Durante estos días se están realizando los merecidos homenajes para los jugadores, cuerpo técnico y dirigentes de Atlético Uruguay, que hace 40 años concretaron una épica que marcó a fuego al fútbol uruguayense y de la región: la clasificación al Torneo Nacional de Primera División en 1984. EL MIÉRCOLES contribuye a esos festejos reproduciendo este artículo que forma parte de un capítulo del libro "Historias (casi) desconocidas de Concepción del Uruguay" (Editorial El Miércoles, 2019). Ni más ni menos cuando el Decano fue tapa de la principal revista argentina del deporte: El Gráfico. Para disfrutarlo una vez más.
Cuando Atlético fue tapa de El Gráfico
Pocas veces Concepción del Uruguay estuvo en la tapa de los principales medios periodísticos dedicados al deporte en la Argentina. Una de esas ocasiones, quizás la más recordada por quienes la vivieron, fue en 1984, cuando Atlético Uruguay recibió en su cancha a River Plate.
El deporte uruguayense tuvo momentos de gloria en el siglo XX. Atletas, nadadores, pelotaris han escrito páginas de gloria. Básquet, fútbol y automovilismo no le fueron en zaga. Hubo un acontecimiento que no parece lejano para quienes lo vivieron o fueron contemporáneos, pero para quienes rondan los 40 años es historia, es mística, es el legado de la generación anterior. Es como si a un chico en los ‘70 le contaban el gol de Grillo a los ingleses o el desastre de Suecia en el ‘58. No lo vieron, pero igual es suyo, es parte del ADN futbolero de los argentinos.
Para los uruguayenses, hoy, la llegada del Club Atlético Uruguay al Nacional ‘84 es eso: un hecho único, irrepetible, inimaginable en la realidad centralista y capitalista de nuestro fútbol siglo XXI. Fue tan grande que la ciudad toda se conmovió desde la misma noche de diciembre de 1983 en que Atlético, en cancha de Newell's Old Boys, clasificó para el Torneo Nacional, aun perdiendo con Renato Cesarini. Con el final del relato del Tónico Rodríguez la ciudad estalló en un solo grito.
Se podría hablar con cada uruguayense y sabrá contar, con más o menos agregados, esos días de euforia, trabajo y emoción. Entonces hubo que ponerse a tono con el fútbol grande. El Simón Luciano Plazaola tenía capacidad para cinco mil personas y la AFA solicitaba un mínimo de 12 mil. La solución fue armar tribunas tubulares. El 21 de febrero de ese año, en El Gráfico, sale un informe con todos los participantes del Nacional ‘84. Ferro de General Pico, Unión de General Pinedo, Unión San Vicente y Olimpo de Bahía Blanca, junto al Decano uruguayense, eran los debutantes absolutos en el campeonato Nacional. Allí se brindaba el primer listado, que no sería el definitivo, pero contenía un detalle incomprensible hoy: había en ese plantel jugadores de Gimnasia, Engranaje, Ñapindá y hasta de Patronato. Era una verdadera selección regional. Usa camiseta azul y blanca, “como la de Talleres de Córdoba” informaba la revista por si algún despistado no lo sabía.
El Gráfico fue la más respetada publicación deportiva argentina; nacida en 1919, su último número fue en enero de 2018. Sus plumas, su estilo, sus coberturas y crónicas, su información eran una marca registrada y, más allá de cualquier polémica, era una referencia ineludible. Los goles apoteósicos eran dibujados con flechas y rayitas para comprensión de los lectores y eso era suficiente para comentar los partidos durante toda la semana. Aparecer en la tapa de El Gráfico era poco menos que entrar en la leyenda. A Atlético Uruguay, aunque fuese como partenaire, un día le sucedió: fue tapa de El Gráfico.
El 19 de febrero Atlético debutó en primera con un empate en Río Cuarto frente a Estudiantes. La segunda fecha fue conmovedora: unos 5.000 entrerrianos llegaron al Monumental de Núñez para acompañar al equipo. Fue derrota y era muy previsible. Para el periodista Juvenal, River goleó porque enfrente tenía “una defensa como la entrerriana en la que solo su back centro, Jorge Gómez, presentó alguna oposición en vez de acompañar a los que entraban como el resto de sus compañeros”. Los diarios locales resaltaron el orgullo de haber pisado el estadio que alguna vez fue mundialista.
El 0-5 ante River no fue óbice para que se llenara el Plazaola el domingo siguiente ante Huracán. Las puertas se encontraban atestadas de gente muchas horas antes del inicio para ver a Atlético, sin importar el tórrido calor reinante. Fue derrota 2 a 1, injusta por supuesto. “El local manejó el partido cuyo resultado no pudo volcar a su favor debido a que sus delanteros fracasaron en la definición. El visitante se llevó injustamente los dos puntos”, escribió el periodista Eduardo Gradizuela. Si Barrabás hubiese metido una de las que tuvo…
Pero sería la edición 3362 de El Gráfico del 13 de marzo de 1984 la que cada uruguayense atesoró en el recuerdo. Esa que aún hoy muchos poseen envuelta en papel celofán en el estante del ropero, o cuya tapa enmarcaron para colgarla en el taller, al lado del poster de Vaccalluzzo o de la Viznaga Special Cars. El domingo 11 de marzo de 1984 River Plate llegó con todas sus figuras a jugar “por los puntos” en el estadio Simón Luciano Plazaola. Era el partido más trascendente para Atlético desde su fundación aquel 1º de septiembre de 1904. Jugaron por la cuarta fecha del Grupo D del Campeonato Nacional y verdaderamente, los Millonarios fueron demasiado para el inexperto y amateur equipo Decano, que cayó por seis a cero.
Y si bien la noticia fue River –en el fútbol como negocio, siempre la noticia es River, o Boca, o San Lorenzo– el 13 de marzo de 1984 Atlético Uruguay, “ése con la camiseta como la de Talleres”, fue tapa de El Gráfico. Allí se lo ve a Enzo Francescoli con una camiseta sin publicidad y el 8 en el pantalón negro enganchando ante Héctor Ayala, el referí Ricardo Calabria corre de cerca y un poco más atrás el central Borelli observa el desenlace. El título vendedor era contundente: “River no perdona”.
Decía una nota publicada en El Miércoles recordando este hecho: “Más allá del resultado adverso, la fotografía de tapa de la principal revista deportiva del país consagró la imagen de aquella extraordinaria campaña del Decano, que lo llevara a ocupar un lugar en el máximo firmamento futbolístico argentino.” Y si bien fueron cinco las páginas que dedicó ese día El Gráfico para la crónica de la goleada millonaria en el Plazaola, para los entrerrianos y entrerrianas –porque era el pueblo futbolero todo– los jugadores decanos fueron por esos días verdaderos héroes del deporte local. A nadie le importaba la notable diferencia que existía entre ellos y los profesionales de River, en franca disparidad. Hablamos de Nery Pumpido, Américo Rubén Gallego, el Enzo Francescoli, Roque Alfaro, el Negro Enrique entre otros cracks del momento, frente a los muchachos de Atlético que vivían de otra cosa. Esos jugadores que no vivían del fútbol, sino por el fútbol. Símbolo de otros tiempos: esos jugadores que trabajaban todos los días, a los que unos de los cruzaban por la calle, los encontraba en el bar o en la panadería, gente de oficios comunes y que eran tan hinchas como cualquiera.
Para mucha gente ya habían sido consagrados con la clasificación al Torneo Nacional. Con eso alcanzaba, y por eso fue toda la ciudad atrás de ellos. La tapa de El Gráfico fue la coronación, como aquellos laureles que recibían los héroes griegos luego de las lides olímpicas. Así lo sintió la gente de la región. Nadie se cuestionó las diferencias en ese momento, y pocos lo hicieron más adelante, pero eso es otra historia.
Héctor El Ruso Ayala, el jugador de tapa de El Gráfico, recordaba casi dos décadas después: “Ellos eran superiores, nos mataron con el físico. Para que te des una idea, yo salí del trabajo a las seis de la mañana y a la tarde jugamos contra River”. Y rememoraba: “Pasaron cosas muy lindas en ese partido: todo lo previo, el viaje desde el club hasta la cancha, el hecho de que nos relatara el Gordo Muñoz. Pero lo de la gente fue increíble: inclusive al Monumental fueron como 7.000 hinchas”. El Ruso decía con emoción que “es algo inenarrable e imborrable, por la difusión que tiene esa revista”.
Ese día salieron a la cancha Hugo Osoro, Oscar Brelaz, Héctor Ayala, Jorge Eduardo Gómez, Osvaldo Casares, Jorge Velázquez, Alberto Ricardo Martínez, Carlos Horacio Velázquez, Hugo Alberto Umpiérrez, Mario Wurst y José Luis Martínez. Hubo un cambio ese día: a los 45 minutos ingresó un muchacho que llegaba de Herrera y daría que hablar mucho en el fútbol provincial y nacional, un tal Héctor Alba. Brillaría luego como El Noni. Enfrente estaba el equipo del uruguayo Luis Cubilla, campeón de América y del mundo con Olimpia, que iba en camino a ser la base de un River que ganaría todo un par de años después.
Como ya se dijo, en El Gráfico lo que interesaba era River –siempre interesa River, o Boca, o Racing– pero el periodista José Luis Barrio dedicó un párrafo para el Decano: “El rival siempre importa, determina. Y el rival fue un equipo ingenuo por excesivamente franco sin tener con qué y antiguo por su manera estática de distribuirse en la cancha, pretendiendo un ‘cambio de golpes’ frontal del que tenía que salir en desventaja. Pero además agregó a su optimismo exagerado, la presencia de un volante asombrosamente excedido de peso –José Velázquez–, de un arquero elemental al que Alfaro le hizo un gol de tiro libre simplemente por su estatura insuficiente y, en general, la sensación del amateurismo más absoluto”. Luego reconocía: “Son tardes, claro, porque este mismo Atlético Uruguay perdió injustamente con Huracán y convirtió a Gay en figura en el partido de ida, pero de todas maneras no parece un adversario capaz de entusiasmar.”
La síntesis informaba que Francescoli abrió la cuenta, Alfaro hizo dos goles, se sumaron Teglia y García, completando el Tolo Gallego la goleada y que se recaudaron 743.190 pesos argentinos. Las fotos son más que interesantes: muestran los seis goles pero también se ve la gente en las tribunas, mucha gente en una tarde de sol. Se observa la publicidad del Amargo Cambá sobre el pecho de los jugadores decanos, en las estáticas algunas firmas que aún existen y otras que no: Arroz Gallo, Río Uruguay, Urumed, Casa Jaimito, Aperitivo Marcela, Discomanía 30, Bazar La Lucha, Rewalser. Una bandera de TupinManjá flamea a lo alto.
Para muchos de esos miles de uruguayenses, esa tarde en el Plazaola es uno de los recuerdos imborrables que los acompañarán siempre. Es que estaban todos: los hinchas del Decano y los del Lobo, los de Almagro y los de Engranaje. Los colonenses también se sintieron parte del momento de gloria junto a los hermanos Martínez. El calor se hacía sentir y ya desde temprano el estadio estuvo lleno. Las plateas se encontraban agotadas desde el viernes anterior y TupinManjá ponía el ritmo desde la tribuna que da al Banco Pelay. Si lo de Huracán fue un prólogo, la visita de River fue una fiesta.
Y en esa fiesta no importaba el resultado, ni tampoco era un dilema el casillero del Prode –¿local, empate, o visitante? ¿Quién elige: el corazón o la razón? Tampoco importaba si el Zurdo Velázquez estaba gordo, siempre tuvo más lomo que panza para tanta cargar tanta gloria, ni si el arquero era Juan Casares o el petiso Hugo Osoro. Hubo un recordado gol de arranque en offside de Mario Wurst que pudo haber sido celebrado. No fue, y a pesar de eso fue la Fiesta del Nano Serrat, con todos “subiendo la cuesta porque arriba mi cancha se vistió de fiesta” y allí estaban absolutamente todos acompañando al Colorado Velázquez, al Milico Gómez, a Miguel Mosca, al Finito Díaz, a Barrabás Umpiérrez, al Negro Cuenos, a ese Noni que aparecía. El equipo de Raúl Orlando "Lando" Sosa fue entonces, el equipo de todos, tal como dos años atrás lo fue la Selección subcampeona de la Copa “Beccar Varela”.
Después del partido con River vino el cierre del torneo. Ya desmoralizado no fue buena la despedida. Vapuleado primero en Parque Patricios por el Huracán de Claudio Morresi, el Turco García –¿quién dijo que los gordos no puden jugar al fóbal?– Candedo y Juan Amador Sánchez. De local fue derrota clara con el Estudiantes cordobés.
Atlético Uruguay fue el segundo club de la provincia en lograr la proeza. Antes, Patronato, un equipo de Paraná había disputado el torneo.
El paso de Atlético por la gloria muestra números que no son demasiado interesantes para quienes creen que lo único que vale en la vida es ganar. En su debut en el certamen, el Decano consiguió el único punto que sumaría en el Grupo D: un 1-1 contra Estudiantes en Río Cuarto, que por supuesto tuvo sabor a victoria. Después vendrían cinco derrotas, varias de ellas por goleada: 0-5 ante River como visitantes, 1-2 frente a Huracán como local, así como el 0-6 contra River, 0-7 ante a Huracán de visitante, y 0-3 frente a Estudiantes como local.
Al año siguiente los Nacionales dejaban de jugarse y surgía la B Nacional. Los tiempos cambiaban, el centralismo no. El amateurismo de aquel equipo, como bien lo llamó El Gráfico –aunque en ellos la palabra sonaba deliberadamente despectiva– fue un paso en el aprendizaje para el fútbol local. Ya no fue el Decano, fueron otros cuadros los que asimilaron la experiencia de este enorme equipo del ‘84. Los errores se corrigen, y en un mundo veloz como el que iba transformándose ya no hubo mucho espacio para patriadas. Solo alguna pincelada cada tanto para recordar de dónde venimos y lo que nos gustaría ser, pero que la economía cruelmente determina, y si no es la economía, son los intereses políticos, o las presiones de caudillejos ávidos de trascender, o el reparto de plazas siempre mirando a la Capital.
La tapa de El Gráfico fue eso, una tapa de una época, una foto que ya no existe, como tampoco la revista. Tampoco existen clubes con jugadores que trabajen hasta las seis de la mañana como El Ruso Ayala en la noche previa a jugar con River, o con un pintor de brocha gorda como Mario Velázquez, a nadie se le ocurre que un carnicero como José Casares pueda hoy jugar en primera, o ser ordenanza del Colegio como José para entrenar en las horas que quedaban libres. Por más virtuosos que se pueda ser, no es posible dar esas ventajas. Y si esto es así es por dos motivos: porque el fútbol está cada vez más concentrado como negocio capitalista en el que manda el consumo (y de ahí el unitarismo geográfico y económico) y porque hay futboleros en el interior cada vez más desinteresados en esos chicos que, a pesar de todo, cada día se levantan a trabajar o estudiar, ansiosos de poder entrenar al final de la jornada, porque también sueñan con llegar más arriba. Lo que no se termina de entender es que sin clubes locales fuertes, no habrá otra tapa de El Gráfico, ni póster en el taller de acá a la vuelta.
La versión original de esta historia se publicó en el número 1 de EL MIÉRCOLES, en marzo de 2000, firmada por Gustavo Sirota. Para la versión actual se consultó también la nota de Andrés González Casco en el sitio Interior Futbolero titulada “Cuando el sueño Nacional llegó al Plazaola”; y la nota “Un paseo entrerriano”, sin datos de autor, en el sitio River Lujo y Pueblo. Para informarse sobre el paso de Atlético por el Nacional hay que bucear en los ejemplares de El Gráfico de febrero, marzo y abril de ese año. El diario La Calle en todos sus ejemplares entre la clasificación frente a Renato Cesarini, hasta los días posteriores a su eliminación. También se pueden consultar los diarios capitalinos, pero allí se centraban en los clubes porteños. Sin duda la mejor versión para consultar es la memoria de los jugadores, futboleros, periodistas y vecinos que vivieron esos intensos días de fútbol uruguayense y aún los recuerdan.
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