Las carmelitas descalzas del convento de Nogoyá sufren torturas físicas y psicológicas, aunque nadie de la Iglesia lo quiere reconocer. La información fue corroborada tras una investigación periodística de la revista Análisis que se extendió por casi dos años y que comprendió a ex religiosas, familiares de estos y profesionales de la salud de la mencionada localidad. Hay castigos permanentes; es habitual el uso del látigo y el cilicio para auto flagelarse; hubo casos de desnutrición y existe una estricta prohibición “de no hablar” de lo que sucede. Varias de las ex monjas están con tratamientos psicológicos en Entre Ríos o Santa Fe, por las secuelas que tuvieron.
El arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puíggari -quien debe ejercer la autoridad sobre el convento- nunca hizo nada para revertir la situación, pese a que viene tomando conocimiento de los excesos que se cometen. Tampoco se ocuparon, en sus mandatos, ni Estanislao Karlic ni Mario Maulión.
EXPLICACIONES
“Nos despertamos con esta noticia poco grata. Al ver este accionar policial sobre el Monasterio, cuya regla y funcionamiento está regido por la Santa Sede. El Monasterio es de derecho pontificio, por lo tanto, si bien tiene jurisdicción en la Diócesis de Paraná, tiene dependencia directa de la Santa Sede, cuya regla y funcionamiento depende de las reglas aprobadas por la Santa Sede”, explicó el vocero del Arzobispado de Paraná, el cura Ignacio Patat.
Por su parte el arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, cuestionó la medida judicial. En un comunicado oficial, dijo que “hay instancias de diálogo que son más pacíficas que un allanamiento”. “Ante la denuncia de una revista ya se allana un convento como si fueran vendedores de droga”, comparó.
ENCUENTRAN LO DENUNCIADO
La Justicia provincial allanó el convento. La investigación de oficio busca establecer la Privación ilegítima de la libertad agravada contra las monjas que están en claustro, según confirmó el fiscal Federico Uriburu, que encabeza el operativo judicial. En la denuncia periodística se detallan condiciones de vida y castigos intramuros: desnutrición, autoflagelación, uso del látigo, cilicio y mordazas, entre otros elementos de tortura. El funcionario judicial reveló que la Madre Superiora “opuso resistencia” al procedimiento judicial, y que “hubo que utilizar la fuerza para entrar porque no se permitía el ingreso, con lo cual se rompió una puerta del convento”. El médico policial realizó revisaciones a cada una de las internas y se esperaba la llegada del arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari. En declaraciones realizadas al programa A Quien Corresponda (Radio De la Plaza), Uriburu indicó que el procedimiento judicial “se motiva en la investigación periodística donde se detallan ciertos elementos de tortura o autoflagelación y hasta el momento se encontraron cilicios y látigos por lo cual, en un principio, hablamos de un allanamiento con resultado positivo”.
TESTIMONIO DE UNA MONJA
Valeria, una ex monja de la congregación de hermanas discípulas, brindó un desgarrador testimonio sobre las situaciones que le tocaron vivir. Refirió que en los claustros se vive “una manipulación de conciencia a través de las citas bíblicas y de la palabra de Dios” y contó que “la culpa que uno siente todo el tiempo, con la idea de que nunca será querido por Dios, y por ello debe hacer cosas indecibles para que Dios lo mire con cariño”. “La manipulación de conciencia no se da de un día para el otro; es lenta, son pequeñas enseñanzas que uno va creyendo” y “aunque Dios nos dio la conciencia, la voluntad y la capacidad de decisión, en nombre de Dios la anulan completamente y uno pasar a ser como robots”, señaló. “Hablamos de un manipulación tan grande que te lleva a querer matarte dentro de un convento”, admitió con la voz quebrada en llanto y relató el modo en que pudo liberarse de los tormentos: “Me tuve que escapar, tuve que abrir la puerta y salir corriendo; pero después un sacerdote amigo me quería convencer para que vuelva. Si yo volvía me terminaba suicidando dentro del convento”.
Fuente: Análisis Digital
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