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Greta ad hominem

Quienes la insultan, menosprecian, ridiculizan o imaginan conspiraciones en torno a Greta y sus camaradas, realizan una operación muy simple: no hablan de lo que dijo A. No refutan lo que dijo A. Sólo pretenden descalificar la posibilidad de A de emitir opinión.

 

(*) Por A.S.

 

Una ola de improperios, insultos, cuestionamientos y acusaciones de todo tipo, casi un episodio de bullyng global, se ha desatado contra la niña sueca Greta Thunberg, la cara visible de un inesperado movimiento global de niños, niñas y adolescentes que ha emergido con fuerza inusitada reclamando por el cambio climático.

Junto a Greta estaban Bruno Rodríguez, un chico argentino de 19 años, que no es rubio ni sueco ni europeo siquiera, como tampoco lo son las chicas indígenas que también hablaron pero cuyos testimonios no fueron tan difundidos por los medios. Tales son los casos de María José Bejarano de Oliveira, de 18 años, seleccionada por su comunidad para representar a la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia, o de la brasileña Artemisa Barbosa Ribeiro, de 17 años, una combativa activista del pueblo Xakriabá.

"En 1992, hace 27 años, otra niña hacía temblar a la Cumbre de la ONU en Río. No recibió el bullying ni  tuvo el eco que hoy tiene esta gurisa sueca. Y la pregunta es si vamos a esperar otras tres décadas, cuando ya no se pueda hacer demasiado más que morir o ver morir a nuestros seres queridos".

Es tal la conmoción que produjo Greta y desacomodó a tanta gente que al mismo tiempo la acusan de estar financiada por el comunismo y de estar financiada por el capitalismo. Quizás lo que ocurre es que determinadas personas adultas sienten como una amenaza generacional esto que está pasando. Pero en verdad la amenaza la tienen las nuevas generaciones, y no los adultos por el hecho de que jóvenes pacíficamente reclaman cambiar las formas en que producimos energía y alimentos, y lo reclaman porque creen –están convencidos– de que si no lo hacemos, vamos a desaparecer.

Pero no creen eso porque se hayan sumado a alguna secta o religión apocalíptica: creen eso porque es lo que los científicos decentes y responsables de este planeta vienen advirtiendo desde hace por lo menos cinco décadas. Hace casi un año, Antonio Guterres, el secretario general de las Naciones Unidas, en un dramático mensaje dijo lo mismo que ahora Greta. Nadie le dio la más mínima relevancia. Parece que solo los y las adolescentes tienen en este mundo la sensatez de creerle a la ciencia digna, a esa que no se somete a los poderosos.

"Un año atrás el secretario general de las Naciones Unidas dijo dramáticamente casi lo mismo que ahora dijo Greta. Nadie le dio la más mínima relevancia. Al parecer,  solo los adolescentes tienen en este mundo la sensatez de creerle a la ciencia digna, esa que no se somete a los poderosos."

En 1992, hace 27 años, otra niña, otra Greta, hacía temblar a la Cumbre de la Tierra en Rio de Janeiro, de donde saldría la célebre “Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo», uno de los más importantes documentos sobre la problemática ambiental. La niña se llamaba Severn y tenía 12 años. No recibió el bullying ni tampoco tuvo el eco que hoy tiene esta gurisa sueca. Ojalá lo hubiera tenido, porque quizás hubiéramos hecho algo para frenar la locura. Pero no. Y la pregunta es si vamos a esperar otras tres décadas, el año 2050, cuando ya no se pueda hacer demasiado más que morir o ver morir a nuestros seres queridos.

Severn tenía 12. Greta, 16. Bruno, 19. María José, 18. Artemisa, 17. Se puede seguir discutiendo sobre ellos, sus edades, su preparación, lo que se desee... o se puede exigir a los poderosos que la corten con el desquicio de la producción de energía en base a combustibles fósiles, y el resto de los factores que están transformando el clima del planeta y amenazando nuestra existencia.

La peor actitud, la que no ayuda, es a la que más nos estamos malacostumbrado en estos tiempos de catarsis en redes sociales: es atacar a quien argumenta y no al argumento. Quienes insultan, menosprecian, desvalorizan, ridiculizan o imaginan conspiraciones en torno a Greta y sus camaradas, realizan una operación muy simple: evitan referirse al argumento de A, sino que hablan de la persona de A, de lo que hay detrás, arriba, o abajo o adentro de la persona de A. No hablan de lo que dijo A. No refutan lo que dijo A, sino que pretende descalificar la posibilidad de A de emitir opinión.

Como seguramente ya han sospechado, eso no es un argumento, eso no es un razonamiento, sino una falacia (es decir un falso razonamiento). Esto se conoce, en filosofía, como “falacia ad hominem”, que quiere decir literalmente “contra el hombre”, por razones obvias: el argumento no se dirige al argumento del otro, sino al otro.

¿Cómo actuar frente a esa falacia? Algunos piensan que cuando no hay condiciones para discutir, es mejor no hacerlo. Quienes sostienen eso creen que es más fructífero cancelar la discusión en ese caso, e intentar ponerse de acuerdo desde cero: en las reglas con las que discutiremos. Quizás sea lo más sano en esos casos.

 

(*) Esta columna se emite los días viernes en la radio de la UNER 91.3 bajo el título "Filosofía y otras cuestiones que no le interesan a nadie". En esta ocasión se emitió el viernes 13 de septiembre de 2019.

 

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