Tras dos días a todo frenesí, en el tercero llegó el alivio a la vecina ciudad de Colón. No se registaron casos positivos de Covid-19. Jugando con un cuento-relato futbolero, Guile Quichu Lugrín, describe el minuto a minuto en el comportamiento social en su ciudad: expectativas, desarrollo y deshago final. Pero no cantan victoria...aún.
Por GUILLERMO QUICHU LUGRÍN (Especial para EL MIÉRCOLES DIGITAL)
Un domingo de junio, así de frío, jugaban Sauce y Ñapindá, algo así como el bien y el mal, el yin y el yang del mismo universo.
Nosotros, los de rojo, veníamos punteros, invictos. Ellos, los de verde, no nos perdían pisada. La cancha, la nuestra, estaba a tope.
Del lado de ellos estaban todos, del nuestro faltaban algunos y estaban los tambores marcando el ritmo del vaya venga.
Termino el primer tiempo con uno menos de nuestro lado. La cantina se llenó con los dos colores y los choripanes los cortaba mencho, repartiendo para propios y extraños. Ni noticias del sol.
Arrancó el segundo y quedamos con nueve, en seguida con ocho y cuchillo entre los dientes, correr y poner, más de lo segundo y viceversa.
Era resistir, era el no pasaran, Claudio, con el buzo azul y grana cada vez más sucio se revolcaba para un lado y otro. Y era una de rechazar y rechazar.
Pero nos miramos todos los de este lado, preocupados, exhaustos y sin aire, como en un conjuro ancestral.
¡No pasarán!
¡Los venceremos amor, no pasarán!,
Si, mañana que irrumpa el nuevo día
Con su fiesta de pájaros y niños,
aunque no estemos juntos, te lo juro,
No, ¡no pasarán!
Decía Carlos Mejía Godoy
Y como esos bravos hermanos defendimos un cero gigante, que aun llenos de preocupación y desesperanza, iluminó un domingo.
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