El escritor uruguayense Javier Gauna, que reside en Brasil, asegura que en la Argentina hay una visión general bastante errada sobre la crisis que vive el país vecino. En estas líneas se explaya acerca de los sucesos que amenazan con poner fin a la gestión del PT de Lula y Dilma.
Por JAVIER ALEJANDRO GAUNA (*)
Hace unos días llegué a la Argentina en calidad de visitante. Azorado he asistido a la cruda realidad actual del país que demanda no pocos análisis. Sin embargo mi mayor curiosidad surgió a partir de la visión bastante errada que hay sobre la situación de Brasil, país donde resido hace un año. Tratando de poner un poco de luz sobre este tema intentaré desarrollar algunos conceptos a mi parecer importantes.
Más allá de las hipótesis conspirativas tradicionales, hay un hecho fundamental por destacar y es que el gobierno de Dilma Rousseff, el tercer gobierno encabezado por el Partido de los Trabajadores (PT) debe afrontar un grave problema: no tienen elementos para responder a las acusaciones de corrupción que pesan sobre dirigentes y empresarios de la fuerza gobernante.Sucede que el esquema de coimas organizado durante la presidencia de Lula fue tan grande y obsceno que les resulta imposible ocultarlo. La ley de delación premiada que beneficia a los arrepentidos que aportan datos ha creado una serie inmensa de testimonios que coinciden en la descripción del sistema utilizado para sobornar y ganar licitaciones millonarias. Los nombres de funcionarios corruptos se repiten y en cada declaración testimonial se aportan datos nuevos que han permitido hacer una descripción detallada del asunto.
Dilma no está acusada de corrupción, no hay evidencias al respecto que pesen sobre ella como sucede con el ex presidente Lula. Sin embargo los esfuerzos de la Presidenta por salvar a su jefe la han puesto en una situación incómoda. La popularidad de su gestión se fue en picada (más de lo que venía cayendo) agravada por la falta de habilidad para desempeñar políticas de estado en pos de combatir la crisis generada. Todo sumado a la pésima política exterior que la llevó a hacer negocios con Venezuela asumiendo pérdidas millonarias en dicho arreglo. Sólo en el nordeste más pobre el partido de Lula tiene apoyo masivo, más que nada debido a la cantidad de ayuda asistencial dirigida a ese sector, olvidando por completo que la pobreza y desigualdad en Brasil se extiende a regiones mucho mayores. En realidad Dilma enfrenta un juicio político por malversación de fondos de la Caixa Federal (Caja Federal) en detrimento del estado nacional beneficiando a bancos privados. Situación de la cual tampoco podrá librarse fácilmente ya que ésta ha sido una práctica usual en su gobierno y ha dejado rastros demasiado visibles.
En Brasil la crisis es meramente política. Sucede que la estructura económica del país depende de las grandes mega-empresas contratistas privadas que cubren la mayoría de las obras públicas. Estas corporaciones están directamente involucradas y al tener a sus directivos encarcelados o procesados, debiendo también que devolver parte del dinero mal habido, entraron en recesión con paralización de muchos de sus emprendimientos. Todo esto generó una reacción en cadena poniendo al país en un enfriamiento económico que ya causó miles de despidos.
En cuanto al juicio político,encuestas de diferentes orígenes muestran que cerca de un 70% de los brasileros lo está pidiendo. Ya no es una cuestión armada en la derecha para voltear a un gobierno “popular”: tanto el centro como la izquierda han impulsado la idea de que si Dilma permanece en el cargo la situación de Brasil puede empeorar. Ello se debe a que la falta de cintura política de Dilma la está dejando literalmente sola. La reciente salida del PMDB como aliado principal abre las puertas para que ante un eventual juicio político la votación resulte completamente desfavorable para las pretensiones del PT que dirige la dupla Lula-Dilma.
He visto que en Argentina se habla de golpe, boicot económico, conspiración mediática, y se pide la unión latinoamericana para evitar la salida de un presidente popular. Son conceptos errados, lamentablemente Dilma y Lula han traicionado a la clase trabajadora, sus medidas de gobierno no pasaron del mero populismo berreta y la realidad es que ante la crisis sólo han respondido con ajuste tradicional. Dilapidaron la herencia de Fernando Henrique Cardoso, el verdadero salvador de Brasil, quien les entregó un país sin inflación, con alta productividad y empleo, destinado a ser una verdadera potencia mundial. Se perdió en estos años la posibilidad de lograrlo y al parecer será inevitable que ambos, cada uno por su lado,se sometan a la justicia teniendo que pagar por sus actos delictivos.
Una vez más se demuestra que el populismo latinoamericano ha generado grandes expectativas, pero en la práctica los resultados nefastos están a la vista. Gestiones desastrosas han perjudicado a las mayorías trabajadoras y permitido a la derecha ganar espacios hasta conseguir gobernar. Como ejemplo, en Brasil es sólo cuestión de entrar a una favela y preguntar al más pobre de sus habitantes qué piensa sobre Dilma y Lula. La respuesta será sencilla: delincuentes.
(*) Escritor uruguayense radicado en Brasil.Publicó ItáCaabó (2008, cuentos). Posee varios artículos y publicaciones en distintos medios.
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