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"Citius, Altius, Fortius - Communiter" - más rápido, más alto, más fuerte, juntos

El olimpismo moderno vuelve a convocar al mundo del deporte. Más de 10.000 atletas de 206 delegaciones, incluyendo el Equipo de Refugiados con 36 atletas de 11 países diferentes, y el Equipo Neutral con atletas de Rusia y Bielorrusia, excluidos por las sanciones internacionales. Las competencias abarcan 45 disciplinas y serán los primeros en la historia donde habrá una participación de 50% de hombres y 50% de mujeres.

 

Por GUSTAVO SIROTA

Será esta la 33º edición de los juegos en tiempos modernos, aunque su origen se remonta a la antigüedad clásica. Aquí una breve reseña de los mismos y de la participación argentina. Destacar el aporte de José Benjamín Zubiaur, Rector del Colegio del Uruguay, en el renacer del movimiento olímpico a finales del siglo XIX, y el orgullo de tener un uruguayense oro olímpico, Juan Miró en pelota vasca - deporte de exhibición – en Barcelona 1992.

Los juegos tienen una larga historia que arranca en el año 776 a.C. y “durante 12 siglos marcó el punto culminante del calendario griego antiguo”. Eran tan importantes que hasta las guerras se paralizaban por estos eventos. Cuando los persas invadieron en el verano de 480 a.C., las ciudades-estado acordaron formar un ejército para defenderse, pero les resultó muy difícil reunirlo porque los hombres querían ir a los juegos y tuvieron que retrasar la formación del ejército hasta su finalización.

Incluso después de la conquista de Grecia por parte de Roma en el 168 a.C., el imperio conservó y absorbió muchas de las costumbres y tradiciones helénicas, incluidos los juegos. A partir de ese momento las competiciones dejaron de ser para los griegos y comenzaron a participar hombres de otras nacionalidades, incluso emperadores como Nerón fueron parte.

Cada cuatro años, unas 50.000 personas del mundo griego acudían al gran evento, que además era una fiesta religiosa celebrada en honor a Zeus, “padre de dioses y hombres”. Competían por la gloria de su ciudad y se consideraba que los vencedores habían sido tocados por los dioses y recibían como premiación una corona de olivo.

 

Destacar el aporte de José Benjamín Zubiaur, Rector del Colegio del Uruguay, en el renacer del movimiento olímpico a finales del siglo XIX, y el orgullo de tener un uruguayense oro olímpico, Juan Miró en pelota vasca - deporte de exhibición – en Barcelona 1992.

 

En sus orígenes la competición constaba de al menos seis pruebas: carrera de carros o cuadrigas; carreras a pie; la carrera con armadura, en la que competían “llevando escudos, cascos y grebas”; lanzamiento de pesos; lucha cuerpo a cuerpo; saltos de longitud y lanzamiento de jabalina. Duraban cinco días y el primero de ellos era en gran parte una ocasión ceremonial.

Los atletas juraban lealtad al juego limpio y al respeto de las reglas, y los jueces se comprometían a mantener los “Olímpicos libres de corrupción”. Al tercer día se sacrificaban 100 bueyes como ofrenda a Zeus, “dios del cielo y del trueno”, el más importante de los dioses del Olimpo. Parte de la carne estaba reservada como ofrenda al dios, y el resto se compartía entre la multitud con la finalidad de que nadie pase hambre esos días celebratorios.

Con el tiempo algunas pruebas iban a acaparar el interés de los concurrentes. El pentatlón, donde en el transcurso de unas pocas horas enfrentaban cinco eventos diferentes: disco, salto de longitud, jabalina, carrera y lucha, era la medida definitiva de la condición física y la capacidad deportiva de un atleta.

EL boxeo – sin guantes ni protección - y la lucha convocaban multitudes, pero el pancracio, una combinación de los dos, era el más esperado. Particularmente brutal, con pocas reglas que frenen a los competidores, las únicas restricciones eran que los luchadores no debían morder a sus oponentes, perforar sus ojos, meterles los dedos en la nariz o apuntar a los genitales.

Durante 15 siglos los Juegos cayeron en el olvido. “Un español fanático, Teodosio I, rabioso de furor contra el atletismo que procura la belleza corporal y en conjunto contra el Helenismo, que significa razón y libre examen, publica un edicto que prohíbe la celebración de los Juegos, dejando caer sobre Olimpia la losa de plomo del olvido”, escribió Pierre de Coubertin en 1924, señalando al emperador como responsable de poner punto final a la tradicional justa helénica.

Teodosio I fue el soberano bajo cuyo reinado se dictaron los edictos de Tesalónica y de Constantinopla. En el primero de ellos, del año 380 d.C., se declaró al cristianismo como la religión oficial del imperio y en el segundo, del 393 d.C., se proscribió la veneración de otras deidades. Pese a los dichos del inspirador del olimpismo moderno no hay ninguna prueba de que terminaran en el 393 d.C.

Algunos historiadores como Conrado Durántez y Marco Alviz Fernández dudan de esta aseveración y responsabilizan del final de los juegos a Teodosio II, nieto de Teodosio I, que fue el que ordenó la destrucción de todos los templos paganos que todavía existían, entre ellos el de Olimpia, alrededor del cual se celebraban las competiciones.

Sin embargo, la tradición no fue borrada de la historia y el hallazgo en el siglo XVIII de las ruinas de la ciudad helénica prendió una chispa que provocaría el renacimiento de los juegos. A instancias de Coubertin y Dimitrios Vikelas en 1894 se creó el Comité Olímpico Internacional y dos años después en Atenas los juegos volvieron a la vida.

La primera cita en tiempos modernos congregó a 241 atletas – hombres todos – de 14 países, los cuales compitieron en 43 eventos de 9 disciplinas distintas: atletismo, ciclismo, esgrima, gimnasia, levantamiento de peso, tenis, lucha, natación y tiro. En la siguiente edición, celebrada en París cuatro años más tarde, la principal novedad fue la inclusión de atletas mujeres, la primera vez en toda la historia en la que la mujer ocupaba un lugar en el olimpismo.

Los juegos solo se interrumpieron desde entonces en 1916, 1940 y 1944 por las dos grandes guerras. En 1976 – Montreal – y 1980 – Moscú – motivaciones políticas hicieron que numerosas delegaciones los boicotearan y no participen en uno o en ambos encuentros.

En 1920 en Amberes se izó por primera vez la bandera olímpica, diseñada por el propio Coubertin. La misma está compuesta por los aros que representan los cinco continentes y que perdura hasta nuestros días. La enseña original fue izada durante la ceremonia de inauguración y permaneció expuesta durante los Juegos. Pero el día de la clausura, en la noche, desapareció. Alguien la había robado.

Casi ochenta años después Harry Prieste confiesa su falta. A sus 101 años el ex atleta y medallista olímpico en Amberes se mostraba arrepentido. La histórica bandera volvía en los juegos de Sidney 2000 a manos del Comité Olímpico Internacional.

Argentina fue uno de los doce países que fundaron el COI en 1894, estando representada en el primer Consejo Ejecutivo por José Benjamín Zubiaur, quien se desempeñó en ese cargo hasta 1907. El oriundo de Paraná había conocido a Coubertin en ocasión de la Exposición Universal de París en 1889, donde concurrió en representación del gobierno argentino junto con Alejo Peyret.

Zubiaur fue Rector del Colegio del Uruguay entre 1892 y 1899, siendo su rectorado uno de los más reconocidos. Habilitó la inscripción de alumnas mujeres, creó materias de actividades prácticas, como el cartonado, la encuadernación y la fotografía. En su gestión comenzaron a realizarse los primeros viajes de estudio como parte de la currícula académica.

Zubiaur veía al deporte como una gran herramienta para la educación. Organizó el primer partido de fútbol en Entre Ríos en los festejos del 25 de mayo de 1892. Siguiendo el modelo estadounidense, incorporó fútbol, remo, tenis, natación y atletismo en las aulas del Colegio.

Argentina compite desde los juegos de París de 1924, participando desde entonces en todas las ediciones, con excepción de Moscú en 1980, donde se sumó al boicot impulsado en rechazo a la invasión a Afganistán por la desaparecida Unión Soviética.

Hay que remontarse a los juegos de 1900, en París, para registrar la primera presencia olímpica de un deportista argentino. El esgrimista Francisco Camet quien finalizó en el quinto lugar en la prueba de espada, siendo el primer argentino premiado con diploma en los juegos. El patinador Héctor Torromé, un importador de té que residía en Inglaterra, representó al país en las olimpíadas de Londres de 1908; y en Amberes - 1920 – lo hizo Ángel Rodríguez, quien compitió en boxeo en la categoría peso pluma.

Recién en las Olimpiadas de París de 1924, Argentina formó una delegación organizada, presentándose desde entonces en todos los juegos, con excepción de los que se celebraron en Moscú 1980. Setenta y siete deportistas, todos hombres, fueron parte de la delegación nacional y el equipo de polo, integrado por Juan Nelson, Juan Miles, Enrique Padilla, Arturo Kenny y Guillermo Brooke Naylor obtuvo la primera presea dorada para nuestro país.

Desde entonces los deportistas argentinos han obtenido 77 medallas, - 21 oro, 26 de plata y 30 de bronce – y 162 diplomas olímpicos; sumando 805 deportistas premiados con medallas o diplomas. A esto se debe sumar tres medallas de oro en deportes que se realizaron como exhibición, una en hockey sobre patines y dos en pelota vasca, todas en Barcelona 1992.

En esta oportunidad 136 atletas, 33 mujeres y 103 hombres, representarán a nuestro país en 25 disciplinas. El boxeo con 24 medallas – 7 de oro, 7 de plata y 10 bronces – es el deporte que más preseas ha ganado. En esta oportunidad, por primera vez en más de 100 años, desde Amberes en 1920, los juegos no contarán con un peleador argentino.

Más allá de triunfos y derrotas, por encima de camisetas y pasiones, el deporte del mundo vuelve a reunirse como cada cuatro años, continuando una tradición que tuvo su origen en la antigua Grecia 2700 años atrás y que se continúa en nuestros días.

 

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