La ciudad de Colón está a pocas horas de cumplir los 15 días de cuarentena en fase 1, la más estricta. Luego dependerá de lo que decidan las autoridades sanitarias de esa localidad, si continúan o aflojan pasando a la fase 2. Mientras tanto, Quichu Lugrín vuelve a las andadas con los relatos nostálgicos de sus pagos.
Por GUILLERMO QUICHU LUGRÍN (Especial para EL MIÉRCOLES DIGITAL).
Nunca supe bien cuánto duraba la pausa... si 10 minutos, si un cigarrillo, si estaba estipulado o si era a voluntad del chofer. Una u otra no me molestaban. Paraba en la plaza y el tipo se bajaba, se fumaba un colorado largo en el banco, ese que está bien enfrente a lo del dentista, hacía algún comentario en broma con alguno que pasaba y volvía a subir al colectivo, lleno de pasajeros o no... no iba tan lleno a esa altura.
Era rojo y ruidoso. Doblaba en la Urquiza, iba hasta el hospital y luego el parque. Regresaba a la Urquiza hasta el cementerio y volvía por los bulevares. Terminal, plaza, parque, iglesia y cementerio otra vez. Tenía un monedero al cual las inflaciones nunca le dejaron las monedas, un asiento de tiritas y la radio, siempre.
En esos trayectos aprendí a mirar. Observaba a los que se vestían de pinta para venir al centro, a los que llevaban flores, a los que saludaban a cada rato, a los que usaban sombrero, a los que iban a trabajar, a los que volvían.
En ese trayecto aprendí a ver a los que parecían invisibles, o parecíamos invisibles. Ahí estábamos, en este pueblo, no menos polvorientos. Aprendí que un rumor, en una hora, se da dos vueltas al pueblo como en el San Roque.
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