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Comprender al peronismo

En el libro  “No habrá más penas ni olvidos” de Osvaldo Soriano, uno de los personajes argumenta con una lógica de hierro: “yo nunca me metí en política, yo siempre fui peronista”. 

 

Por ANÍBAL GALLAY de EL MIÉRCOLES DIGITAL

La referencia es una introducción a lo difícil que resulta comprender al peronismo. Un dirigente destacado del PRO como Rodríguez Larreta no salía de su asombro porque el peronismo iría a “celebrar” la derrota.

Como se sabe el 17 de noviembre de 1972 Juan Perón regresó a la Argentina, en un día lloviznoso y de hecho no salió como estaba previsto. Solo algunos viejos peronistas y unos cuantos oportunistas saludaron a Perón y enfilaron para la casa donde se alojaría Perón por unos meses, en Vicente López.

Podría decirse que Fernández debería tomar en cuenta que alentar una movilización es poco oportuno. Lo es, pero es sabido que el peronismo nunca termina de civilizarse.

Hubo una gran movilización que no pudo llegar a Ezeiza. Quedó institucionalizado “el día del militante”. Menos de un año después ocurriría la masacre de Ezeiza con un resultado de 200 muertos, en un cálculo no oficial.

El peronismo en sus múltiples versiones perdió las elecciones, logrando alguna recuperación en relación a las PASO. Desde los partidos opositores es posible que estuvieran esperando lágrimas de dolor y un profundo mea culpa.  Nada de eso ocurrió y no ocurrirá. Si hay algún cambio en la gestión gubernamental, se dirá que es por propia decisión.

La calle es el ámbito natural del peronismo. El 17 de octubre de 1945 los obreros de las zonas marginales confluyeron en Plaza de Mayo reclamando por Perón. Y allí empezó esa suerte de ADN peronista que consiste en movilizarse y encolumnarse.

Esa movilización original de 1945 y las que vinieron fueron tildadas de “aluvión zoológico” por el diputado Ernesto Sanmartino quien desde un comienzo se negó a comprender aquel “subsuelo de la Patria sublevado” surgido de la pluma de Scalabrini Ortiz.

El peronismo está herido, y con profundidad: la pobreza y la derrota electoral.

¿Qué hacen los peronistas en este caso? Movilizarse y encolumnarse en apoyo del presidente Fernández, aunque sea el mismo que se pasó dos años despotricando contra Cristina. Aun no es tiempo de “pasar facturas”, pero ello ocurrirá.

Si alguien asistió aún en condición de observador, vio en Plaza de Mayo muchas parrillas asando chorizos y manjares que desprecia Puerto Madero. Otros vendiendo banderín y gorro y sobre todo algunos gestos de alegría ligada quizás a una esperanza mezclada con la incertidumbre.

Podría decirse que Fernández debería tomar en cuenta que alentar una movilización es poco oportuno. Lo es, pero es sabido que el peronismo nunca termina de civilizarse. Y el gobierno de Fernández y Cristina necesita una movilización de apoyo porque le quedan dos años de gobierno.

Esta movilización es como una inyección de hierro para un anémico. Le permitirá recomenzar con algún brote renovado, sin negar que se han marchitado muchas hojas.

El peronismo tiene una notable capacidad para deshacerse de los dirigentes que no aportan. Se verá en estos dos años y es posible que Fernández sea sacrificado como el chivo expiatorio, pero ahora, en este momento, el punto clave es que llegue a 2023.

El equipo gobernante tiene una sola carta: ocupar la calle, movilizar militantes, recomponer la tropa.

La ex montonera Patricia Bullrich exigió que se levante esa movilización. Ella viene del peronismo y participó de movilizaciones en los setenta y sabe que, para el peronismo, significa suministrar oxígeno a un movimiento que anda flojo en varios aspectos.

El peronismo es un movimiento político, pero con un cierto contenido emocional. El peronismo perdió las elecciones y pone en marcha una última carta, pero valiosa para la marcha del gobierno.

Todos saben que hay un 50 por ciento de pobreza y que la inflación llegará el 50 por ciento para diciembre. Estos números avergüenzan a los peronistas, pero creen que puede torcer un camino y se llegue a 2023 en mejores condiciones.

Las cifras negativas son muy altas y las negociaciones sobre la deuda se presentan harto difíciles. En no mucho tiempo se verán los resultados. Al peronismo gobernante le quedan dos años para demostrar que pueden mejorar el andar de los argentinos. La movilización apunta a alimentar el optimismo futuro y no la derrota pasada.

El peronismo tiene una notable capacidad para deshacerse de los dirigentes que no aportan. Se verá en estos dos años y es posible que Fernández sea sacrificado como el chivo expiatorio, pero ahora, en este momento, el punto clave es que llegue a 2023. 

En el 2008 el periodista Morales Solá escribió que el peronismo en su versión kirchnerista estaba terminado. En 2019 repitió acerca de la muerte del peronismo y la claque le hizo coro: “no vuelven más”.  Ayer escribió en La Nación, que se había acabado un ciclo de 18 años.

La ansiedad no suele ser la mejor consejera.

rubengallay@hotmail.com

 

 

 

 

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