El 16 de junio se arrojaron 14 toneladas de explosivos sobre la Casa Rosada, Plaza de Mayo, avenidas y bocas de subterráneos. El resultado fueron 364 civiles muertos, incluyendo niños escolares. Un grupo reducido de integrantes de la Armada, la Fuerza Aérea, el Ejército y algunos civiles al mando del general Benjamín Gargiulo, decidieron asesinar al presidente de la Nación. Sectores de la sociedad no soportaban ya un gobierno que permitía algún ascenso social y la consolidación de derechos largamente reclamados por anarquistas, comunistas y socialistas durante décadas. En este caso específico se trató de una expresión contundente del odio de clase, sin excluir intereses con contenidos menos emocionales.
Por ANÍBAL GALLAY de EL MIÉRCOLES DIGITAL
En estos días se están cumpliendo 67 años de un hecho que aun hoy resulta difícil de explicar: los bombardeos a Plaza de Mayo. Las cifras hablan de 364 muertos y un número no precisado de heridos y mutilados, pero se presume que llegaron al millar. Desde el cálculo político se trató de una suerte de ensayo del golpe de septiembre de 1955 y que desalojaría del poder al presidente Juan Perón.
Se pueden hacer algunas conjeturas sobre esta decisión que sólo pudo caber en el pensamiento de personas cargadas de un rencor irrefrenable y un afiebrado odio de clase.
Los autores de la masacre huyeron a la República Oriental del Uruguay. Ese 16 de junio se arrojaron 100 bombas y un total de 14 toneladas de explosivos.
Se suponía que el ataque iba dirigido a matar al Presidente, aunque esto es harto dudoso. Las muertes de más de 300 civiles permiten colegir que se trató de un mensaje sobre los duros tiempos que se avecinaban para los seguidores del movimiento popular.
Se trató de la más brutal reacción contra un proyecto de país. Los pilotos eran, al fin y el cabo, empleados del Estado, posiblemente bien pagos. Asalariados que eligieron ponerse al servicio de una clase social a la que no pertenecían, pero no fue obstáculo que les impidiera convertirse en terroristas homicidas. Entre los conspiradores hubo integrantes de las tres fuerzas y el apoyo de civiles.
Ese día estaba programado un desfile militar aéreo. Para algunos se trataba de un homenaje al general San Martín, y para otros, afines al gobierno, un desagravio por la quema de una bandera argentina al finalizar la procesión de Corpus Christi, devenida en una manifestación opositora. Sea como fuere ese 16 de junio sería un día normal. A las 12.40 aparecieron los aviones que hicieron el primer bombardeo sobre la Casa Rosada y alrededores.
Al mismo tiempo un grupo de civiles y militares pretendían tomar la casa Rosada que fue defendida por los Granaderos con un costo de 19 muertos.
Los rebeldes se atrincheraron en el ministerio de Guerra, contando con el apoyo del ministro de Marina Anibal Olivieri. Lograron tomar radio Mitre y emitieron un comunicado afirmando que el Tirano había muerto. Los bombardeos siguieron hasta las 17 dejando un saldo de 364 muertos y más de mil heridos. Los autores de la masacre huyeron a la República Oriental del Uruguay. Ese 16 de junio se arrojaron 100 bombas y un total de 14 toneladas de explosivos.
El jefe de la rebelión, y principal responsable, general Benjamín Gargiulo se suicidó ante el fracaso de la intentona golpista. Aníbal Olivieri escribió un libro “Dos veces rebelde” en el que reivindica estos hechos.
El proyecto rebelde preveía que una vez muerto Perón se constituiría un triunvirato compuesto por Miguel Ángel Zavala Ortiz, Américo Ghioldi y Adolfo Vicchi. Entre los personajes que participaron de esta masacre se encontraban y Pedro Eugenio Aramburu, asesinado por Montoneros en 1970 y Emilio Massera un criminal sin medias tintas.
Entre los civiles se puede agregar a Mario Amadeo y Luis María de Pablo Pardo. Todos los participantes regresaron al país en septiembre de 1955, una vez consumado el golpe de Estado, y se los premió con altos cargos en el país y en el exterior.
Más allá de datos cronológicos resulta difícil comprender semejante torpeza desde el ángulo que se lo quiera mirar. El odio, es posible que haya llevado a estas decisiones.
Resulta aún más notable cuando se hace alusión a la grieta, y levantando el dedo acusador contra los gobiernos elegidos democráticamente.
Hasta hubo una comisión especial integrada por altos dirigentes políticos para “desperonizar” el país. Planteos militares, golpes de estado, feroces dictaduras y los miles de torturados, muertos y desaparecidos abrevan en el mismo odio de clase, y además en la defensa de intereses con menos cargas emocionales. Todo en nombre de la Patria y altos valores occidentales y cristianos.
En el año 2010 el Archivo Nacional de la Memoria logró identificar a 308 muertos. También se erigió un monumento recordando a los civiles y Granaderos caídos en esa jornada.
(Las imágenes pertenecen al Archivo General de la Nación, y fueron tomadas de internet).
rubengallay@hotmail.com
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