Este domingo falleció en Paraná Oscar Gabriel Azcurrain Guzmán Richard, a los 69 años, después de haber sufrido semanas atrás un violento accidente automovilístico cerca de la capital provincial. Su vida estuvo dedicada a la enseñanza técnica, a la cultura y a las ideas, con una activa participación en el socialismo. Fue un amante incondicional de Independiente, de la música (en especial del rock nacional), del conocimiento y de la igualdad entre los seres humanos.
Por A.S.
A fines de este año iba a cumplir sus 70. Nacido en Concepción del Uruguay el 23 de noviembre de 1948, su formación y su vida laboral estuvieron desde siempre vinculadas a la educación técnica. Se había graduado como técnico mecánico en 1967 en la ENET 2 Francisco Ramírez de su ciudad natal, y casi veinte años después se convirtió en el director de ese mismo establecimiento, tras regresar de Rosario del Tala en 1995, donde residió durante varios años, trabajó como docente en la ENET1 Osvaldo Magnasco, y en donde formó pareja con Sonia Luz Todoro.
En Rosario del Tala había desplegado además su labor docente, una amplia vida cultural, en gran parte vinculada con la música (a la que había arribado como técnico: era un pionero en amplificación de sonido) que lo apasionaba al punto de convertirse en un coleccionista destacado de rock en general, pero también de rock nacional y en particular, de los artistas entrerrianos y uruguayenses, cuyos materiales ansiaba tener y compartir. Amaba también el folklore y el tango.
Discutidor, amigo de la argumentación profunda, sistemático para investigar antes de formar su opinión sobre cualquier tema, estaba al día de todo lo que ocurría y mantenía sus inquietudes intelectuales de manera constante, actitud que cultivó con fruición a lo largo de toda su vida. Después de jubilarse, estudió la Licenciatura en Tecnología Educativa en la Universidad Tecnológica Nacional de Concepción del Uruguay. También participó en talleres literarios, y en uno de ellos, dirigido por Luis Salvarezza, publicó una narración titulada “El mejor cuento”, en clave de humor.
Pero fue en Tala, años antes, donde ideó, plasmó y publicó su libro “El Encontronazo”, una notable investigación en la que se había propuesto introducir a las jóvenes generaciones en “la historia de la Conquista de América, pero contada desde la óptica de los que perdieron la guerra”. Allí recopiló datos y perspectivas de investigadores e incluso letras de canciones, que junto a sus propios testimonios y opiniones conforman una obra señera cuando recién se comenzaba a revisar esta amarga y triste historia, y en pleno festejo oficial del Quinto Centenario del mal llamado “Encuentro de Culturas”. Pancho rechazaba airadamente la versión que se quería instalar desde el poder, y por eso tituló su libro de este modo: “El Encontronazo 1492-1992. Las huellas del oro y la sangre”. El libro está dedicado a sus cuatro hijos, Franco, Joaquin, Lucio y Lisandro.
Pancho Azcurrain fue también un destacado militante del socialismo entrerriano, en cuya estructura ocupó diferentes responsabilidades, tanto en lo partidario como en varias ocasiones en que fue candidato a cargos electivos. La última fue en 2015, cuando acompañó la propuesta del PS como candidato a senador suplente. En ese mismo contexto, integró la dirección de la Biblioteca Alfredo Bravo.
Ya jubilado, Pancho no abandonó ninguna de sus pasiones, entre las cuales figuraban Independiente, la cocina y la amistad. Su casa era un templo de camaradería, donde convergían sus amigos de siempre y los que iba añadiendo permanentemente para compartir música, y por supuesto, la célebre “Cazuela de Pancho”, su propia versión de la receta de la cazuela vasca, una delicia que degustaban en su hogar en las fechas patrias, y que se complacía en preparar en la Casa del Pueblo del PS uruguayense (que lleva el nombre de quien fue su compañera, Sonia Luz Todoro).
Semanas atrás sufrió un vuelco en su automóvil cuando viajaba hacia Santa Fe a celebrar el cumpleaños de su nieta. Tras varios días en coma y denodados esfuerzos del personal del Hospital San Martín de la capital provincial, finalmente este domingo 6 de mayo de 2018, su corazón dejó de latir. Este martes, según su deseo, sus restos serán cremados en Gualeguaychú.
En las horas de su despedida –fieles al alma grande de su papá– Franco, Joaquín, Lucio y Lisandro colocaron sobre el ataúd algunos de los símbolos que representan cabalmente a esa persona tan querible y tan respetada, cuyo recuerdo será imborrable en todos quienes lo conocieron. Allí acompañaron a Pancho en su último viaje, conviviendo en armonía, la firma autógrafa de su admirado Ricardo Bochini, los escudos de las familias Azcurrain y Richard, el libro que estaba leyendo (“Las partículas elementales”), algunos de sus amados vinilos (entre ellos The Beatles y Vox Dei), la bandera del Centro Socialista, un cable de amplificación de sonido, el banderín de Independiente, algunos objetos de su colección, el cuadro con el dibujo de la portada de “El Encontronazo”, y por supuesto su delantal de cocinero.
Como en el célebre texto de Julius Fucik, Pancho podría decir: “He vivido por la alegría, por la alegría he ido al combate y por la alegría muero. Que la tristeza no sea unida nunca a mi nombre".
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