Esta edición fue de una sola jornada, pero eso no opacó la realización de este notable suceso que ya adquirió vuelo regional. Gran calidad sobre el escenario y un clima de satisfacción entre los organizadores y el numeroso público, satisfecho cómplice de una movida consolidada que sorprende a propios y extraños.
Por AMÉRICO SCHVARTZMAN. De la redacción de EL MIÉRCOLES DIGITAL
Colaboró:FABIO BENÍTEZ
En Concepción del Jazz suben al mismo escenario Miles Davis y Aníbal Sampayo, Nina Simone y el Negro Rada, Astor Piazzolla y Thelonius Monk. Es cierto, no es ninguna exageración. Es jazz. Del mejor. Del que rompe todas las barreras. Lo pueden atestiguar los presentes en la novena edición de este Festival que no para de crecer.
Veteranos amantes del jazz, abuelas plenas de swing, jóvenes de rastas, niños y niñas que no dudan en balancearse al ritmo de una música que no suena en las radios pero sí en la vida; muchos músicos; gente de otros pagos que ya es habitué del Festival. El auditorio casi lleno, es la mejor muestra de la consolidación de un festival que llena de orgullo a Concepción del Uruguay. Y todo eso bañado en buen gusto jazzero con aires indiscutiblemente entrerrianos, en un banquete compuesto de música, cerveza artesanal, una muestra pictórica de distintos artistas plásticos de la región y una ostensible heterogeneidad –arriba y abajo del escenario– que ya son la marca registrada de este Festival.
Si algo distingue al jazz es su libertad, su apertura mental, su capacidad de improvisación, su fértil apuesta a la incorporación de ritmos, melodías, armonías y aportes de cualquier rincón del planeta. Si en su origen fue canto de libertad y protesta, en los márgenes de una sociedad desigual, en su desarrollo global ha sido y sigue siendo afirmación libérrima, igualitaria, pacifista, que contribuye a derrotar prejuicios, a desterrar anteojeras y a saltar por sobre cualquier forma de cerrazón. Por eso conviven en esta música mundial los más diversos orígenes, y la Argentina, con su formidable caldera de identidades, no podía ser ajena a eso. Tampoco la costa entrerriana del río Uruguay, donde conviven (a veces en las mismas personas) los ritmos más dispares.
El festival es organizado y producido de forma independiente por “El Rebaño producciones”, que encabeza Gastón Mattiauda; cuenta con el auspicio de la Dirección Municipal de Cultura Integradora y un equipo de colaboradores entre los cuales se encuentra la cooperativa Proyecto Cardenal (que registra filmicamente todo el evento) y Jorge Negri Grieve en el sonido.
En esta novena edición participaron cuatro formaciones, bien distintas, muy diversas en su propuesta, y todas ellas de gran calidad y presencia escénica, afirmadas en lo suyo, que fueron recibidas con enorme afecto y agradecimiento por el público, que celebró todas las presentaciones.
Abrió la noche Dandy Trío, de Concordia, jazz de corte tanguero, con arreglos propios, temas de Piazzolla y otros con improvisaciones. Gaston Barbieri (bandoneón), Pablo Kauffman (piano) y Martín Barcos (saxo y flauta traversa) emocionaron además al contar que perdieron al bajista, pero ellos lo sienten aun presente.
Luego llegó Kimya Latin Jazz, la formación uruguayense de Pablo León (bajo de seis cuerdas), Gastón Inda (piano) y Juan Quiche (batería). A excepción de la bellísima “Blue bossa”, la banda presentó temas de factura propia, alguno de ellos con un toque de raíz folclórica, bien de la costa del Uruguay, muy logrado: con un sonido contundente y gran belleza melódica. También tuvo su momento emocionante cuando Pablo recordó que Juan, el batero, se repuso de problemas de salud: “Hace un año le diagnosticaron que no podría volver a tocar… Y acá está”, dijo el director de la banda.
A continuación se presentó la Colón Jazz Ensamble, de muy reciente creación, pero con un empuje y una presencia en el escenario muy movilizantes. Integrada por músicos de esa ciudad: Gerardo Bourlot (guitarra), Nicolás Brykman (batería), Rafael Malgor (bajo), pero también de Córdoba (Carla Rossi, en armónica) y de Concepción del Uruguay, Mariano Bassini (trombón). Arrancaron con una lindísima versión propia de "Kichororo", el clásico de Anibal Sampayo y no dejaron de sorprender a los presentes.
La local Conde Galour Jazz Trio fue la última en subir al escenario, con Edgar Uran (guitarra), Hector Gamarci (batería) y Freddy Loker (bajo). Luego de presentar un ramillete de temas de su autoría, presentaron a sus invitadas, para quienes reservaron la interpretación de clásicos del género, entre ellos “Autumn leaves", "Fly me to the moon" y un bello bossanova: las que brillaron entonces fueron Daiana Masramón, con una voz luminosa –quien esa noche hacía su debut–, Daniela Maier y Sofía Spano, porteña radicada en Colón.
Cerraron el festival las cuatro chicas, coronando la noche de la mejor manera; con una amable versión de “Summertime”, de George Gershwin.
Una verdadera fiesta del jazz, en su mejor versión, esa que admite con Miles Davies que en el jazz, como en la vida “no hay notas equivocadas, solo notas en el lugar equivocado”. En la noche del sábado, la serena felicidad de los rostros del público que aplaudió el cierre de pie, así como de la emocionada satisfacción de Gastón Mattiauda y sus colaboradores, venían, una vez más, a confirmarlo.
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