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El presente y nada más

La uruguayense Vane Leopardo, colaboradora de EL MIÉRCOLES, publicó su primer libro titulado "La culpa al mundo", editado por Tinta Libre, un poemario que celebra los encuentros y esos pequeños momentos de felicidad y tristeza que nos marcan la vida entera. 

 

Por CLARA CHAUVÍN de EL MIÉRCOLES

La escritora Sara Ahmed dice que la felicidad es “un anhelo, un propósito, un deseo”, pero que, al mismo tiempo “no necesariamente sabemos qué queremos cuando anhelamos felicidad. La felicidad podría incluso conjurar su propio anhelo, o preservarse en cuanto anhelo siendo aquello que nunca se da”.

En esa búsqueda constante, y que muchas veces hacemos a ciegas, nuestra misma noción de felicidad se va transformando. Hoy en día, el mercado de la felicidad está plagado de fórmulas para alcanzarla: libros de autoayuda, influencers, coaching, palos santos, piedras energéticas, biodecodificación y demás productos que se adaptan a cualquier billetera.

Vanesa Leopardo.

Porque en medio de una cultura que empuja al individualismo más brutal, la felicidad también puede ser un prolífico negocio, un objeto que puede empaquetarse y venderse o instalarse en Android.

En tanto búsqueda constante, la felicidad es una promesa a futuro que siempre será mejor que el ahora, algo que va a llegar en algún momento y para eso hay que moverse, progresar. Entonces ¿qué pasa si logramos detenernos un instante? Así como quien se baja un rato del auto a estirar un poco las piernas, prenderse un pucho y simplemente mirar la ruta, respirar el aire, escuchar los sonidos que rodean.

Porque en medio de una cultura que empuja al individualismo más brutal, la felicidad también puede ser un prolífico negocio, un objeto que puede empaquetarse y venderse o instalarse en Android.

Porque mientras esa búsqueda de la felicidad deviene, el presente está pasando y no es ni más ni menos que la vida misma y toda la historia que hicimos de ella y que nos trajo hasta donde estamos parados.

“Pero ahora, en esta intimidad de no tener muy claro dónde terminas vos y dónde empieza el otro; ahora, que parece que verdaderamente la vida es el resultado de las decisiones que tomamos, ¿cómo le vas a echar la culpa al mundo?”, escribe la autora Vane Leopardo en el poema que le da nombre su primer libro titulado La culpa al mundo, editado por Tinta Libre.

Vane nació en Concepción del Uruguay en 1977 y en la biografía de la solapa de su libro reza “gusta de tejer tramas entre historias reales, sus propias teorías acerca del mundo e ideas que encuentra en la lectura de autores como Saramago, Hemingway, Cortázar y, especialmente, Rosa Montero, Marina Mariasch y Marcela Serrano”.

A través de sus páginas, la autora pone en palabras esas reflexiones que son posibles cuando alguien logra detenerse y saltar de toda esa vorágine desatada en una vida que nos lleva puestos. El momento exacto en que las emociones son nombradas, las buenas y las malas, las que deseamos y las que no pudimos evitar. Historia que escribimos con cada respiro realizado y que está plagada de otras personas haciendo sus propias búsquedas. 

“Hablar de lo que sucede; pueden ser emociones y conmociones, o la necesidad de tender un puente hacia otra persona”, dice Vane en el prólogo. Los encuentros con otros es una constante a través de una prosa poética tan clara y honesta como lo son las charlas de sobremesa entre amigos con vino de por medio; esas conversaciones en donde somos capaces de esbozar con precisión quirúrgica toda clase de soluciones a los conflictos más imposibles.

Vane le escribe a esa dimensión tan humana como lo es encontrarse y crear vínculos de todas las formas: románticos, fraternales, eróticos, familiares, extensos, cortos, accidentales. Todo nos conforma, nos abre nuevos caminos de ser y estar. “Lo que no puedo ver en mí y ustedes me lo muestran / Somos el ‘abrazo colectivo’ que me encanta / Somos gente rota, sí, pero con suerte”, dice en el poema Gente con suerte

Vivir el presente no es solamente para ser utilizado como una expresión vacía y superficial que puede ser la leyenda de una taza de la misma forma que “Vive, ríe, sueña”.

También se trata de transitar los dolores, y las heridas que necesitan cicatrizar, en las vulnerabilidades que parecen desarmarnos en moléculas imperceptibles. Las presencias pueden ser por apenas un instante pero las ausencias son para toda la vida. Vane también le escribe a todo aquello que debimos soltar, dejar ir: “Me dejaste el mundo convertido en piedra. / Tengo dos o tres recuerdos preferidos, como fotos. / Seguís estando en todo lo que hago. / Caricia, secreto, pequeños gestos. / Siempre volvés, pulverizás mi pena y la echas al aire / Alguien que, en lugar de esperarme, viene hasta mí: / eso serás siempre”.

Entonces, ¿es la felicidad acaso una búsqueda eterna? Para Vane es un rompecabezas de piezas diminutas que vamos armando a partir de los encuentros y las casualidades. Es una búsqueda, sí, pero también son las sorpresas que nos alumbran mejor un camino que no siempre tenemos en claro a dónde nos lleva. “Nuestras soledades y nuestras pérdidas. / Nuestros deseos. / Morirnos de risa. / La lágrima y la confesa necesidad de huir. / Sabernos ahí, un poco en el cosmos, un poco en la tierra. / Adorando las bondades de ser casi feliz”.

 

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