUS ENEMIGOS
En marzo de 1920 se constituyó la Federación Obrera Departamental en Gualeguaychú. Desde allí la organización se iba a los pueblos vecinos: Urdinarrain, Gilbert, Almada, Britos, Parera, entre otros. En Tala se conformaba el sindicato de oficios varios, lo mismo que en Larroque, Irazusta y Cuchilla Redonda.
Por su parte, la creación de Brigadas de la Liga Patriótica Argentina, a partir de 1919, se dio a lo largo y a lo ancho de toda la provincia. A partir de una invitación de la Liga o por propia iniciativa, hacendados, empresarios y dirigentes políticos provinciales dieron origen a nuevas brigadas.
En los pueblos eran los estancieros quienes encabezan las brigadas. Más que una proposición fue una reacción, por eso la Liga tenía en claro quiénes eran sus enemigos “en primer lugar a anarquistas y sindicalistas revolucionarios, pasando por toda clase de socialistas, hasta llegar a los ‘indiferentes, anormales, envidiosos y haraganes’ sin olvidarse de los ‘inmorales sin Patria, los agitadores sin oficio y los energúmenos sin ideas”.
Entre las principales manifestaciones simbólicas de la Liga se encontraban celebrar las fechas patrias, como el 25 de Mayo o el 9 de Julio. En Entre Ríos se le sumaba el 1º de Mayo de 1851, día del Pronunciamiento de Justo José de Urquiza hacia Juan Manuel de Rosas.
Para 1921, la FOD se dispuso celebrar como cada año el Día Internacional de los Trabajadores. La Liga Patriótica Argentina, por su parte, decidió que ese año los festejos por el Pronunciamiento se harían en Gualeguaychú, contando con la presencia de su presidente Manuel Carlés.
Los enemigos de la Liga: “en primer lugar anarquistas y sindicalistas revolucionarios, pasando por toda clase de socialistas, hasta llegar a los ‘indiferentes, anormales, envidiosos y haraganes’ sin olvidarse de los ‘inmorales sin Patria, los agitadores sin oficio y los energúmenos sin ideas”.
SANGRE OBRERA EN GUALEGUAYCHÚ
La policía decidió que la Liga conmemore su fecha en el hipódromo de la ciudad, en horas de la mañana y autorizó a los obreros a celebrar su día, a la tarde, en la plaza Independencia.
Esa mañana Carlés encabezó un desfile a caballo por las calles de la ciudad, al frente de las brigadas llegadas de Larroque, Talitas, San Antonio, Almada, Gilbert, Villaguay con el senador Montiel al frente, Perdices, Talitas y otras más “Carlés se vio ante 5.000 almas, y más que hablar sobre el Pronunciamiento arremetió contra la FORA esa ‘forma de parasitismo económico, ya que los descuentos de los sueldos de los obreros van a parar a los bolsillos de los vividores de los sindicatos’ pero ‘los argentinos han formado a su vez una institución para defender la Pureza Moral Argentina’. Y culminó ‘Con el mismo entusiasmo que nuestros abuelos proclamaron en esta tierra de bravos la libertad cívica –Pronunciamiento-, la Liga Patriótica Argentina proclamó la libertad del trabajo en el día de los trabajadores honestos de la República Argentina’.” relata el periodista Tirso Fiorotto.
El estanciero Eufemio Muñoz se dirigió al paisanaje: “Yo abro los ojos y miro, y no descubro monstruo mayor que este de la anarquía, cuya sacrílega insolencia se exalta al rojo de sus pendones…”.
Dos horas después, cuando en la plaza Independencia, el primer orador del acto obrero comenzaba su discurso ante unos 1.500 trabajadores, donde “las mujeres acompañaban la marcha luciendo largas polleras rojas y los obreros hacían lo propio con una flor en la solapa”, cuenta Ateo Jordán, hijo de uno de los dirigentes obreros de aquellos días, cuando las brigadas a caballo, encabezadas por Sixto Vela y Morrogh Bernard, se apostaron en las esquinas de la plaza, y exigieron que arríe la bandera roja de la FOD que sostenían Celedonio Iglesias y Ángel Silva.
El jefe de policía Isaías Lahite, pretendió convencer a los obreros para que la retiraran y la llevaran a la comisaría, donde quedaría guardada hasta que los ánimos se calmasen. Se escuchó un disparo. Los liguistas entraron a la plaza a tiro limpio. Los obreros, aunque desarmados, intentaron resistir, pero la embestida fue tremenda.
El socialista Julio Serebrinsky, telegrafió al partido nacional “Liga Patriótica atropelló ayer manifestación obrera a Mauser y Winchester. Hay 28 heridos y 4 muertos. Piden garantías. Ruégoles quieran intervenir urgentemente”. El delegado de la FORA, Félix Godoy informó desesperado al Ministro del Interior: “Los trabajadores hemos sido masacrados por la Liga Patriótica ayer… causándonos cuatro muertos y 20 heridos. Hay 5.000 hombres liguistas armados en los suburbios. Amenazan incendiar el local de la Federación y tomar la ciudad. La policía es impotente.”
El socialista Julio Serebrinsky telegrafió: “Liga Patriótica atropelló ayer manifestación obrera a Mauser y Winchester. Hay 28 heridos y 4 muertos. Piden garantías. Ruégoles intervenir urgentemente”.
UN NOMBRE PARA QUE NO SE OLVIDE LA MASACRE
La placa que se encuentra en el cementerio recuerda 4 víctimas: Ángel Silva, Celedonio Iglesias, Lorenzo Timón y Pedro Villareal, pero algunas fuentes sostienen que fueron casi una veintena, incluyendo al sargento Urriste, que se interpuso ante los liguistas. Mujeres y niños también fueron alcanzados por los disparos.
Luego, como en Villaguay, sucedieron las persecuciones contra los obreros. Algunos debieron huir y alejarse de la ciudad. Los farmacéuticos, médicos y abogados que asistieron a las víctimas también conocieron las represalias.
Los brigadistas responsables, Salduna, Vela, Luciano Garbino, Morrogh Bernardt, el cura Blasón, los Sobral, no sufrieron consecuencias algunas y un manto de impunidad los cubrió al cerrarse la causa años después.
Ateo Jordán cuenta: “Esa tarde, mi padre Ángel, se defendió como pudo de la Liga Patriótica. De pronto vio como los curas de la iglesia habían facilitado a éstos últimos la torre del campanario para que desde allí tiraran con armas largas contra los trabajadores anarquistas. El recibió dos impactos de bala. Fue tal la indignación que mi padre dijo en voz alta: ‘A mi próximo hijo lo llamaré Ateo’. Y por eso me llamo Ateo y llevo con mucho orgullo ese nombre.” También es custodio de la bandera roja que ese día fue motivo del incidente.
EL IMPACTO DEL ATAQUE
Los miembros de la Liga Patriótica Argentina mostraron así hasta qué punto osaban reprimir al movimiento obrero provincial: detenciones, ataque a locales socialistas, muertes producidas por miembros de la Liga. Los conservadores estaban dispuestos a todo para evitar el crecimiento del sindicalismo.
Lo cierto es que estos sucesos, violentos, inusitados, sangrientos, desarticularon la reciente organización obrera, provocando deserciones en sus filas y raleando los gremios. Temor y repliegue, que llevaron al desánimo de las huestes obreras. Un sindicalista de Urdinarrain expresaba en 1922 sobre sus compañeros: “Han abandonado por completo la organización para dedicarse a la taba y la política burguesa, y el propio secretario de la Federación es el primero en ocuparse de tales cosas.”
La Federación fue disuelta y su lugar lo ocupó una nueva organización, la Unión Obrera Departamental, en un intento casi desesperado de reunificar unir las fuerzas dispersas. Sólo quedaron articulados los obreros de Ibicuy, y algunos sectores de Paraná y Concepción del Uruguay. Y será entonces, desde ésta última que comenzará una nueva etapa del sindicalismo de Entre Ríos con el portuario Eduardo Pereira y los panaderos Juan Balsechi y Alfredo Gargano.
Fuentes:
Jorge Gilbert y Elisa Balsechi, Voces del Sindicalismo Entrerriano, Ed. Del Zorrito, Bs. As., 2008
Darío Carrazza, Gualeguaychú 1921, Apuntes sobre la cuestión social, UTN, Concepción del Uruguay, 1987
Ateo Jordán, 100 años de historia en la lucha obrera, Autor, Gualeguaychú, 2005
Tirso Fiorotto, Día del trabajador en retirada, Diario Uno, 25/4/2004
Osvaldo Bayer, Una casa en Gualeguaychú, Página/12, 21/7/2001
Diarios La Juventud y La Vanguardia.
(*) Artículo publicado en La Vanguardia.
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