El artista popular Roberto "Palo" Pandolfo falleció esta semana, súbitamente, a los 56 años. Aquí lo despedimos y recordamos la entrevista que le realizó El Miércoles en 2005, en ocasión de su llegada a Concepción del Uruguay para presentarse como solista.
A.S.
Demasiado complejo para los medios masivos, demasiado sofisticado para las "tribus", demasiado popular para la intelectualidad, demasiado genuino para la careteada.
Palo Pandolfo fue uno de los (muchos) artistas distintos que da nuestra Argentina. En cada uno de sus proyectos, en cada una de sus bandas ("Don Cornelio y la zona", "Los Visitantes"), en cada disco nos dejó puñados de canciones diferentes, con matices de una belleza muy particular, con textos cargados de una mirada del mundo que invitaba a reflexionar, a revisar. (Atesoro en especial "Maderita", "Ritual criollo" y "Antojo"). En canciones como "Estaré" o "La Pampa" decía con sencillez cosas tremendas, profundas, que revelaban una mirada de lo social y lo ambiental que no sé si era deliberada o si le brotaba como parte de su talento. Le perdí el rastro en estos últimos años, no sé en qué andaba. En 2005 visitó la ciudad y dio una nota a un compañero de El Miércoles (en esa época todavía en papel). En esa charla confirmó que cuando cantaba cosas que sonaban extrañamente valientes (como "Que se abra Buenos Aires, / que se esparza por la tierra") lo que se decía ahí era exactamente lo que él quería decir. En la entrevista lo ratificó: había que irse de ese conglomerado. Había que deshacerlo, debía esparcirse. "O por lo menos bajar el copete", dijo literalmente.
En su disco "Antojo" (2004) hizo una selección de canciones en donde se revelaba la heterogeneidad de sus influencias: desde Quilapayún a David Bowie, de La Máquina de Hacer Pájaros a Radiohead, desde Spinetta a Silvio Rodríguez, hasta una versión impar de "Yuyo verde". En "Ritual criollo", él, de raíz rockera, incluyó cuarteto ("Argentina 2002"), canciones folcóricas y una cumbia hermosa ("Río Reconquista").
En el número 176 de El Miércoles se publicó la entrevista (17 de agosto de 2005). A continuación reproducimos sus fragmentos principales.
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Palo Pandolfo, artista popular: «Yo no soy rock, soy raíces con actitud proletaria»
Entrevista de Javier Kolker. Foto de Gabriel Blanchet
Roberto Palo Pandolfo, ex líder de Don Cornelio, de los Visitantes, ahora en su etapa solista. Más solista que nunca, viene a tocar sus canciones solo con su guitarra. A los pocos minutos de hablar con Palo uno nota que es un tipo sensible, que conecta con la gente, que le interesa aprender, escuchar, contar sus experiencias, que no se la cree, pero que (vaya paradoja) cree en sí mismo. A los pocos minutos de verlo actuar sobre un escenario, primero sólo con su guitarra, luego en banda, uno descubre que el tipo es capaz de conmover, de tocar fibras íntimas. Es un artista auténtico, de los que ya no quedan, es buena gente y eso se nota. Es sensible, no trabaja de sensible.
«Yo sueño con llegar a los 80 para tener siete años. ¡Bah!, dos años más de vida y escribir una novela. Los novelistas son unos hijos de puta», dice Palo entre risas, mientras hablamos de literatura y de discos.
¿No escribís otra cosa que canciones? Poesía, por ejemplo…
Poesía sí, pero es lo mismo, no deja de ser encolumnado. Soy un intuitivo para escribir. No tengo técnica. Escribo para hacer canciones.
Va hilando temas a piacere: engancha literatura con historia, la llegada a Concepción con… «Como cualquier visitante de la ciudad quedé impactado con la estatua de Urquiza, en ese tamaño coloso…. De ese tamaño la gente lo debería ver cuando él caminaba por ahí, ¿no? Y después me enteré de López Jordán, que no lo conocía. La historia en este país está vedada, no existe la tradición oral, la que te permite aprender».
¿Cómo abordás la composición de canciones?
En la guitarra siempre hay una canción. Cuando te viene una entera, letra y música, es como una revelación, hay que agradecerlo. Cuando yo afino la guitarra, afino adentro también. Me quedo en blanco. No es tan razonable, no es racional. La música es una bendición.
¿Te interesa tocar en lugares nuevos, donde nunca estuviste?
Sí, me encanta. Es la primera vez que vengo acá y es una puerta que se abre. Me dan ganas de absorber cosas, tocar con una cuerda de tambores (los chicos de Lengua Verde) es una vibración fuerte.
Palo cuenta que se mudó a Paso del Rey, a 30 kilómetros de Capital, que nació en Flores, un barrio de casas bajas, donde se jugaba a la pelota en la calle.
«Quiero subrayar el haberme ido de Capital como una característica personal, como parte de mi búsqueda como artista. Estoy en la provincia, la puerta hacia la Pampa húmeda. Yo creo que se tiene que desinflar Buenos Aires, que se vayan a Europa todos o que empiecen a bajar el copete. Ahora, Peteco Carabajal se mudó frente a casa, son todos del interior en el barrio, salvo algún loco como yo. Todo mezclado en la misma manzana: casas-quinta hermosas, ranchos, una fusión. Yo quiero tener nietos color café con leche, entregar a mis hijas a los hermanos Verón (risas), que son re-Chaco».
«Desde que soy solista estoy tratando de llegar a tocar algo acústico. Es un proceso que te puede llevar un lustro. Lo que voy a hacer esta noche es lo que quiero hacer ahora. Yo estoy componiendo todo el tiempo con raíz: milonga, candombe, tango, chacarera. En los ‘90 me surgió accidentalmente una veta tanguera y me sentí libre de hacer un discurso de eso, de hablar de la resistencia cultural, del espíritu de la tierra… La música es un bien que merece ser cultivado. Es una forma de lucha».
¿Es muy diferente tocar sin banda?
Sí. Desde que soy solista fui mutando varias formaciones, pero lo que no cambia nunca soy yo con la guitarra. Es la pura. El contacto con el otro en un lugar como este, cantando canciones con la guitarra, es una vibración única, la banda es un accidente. La chispa, el chiste, es cuando estoy con la guitarra y me olvido de todo, me acompaño automáticamente.
Patria o muerte, el segundo disco de Don Cornelio, significó un quiebre, un sonido distinto para toda la música que se venía haciendo acá…
Claro. En ese momento, Moya, el socio de Grinbank, me preguntó: ¿Pero ustedes qué quieren hacer, Soda Stereo o los Ramones?, y yo le contesté ¡¡¡los Ramones!!!, convencido. En ese momento queríamos un sonido bizarro. Era tomar ginebra, merca, tetra brik, ácido, era vivir así, salíamos de la dictadura. En el estudio de grabación, en el primer disco que grabamos con Calamaro, ante la dificultad mayor la línea de merca era mayor, el vaso de whisky era más grande. Yo grabé El rosario en el muro y La luz de la cara roja, dos canciones de ese disco, y estuve vomitando diez horas, una semana con náuseas. Yo era un pibe que fumaba fasito y de golpe empezamos a tomar merca con Andrés directamente en el estudio. Con Calamaro aprendí prácticamente todo del rock, lo malo y lo bueno.
Tocaste con todos los grandes, pero nunca tuviste un éxito comercial fuerte, o te bajaste cuando lo estabas por tener, ¿lo ves como una especie de autoboicot?
Creo que es un perfil que uno va asumiendo sin querer queriendo. A esta altura del partido y montado en mi carrera rescato el bajo perfil, me gusta mucho. No creo demasiado en el éxito personal en el Tercer Mundo. Acá, si vos laburas, morfás. Yo vivo de la música, soy un afortunado total. Fluyo con el país, es como que voy acompañando la evolución de la clase trabajadora. El lugar que yo ocupo es mío, me lo construí con mis errores y mis virtudes. Yo no caigo más, estoy re-tranquilo. Este lugar no me lo puede quitar nadie. Cuando me hice solista pensé que iba a venir una multinacional, que me iban a poner 40 lucas verdes, que iba a saldar la hipoteca de un día para otro (risas)… Lo mío es popular, no es rock… Por eso estoy donde estoy, si hubiera dicho ‘soy Rock’, no hubiera tenido los problemas que tuve con las compañías. Yo no soy rock. Yo soy raíces con actitud proletaria. Tengo un amigo que dice que los que tienen éxito en Argentina son estúpidos, ese concepto de barrio, de Pappo´s Blues. Nosotros somos otra cosa, somos punks y hippies.
Pero vos tocaste también para mucha gente...
Sí, en la mejor época de los Visitantes tocamos para 30.000 personas. Se ven las distintas tribus, los grupos de amigos, por ese lado es interesante, pero yo creo que los mejores shows son en bares, en lugares chicos. Yo tengo un gran cariño por Los Redonditos. Skay y Poli me llevaron a la radio con Don Cornelio, me ayudaron mucho. Me gustan los discos y las canciones de ellos, pero toda esa energía ritual quedó en una zona fantasma, en un limbo de la droga y el reviente, sin salida. Nunca hubo un mensaje que ayude primero a uno mismo y después al resto de la gente. Para eso estamos, para ayudarnos los unos a los otros. A mí antes me interesaba la masividad, pensaba que era justo que un trabajador cualquiera con sacrificio, luchando, pudiera tener un pasar normal, sin sufrir. Hoy creo que el éxito y los millones no conducen a nada.
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