El docente urguayense Gustavo Sirota trae a colación dos hechos ocurridos en las primeras horas del 24 de marzo de 1976. Una historia que empezaba a escribirse con sangre: la de un militar y un maestro.
“¡Alberte, te venimos a matar!”, gritaron los hombres del Ejército que vestían uniforme de combate. Intentó alcanzar su pistola. No le dieron tiempo, lo agarraron entre varios y lo arrojaron al vacío.
Eran las dos de la madrugada del miércoles 24 de marzo. Carros del Ejército habían cortado la cuadra de Avenida Libertador al 1200. De ellos bajaron una veintena de militares que fueron directamente al edificio donde vivía. El Mayor Alberte cae muerto en el patio del primer piso, propiedad de un juez de apellido Herrera. Un tipo del Ejército lo encañona y le dice que, si se atreve a denunciar el hecho, él también va a morir. El cuerpo destrozado es llevado al Hospital Militar.
Bernardo Alberte, ex delegado de Juan Perón y ex secretario general del Movimiento Peronista en los años de Onganía había terminado de escribir minutos antes una carta al comandante en jefe del Ejército Jorge Rafael Videla, denunciando el secuestro y asesinato de Máximo Altieri, un joven de la Corriente Peronista “26 de Julio”, y los intentos de “bandas armadas integradas inequívocamente por elementos de seguridad” que habían intentado secuestrarlo a él mismo.
Sin esperanzas, advertía al futuro dictador sobre los alcances de la tragedia que las fuerzas a su mando estaban por desatar contra el pueblo argentino. Por una extraña paradoja de la historia, la primera víctima del golpe militar resultaba ser un militar. Su crimen aún permanece impune.
Ese mismo 24 de marzo, un día antes de cumplir 50 años, es asesinado en la capital tucumana Isauro Arancibia. Para celebrar su medio siglo de vida, un sobrino le había regalado un par de zapatos.
Estaba esa madrugada en su domicilio, de calle Congreso 295 de San Miguel de Tucumán, junto a su hermano Arturo. Allí funcionaba también la sede de la Agremiación Tucumana de Educadores Provinciales (ATEP), de la cual eran ambos dirigentes.
Una patota de la Brigada de Investigaciones de la policía provincial llegó al lugar en tres móviles. De uniforme la mayoría, de civil algunos, bajaron con sus armas y comenzaron a disparar. Los asesinaron a los dos.
Por una extraña paradoja de la historia, la primera víctima del golpe militar resultaba ser un militar. Su crimen aún permanece impune.
El cuerpo del maestro Isauro fue encontrado con 120 balazos y el de su hermano con 70. El local de la ATEP fue cerrado luego de su asesinato. Los asesinos se robaron los zapatos que le habían regalado por su cumpleaños.
Arancibia fue uno de los fundadores de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA), de la que fue su primer secretario general adjunto.
En diciembre de 2023 el titular de la Fiscalía Federal N° 1 de Tucumán, Carlos Brito, y el fiscal coordinador de la Oficina Tucumán de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad, Pablo Camuña, solicitaron la elevación a juicio oral de la causa donde se investiga a tres ex policías provinciales y un ex juez federal por estos asesinatos .
En tiempos de forzada desmemoria y olvido. Cuando el negacionismo; la justificación del terrorismo de Estado, de sus crímenes, de sus horrores, encuentran en el propio Estado defensores, la memoria es una obligación.
Para quienes no conocen o no recuerdan. Para aquellos que miran hacia otro lado o callan cómplices. Para que el “Nunca Más” no sea solo una frase de ocasión.
El 24 de marzo de 1976 comenzaba la noche más larga y tenebrosa que vivió la Argentina. No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos. Fueron 30000.
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