Un análisis de Juan Martín Garay, que explica los antecedentes geopolíticos que durante años sembraron los diferentes sistemas económicos y políticos para llegar a la eclosión argentina en diciembre de 2001. Para entender el contexto de una crisis que va mas allá de los desaciertos de un gobierno de turno.
(*) Por JUAN MARTÍN GARAY
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De acuerdo con el diccionario de Oxford, el anglicismo “glocal” se define como aquello que hace referencia a factores tanto globales como locales o reúne características de ambas realidades, por cuando convergen e interactúan fuerzas globales y dinámicas locales propias.
A principios de la década del ´70 el Club de Roma [1], dio a publicidad un informe denominado “El Crecimiento Cero”. En el mismo advertía que las economías del mundo capitalista desarrollado, después de las altas tasas de expansión registradas en la posguerra habían entrado en declinación al final de la década de los ´60, con la sola excepción de Japón, pronosticando un crecimiento cada vez menor para los años sucesivos.
El documento añadió un dramático llamado de atención sobre las peligrosas relaciones económicas Norte-Sur, existentes en ese momento, con un planeta dividido geopolíticamente en un Primer Mundo imperialista, capitalista desarrollado y socialmente reformado; un Segundo Mundo imperialista, comunista en vías de desarrollo; y un Tercer Mundo dependiente y subdesarrollado, que se debatía entre el capitalismo liberal, el capitalismo reformado socialmente y el socialismo.
El Club de Roma puntualizó que los términos de intercambio entre los países industriales y los países productores de materias primas eran cada vez más perjudiciales para estos últimos; que el sistema industrial era altamente contaminante del medio ambiente y producía una explotación irracional de recursos naturales no renovables en todo el mundo; que existía superpoblación y altas tasas de natalidad en los países pobres; y que habían fracasado los proyectos de revolución agrícola en el Tercer Mundo; por ello pronosticaba escasez futura de alimentos y de materias primas; y apoyaba el control de la natalidad como solución principal para enfrentar tales problemas.[2]
Durante los años siguientes se produjeron diferentes manifestaciones desencadenadas por el proceso económico-evolutivo mundial:
En el año 1972, en Estocolmo, se realizó la Primera Conferencia Mundial sobre Protección del Medio Ambiente. Generadora de una nueva conciencia ecológica global ausente hasta ese momento.
En 1973, como resultado de la tercera y reciente guerra árabe-israelí, se agudizó la disputa por los recursos naturales entre los países dueños y las empresas internacionales explotadoras de los mismos.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), dominada por los estados árabes y persas de Medio Oriente, tomó una drástica decisión política al elevar el precio del barril del petróleo de 5,11 a 11,65 dólares.
Dicha suba repentina provocó un efecto sísmico sobre el orden económico mundial. A raíz de este proceso generado por la suba de los precios, los países de la OPEP pasaron a disponer de excedentes financieros que colocaron en los bancos occidentales. Dichas entidades comenzaron a prestar sin demasiada preocupación estos fondos a los países del Tercer Mundo. Estos activos fueron dados en llamar “petrodólares”.
"La historia avanza ahora con mayor aceleración aún, y es probable que la tercera ola inunde la historia y se complete en unas pocas décadas. Nosotros, los que compartimos el planeta en estos explosivos momentos sentiremos, por tanto, todo el impacto de la tercera ola en el curso de nuestra vida".
Un fenómeno de real importancia se desencadenó a partir de esta nueva realidad fruto del alza del precio del barril de petróleo: las empresas industriales del mundo desarrollado tuvieron que ponerse a invertir, fuertemente, en un cambio tecnológico que les permitiera sustituir fuentes energéticas y abaratar procesos productivos para mejorar su productividad, como alternativa a inflar sus precios.
En 1976 se produce en Argentina el último de los golpes de Estado. Perpetrado por las Fuerzas Armadas y el poder económico liberal, comienza el Proceso de Reorganización Nacional y, junto a este, las desapariciones y el gran endeudamiento externo.
En 1979 gana las elecciones en Gran Bretaña la conservadora Margaret Thatcher, haciendo lo propio en Estados Unidos, en el año 1980, el republicano Ronald Reagan. Los nuevos socios económicos-políticos, denominados hacedores de la revolución conservadora, pusieron de relieve la oposición ideológica respecto de la Unión Soviética, llamándola “imperio del mal”.
En los comienzos de la década del ´80 la economía mundial da por insertas a las nuevas tecnologías desarrolladas de la mano de la electrónica y la robótica. Se modernizan los procesos productivos y se producen cambios considerables en las diferentes industrias. Ha mostrado su rostro la Sociedad del Conocimiento.
En ese mismo año se conoció el primer ensayo serio que intentó explicar el nuevo perfil económico, tecnológico y cultural que estaba tomando el mundo postcrísis del petróleo. El sociólogo norteamericano Alvin Toffler afirmó en La Tercera Ola: “una nueva civilización está emergiendo. Trae consigo nuevos estilos familiares; formas distintas de trabajar, amar y vivir; una nueva economía; nuevos conflictos políticos; y más allá de todo esto, una conciencia modificada también. Actualmente existen fragmentos de esta nueva civilización. El amanecer de esta nueva civilización es el hecho más explosivo de nuestra vida. Es el acontecimiento central, la clave para la comprensión de los años inmediatos venideros.
Es un acontecimiento tan profundo como aquella primera ola de cambio desencadenada hace diez mil años por la invención de la agricultura, o la sísmica segunda ola de cambio disparada por la Revolución Industrial. Nosotros somos los hijos de la transformación siguiente, la tercera ola. La primera ola de cambio tardó miles de años en desplegarse. La segunda ola sólo necesitó trescientos años.
La historia avanza ahora con mayor aceleración aún, y es probable que la tercera ola inunde la historia y se complete en unas pocas décadas. Nosotros, los que compartimos el planeta en estos explosivos momentos sentiremos, por tanto, todo el impacto de la tercera ola en el curso de nuestra vida.
Trae consigo una forma de vida auténticamente nueva basada en fuente de energía diversificadas y renovables; en métodos de producción que hacen resultar anticuadas las cadenas de montaje de la mayor parte de las fábricas; en nuevas familias no nucleares, en una nueva institución, que se podría denominar el “hogar electrónico”; y en escuelas y corporaciones del futuro radicalmente modificadas.
La civilización naciente escribe para nosotros un nuevo código de conducta y nos lleva más allá de la uniformización, la sincronización y la centralización, más allá de la concentración de energía, dinero y poder. Esta nueva civilización, al desafiar a la antigua, derribará burocracias, reducirá el papel de la Nación-Estado y dará nacimiento a economías semiautónomas en un mundo postimperialista”[3].
Por otro lado empiezan los primeros estallidos económicos en países de América Latina y en otros del Tercer Mundo, generados por las crisis de sus deudas externas.
Los “petrodólares” adquiridos por estos países fueron utilizados para financiar los déficits públicos y crear burbujas de especulación financiera, haciendo uso de los ciclos de inflación-devaluación; en vez de usarlos en el desarrollo de sus economías productivas. En nuestro país el ministro de economía del “proceso”, Martínez de Hoz, encabezó un nuevo orden que destruiría el aparato productivo local; llevando a la Argentina a un estado de desindustrialización acérrimo. Además de un marcado endeudamiento externo.
Prestemos atención a lo que afirma Marcelo Bonelli en su libro Un país en deuda, la Argentina y su imposible relación con el FMI: ... “lo sucedido entre 1976 y 1981, el quinquenio de Martínez de Hoz, es el proceso de endeudamiento de más difícil comprensión por el que ha atravesado el país. Aún en las etapas más descarnadas, la de Carlos Menem y la de Fernando de la Rúa, con Domingo Cavallo como protagonista decisivo, fueron en cierta forma lineales y de argumentación sencilla, estructurada. Pero Martínez de Hoz no se valió de ningunas de las recetas ortodoxas para desarrollar su visión monetarista”...[4]
Producto de la derrota militar en la guerra de Malvinas, el gobierno de facto pierde todas las esperanzas de mantenerse en el poder, vuelve la democracia y en 1983 es electo presidente el radical Raúl Alfonsin.
Caído el Muro de Berlín en 1989, y posteriormente el comunismo europeo, se generó una nueva situación política mundial; y la nueva realidad de las economías occidentales desarrolladas, lanzadas a una fuerte renovación tecnológica de la mano de una agresiva transnacionalización de sus actividades, aceleró la gestión política de los procesos integrativos.
Dos años mas tarde el Papa Juan Pablo II dará a conocer la encíclica Centésimus Annus[5] con motivo de cumplirse cien años de la encíclica Rerum Novarum, la misma que había sentado las bases de la doctrina social de la Iglesia Católica a fines del siglo XIX.
El Papa, en ella, reflexiona lo siguiente: “¿Se puede decir que después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo?. Si por capitalismo se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta es ciertamente positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de economía de empresa, de economía de mercado, o simplemente de economía libre. Pero, si por capitalismo se entiende un sistema en el cual la libertad en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral, y la considere como una particular dimensión de la misma cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa. La solución marxista ha fracasado, pero permanecen en el mundo fenómenos de marginación y de explotación, especialmente en el Tercer Mundo, así como fenómenos de alineación humana, especialmente en los países más avanzados, contra tales fenómenos se alza, con firmeza, la voz de la Iglesia. La moderna economía de empresa comporta aspectos positivos, cuya raíz es la libertad de la persona, que se expresa en el campo económico y en otros campos, Hay además, diferencias específicas entre estas tendencias de la sociedad moderna y las del pasado, incluso reciente. Si en otros tiempos el factor decisivo de la producción era la tierra, y luego lo fue el capital, entendido como conjunto masivo de maquinaria y de bienes instrumentales, hoy día el factor decisivo es cada vez mas el hombre mismo, es decir, su capacidad de conocimiento, que se pone de manifiesto mediante el saber científico, y su capacidad de organización solidaria, así como la de intuir y satisfacer las necesidades de los demás”.
En 1989, fruto de una crisis económica hiperinflacionaria, asume la presidencia anticipadamente Carlos Menem. La solución encontrada por éste y su equipo económico: las privatizaciones, la convertibilidad, el endeudamiento.
Diez años después asume la presidencia Fernando de la Rua, el descrédito generado por la gestión anterior posibilitó su llegada a la Casa Rosada. La mayoría esperanzada vio en esta opción el recambio, no solo en lo político sino también en lo ideológico. Pero el accionar de éste, y sus colaboradores, profundizó y desató la crisis más grande de los últimos tiempos. La desocupación llegó a índices nunca antes vistos, la pobreza se agudizó, los indigentes se incrementaron. Este triste momento, punta del Iceberg de largo proceso de formación iniciado en la década del ´70, se conoce como “la crisis de Diciembre de 2001”. Ésta no lo fue sólo en lo económico sino también en lo político.
Concepción del Uruguay no fue ajena a esta situación, siendo por aquel entonces José Eduardo Lauritto intendente por primera vez, como bien expresa Gustavo Sirota en “Saqueos y crisis de representación. Cambios en el escenario político de Concepción del Uruguay período 1998 / 2001”, (…) La tarde noche del martes 18 de diciembre Concepción del Uruguay asiste a una verdadera explosión de furia colectiva. Miles de personas – entre cuatro y seis mil de acuerdo a lo consignado por fuentes policiales, tres mil de acuerdo a una misiva enviada por el Juez Federal Juan José Papetti al Secretario de Seguridad Interior, Enrique Mathov – se lanzaron al saqueo. Si consideramos la población de la ciudad - sesenta y seis mil habitantes -, advertimos la magnitud que adquirieron los hechos, donde al menos un siete u ocho por ciento de los habitantes de la ciudad participaron activamente de los sucesos. No resulta sencillo ubicar adecuadamente al movimiento. Nunca había sucedido nada parecido. El único antecedente que existía – en la ciudad - era casi insignificante: El recuerdo de la concentración frente a las puertas del Supermercado Impulso, ubicado en la zona noroeste de la ciudad, la más populosa, – lugar donde comenzaron los hechos del 18 de diciembre – de finales de mayo de 1989. Aquella vez unos pocos cientos de personas se congregaron con intención de pedir alimentos, pero fueron reducidos y dispersados sin mayores dificultades por efectivos de la policía entrerriana. Quizás, tomando a Javier Auyero, podamos hablar de un movimiento de característica “Glocal” – la ola de saqueos recién el día 19 se extendería por el resto del país –, más allá de la presencia cierta o fabulada de agitadores e instigadores llegados desde otros puntos de la provincia. (…) Un día duró la furia. Diez comercios entre supermercados, autoservicios y depósitos de alimentos fueron arrasados. Las fuerzas disponibles por parte de la policía provincial y fuerzas nacionales con asiento en Concepción del Uruguay se vieron desbordadas. Recién al anochecer del 19 la “normalidad” fue retornando, de la mano del estado de sitio y la virtual “ocupación” de la ciudad por parte de unas “recompuestas” fuerzas de seguridad (…).
Hasta aquí una breve reseña de los acontecimientos que marcaron a fuego una época, condicionantes naturales de una realidad propia de un nuevo mundo de comienzos de siglo. Entre la década del ¨70 y estos inicios de siglo el mundo se transformó por completo, en tiempos de dictadura y en tiempos de democracia. Sobre la “glocalidad” referente a los aspectos de la crisis de diciembre de 2001, como dice Gardel: “Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada”, bueno, 19 años tampoco. Tengamos memoria.
[1] Centro de estudios financiado por las más importantes empresas de Europa.
[2] Mario Bertellotti en “Crisis y resurrección del Justicialismo”, Ed Corregidor, Octubre de 1998.
[3] La Tercera Ola, Alvin Toffler, Plaza y Janes, 1980 en, Mario Bertellotti “Crisis y resurrección del Justicialismo”, Ed Corregidor, Octubre de 1998
[4] Marcelo Bonelli en “Un país en deuda, la Argentina y su imposible relación con el FMI”, Ed.Planeta, 2° edición, Enero de 2005.
[5] Centecimus Annus, Papa Juan Pablo II, Clarín 3 de Mayo de 1991 en, Mario Bertellotti, “Crisis y resurrección del Justicialismo”, Ed Corregidor, Octubre de 1998.
(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay. Ex concejal, presidente del bloque justicialista (2015-2019).
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