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INFORME

Hace 160 años se estrenaba en Uruguay la primera obra teatral entrerriana

Francisco Felipe Fernández es considerado por especialistas el primer creador teatral de Entre Ríos y un pionero de la literatura nacional. Es uno de los personajes más notables que pasaron por el Colegio del Uruguay y un protagonista destacado de nuestra historia. Fue dramaturgo, poeta, periodista, editor, pensador, educador. Pero también fue una figura incansable del federalismo y fiel colaborador de López Jordán. Por ese “pecado” se lo ha condenado al olvido. El 14 de agosto de 1864, hace exactamente 160 años, se estrenaba su primera obra en nuestra ciudad. Aquí se recuerda esa faceta de este personaje fascinante y casi olvidado.

 

Por AMÉRICO SCHVARTZMAN, de la redacción de EL MIÉRCOLES

 

“La Provincia de Entre Ríos cuenta ya un escritor dramático, el primero de sus hijos que se ha lanzado a la más dificil senda de la literatura Antigua y Moderna”, decía el 5 de mayo de 1865 el periódico El Uruguay, que se publicaba bajo dirección de Benjamín Victorica (yerno de Urquiza), en la ciudad de Concepción del Uruguay. La noticia anunciaba el estreno de “dos nuevas obras teatrales”, tituladas 25 de Mayo de 1810 y Triple Alianza. Esa noticia es, seguramente, el primer reconocimiento del carácter pionero de Francisco Felipe Fernández como primer dramaturgo entrerriano.

Casi un año antes, Fernández había estrenado su primera obra: el 14 de agosto de 1864 la compañía actoral de Joaquín Argüelles —su propio suegro— presentó en Concepción del Uruguay la primera pieza teatral de “Francisquillo”, titulada El ángel bueno y el ángel malo. Por desgracia esa obra se ha perdido para siempre. El propio Fernández le contó las razones a Juan E. Carulla, quien había sido su alumno en el Colegio del Uruguay:

—Mi primer drama, “El ángel bueno y el ángel malo”, fue representado con todo éxito en la entonces capital de la provincia de Entre Ríos, Concepción del Uruguay, por la compañía del ilustre actor y escritor español Joaquín Argüelles.

— ¿Conserva usted alguna copia?

—No. Lo eché al fuego porque algunos críticos desafectos dieron en suponer que me servía del teatro con fines de política personal.

No tanto éxito

El 13 de agosto de 1864, El Uruguay publicaba, en su página 3: “Para mañana está anunciado un drama nuevo, original del joven D. Francisco F. Fernández. Aunque no conocemos esa composición, creemos que la concurrencia será numerosa, no tanto por la importancia del drama puesto que no se puede apreciar hasta después de su representación, sino porque en todas partes despiertan siempre grande interés las obras de jóvenes del país. Al Teatro, pues.”

El anuncio del estreno, en "El Uruguay", el 13 de agosto de 1864.

Pero ¿dónde era el teatro entonces en Uruguay? El Teatro 1º de Mayo se inauguró en 1868, por lo cual la obra de F. F. Fernandez, estrenada cuatro años antes, tiene que haber sido presentada en otro lado. No hemos logrado determinar dónde: el "Club Uruguay" ya existía, de modo que es posible que haya sido allí, o también en el Colegio del Uruguay, que en ocasiones albergó estrenos. Las notas periodísticas no lo mencionan. Oscar Urquiza Almandoz señala que antes del Teatro 1º de Mayo había un "teatro pequeño y precario" frente a la plaza Ramírez. Por otro lado, la actividad teatral en la Uruguay de antaño era intensa. El periódico anuncia varias representaciones a lo largo de ese año 1864.

Para el momento del estreno Francisquillo (así firmaba desde la adolescencia, cuando escribió un recordado Himno al Colegio del Uruguay) tenía apenas 22 años. Cuatro días después del estreno, otra vez El Uruguay se refiere a la obra. Por un lado, publica en página 2, bajo el título “Un ruego”, un pedido del propio autor dirigido “al público ilustrado que asistió en la noche del 14 a la representación del Ángel bueno y el Ángel malo para que haga una crítica severa y concienzuda de esa mi pobre y primera producción”. Dice luego: “Quiero aprender y ruego que me corrijan. Las críticas que hagan en corrillos no me son saludables desde que no llegan a mí; por esto espero y vuelvo a rogar que me las dirijan a la luz de la prensa”.

Pero el mismo día, en la página siguiente, el propio diario (sin firma) hace una crítica bastante demoledora a la “ópera prima” de Fernández. Dice el cronista devenido en comentarista teatral:

“Tuvo lugar el domingo la representación del drama del joven Fernández. Como lo previmos, la concurrencia que asistió no pudo ser mayor: todas las localidades estaban tomadas. En cuanto al drama, si hemos de hablar con sinceridad, nos parece que adolece de algunos defectos capitales. El argumento no era fácil comprenderlo, porque fue desarrollado muy confusamente. Siendo, por lo demás, un primer ensayo, esto debe disculparse. (…) La compañía no debió prestarse a representar ese drama sino con la condición de que su autor suprimiera algunas frases de doble sentido que encierra y algunas palabras que ofenden la moral y que no deben ser proferidas en la escena”. Y concluye con una advertencia que hoy resulta risible: “La policía debe estar prevenida para otra vez en que se anuncian dramas nuevos y no se consiente entrar a los ensayos, como ha sucedido con el presente”. Finalmente destaca las actuaciones: “Los actores de la compañía han trabajado perfectamente, sobre todo la señora Argüelles estuvo inmejorable”, pero remata, ácido: “El rol confiado al joven aficionado era superior a sus fuerzas”.

En el recuerdo del propio autor, las cosas fueron distintas, ya que como vimos en la entrevista con Carulla asegura que fue representada “con todo éxito”.

Lo cierto es que en los días siguientes, el periódico fue escenario de controversia: hubo al menos dos notas más —ambas firmadas con seudónimos: “Ortiga” y “Malva”— debatiendo sobre bondades o déficits de la obra. Ambos autores esgrimen sus argumentos (que no vale la pena detallar) y, en todo caso, rescatan como algo positivo que “el joven Fernández” haya iniciado su obra dramática, lo cual “anuncia para la provincia la formación de un Parnaso y todos debemos felicitarnos por ello”.

Una obra profusa

Francisquillo (de quien hemos dado noticias en una nota previa sobre “Los otros nombres del Colegio del Uruguay”, y a la cual remitimos para no reiterar los datos biográficos) desplegó después de este primer intento, una extensa obra dramática. A la pieza destruida le siguieron las dos ya mencionadas (25 de Mayo de 1810, conocida luego como Sol de Mayo, y Triple Alianza). Esas obras iniciales mostraban las motivaciones que lo caracterizarán como autor teatral en todo el resto de su labor: el sentimiento patriótico desde la defensa de los sectores populares, y la divulgación del pensamiento y el sentimiento federal.

En el caso de Triple Alianza, se suele marcar que esa pieza teatral (visionaria además, ya que fue escrita y titulada así meses antes de la firma del ignominioso tratado entre la Argentina, el Brasil y la República Oriental que significó el fin del Paraguay de López) expresa también el inicio de su alejamiento del general Urquiza, a quien estuvo ligado como secretario personal durante dos años.

A lo largo de los años, se fueron sumando otras como el drama Solané, que cuenta la historia de las matanzas provocadas por un personaje que tuvo enorme repercusión en aquellos años (“Tata Dios” Solané, un curandero cuyos seguidores, exacerbados por un sentimiento "antigringo" produjeron la llamada "Matanza de Tandil"). Esta obra, según Ricardo Rojas, fue la primera “en llevar al gaucho a la acción dramática y dialogada”.

Desde la mirada actual sorprende (tanto en Solané como en Triple Alianza) la inmediatez de Fernández para ocuparse (y en clave teatral) de los temas que estaban sucediendo en ese momento. El propio autor señala en uno de sus escritos que el teatro, además de una pasión artística, era la forma más indicada de llevar al pueblo sus ideas, con una rapidez y efectividad que de otro modo eran imposibles de conseguir. No obstante, en el caso de Solané, hasta el día de hoy nunca fue representada, pese al sugerente cruce de tensiones de distinta índole que la atraviesan y que, en buena medida, siguen siendo temas de actualidad a pesar del tiempo transcurrido. ¿Será quizás un buen momento el actual para traerla al presente?

En 1881 el editor Carlos Casavalle publica sus Obras dramáticas, con prólogos elogiosos de Matías Calandrelli y Martín García Merou. “Dicho libro —dice Ricardo Rojas— fue la primera compilación de dramas originales publicada por un autor argentino”. La edición no incluye todas sus obras (por ejemplo, no está Triple Alianza) pero sí el drama histórico Monteagudo, premiado en un concurso teatral en Buenos Aires (donde fueron jurados su amigo Olegario Andrade, Miguel Cané y su enemigo Bartolomé Mitre), el drama de tipo veneciano Clorinda; también El borracho (un drama que fue representado en España e incluso traducido al italiano), y El genio de América, una alegoría cívica. Otras obras posteriores, es decir que no están en esa compilación, son el drama histórico El beso profético de Chacabuco, y dos libretos de ópera de tema incaico: Viracocha y Pacha Cámac.

Su papel pionero en el teatro no termina en sus piezas pensadas para la representación en las tablas. Además en 1913 presenta un proyecto de creación del instituto nacional de arte dramático, que no llegó a concretarse.

Entrevista en "Caras y caretas", 1920.

Ese proyecto fue publicado en la revista de la Universidad Nacional de Buenos Aires y allí Fernández propone un plan técnico y administrativo para una escuela de arte escénico, “a la cual iría anexo un teatro por el estilo de la Comedia Francesa”. La prensa recibió elogiosamente la iniciativa y tuvieron conceptos favorables el entonces presidente Victorino de la Plaza, Julio A. Roca y Osvaldo Magnasco. Según cuenta Carulla, “la crisis de 1914 impidió que el Congreso se abocara a su estudio”.

Pionero también en el teatro escolar

Juan E. Carulla, en su libro Problemas de la cultura, refiere que Francisquillo no solo puede contarse “entre los creadores del teatro nacional”, sino que marca también “el mérito que le corresponde como iniciador del teatro escolar”.

Carulla menciona las numerosas alegorías en verso que escribió Fernández, “algunas de las cuales lograron gran difusión en el medio educacional”. Y destaca sobre todo, que El genio de América, “poema filosófico en verso”, fue representado por los alumnos del Colegio del Uruguay en uno de los aniversarios de esta histórica casa. Y añade que “en un festival organizado hace años por el entonces vocal del Consejo de educación, doctor Zubiaur, logró imponerse artísticamente una de aquellas alegorías, titulada La mañana y el trabajo, acompañada de una hermosa partitura musical del maestro Butterini”.

Fernández publicó también novelas y poemas, un folleto pionero sobre Francisco Ramírez, y su obra periodística en diferentes medios —en especial periódicos federales militantes y fuertemente jordanistas— es amplísima y sigue dispersa. Masón muy activo, fue autor de publicaciones que, según cuenta Alcibíades Lappas, “fueron aprobadas y estuvieron en uso en las logias durante varias décadas, mereciendo su autor los más grandes elogios de la crítica masónica nacional y extranjera”.

El primer dramaturgo entrerriano

Aunque la condena por su jordanismo lo ha sumido en el olvido, no son pocas las voces autorizadas que intentaron rescatarlo y que lo reconocen como primer creador teatral en Entre Ríos.

El pionero en rescatar a nuestro dramaturgo fue Ricardo Rojas, quien en 1923 (al año siguiente de la muerte de FFF) publicó un opúsculo titulado Un dramaturgo olvidado, Don Francisco Fernández, y sus obras dramáticas. Mucho antes, en 1865, Servando Gómez —militar y escritor oriental radicado en Gualeguaychú— escribió sobre Sol de Mayo que con esta obra se acababa de “crear el teatro nacional”.

Una crítica sin firma en el mismo periódico, pocos dias después de la representación de "Un ángel bueno y un àngel malo".

Para Luis Alberto Ruiz (autor de una historia de la literatura entrerriana que aun espera ser editada, pero que circula virtualmente en carácter de borrador), FFF es “el primer hombre de teatro de nuestra provincia que reclama mención”. Jacobo de Diego, investigador que le dedicó un folleto publicado en 1987, lo destacó como “primer dramaturgo entrerriano”. Roberto Angel Parodi, en la Revista SER, da como un hecho el papel que le corresponde “como precursor de nuestro teatro gauchesco”. Parodi hace un análisis exhaustivo de los méritos literarios de Fernández —no se los niega pero los relativiza— y concluye afirmando, en particular, la importancia de Solané, a la que califica como “la primera pieza de autor conocido en la historia de nuestra literatura dramática de ambiente gauchesco”.

Precursor en otra mirada

Mónica Alabart y Mariana Pérez, en un valioso ensayo sobre FFF, lo presentan como “uno de los precursores del teatro en Entre Ríos” y aclaran que “si bien Francisco Fernández es considerado como el dramaturgo iniciador del teatro entrerriano, ya existía un desarrollo de la actividad teatral en la provincia”.

Estas autoras, además, señalan otra novedad que introduce Fernández: “el protagonismo de personajes del mundo popular”, tanto “gauchos como indios”. “Fernández realiza una elección atípica dentro del debate político e intelectual del momento, al dar protagonismo positivo a los indios de la pampa”, explican. Y añaden: “Lejos de considerar a los actores del mundo rural como víctimas de un proceso modernizador que acabaría tarde o temprano con ellos, Fernández apostaba a su inclusión como protagonistas plenos de los procesos políticos”.

Además reproducen un párrafo de uno de sus dramas (El Sol de Mayo) que lo muestra empático con el sufrimiento y la resistencia indígena. Se trata de un diálogo entre Andrea ("india" tomada de las tolderías) y Lapeña (un español):

Andrea: ¿Y por qué cuantos [españoles] vienen por aquí es para acuchillarlos como a perros? ¿Piedad es degollar sus mujeres y sus hijos en las puertas de sus propias chozas?

Lapeña: Ellos muestran la terquedad de no querer someterse […] ¡bárbaros!

Andrea: Tercos y bárbaros porque luchan por su libertad, como luchan las mismas fieras!

Lapeña: Habláis así porque sois india.

Andrea: ¡Soy americana!

Ya mencionamos a Fermín Chávez, quien reivindica los méritos literarios de Francisquillo pero siempre da mayor relevancia al carácter testimonial de sus obras, en tanto militante jordanista, pero también en una dimensión más profunda: como impugnador de la lógica política implantada por los liberales porteños, Mitre y Sarmiento, a quienes apunta a refutar o contradecir buena parte de la obra de Fernández. Aun así, Chávez (poeta al fin y un hombre de gran sensibilidad artística) lamenta que Solané nunca se haya representado y asegura que ponerlo en escena tendría “muchas posibilidades de éxito” pero sobre todo brindaría “un serio aporte a nuestra cultura”.

¿Es el primero, de verdad?

En su trabajo El teatro en Entre Ríos (1836-1947), el investigador Guillermo A. Meresman consigna las primeras obras representadas en la provincia, y entre ellas señala al menos cinco que subieron a las tablas antes de El ángel bueno y el ángel malo.

De esas piezas solamente dos parecen tener autores argentinos: una, representada en 1852 en Paraná, sería Urquiza o la muerte, de Luis de León, puesta en escena por la Compañía Sociedad Dramática Entrerriana, de José Quirce. Meresman detalla que era un drama político en verso y en cuatro actos. No proporciona datos sobre el autor. Luis Alberto Ruiz tampoco menciona a De León, ni he podido encontrar, hasta ahora, otra bibliografía que lo nombre.

La otra obra de autoría argentina presentada en Entre Ríos sería en 1863 La coqueta de Gualeguaychú, de Emilio Onrubia, sin otros datos. Onrubia era entrerriano, de Paraná (1849-1907). Y según Luis A. Ruiz, la obra en cuestión fue estrenada (¿y escrita?) cuando Onrubia tenía apenas 14 años. Ruiz señala además que La Coqueta de Gualeguaychú es juzgada por Cándido Irazusta como un plagio de Manuel Bretón de los Herreros, un dramaturgo español de la época.

Tampoco hay referencia a obras (anteriores o posteriores) de ninguno de estos dos autores. Seguramente es por eso que el propio Meresman, cauteloso y riguroso en sus afirmaciones, califica a Francisco Felipe Fernández, sin dar muchas vueltas, como “verdadero iniciador del teatro entrerriano”, que concretó “una densa producción teatral de carácter histórico político, representada en escenarios de la provincia y destinada a un público de ocasión y masivo”.

El adiós

El 24 de enero de 1920 la revista porteña Caras y Caretas, fundada y dirigida por el entrerriano Fray Mocho (José S. Alvarez), publicó en su número 1112 una entrevista de una sola página bajo el título: “Con un veterano de la guerra de Entre Ríos: Francisco F. Fernández”. Pero como se aclaraba luego, Francisco Felipe Fernández (1842-1922) no era un veterano más. Este personaje notable, casi desconocido (un verdadero excluido de la historia argentina, un “maldito” según algunos autores) había sido una de las principales figuras de las revoluciones jordanistas.

Su muerte se produjo el 22 de diciembre de 1922, casi por completo olvidado. Un año después, Ricardo Rojas (una de las voces más importantes de la literatura argentina de la época) se lamentaba de que un hombre como Fernández que había servido a la patria en la enseñanza, las armas, las letras y la prensa hubiera vivido sus últimos años (en rigor, sus últimos cuarenta años) “sin que las gentes supieran nada del anciano escritor soterrado en el retiro de una pobreza anónima”, y culpaba de esa marginación al “olvidadizo tumulto de esta moderna sociedad argentina, condenada a recomenzar cada día su esfuerzo de cultura, porque olvida los frustrados o logrados afanes del día anterior”.

“La historia miente tanto como los periódicos y muchas veces no es más que el periódico de una época”, dice Francisquillo en la presentación de El Sol de Mayo de 1810, su primera obra publicada. Tenía 23 años entonces. Esa rebeldía lo acompañó hasta el último minuto de su vida y fue, quizás, la condena para su obra.

Fernández en su vejez (foto de Caras y Caretas).

 

FUENTES UTILIZADAS

Para elaborar esta nota se tuvieron a la vista los siguientes materiales: la biografía Francisco Felipe Fernández, de Jacobo De Diego (1987). Las Obras Dramáticas de F. F. Fernández (1881); el libro La masonería argentina a través de sus hombres (1958), de Alcibíades Lappas; el artículo “Teatro y política: Francisco Fernández, un político militante entre el periodismo y la dramaturgia (1862-1870)”, de Mónica Alabart y Mariana Pérez; el capítulo que le dedica Fermín Chávez en Civilización y barbarie en la historia de la cultura argentina (Los Coihues, 1965) así como el capítulo por Juan Carlos Jara en la compilación Los malditos: hombres y mujeres excluidos de la historia oficial de los argentinos (Tomo III); la revista Caras y Caretas (archivo digital disponible en la Biblioteca Nacional de España) y el periódico El Uruguay (1864) digitalizado por el Museo Palacio San José; el capítulo sobre Fernández en el libro de Juan E. Carulla Problemas de la cultura (1917); el apartado dedicado por Guillermo Meresman a Entre Ríos (1836-1947) en la compilación de Osvaldo Pellettieri Historia del Teatro Argentino en las Provincias, Vol. 1 (2005); el libro de Luis Alberto Ruiz Historia de la literatura entrerriana (1993); el artículo de Roberto A. Parodi en revista SER número 16 titulado “Fernández y Hernández y las dos versiones de Solané” (1974), la Historia de Concepción del Uruguay, de Oscar Urquiza Almandoz (1985) y finalmente el folleto de Ricardo Rojas Un dramaturgo olvidado, don Francisco Fernández y sus Obras dramáticas (1923).

 

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