Carlos Julián Stur se explayó durante 54 minutos. Recordó y enumeró sus nueve detenciones entre 1972 y 1980. Las repasó una a una en orden cronológico, aunque profundizó en las de mayo de 1977 y, fundamentalmente, en enero de 1978, cuando lo llevaron junto a otro compañero desde Banco Pelay a una casa de campo a pocos kilómetros de Concepción del Uruguay. Allí contó que lo torturaron salvajemente.
Informe: JORGE RUBÉN DÍAZ de EL MIÉRCOLES DIGITAL
Fotos: VALENTÍN BISOGNI
En 1972 estuvo detenido durante ocho meses en prisión, tras una reunión política a raíz de una ley que “prohibía las actividades y propagandas comunistas”. En 1973 también, esta vez por realizar pintadas a favor de una huelga de los trabajadores del transporte. En 1974 lo detuvo Gendarmería mientras repartía volantes del Partido Comunista (PC). Declaró que en 1975 fue víctima de un ardid entre las fuerzas de seguridad, en complicidad con los medios de comunicación “adictos al poder, como el diario La Calle”, de un simulacro de copamiento al cuartel. “Hicieron un simulacro. La idea era generar consenso social en contra nuestro”, explicó. En esa ocasión, recordó que venía de viaje desde Paraná, en vísperas del asesinato del militante uruguayense Juan Ramón Chilo Zaragoza (ocurrido en La Plata el 9 de junio), y a la altura de la Estación Experimental Concepción del Uruguay del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) –ubicado en Ruta 39- pararon el colectivo y los efectivos subieron a pedir documentos, pero cuando llegaron a él dejaron de hacerlo. “Después me enteré que el local del PC, sobre Suipacha, había sido ‘asaltado ‘”, comentó.
GOLPES Y AGUA HELADA
Contó que el 12 de mayo de 1977, mientras celebraba un cumpleaños en la casa de Roberto Montesino, fue ilegalmente detenido por Gendarmería Nacional junto a Juan Bautista Echeverría, Eladio Bochatay, Raúl y, Jorge Impini, Roberto Montesino y Raúl Jauregui. Estuvieron así hasta el 26 de mayo de ese año. Dijo que en esas detenciones ilegales intervinieron los oficiales Roberto Caserotto y Néstor Gómez del Junco, quienes irrumpieron violentamente, apartaron a Stur, a Montesino y a Echeverría, los pusieron en una camioneta en la que los golpearon en el viaje, hicieron formar a los gendarmes en doble fila y los golpeaban con la culata de los FAL y luego los metieron en un calabozo. Que a él le hicieron sacar la ropa y cada media hora le echaban agua de heladera, y que lo dieron golpes de puño durante 30 minutos. Según su testimonio, la detención ilegal y las torturas fueron presenciadas, además, por el teniente primero José Luis Palacios, del Ejército Argentino.
DE PELAY A UNA CASA CERCA DE LA 14 PARA SER TORTURADOS
Stur detalló que 12 de enero de 1978 estaba en Banco Pelay junto a su hijo Carlos Rubén, Juan Echeverría y Adolfo Bleger. Aproximadamente la medianoche se apagaron las luces del balneario mientras guitarreaban con un grupo de personas que estaban acampando y eran oriundas de Córdoba. Que en esa situación se aparecieron cuatro personas, entre las que reconoció al policía Julio César Rodríguez y a Pedro Rivarola. A los otros dos no los identificó. Relató que él y Echeverría fueron vendados en sus ojos, los sacaron violentamente y subieron a un vehículo que -por el sonido del motor- suponen que era un Ford Falcon.
“Fueron diez años de persecución ¿por qué tanto ensañamiento? ¿Qué acto terrorista cometí yo? ¿La defensa de los más desposeídos por un mundo mejor? Si es así me siento orgulloso.
Explicó a continuación que la cinta con la que le tapaban los ojos se corrió en parte, por lo que podía ver un poco y ubicarse. Además, entre sus numerosos oficios, además de vender libros había sido colectivero. Así lo trasladaron durante 20 minutos, por lo que presume que era cerca del Arroyo Colman, ya que habría alcanzado a ver una luz perteneciente a la estación de servicio Mangia, girando a la derecha por el Camino Viejo a Colón, y alrededor de unos 300 metros, había sentido un olor conocido perteneciente a la fábrica de carne-harina que se encontraba a pocos metros, esa empresa pertenecía a la familia Leycach.
Después, agregó por el terreno sintió que pasaron por el arroyo El Curro, siguiendo en forma oblicua a la Ruta 14. Que en determinado momento giraron a la izquierda y atravesó una ruta asfaltada y el único camino que la corta en ese sentido a la Ruta 14. Que hicieron más o menos unos 200 metros y entraron a una casa. El denunciante supone pertenecía a Bernay, ya que según dijo “El Moscardón”, “ellos comían asado en la casa de campo de Mangia”. Dos días después, Stur hizo el mismo recorrido comprobando el tiempo y accidente geográfico antes descripto. (Ver nota: Cerca de La Histórica: denuncian que una casa funcionó como centro clandestino...).
En esa casa estuvieron una noche, los ataron del cuello y los juntaron con una cuerda. A Echeverría lo volteaban para un lado y a Stur para el otro. “Los golpes parecían hechos con manoplas de hierro”, aseveró. Lo ataron haciendo “la palomita” –manos y pies en la espalda. Y llevaron a Echeverría a la sala de tortura donde había una picana. Dijo que escuchaba los gritos, ya que tenía los ojos vendados y “habían puesto musiquita”.
Después los llevaron y los ataron sobre una cama con un paño mojado en los puños. Los ataron con alambres y les aplicaron picanas. Expresó que, en un momento, se le despegó la cinta de la cara y vio el rostro de Gómez del Junco, a quien dos años más tarde reconoció en la Gendarmería de Gualeguaychú. Luego de dos horas los llevaron al puente de hierro ubicado en el camino a Banco Pelay, donde los dejaron vendados y boca abajo. “Nos recomendaron que no nos levantemos hasta después de media hora”. Él y su compañero en la desgraciada situación creen que no los mataron “porque el personal de las fuerzas estaban preocupados porque los habían visto los de la Policía de la Provincia”.
42 AÑOS DE ESPERA
Visiblemente emocionado, señaló: “Debería haber cuatro sillas con cuatro imputados. Son 42 años de espera para que se haga justicia. El daño social, moral, familiar y económico fue tremendo, con la estigmatización que realizaron los medios”, y volvió a apuntar contra La Calle (en ese momento en manos del empresario Ricardo Saénz Valiente, cuyas editoriales y perfil informativo eran favorables a las políticas del Régimen Militar). “Era difícil conseguir trabajo”, lamentó. Acusó a los militares de ser serviles “a los intereses foráneos del capital extranjero”. “Los militares se quedaron con las causas y ellos con los dólares que ganaron”, dijo.
Tanto él como Echeverría en su momento, no ahorraron críticas a la labor del entonces juez Federal, Héctor Neyra, quien se negó a recibir las denuncias. Incluso trajo a colación las consecuencias que sufren hoy en día: “Mi hijo, que pasó por esa situación de ver como se llevaban a su papá y a su amigo de esa forma, hoy está en un pozo depresivo, se divorció y otros problemas más”.
Hoy, con 84 años, viudo y con serios problemas auditivos, concluyó con una serie de preguntas a modo de reflexión: “Fueron diez años de persecución ¿por qué tanto ensañamiento? ¿Qué acto terrorista cometí yo? ¿La defensa de los más desposeídos por un mundo mejor? Si es así me siento orgulloso. Si es así tengo una mala noticia para ellos: seré comunista hasta el último suspiro de mi vida”, cerró con lágrimas en los ojos, mientras la sala colmada lo aplaudió durante un buen rato.
Notas relacionadas:
“Esperé 42 años para decir esto”, enfatizó Echeverría, tras relatar el suplicio
Empezó el juicio contra "El Moscardón Verde" y denunciaron...
El Moscardón Verde dice que lo acusan "por despecho"
Esta nota es posible gracias al aporte de nuestros lectoresSumate a la comunidad El Miércoles mediante un aporte económico mensual para que podamos seguir haciendo periodismo libre, cooperativo, sin condicionantes y autogestivo. |