“Si en el nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos el derecho sagrado a la insurrección. Entonces la única puerta que nos queda abierta a la esperanza es el destino heroico de la juventud”1
Por JORGE GASPAR VILLANOVA
Aquí está el punto indiscutible de Urquiza: la creación del Colegio del Uruguay en 1849. Todo el resto de su obra y su accionar puede ser cuestionado políticamente, pero esto no. Es, como él mismo le espetó en la cara al celebérrimo general Mitre, su legado: “El Colegio del Uruguay es el heredero de mi gloria”2
Desde la escuela primaria los entrerrianos entonamos el Himno dedicado al Padre del Aula, Sarmiento Inmortal. Como siempre la historia liberal ensalza los próceres nacionales del firmamento liberal y ningunea -en lo posible- los preclaros hombres provincianos, aunque en este caso se trate de un afín, en lo ideológico y en lo económico. Y si bien es cierto que Avellaneda y Sarmiento crearon un sistema educativo nacional (al que los revisionistas cuestionan, para ellos fue un sistema de dependencia y sometimiento cultural) en Entre Ríos hay antecedentes educativos como para no olvidar.
Don José Artigas fundó una escuela cuando estuvo en Paraná; Francisco Ramírez intentó garantizar un establecimiento escolar en cada pueblo, y Urquiza, ya desde 1826 procuró lo mismo a través de un proyecto en la Legislatura: “El gobierno cuidará de la construcción de un edificio en cada una de las villas y pueblos de la provincia” además de tomar “todas las medidas necesarias para proveer a la educación e instrucción de la juventud de maestros para la enseñanza”3 Pero todavía en las escuelas entrerrianas se continúa cantando “Honor y gratitud al gran Sarmiento”. Y agradeciendo al sanjauanino. De nada, apuntó don Faustino y acto seguido agregó: “Sobre Entre Ríos hay que echar sal para que no salgan ni los yuyos.” 4
Sobre el Histórico Colegio se ha escrito todo, la edad de oro, Jordana, Larroque, Clark, Peyret, los tres presidentes que cursaron por sus aulas, los 14 ministros, los trece gobernadores, los escritores, legisladores, etc. y también sobre, la insulsa polémica acerca de la fecha de su fundación por la cual, concluyó Oscar Urquiza Almandoz, “formándose al respecto dos corrientes históricas” (sic) y entonces uno empieza a darse cuenta de porque estamos como estamos.5
Lo bueno fue que Urquiza concibió laico al Colegio. Cuando el rector Erausquín quiso dar misa todos los días a los internos, lo relevó, “No era mi intención formar clérigos” le dijo, echó al cura, y cortó el problema de raíz.
Fue el primer conflicto estudiantil. La rigurosidad de Erausquin era insoportable. Llegó Larroque y reorganizó todo: “La delación, que corrompe y degrada lo más bello que tiene el corazón humano, nunca va a ser aplicada en este colegio” escribió en su reglamento, mojándole la oreja a su antecesor, al que calificó, como buen republicano que era, de “sacerdote retrógrado”.6
Los alumnos toman las armas en 1852 para defender, bajo las órdenes de López Jordán, la ciudad de la invasión de Madariaga y también en julio de 1870, cuando es el mismo Ricardo López Jordán quien ataca Concepción del Uruguay (¿A ver, hay algo mal? ¿El gobernador legítimo ataca la capital provincial?). En el edificio funciona –entonces- la legislatura, los estudiantes resisten. El docente Tomás Sourigues está al frente y muere de un balazo. (Pregunta a confirmar: ¿Los alumnos no eran jordanistas?)
A todo lo positivo de la gestión de Larroque lo destruyó su sucesor Juan Domingo Vico, un pelafustán inepto; opina de él su vicerrector el cura Curcio “he tenido oportunidad de ver... la aversión que le profesaban todos los estudiantes por su incapacidad e inmoralidad.”7
Fray Curcio –como era de esperar- no duró nada en el cargo y en su reemplazo fue nombrado el cura Lorenzo Cot. Pocos años antes Cot había sido enviado a Europa con el fin de reclutar inmigrantes, pero el muy intolerante exigía que estos debían ser católicos, provocando la reacción de Urquiza, que vamos, no en vano había apoyado aquello que sostenía la constitución, que en esta tierra los extranjeros gozan de “ejercer libremente su culto.”8
Son los alumnos los que reaccionan, y en mayo del 64 escriben al ministro Costa una carta donde relatan la indisciplina reinante en el colegio debido a un rector “poco contraído a sus obligaciones”, y a un vice, “quien no inspira ninguna respetabilidad”9 y, sin vueltas, piden la destitución de Vico. No son escuchados e inician la revuelta, que bien describe el profesor Argachá en su libro El Colegio del Uruguay, a través de sus rectores. Toman el Colegio a los gritos de ¡Viva Clark!, ¡Fuera (¿muera?) Vico!, y corren a Cot con “una andanada de naranjas amargas”10. El rector comunica a la superioridad “Los promotores... han seguido entrando contra mis órdenes... armados de fuertes varas de hierro, tomadas de un depósito de fragmentos de cama y hasta de otras armas peores...” Inicia sumario y separa a los alumnos, pero además solicita “creo que bastaría estacionar en el establecimiento por pocos días un Comisario con unos cuantos gendarmes que hicieran respetar a los superiores...”11. Los cabecillas son detenidos y encerrados por varios días. El rector expulsa 21 alumnos y el gobierno designa un comisionado, Eusebio Bedoya, para verificar la situación in situ, que termina reincorporando a los expulsados. El rector, pese a la desautorización, no renunció. Por su parte Cot regresará a San José y será asesinado en 1868.
En 1873 el entonces rector Agustín Alió sufrió la conducta de los alumnos. Argachá sostiene que los sucesos políticos del momento, -rebelión jordanista e intervención nacional- se reflejaron en la disciplina del alumnado, por ejemplo, en una ocasión el jefe político de la ciudad Avelino González indica que los sucesos llegaron “al punto de arrojar piedras al templo y golpear cruelmente al anciano sacristán”12 En otra circunstancia González da aviso: “Habiendo sido conducidos a este Departamento por encontrárselos mal entretenidos en casa pública, jóvenes de ese Colegio, siendo faltas que mandan a reprimir los reglamentos de Policía, máxime en horas que deben concurrir a sus clases”13 ¡El problema no era si se iban de putas, sino que lo hacían en horario escolar!
Otra revuelta se produce en 1874, al parecer originado en el encierro sufrido por estudiantes en una celda o calabozo muy pequeño, del mismo colegio. Sus compañeros los rescataron y por ello fueron golpeados por los empleados. Esto derivó en una apretada al rector para que renuncie. Enterado el gobierno, lo ratificó en el cargo y expulsó a los alumnos Victoriano Montes, Ernesto Fernández, N. Rodríguez y Agustín Zapata, y le señaló al rector: “Es menester que Ud. vuelva al colegio, con un batallón si es necesario, para que estos revoltosos aprendan que ha de concluir alguna vez en la República el empleo de los medios impropios de pueblos civilizados. Vaya, Sr. Rector...”14 le ordenó Sarmiento, fiel a su estilo. El rector Alió contestó: “Señor Presidente, discúlpeme V.E., he luchado mucho contra la imposición monárquica y no sabría como imponerme a nadie, aunque me lo propusiera”. Y con toda dignidad renunció.15
En 1878 ya no hay revoluciones jordanistas. Para las elecciones de ese año el gobernador Febre apoya a José Antelo del Club Libertad, dedazo cantado. Por el otro lado compite José Churruarín del Club Nacionalista. La campaña es agresiva y los estudiantes apoyan al candidato opositor. El 1º de noviembre el resultado está a la vista. Al otro día, los oficialistas festejan y marchan por las calles al vibrante canto de “Viva Antelo” con banda musical incluida. Al pasar por el colegio, desde los balcones preguntan “¿Quién es Antelo? ¿Quién es Antelo?”, “Agáchate y conócelo” es la soez respuesta (no está confirmado el elevado diálogo) y continúa el intercambio de improperios “Muera Antelo, Viva Churruarín”, los alumnos tiran agua, latas y hasta un banco. Desde abajo les contestan a balazos. Todos los estudiantes son detenidos. Declaraciones judiciales, sumarios, excusas, acusaciones, nota a los padres. Conclusión, todo termina en una “severa amonestación”.16
Decíamos al inicio que el Colegio fue concebido laico y liberal. No en vano la generación del 80 encabezada por Roca, formado en el Histórico, fue lo más a fondo que pudo contra el poder de la curia. Leyes de Registro civil, enseñanza laica, matrimonio civil, son las más conocidas y provocativas. Argachá citando al eclesiástico historiador Juan Segura afirma que “los docentes del Colegio no solo fueron opositores sino enemigos del catolicismo, llegando hasta suprimir la cátedra de religión”17 y reproduce una carta del cura local Mozos, quien informa al obispo que Uruguay: “a pesar de su escaso vecindario cuenta con un crecido número de gente descreída y que hacen alarde público de sus doctrinas destructoras, las que se llaman civilizadoras; en especial un Colegio Nacional dirigido profesores en su mayoría ateos, materialistas, y el mejor indiferente; esto trae consigo una juventud de lo más pervertida que existe en el universo y no otra cosa puede esperarse de la educación científica que reciben; esto dará el resultado fatal para la provincia porque dentro de diez años los hombres que dirijan los destinos públicos estarán destituidos de sentimientos religiosos, nada respetarán, antes bien, perseguirán a la religión y sus fieles...”18 afirma horrorizado el clérigo, viendo que se le escapa a la Iglesia el control de un Estado güelfo19, vislumbrando un futuro rojo, muy rojo, que por supuesto sólo se encontraba en su segmentado y limitado análisis de la sociedad. Por entonces ser liberal, socialista o comunista, no era una diferencia sustancial para la Iglesia o para la derecha, en todo caso eran vectores de un mismo fin. ¿A que viene esto?, (a más de mostrar –muy por arriba- que algunas de las ideas más progresistas del momento se impartían en el Colegio), a señalar un hecho acaecido en Uruguay en 1880 que bien podría tratarse como simple anécdota de travesura estudiantil, pero que en el fondo representa el rechazo profundo de la sociedad estudiantil desde su anticlericalismo para con los signos arcaicos de la Iglesia.
El Obispo de Paraná Gelabert y Crespo visitaba la ciudad. En la noche del 27 de octubre de 1880 su carruaje fue asaltado y golpeado por 8 o 10 personas. Una testigo identificó a los agresores como alumnos del Colegio: Luis Peyret, Andrés Gallino, Ramón Costa, Ramón Parera y Alejandro Benavídez20. Fueron detenidos por la policía y suspendidos por el rector. Pero negando ellos su responsabilidad fueron liberados, y cuando solicitaron permiso para rendir sus exámenes el rector Leguizamón elevó el pedido a la autoridad. El Inspector de Colegios Nacionales, Francisco F. Fernández resolvió “...aún en el caso de que resulten culpables los alumnos sumariados que peticionan, no es la mente del Ministerio despojarlos de los méritos adquiridos en sus estudios profesionales adquiridos anteriores al hecho por los que se le sumaria, Ud. debe concederles presentarse a examen, en cuyo acto, por su parte, no se encuentra comprometido ningún propósito de represión y justo castigo a que haya lugar”21. El antiguo y combativo periodista jordanista continuaba coherentemente su vida.
En el diario El Orden de Benigno T. Martínez se lee “...Aún cuando las canas de un anciano no nos inspirara respeto profundo, aún cuando no hubiéramos sido educados en la escuela de la tolerancia que ordena imperiosamente respetar las creencias de todos, reprobaríamos, como reprobamos, actos semejantes... ¿Qué sería de la moral social si una agrupación pretendiera con el garrote imponernos un racionalismo impuro...? Entonces seamos tolerantes los que amamos la luz, los que seguimos las huellas del gran principio de las democracias.”22 Un tirón de orejas para los estudiantes, en buen romance les están diciendo: entendemos lo que quisieron hacer, pero no es ese el camino correcto, muchachos.
Al año siguiente el rector informó de dos suicidios acaecidos entre los alumnos. El ministro Pizarro “culpó de las tragedias ocurridas al tipo de enseñanza que se impartía en el Colegio del Uruguay, acusándolo de falto de fe religiosa”23 así se lo indicó al rector: “...es inútil buscar la causa y la explicación de ellos fuera de las condiciones mismas de la educación que en él se propina como un tàsigo moral a la juventud... falsas ideas en materia religiosa, de moral, de derecho y libertad; la perversión del buen gusto literario; el olvido de los verdaderos preceptos de la buena educación; la ausencia de la recta noción y del entendimiento del deber son, a no dudarlo, la verdadera causa y la explicación...”24. Con esas ideas el ministro no duró demasiado en el gabinete liberal.
Años más tarde la composición social de la argentina cambió y los reclamos políticos sociales comenzaron a reflejarse en las aulas. Apuntemos que en 1914 el radicalismo llega al gobierno de la provincia y dos años más tarde se hace cargo del nacional.
Apuntando la fecha del 24 de agosto de 1914, extrae Argachá de los libros del Colegio el dato de la creación del Centro de Estudiantes, presidido por Raúl Uncal López y, que al año siguiente, en Tucumán se realiza el primer Congreso Nacional de Estudiantes Secundarios. Recrudeciendo las huelgas estudiantiles en todo el país, incluyendo la provincia.
“Distanciado con el obispo de la diócesis, monseñor Abel Bazán y Bustos, el gobernante –por entonces Laurencena- lucha por extirpar el espíritu foráneo en los colegios particulares y por la realidad del laicismo escolar. Ruidosa controversia ideológica entablan profesores de la Escuela Normal de Paraná con dicho obispo en 1917 y alumnos adheridos al movimiento de la Reforma Universitaria con el director Maximio S. Victoria en 1918” nos presenta así, Beatriz Bosch, una situación similar en la capital provincial.25.
Es que la Reforma Universitaria fue un sacudón. Los estudiantes del país ratificaron en ella su postura anticlerical: “Acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica... Los dolores que quedan son las libertades que nos faltan” decían ya desde su Manifiesto Liminar26. Y recuerdan las palabras del rector de la Universidad de San Carlos: “Prefiero antes de renunciar que quede el tendal de cadáveres de los estudiantes” palabras llena de piedad y de amor, de respeto reverencioso a la disciplina... ¡Armoniosa lección que acaba de dar a la juventud el primer ciudadano de una democracia universitaria!”27
Sobre el movimiento universitario recordaba en 1923, en una conferencia, el socialista nacional Julio V. González: “Advertimos que la revolución universitaria cordobesa, punto de arranque de la Reforma Universitaria, hubo de ser un movimiento no sólo anticlerical, sino también –lo que es más importante- irreligioso. ‘¡Frailes, no! ‘¡Dogmas, no! ‘¡Abajo la Corda!’ Eran los lemas que aún pueden verse estampados en los muros de las iglesias de Córdoba” y traía a colación las palabras del obispo de Córdoba y su interpretación de los hechos “En las manifestaciones paseaban con ellas los religiosos y las religiosas colgadas en pendones por escarnio. Veían en ellos el oscurantismo religioso y la barrera que a ellos les tocaba derribar; paseaban al rector en forma la más ignominiosa y torpe que cabe, en lo alto de otro pendón, afrentando más que a su persona, el credo católico que profesa con laudable entereza”28
El historiador Alberto Ciria también realiza una acotación sobre la relación entre la iglesia y el movimiento reformista: “Los ejemplos de este proselitismo concreto pueden multiplicarse, conectados con otros aspectos colaterales: virulentos ataques contra las ideas de la Reforma Universitaria (a las que se atribuyen oscuros propósitos extremistas), intentos de fundaciones privadas (llevados a la práctica recién en 1958, luego de los acontecimientos ligados al artículo 28), alegatos antisocialistas en diversos grados.”29
Pero volvamos al Colegio, al mes de marzo de 1919.
“Tu empresa formadora puede más
Es surco del trabajo, del pensar
Es flor de la esperanza, dignidad
La fe del libro abierto en tu portal:
‘¡Con este signo, vencerás!’
Canta el bronce la ferrea voluntad
De tu estirpe, el eco secular
Proclama de justicia y libertad.”42
Del "Entre Ríos Revisitado"
Continuará...
Citas y Fuentes:
1- Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria, 1918-1988, UNER, Concepción del Uruguay, 1988
2- Horacio Salduna, Urquiza, su testamento histórico, político y moral, Editorial de Entre Ríos, 2001, Pág. 21
3- Ídem, Pág. 15
4- Carta a Mitre el 20-9-1861, en Aníbal Vásquez, Periódicos y periodistas de Entre Ríos, Dirección de Cultura de Entre Ríos, Paraná, 1970, Pág. 104
5- Oscar Urquiza Almandoz, Historia de Concepción del Uruguay, Tomo II, Editorial de Entre Ríos, 2002, Pág. 83
6- Celomar Argachá, El Colegio del Uruguay, a través de sus rectores, Eduner, Concepción del Uruguay, 1999, Pág. 44
7- Ídem, Pág. 66
8- Art. 20, Constitución de la Nación Argentina, Quipu, 1984, pág. 13
9- Celia Vernaz, ¿Quién mató al padre Cot?, Colmegna, Santa Fe, 1994, Pág. 105
10- Argachá, Págs. 68-75
11- Ídem, Pág. 69
12- Argachá, Pág. 126
13- Ídem.
14- Ídem, Pág. 129
15- Ídem.
16- María Liberatori de Presas, El colegio y la Fraternidad, La Calle, 1849-1999 150º aniversario del colegio del Uruguay ‘Justo José de Urquiza’, 3-9-99, Pág. 21
17- Celomar Argachá, Tiempos de desbordes y bochinches, Ediciones El Mirador, Concepción del Uruguay, 1999, Pág. 117
18- Ídem.
19- “Güelfo es el estado que impone violentamente a todos los ciudadanos las relaciones sociales de servidumbre que constituyen al Señor y a los Siervos del Señor” afirma Gustavo Lambruschini, en Del mundo cerrado al universo infinito, Contrabando, Nº 2, enero-febrero 2005, Paraná, Pág. 31
20- Argachá, Tiempos..., Pág. 19 y ss.
21- Ídem. Pág. 125
22- Ídem, Pág. 126
23- Argachá, El Colegio..., Pág. 194
24- Ídem.
25- Betriz Bosch, Historia de Entre Ríos, Plus Ultra, 1991, Pág. 281
26- Manifiesto Liminar, Pág. 5
27- Idem, Pág. 11.
28- Julio V. González, Significación Social de la Reforma Universitaria, Conferencia 20-8-1923, Ediciones MNR, Buenos Aires, 1984
29- Alberto Ciria, Partidos y poder en la Argentina Moderna, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986, Pág. 222
30- Argachá, El Colegio... Pág. 297
31- Ídem
32- Idem, Pág. 295
33- Gabriel del Mazo, La Reforma Universitaria, brazo de una conciencia nacional, MNR, 1987, Pág. 8
34- Sara Bruchez de Macchi, Arturo Frondizi, Alumno del Histórico Colegio, La Calle, 1849-1999 150º aniversario del Colegio del Uruguay ‘Justo José de Urquiza’, 3-9-99, Pág.25
35- Ricardo Roa, ABC del ascenso Olé, Tomo 3, Agea, Buenos Aires, 2001, Pág. 235
36- Argachá, El Colegio..., Pág. 309 y ss
37- Ídem, Pág. 311
38- Ídem, Pág. 312.
39- Ídem.
40- Ángel Gelo Mazzarello, Cuentos y recuerdos de Cedelú, Inédito, 2004, Págs. 121-122
41- Argachá, El Colegio... Pág. 346
42 - Linares Cardozo, Fragmento del Himno al Colegio Nacional del Uruguay, en El Mirador, Número 5, Concepción del Uruguay, 1983, Página 15
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