Tres noveles ingenieros de la UTN de Concepción del Uruguay integran sus saberes con el arraigo y la ecología, en un ejemplo plausible de la mirada integral con soluciones a la mano, y del empalme de la universidad con las necesidades regionales.
Por DANIEL TIRSO FIOROTTO (*)
La Facultad Regional Concepción del Uruguay de la Universidad Tecnológica Nacional -UTN- fue el escenario de un proyecto notable que articuló saberes académicos con necesidades de la región en materia de trabajo y alimentos, arraigo en suma; además de la responsabilidad social y ecológica.
En una exposición meticulosa, sostenida en gráficos y números al detalle, los estudiantes Ayrton Haudemand, Sol Ronconi y Pablo Saffores se graduaron de ingenieros electromecánicos a través de un Proyecto Final referido al aprovechamiento completo del pollo. En la zona avícola por excelencia.
Se basaron para ello en una experiencia particular desarrollada en un frigorífico de San Justo, a minutos de Concepción del Uruguay, gracias a que la empresa abrió las puertas al interés de las disciplinas universitarias.
Las ponencias están grabadas y muestran no sólo la solvencia de los noveles ingenieros sino también la determinación de la alta casa de estudios por el cuidado del proyecto y la comunicación, en términos dirigidos a profesionales pero con un lenguaje amplio, accesible a cualquier interesado.
Antídoto contra el éxodo
En un territorio como el entrerriano que sufre el flagelo del destierro, una actividad que ensamble el conocimiento con la alimentación, el trabajo, el arraigo de las familias, es un hallazgo. Eso ocurre aquí con las aves, y el fenómeno tiene este adicional: muchas comunidades pasan los saberes, las técnicas, de generación en generación, y la universidad acompaña.
Nuestra provincia muestra desde hace décadas un crecimiento demográfico inferior al resto del país. (De tercera pasó a octava). En algunos departamentos mediterráneos la población ha mermado, incluso, entre censo y censo. Pero hay experiencias positivas en esta misma provincia que ayudan a resistir, y en esa línea la historia de la avicultura es un modelo. La intersección de arraigo, alimentación y estudio puede observarse y es clave en Concepción del Uruguay y Colón, donde las aves son un clásico de la economía lugareña.
Sangre de emprendedores
Haudemand, Ronconi y Saffores defendieron un diseño para convertir la sangre, en la planta procesadora de aves -PPA- ubicada en el acceso a San Justo, localidad a pocos kilómetros de la Histórica.
Los noveles ingenieros explicaron su trabajo frente al tribunal de examen, en presencia de familiares y amigos, además de compañeros de estudio y docentes de la Facultad Regional Concepción del Uruguay.
El periodismo pudo acceder por vía digital a la exposición oral de los aspectos metodológicos de la obra. La ingeniera Sol Ronconi comenzó con la presentación del contenido: las características de la empresa de faena avícola, los problemas que impulsaron el proyecto, los objetivos del trabajo, las tecnologías a mano, la solución propuesta, sus beneficios de todo orden, sin descuidar el análisis de viabilidad y el retorno de la inversión.
El frigorífico había paralizado sus actividades, y las retomó hace unos tres años. La Universidad estudió allí el proceso completo de faena en toda la línea, y se detuvo en un punto: el destino de la sangre.
Por el desarrollo de los expositores pudimos saber que las aves son recibidas, descargadas, colgadas, insensibilizadas, degolladas, y allí se obtiene el primer residuo (sangre). A continuación, el escaldado y el pelado, donde se junta el segundo residuo (plumas). El trabajo sigue con el lavado de los ejemplares y el eviscerado que da un tercer residuo (vísceras).
De inmediato viene la inspección sanitaria, el enfriado, y el empaquetado, sea en trozos o pollos enteros. Listo el pollo: queda el paso a la cámara de enfriado o congelamiento, previo a la expedición para el comercio y el consumo.
Las harinas
De esa docena de trabajos diversos, desde la entrada del ave a la planta hasta la salida, quedan los residuos apuntados: sangre, plumas, vísceras. Y allí la situación problemática que motivó el Proyecto. Primero: la planta no contaba con una línea de procesamiento de subproductos, es decir, los residuos del proceso principal, a los que se le puede dar una segunda utilidad mediante otro procedimiento. Los autores brindaron algunos ejemplos en la avicultura: harinas, aislantes, aceites, elaborados a partir de sangre, plumas o vísceras.
Claro que en el aprovechamiento de los llamados residuos no hay sólo un interés económico: los ingenieros señalaron también la reducción del impacto ambiental, considerando que estos residuos son contaminantes y representan un volumen atendible. Además valoraron la dimensión nutricional, y es que las harinas, por caso, se convierten en un ingrediente para el alimento balanceado, con un apreciable aporte de proteínas.
Es cierto que la industria de San Justo ya tiene previsto el destino de las plumas y las vísceras: van a otra planta que fabrica harinas. El punto crítico está, pues, en la sangre. Allí encuentran dificultades para el transporte y para el tratamiento como efluente; entonces el líquido se deja por ahora en manos de un tercero, como desperdicio.
El segundo punto (además del destino de la sangre) observado por los autores es energético: San Justo no cuenta con una red de gas natural. Entonces los ingenieros se explayaron en torno de las ventajas del biocombustible (leña), y en la comparación con la electricidad. A lo que agregaron un tercer elemento: el proyecto de la industria de aumentar la producción.
Los autores brindaron estos datos: en un pollo vivo de casi tres kilogramos la sangre ocupa entre el 2,5% y el 4%. En una planta que procesa 6.000 ejemplares por hora se obtiene media tonelada de sangre en ese lapso… Si, como está previsto, se duplica la faena, en poco tiempo la planta obtendrá una tonelada de sangre por hora, es decir: estamos ante una problemática seria.
“Es política de la empresa hacerse cargo de esto y realizar una línea de procesamiento de sangre para subproductos. Eso nos llevó a este proyecto”, apuntó Ronconi.
Aquí entonces, los objetivos de los noveles ingenieros: establecer la mejor tecnología para producir harina de sangre, proyectar y diseñar la línea de procesamiento, realizar los cuadros eléctricos de potencia y fuerza motriz, y establecer la factibilidad de la iniciativa, y el posible recupero de la inversión en pocos años.
Maquinaria compleja
Alternados en las explicaciones, los tres autores dieron cátedra sobre un proceso complejo. El capítulo referido a las tecnologías para obtener harinas de sangre, por caso, fue desde la recepción del líquido, pasando por la coagulación, la deshidratación, el secado y la molienda. Allí también una parte líquida para el descarte. Cada uno de estos fragmentos con una definición técnica al detalle. Es decir: los ingenieros no se quedaron en observaciones generales sino que realizaron propuestas concretas referidas a bateas, bombas, sistemas de seguridad, depósitos, filtros, turbinas, serpentinas, sistemas de centrifugado, tableros eléctricos. Apuntaron dimensiones, materiales, potencias, capacidad de almacenamiento, métodos de limpieza y controles en cada paso; costos operativos en combustibles y electricidad, estudio económico, amortización… Como conclusión, los autores señalaron beneficios en términos económicos, ecológicos y de responsabilidad social. Y agradecieron al tutor de su Proyecto, Pablo Dubois, a los profesores Gustavo Puente y Aníbal De Carli, al ingeniero Walter Bonin y a la empresa de San Justo por abrir sus instalaciones.
Los catedráticos y los integrantes de la mesa examinadora resaltaron la hondura del Proyecto, listo para ponerlo en marcha, y también la presentación escrita y oral con medio centenar de gráficos, que permite su abordaje en cualquier lugar del mundo, bajo normas propias de la carrera de Ingeniería Electromecánica.
(*) Artículo publicado en el diario UNO. Se reproduce por gentileza de su autor.
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