Dentro del catálogo de las especies invasoras más agresivas del país, la Acacia Negra (Gleditsia triacanthos) es una de las que más se destaca por su implacable capacidad de adaptación, que con los años la convirtió en un grave problema ecológico, productivo y social.
Un reciente estudio de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) analizó el grado de influencia que tiene la fauna en la diseminación de esta especie en la provincia de Entre Ríos, donde la densidad de sus semillas ya está cerca de las 10 mil por hectárea. En el trabajo se encontró que dos especies exóticas como los ciervos y los jabalíes son actores clave de ese proceso.
“Solemos causar invasiones biológicas al introducir individuos de especies no nativas en sitios donde naturalmente no se encuentran. Estas invasiones alteran los ecosistemas a tal punto que afectan, entre otras cosas, los servicios que brinda la naturaleza y que nos dan bienestar”, explicó Melina Aranda, docente de Dasonomía en Fauba.
Respecto al caso de Entre Ríos, en donde la donde una introducción deliberada de especies no nativas, tanto animales como vegetales, está afectando la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas de casi toda la provincia, Aranda ejemplificó: “Entre los animales se introdujeron el ciervo axis (Axis axis) y el jabalí (Sus scrofa), originalmente con propósitos de caza. Sus poblaciones crecieron muy rápido y se expandieron, y ahora están por todos lados”.
La Acacia, por su parte, también fue introducida desde Estados Unidos a comienzos del siglo XIX, con el objetivo de producir madera para construcciones. Sin embargo, en poco más de 200 años se convirtió en protagonista de una colonización territorial tan amplia como silenciosa. Es por esa razón se sancionó Ley 10.485/2017, que declara de interés provincial su manejo y control.
Y si bien por sí sola la planta un poder germinativo muy alto, ya que puede reproducirse en todo tipo de condiciones dada su plasticidad genética, los investigadores analizaron como esto puede potenciarse aún más de la mano de la fauna local.
“Para estudiar la invasión de la Acacia negra en esa provincia nos preguntamos qué rol tendría la fauna en el proceso, quiénes comían sus semillas y cómo las diseminaban. Y lo hicimos relevando heces en cultivos y en el monte nativo en una estancia del departamento de Gualeguaychú”, relató Francisco Guerra Aldazabal, egresado de la Licenciatura en Ciencias Ambientales.
La recolección se muestras se realizó durante junio de 2023, e implicó la clasificación de las heces entre aquellas pertenecientes a especies introducidas como el ciervo y jabalí, y de especies nativas como ñandú y zorro.
“El ciervo, por ejemplo, defeca en bolitas. En una muestra podés tener entre 10 y 90 bolitas, y cada una puede contener, o no, semillas de Acacia o de otras plantas. En el laboratorio te ponés los guantes de látex y vas desmenuzando una por una a ver qué semillas encontrás. La verdad que fue un laburazo. Nos tomó más de un mes procesar todas las heces y clasificar cada semilla que aparecía”, dijo Aldazabal.
Y añadió: “Vimos que más del 70% de las heces correspondía al ciervo axis; y en segundo lugar, al jabalí. En promedio, estimamos que hay una semilla de Gleditsia por metro cuadrado, que es una cantidad altísima. En las heces encontramos números similares de semillas de Acacia negra y de espinillo, una especie nativa”.
Otro experimento consistió en analizar los efectos del paso de las semillas de Gleditsia por el tracto digestivo de los animales, que llevó al investigador a confirmar que las mismas siguen siendo viables y pueden perdurar en el suelo, soportar sequías y otras condiciones adversas, hasta el momento de germinar frente a condiciones ambientales favorables.
“La tesis de Francisco nos cambió el panorama de la invasión de Gleditisia porque demostró el rol protagónico del ciervo en el proceso, lo cual trae complicaciones. Un productor puede controlar la Acacia en su campo, pero los ciervos no conocen límites, saltan los alambrados… Salvo que todos coordinen el control, estos animales van a dispersar las semillas en todo el paisaje”, afirmó Luis Pérez, docente de Ecología en la FAUBA y director de la tesis de Aldazabal.
“Ahora sabemos que no se puede controlar a esta leñosa sin controlar a los ciervos. Esto agrega una dimensión al problema, ya que existe consenso en que ‘no hay problema’ en cortar un árbol invasor, pero no en si está bien controlar al ciervo, a Bambi… Es una discusión ética que vale la pena desarrollar”, concluyó.
Fuente: Bichos de Campo
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