Este año, entre los muchos temas que preocupan a escala planetaria (como los desechos plásticos), la protección y garantizar el agua dulce es uno de los desafíos que implica aunar criterios para sumar esfuerzos en beneficio de este bien que es indispensable para la vida misma. Sin agua no hay vida.
Por NAHUEL MACIEL (*)
Se conmemora hoy 5 de junio el Día Mundial del Ambiente, siguiendo el calendario establecido por la Organización de las Naciones Unidas.
En esta fecha, pero en 1972, se realizó en Estocolmo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano. Allí se declaró por primera vez “el derecho fundamental de todas las personas a la libertad y a la igualdad en un ambiente cuya calidad permita vivir con dignidad y bienestar”.
El establecer una fecha en común para la humanidad a nivel planetario, no es otra que la de promover “la conciencia y la acción mundial sobre el ambiente” y, simultáneamente, invitar a pensar qué implica educar en contextos de crisis ambiental civilizatoria, tal como lo referenció el Papa Francisco en su Encíclica “Laudato Sí”.
Las constituciones de los países miembros de Naciones Unidas establecen el derecho por parte de los ciudadanos, pero el deber por parte del Estado, a vivir en un ambiente sano y diverso. Y esto –a su vez- está vinculado con la educación ambiental en todos los ámbitos públicos y privados.
En Argentina, hace dos años se sancionó la Ley N° 27621 que implementa la Educación Ambiental Integral en la República Argentina, donde se recomienda abordar la complejidad de la materia, teniendo en cuenta además la diversidad de las culturas y de los territorios que conforman el ambiente, abordando también sus relaciones y tensiones, para luego poder sintetizar una reflexión que invita a acciones individuales y colectivas en términos de sociedad.
Para las Naciones Unidas esta fecha debería recordar a los gobiernos –en todos sus niveles, nacional, provincial y municipal- la importancia de la protección y la salud del ambiente ya que es un tema que afecta al bienestar de los pueblos y al desarrollo económico del planeta.
Por eso se insta “a los gobiernos y a las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas a emprender en este día de cada año actividades en todo el mundo que reafirmen su preocupación por la preservación y el mejoramiento del ambiente, con miras a profundizar la conciencia ambiental”.
Este año, entre los muchos temas que preocupan a escala planetaria (como los desechos plásticos), la protección y garantizar el agua dulce es uno de los desafíos que implica aunar criterios para sumar esfuerzos en beneficio de este bien que es indispensable para la vida misma. Sin agua no hay vida.
A otra escala, debería ser obligatorio en Entre Ríos (su nombre marca un destino ambiental) que los Municipios y la Provincias sumen esfuerzos para restaurar los ríos y los humedales que se están degradando de manera constante, con el empobrecimiento de los ecosistemas y que hoy son indispensables para afrontar soluciones ante el cambio climático, por ejemplo.
Para las Naciones Unidas esta fecha debería recordar a los gobiernos –en todos sus niveles, nacional, provincial y municipal- la importancia de la protección y la salud del ambiente ya que es un tema que afecta al bienestar de los pueblos y al desarrollo económico del planeta.
Gualeguaychú es una sociedad que ambientalmente ha tenido heroicas como oportunas reclamaciones en materia ambiental y al mismo tiempo es una comunidad organizada que ha logrado –a través de gestiones y el diálogo entre el sector público y privado- gozar de logros que en otras sociedades es todavía una lejana posibilidad de concretarse en la realidad. Esa experiencia la ha destacado no solo a nivel provincial, sino nacional e internacional.
Está claro que el suministro de agua dulce sano es indispensable para acceder a innumerables beneficios tanto a las personas como a sus sistemas productivos, agropecuarios, industriales, comerciales, turísticos, de servicios y sanitarios.
De ahí la oportunidad de los planes para mitigar el cambio climático y adaptarse a él, y del mismo modo establecer gestiones para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Sin embargo, en Entre Ríos en las últimas seis décadas prácticamente han desaparecido o reducido a niveles escandalosos sus humedales, la pérdida de sus bienes (que son recursos) naturales es una constante; y los ríos y todos sus cursos de agua ya han sido contaminados por los agrotóxicos y los efluentes industriales.
El desafío del agua dulce debería traducirse en una política de cuenta diferenciada en todo el territorio provincial, a la vez que se debería establecer claras estrategias de protección de la diversidad biológica, de modo de contribuir y restaurar los ecosistemas dañados.
El ordenamiento territorial del recurso hídrico es otra de las claves, porque es indiscutible que se requieren políticas de protección para todos los sistemas hídricos entrerrianos, siempre desde una perspectiva del agua como recurso común y de derecho humano fundamental.
En Gualeguaychú, la participación de su comunidad para resolver los conflictos socioambientales es otro ejemplo, que el aporte ciudadano organizado es una experiencia provechosa en materia de construcción de ciudadanía. Así lo demuestra el itinerario histórico de la Asamblea Ciudadana Ambiental como el Foro Ambiental, que se han destacado en la defensa del bien general, la diversidad cultural y la necesidad de conservar la biodiversidad.
La experiencia local –con eje en políticas instrumentadas a través del Municipio -han tenido un enfoque inclusivo y colaborativo para su aplicación. Un ejemplo de ello es la recuperación del espacio público, la puesta en valor de la Reserva Natural de Usos Múltiples Las Piedras; pero también la construcción de las lagunas sanitarias y de efluentes industriales; la defensa del río ante sus múltiples amenazas o el desarrollo que ha tenido el Plan de Alimentación Sana, Segura y Soberana (PASSS), para citar algunos ejemplos, de los muchos que se han instrumentado de manera significativa.
Hay mucho por hacer. Así lo indican las señales claras que reflejan el daño que se ha cometido y se siguen cometiendo sobre los ríos y cursos de agua dulce en la provincia, además de la desaparición de especies nativas.
Uno de los desafíos que no admite más dilación es el de proporcionar un diseño –con su aplicación efectiva- de las múltiples medidas de restauración para devolverle la salud a los ecosistemas de agua dulce. Esto debería ser una política fundamental para la seguridad hídrica y alimentaria, al tiempo que permite hacer frente a las crisis del cambio climático e impulsar el desarrollo sostenible.
(*) Este artículo fue publicado originalmente en el diario El Argentino.
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