¿Quién contiene a quienes contienen? La semana pasada la muerte trágica de una docente sacudió a la comunidad uruguayense, y desde entonces se han escuchado todo tipo de versiones y comentarios, ante el silencio de las autoridades, que contribuye a que prolifere información incorrecta, incompleta o falsa. En esta entrevista con Carolina Joannas, psicóloga y magíster en Salud Mental, indagamos sobre cuánto importa la salud mental de quienes realizan un trabajo tan esencial como lo es la docencia, y sobre todo si es posible (y de qué manera) prevenir situaciones de este tipo.
Por A.S. de EL MIÉRCOLES DIGITAL
Fotos. V.B.
La semana pasada, la trágica muerte de una docente de nivel inicial que se quitó la vida, conmocionó a la comunidad educativa de la Escuela Normal y generó notable impacto en la comunidad. Como suele suceder en casos extremos, a la angustia y el dolor de familiares, amistades y de las personas que la conocían, se le sumó la falta de diálogo público sobre lo ocurrido. El silencio solo habilita a que prolifere información incorrecta, incompleta o incluso falsa, que puede producir aun más angustia y dolor. Eso es lo que ha ocurrido durante esta semana en la que han circulado desde las manifestaciones más razonables y acongojadas hasta las explicaciones más absurdas sobre las razones de la penosa decisión tomada por la joven docente.
La decisión de las autoridades de no hablar sobre el tema se sustentó (de acuerdo a lo expresado a El Miércoles Digital) en “no provocar efecto de imitación”. Es que hay estudios sociológicos que muestran que el número de suicidios se incrementa tras conocerse noticias relacionadas con un caso. Esos estudios han llevado a que desde hace muchas décadas los medios de comunicación no informen sobre personas que se quitan la vida, o si lo hacen, siempre debemos tener presentes una serie de recomendaciones (por ejemplo, terminar la noticia con datos de la línea telefónica de Prevención del Suicidio- que en la Argentina brinda asistencia telefónica gratuita, personal, confidencial y anónima a personas en crisis o riesgo de suicidio).
No obstante, no se trata de hablar sobre el caso o de dar detalles acerca de cómo se quitó la vida (que es lo que se pretende evitar en la información periodística). Se trata en cambio, de preguntarse cuánto importa la salud mental de quienes realizan un trabajo tan esencial como lo es la docencia, y sobre todo si es posible (y de qué manera) prevenir situaciones de este tipo.
Por eso entrevistamos a una especialista en Salud Mental, Carolina Joannas es psicóloga y magister en Salud Mental, y tiene a su cargo la cátedra de Psicopatología en el Profesorado de Psicología y en la Tecnicatura de Acompañante Terapéutico de Uader. A continuación, el diálogo sostenido en el programa “En la víspera”, que la cooperativa El Miércoles realiza cada martes de 21 a 23 en LT 11 Radio Gral Francisco Ramírez.
-¿Quién contiene a esas personas que tienen, entre sus principales tareas, la de contener a otras personas?
Es una buena pregunta y que la trabajamos también con los chicos en la facultad, sobre todo con el grupo del profesorado que se está formando para ejercer. Entendemos, en lo que hemos investigado y analizado, que es una gran falta en el sistema un equipo de contención para el malestar docente o para el sufrimiento del equipo docente. Sí podemos pensar en qué condiciones se trabaja, cómo ha ido cambiando la mirada y el rol a lo largo de los tiempos. Hoy entre los recursos que hay en el Estado hay equipos de profesionales, están lo que se llama MOI (Maestros Orientadores Integradores), está el equipo de SAIE (Servicios de Asistencia Interdisciplinario Educativos) para la escuela primaria, está el EOE (Equipos de Orientación Educativa) para secundaria y jóvenes y adultos. Con una mirada interdisciplinaria, un abordaje integral, de poder alojar esos emergentes de malestar, de indicadores de sufrimiento, que algo no funciona, que ese niño o adolescente tiene dificultades para transitar ese espacio colectivo que es la escuela. Pero no conozco si existe —o no lo hemos percibido— un equipo o un abordaje para el malestar, para las expresiones de sufrimiento del docente que es otro actor dentro de ese lazo pedagógico que tiene mutua afectación. Las emociones, los miedos, los enojos, las frustraciones circulan no solo por los niños y adolescentes sino por los adultos que comparten con ellos muchas horas. No solo la escuela, hay otras organizaciones también en la sociedad en la que tampoco el personal tienen un equipo o recursos o actividades planificadas cuando surja el conflicto. Podemos preguntar qué lugar tiene el conflicto en ese espacio grupal como es el espacio educativo. Podemos pensar en otras organizaciones como las Fuerzas Armadas, los médicos de los hospitales, son profesiones que tienen mucha demanda hacia los demás, a otros que están en situaciones vulnerables o donde el conflicto es inherente. En educación falta esa pata.
“Las personas tienen emociones, conflictos, miedos, temores, cansancio. No son máquinas, no son robots”.
-Usted dice que hay una infraestructura que puede abordar los malestares de los niños/as y jóvenes pero no existe esa infraestructura para abordar los malestares de los y las docentes. ¿Es así?
Yo no conozco. Conversando, y estudiando también, no hemos encontrado respuesta colectiva al malestar docente dentro de las instituciones. Cuando un docente está mal porque no puede manejar un grupo, por ejemplo. Pensemos que todas las situaciones son complejas, hay múltiples factores que participan en la construcción de ese hecho, de ese emergente.
-Y una diversidad de situaciones que es inagotable, ¿no?
Por eso, no tenemos que pensar que toda esta situación de malestar sea síntoma individual, depresión, estrés, anorexia, bulimia, adicciones, autolesiones, intentos de suicidio, que emergen, se expresan y parecieran que es de una sola persona, en realidad son emergentes vinculares. Las expresiones de violencia también, su construcción tiene una raíz compleja en donde participan diversos factores. Podemos pensar en las condiciones socioculturales de este momento, de esta ciudad; podemos pensar en la particularidad de esa organización, de esa institución, de una determinada escuela y a eso tenemos que sumar las condiciones singulares de la historia subjetiva de cada persona. Es una complejidad que construye esa expresión de malestar.
“Un equipo de profesionales a disposición, ya no de las problemáticas surgidas de niños y niñas o adolescentes, sino de la contención docente sería un buen punto de partida para comenzar a abordar esta cuestión”.
-Y eso sin hacer mención todavía al contexto de pandemia.
Claro, que nos ha dejado a todos más vulnerables y ha expuesto qué recursos tiene cada uno para enfrentar esta situación atípica que ha desarmado nuestras rutinas, nuestros espacios de pertenencia, nuestras herramientas de abordaje y claro que los docentes han tenido que enfrentar una situación nunca vivida antes con tanta demasiada preparación y demasiados recursos. En esto de las respuestas al malestar docente, hay un modo de responder pero es un modo que aloja el malestar y conflicto en la singularidad de la persona: la respuesta suele ser la licencia psiquiátrica. Es algo que el sistema educativo ofrece pero ahí el problema, la dificultad y la causa de ese malestar termina siendo responsabilidad del docente únicamente.
“La respuesta no tiene que ser siempre individual o pensar que siempre es una patología”.
-Y que deja de lado esto que mencionabas: que lo habitual es que ese malestar sea el resultado de una situación vincular donde no necesariamente sea un problema individual de cada persona, sino que es posible que sea producto de ese entramado de relaciones que ocurre en cada lugar.
En relación a eso puedo aportar otra idea. El rol docente construido en la posmodernidad es un ideal de poder hacerlo todo. Se construye el rol docente unificando la función docente con la identidad de la persona. Siempre se evaluó y se juzgó al docente en su totalidad, es decir, cómo trabaja como docente pero también en toda su persona: sus gustos, su forma de vestir, sus valores, su familia, su religión, ¿no? Así se construyó el rol docente. También se daba que la palabra docente era sinónimo de verdad, era incuestionable, como antes era incuestionable un médico, un cura. Eran los portadores de la verdad en la sociedad. Hoy en día eso se ha transformado. Todos tenemos la posibilidad de cuestionar y, en muchos trabajos, de poder disociar. Una cosa es Juan cómo trabaja de médico, de dermatólogo, de cirujano y otra cosa es cómo es Juan como padre, novio, con su cuerpo, con su vida. Una cosa es la función del trabajo y otra es su identidad. En la docencia esa disociación no se terminó de dar. El rol docente tiene una sobre exigencia que deriva de este ideal, de lo que debería ser un docente; debería contener todo lo que surja en el aula, debería alojar los sufrimientos, debería poder. La imagen del docente es que siempre tiene que poder.
“Las instituciones forman parte del mundo. El discurso posmoderno capitalista es el telón de fondo que los docentes reproducimos sin darnos cuenta: lo que está bien es consumir, hacer muchas cosas, estar siempre muy activo. No está bien decir ‘no puedo, no me sale, estoy frustrado, cómo hago’. Lo que podemos hacer con esto es poder visibilizarlo”.
-Mencionaba que en otros rubros existe algún tipo de infraestructura para brindar ese tipo de apoyo. ¿En qué consistiría? ¿Puede dar un ejemplo?
Sí. En algunas empresas tienen áreas de Recursos Humanos. Uno recurre a ellos cuando se siente mal o cuando tiene problemas o generan actividades de salud mental para que todos los empleados participen con mejor disponibilidad en su trabajo. También podemos pensar en los equipos de emergencia de médicos en Buenos Aires que tienen que atender muchas situaciones de conflicto y de emergencia, tienen un espacio en el área de salud mental, o a disposición espacios terapéuticos, o espacios grupales en donde ellos trabajan, se desahogan, elaboran situaciones y todo lo que le generó su trabajo. No es que trabajan su historia familiar o sus conflictos de pareja. No, se trata de poder alojar el conflicto que surge y el sufrimiento que surge propio de estar trabajando en esa institución. En algunos ámbitos docentes existe el aula de profesores, un espacio de encuentro donde, quizás, aparecen algunos de los emergentes. En otros ámbitos, como el universitario, ni nos conocemos, o sea que no hay posibilidad de alojar ahí algo que surja ¿no? Aún así, la sala como lugar donde los docentes se desahogan, cuentan, se contienen entre ellos, queda a la merced de que se haya formado un buen grupo de compañeros, no es un recurso institucionalmente planificado.
“No todo malestar tiene que ser algo malo"
“Con la pandemia se han roto muchas de las redes de contención. Otra cuestión a pensar es esto de que todo lo que surja en una institución poder pensarlo como colectivo. No todo malestar tiene que ser algo malo tampoco. En todo vínculo de enseñanza-aprendizaje va a haber un conflicto, va a haber un malestar que, primero, es propio del incentivo de no saber algo. Uno no sabe algo, está incómodo y ese es el motor del aprendizaje, de inventar, de la creatividad, para resolver las cosas. El conflicto, cuando uno trabaja con niños y adolescentes, tiene que ser parte de la planificación. Es inherente a ese vínculo grupal que se genera en el aula. Sí o sí va a haber un conflicto porque es imposible la total comprensión, la total unificación de criterios, de valores, de emociones, las ganas que tengan todos en ese momento. Y no solo los niños y los docentes sino también esta red de la familia. El conflicto humano en esas relaciones de enseñanza-aprendizaje tiene que estar anticipado. ¿Qué hacemos cuando surge el conflicto en la escuela?, ¿qué hacemos cuando no puedo con el grupo, cuando se complique con la maestra o se compliquen los padres?”
-Es la gran pregunta: ¿qué hace ese docente que quizás ni siquiera registra adecuadamente qué le está pasando? También eso es parte de la problemática de la salud mental. A veces uno no tiene los elementos necesarios para detectar lo que le está ocurriendo, ¿no?
Algunas respuestas institucionales puede ser planificar qué hacemos cuando surja el conflicto, alojar la subjetividad. Las personas tienen sus emociones, sus conflictos, sus miedos, sus temores, su cansancio. Saber que no son máquinas, que no son robots. Poder alojar en espacios de palabras, espacios creativos, espacios de grupalidad. Por ejemplo, surge una situación de violencia —como hemos visto recientemente— de docentes que le gritan a estudiantes. Nosotros trabajamos un video de una docente que les gritaba por cuestiones políticas. Eso es un emergente. Pero esa situación, generalmente, se reduce a un problema del docente, o a un problema de Juan que le pegó a Pedro. La respuesta institucional, en cambio, tiene que ser: "esto es un problema del grupo", "este es un problema de todos", "¿qué es lo que hicimos para que esto pase?", y “¿qué podemos hacer para resolverlo?” Y ese no es el discurso y la propuesta de la posmodernidad, no es el discurso hegemónico actual, que tiene que ver con el individualismo, con que todo se puede, y lo que no te sirve desecharlo, siempre tenés que estar feliz, si te duele tomá algo que se te pase rápido. El discurso hegemónico actual no aloja tiempos; tiempos de que algo duela, tiempos de que algo se elabore; tiempo de estar triste. Estar triste está mal. Cuando la tristeza también da cuenta de que hay cosas que cambiaron o cosas que perdí, y que necesito elaborarlas para poder enamorarme de otras cosas nuevas. Lo que se suele llamar tiempo de duelo.
“La licencia psiquiátrica es lo único que el sistema educativo ofrece pero ahí el problema, la dificultad y la causa del malestar termina siendo responsabilidad del docente únicamente”.
-Comprender el malestar como un indicador, un dato que tiene que permitir trabajarlo para comprender lo que está ocurriendo. Y no la respuesta automática, prácticamente establecida: "Que saque licencia si no se encuentra bien y se acabó el problema"
También es un espacio de denuncia, es un emergente. La respuesta no tiene que ser siempre individual o pensar que siempre es una patología. Las instituciones forman parte del mundo. Por eso te hablaba de discurso posmoderno capitalista, porque es el telón de fondo que todos los docentes reproducimos sin darnos cuenta, el discurso que nos dice que lo que está bien es consumir, estar sano, estar feliz, es no tener problemas, es hacer muchas cosas. Estar siempre muy activo. No está bien hoy en día tomarse un tiempo de duelo o poder decir no puedo, no me sale, estoy frustrado, cómo hago. No es que la escuela, las instituciones sean malas, sino que están atravesadas por el discurso hegemónico. Lo que podemos hacer con esto es poder visibilizarlo.
-También es cierto que las autoridades tienen que hacerse cargo de buscar alternativas, no puedan correrse del asunto. Porque no es necesario abolir el capitalismo para establecer un equipo de profesionales que esté a disposición, ya no de las problemáticas surgidas de niños y niñas o adolescentes, sino de los y las docentes responsables, conscientes, más abocados a su labor. Y que son, invariablemente, quienes más sufren. Eso es lo que no existe hoy. ¿Le parece que sería un buen punto de partida para comenzar a abordar esta cuestión?
A mí me parece que sí. Un docente debería estar disponible con su deseo para educar, para investigar, para producir conocimiento, para generar creatividad a los niños, a los docentes, a los jóvenes de la facultad. Para eso uno tiene que estar disponible y tiene que estar libre del sufrimiento, al menos en el espacio de trabajo, o saber que si a uno algo le genera malestar tener un lugar en donde ser alojado. Ser escuchado no quiere decir que se tenga que resolver todo lo que a uno le duele cuando trabaja. Pero que a uno lo alojen en su malestar, que uno pueda tener un espacio en donde hablar de lo que se frustra, de lo que molesta, de lo que no sabe, donde pueda uno socializar, hacer que un conflicto empiece a rodar y elaborarse los alejas. Primero elabora. Empieza a articular el dolor con la palabra y articular el dolor con la palabra es alejarlos de los actos y los actos suelen estar alejado de la palabra, de lo simbólico. Ahí podemos pensar estas cuestiones que tienen que ver con los actos mudos que no logran traducir el sufrimiento en palabras. Y ahí podemos pensar en el estrés, la depresión, etc
Si usted, o algún familiar o allegado suyo, está atravesando una crisis emocional de cualquier tipo, siente que nada tiene sentido o se encuentra atrapado en una situación a la que no le encuentra salida, no dude en llamar a la Linea de PRevención del Suicidio: (011) 5275-1135
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