Sumando una improvisación más en la saga de la “obra del siglo” en Isla del Puerto, los voceros oficiales anunciaron que desde este lunes se podrá acceder a la Costanera, pero no así al balneario. No obstante, como lo muestran las imágenes registradas este sábado por El Miércoles Digital, ya hay vecinos disfrutando de esas playas, que son prácticamente las únicas que la creciente ha dejado en pie en toda la costa del río Uruguay. Schepens consiguió que Urribarri autorice la apertura provisoria, pero aclaró que “no se podrá ingresar al agua ni desde la playa ni desde las embarcaciones”.
Por A.S., de la redacción de El Miércoles Digital
Banco Pelay, Paso Vera, Cambacuá, el Itapé: todas las playas de Concepción del Uruguay están literalmente bajo el agua, ya que el rio creció hasta superar los seis metros frente a las costas de nuestra ciudad.
Sin embargo, hay una playa que aun sigue en pie y resiste, aunque con pocos metros de orilla para que los veraneantes puedan saborerar el sol y el verano. Es un sueño: una playa nueva, con escasa presencia humana, con aguas que corren limpias, algo más de mil metros de costa que la creciente no anegó. Es el balneario de la Isla del Puerto, aun en la nebulosa respecto de su acceso, entre rumores sobre un cobro que parece imposible de poner en práctica (ver más abajo “¿Cómo pensarán cobrar?”).
El problema es que este nuevo balneario aun no ha sido inaugurado. Sin embargo eso no es obstáculo para algunos vecinos que ya comenzaron a disfrutarlo, sin pagar acceso y sin preocuparse por inauguraciones o “la logística necesaria para todo su funcionamiento”. Basta con tener una embarcación propia, como lo muestran las imágenes que ilustran esta nota, tomadas en la tarde de este sábado por El Miércoles Digital en el balneario de la Isla del Puerto.
DESDE EL LUNES, VUELTA AL PERRO A LA COSTANERA
Los medios que ejercen como voceros oficiales informan hoy domingo 11 de enero, que el intendente Carlos Schepens le pidió al gobernador Sergio Urribarri su visto bueno para abrir al público la Costanera, “a fin de permitir a la población y a los turistas una recorrida por esa obra que devuelve a los uruguayenses una imponente vista al río Uruguay”.
En realidad es una apertura provisoria e incompleta: no se podrá acceder al balneario, porque los paradores “aún no han sido licitados, ni se ha montado todavía la logística necesaria para todo su funcionamiento”. El Municipio se limitará a organizar “operativos de tránsito y seguridad junto a la Policía de Entre Ríos y la Prefectura, como así también garantizar el funcionamiento de los sanitarios”. El comunicado oficial explica que “no estará habilitado como balneario y, por lo tanto, no estará permitido ingresar al agua ni desde la playa ni desde las embarcaciones, pero lo vamos a abrir para que, por ahora, al menos, la gente pueda recorrer y disfrutar de este paseo”.
Luego explican que “ante episodios climáticos que afectan seriamente la temporada turística, hay que brindar alternativas de forma rápida para los visitantes”. Como “el clima va a seguir complicado” entendieron necesario “tener la nueva costanera en funcionamiento”. Las autoridades no explicaron cómo lograrán que a los turistas –que llegan a la zona buscando, básicamente, playas– se los pueda retener con una gigantesca “vuelta del perro” y una playa prohibida.
OPORTUNIDADES PERDIDAS
Este medio realizó la recorrida de la mano del inquieto vecino uruguayense Pedro Brunetti, uno de los propietarios de los numerosos lotes ubicados al sur de la isla, quien desde hace cinco años viene proponiendo alternativas para que la “Obra del siglo” no sea un negocio de unos pocos sino una opción de progreso para toda la comunidad.
Entre otros aspectos, Brunetti insiste en la necesidad de extender la playa hacia el sur de la isla, de asegurar el refulado de arena de manera permanente y de cobrar entrada solo a los turistas. Conocedor de la zona y entusiasta analista de las posibilidades presentes y futuras, Brunetti se convirtió en un militante de la convicción que lo anima: la de que Concepción del Uruguay puede tener un paseo turístico extraordinario con cinco kilómetros de playas, que permitiría, en lugar de brindar un beneficio para muy pocos –fuente de perspicacias y sospechas nunca disipadas– abrir una perspectiva de progreso sustentable, fuente de mano de obra legítima y de crecimiento equitativo para amplios sectores de la comunidad.
¿CÓMO PENSARÁN COBRAR?
Las improvisaciones en la “obra del siglo” no dejan de sorprender. Aquellos vecinos que siguieron desde el principio la cobertura de El Miércoles sobre este tema recordarán que al inicio, el proyecto ni siquiera incluía playas. Era solo una costanera para dar “la vuelta del perro” en la Isla. También incluía un meganegocio privado de los empresarios a cargo de la obra, amigos del poder y adjudicatarios eternos de la obra pública entrerriana, –Lemiro Pietroboni SA,–que pensaban quedarse con toda la isla para encarar un gigantesco negocio inmobiliario, una suerte de Puerto Madero uruguayense: así lo testificaron propietarios a los cuales Pietroboni les quiso comprar sus terrenos en la isla mucho antes de que se removiera un solo terrón en la zona. El negocio no prosperó porque en el medio les arruinó la fiesta la legislación ambiental vigente, que exige expropiar para gestionar la sustentabilidad del lugar. (Ver: Exclusivo: Pietroboni quiso quedarse con la Isla del Puerto)
El factótum de la megaobra, José Lauritto, planteó hace pocos días que en su opinión debe cobrarse el acceso a la playa y no a la Costanera (ver: Lauritto quiere peaje en las playas de la Isla del Puerto porque “en todos lados se cobra”)
Pero se trata de una improvisación más. Como tantos otros aspectos, nadie lo previó. Por eso los accesos a la playa desde la Costanera (y viceversa) son numerosos y sumamente sencillos de sortear. Hay cinco escaleras que las conectan. Y una baranda (similar a la de la Defensa Sur) que no implica ningún escollo para que una persona la traspase.
PREGUNTITAS
La pregunta surge naturalmente al realizar la recorrida que los cronistas de El Miércoles Digital efectuaron en la tarde de ayer en toda la zona de la Costanera y Playas de la Isla del Puerto. ¿Pensarán militarizar la zona? ¿Acaso poner un puesto de peaje en cada escalera, y efectivos de la Guardia Urbana paraditos cada dos o tres metros para impedir que la gente se baje de su auto o de su moto o bicicleta y camine (tan simple como eso) hacia la playa? Y además ¿pondrán otros efectivos en la playa para impedir que quienes poseen embarcaciones las amarren en la costa y desciendan? Si nunca lo hicieron en Banco Pelay, por ejemplo ¿lo empezarán a hacer en el nuevo balneario?
Y por otro lado, entre las improvisaciones y las falacias escuchadas a Lauritto (por ejemplo, le dijo a Barreto en la entrevista ya mencionada: “Si no se cobra ¿cómo se hace (para mantenerlas)?”). Pero ¿es la playa la que genera el costo de mantenimiento, o la impresionante obra de la costanera, con centenares de luminarias y demás requisitos?
Entonces ¿habrá que cobrar el acceso a la costanera y de ese modo, transformarnos en la primera ciudad del país que cobra por un paseo público? ¿O habrá que asumir de una vez que cobrar el acceso a las playas públicas es un absurdo, una contradicción con la propia democracia, y abandonar ese berretísimo método de recaudación que –además– ni siquiera se utiliza para mejorar los balnearios, como ha quedado demostrado durante décadas con la sistemática y progresiva destrucción de Banco Pelay?
¿O quizás habrá que recordar, sencillamente, que el balneario Itapé –administrado por la Federación de Cooperativas Sociales, que mejoró notablemente su infraestructura en los últimos años– es el único balneario municipal en el que se accede a la playa sin pagar y es, paradójicamente, el más cuidado y el que mejor luce durante todo el año? (Y al que no se cobra acceso, quizás, porque sería el colmo de la desvergüenza pejotista cobrarle al pueblo por bañarse en aguas contaminadas, cuyos valores de presencias peligrosas para la salud ni siquiera dan a conocer…).
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