Solemos decir que la infancia ha desaparecido o finalizado. Lo hacemos en términos de medir con los parámetros de antaño, sosteniendo además que todo pasado fue mejor. La ciudadanía infantil otorga “demasiados” derechos y el rol de los adultos se encuentra cuestionado ante alguien que –aún en su pequeñez– actualmente puede tantas cosas. En fin. Una de las formas que hemos encontrado para aliviar esto es reconocer amablemente la pluralidad.
Por VANESA LEOPARDO ( Colaboración especial para EL MIÉRCOLES DIGITAL).
Hace tiempo que me incomoda pensar que en el acto bondadoso e inclusivo de hablar de la(s) infancia(s) nos adentramos en el riesgo de la S. El riesgo de que en la pluralidad algunas infancias queden congeladas en determinadas posiciones porque pueden mucho o porque pueden poco.
La infancia es un campo de estudio y decir infancia(s) no significa la ampliación de dicho campo sino asumir con fuerza de destino algunos modos tremendos de transitarla. Tomar con fuerza de verdad que la pluralidad nos viene a justificar que algunas infancias sí y otras no tendrán cosas que se parecen a la infancia. Que la desigualdad pone a cada uno en su lugar y somos inclusivos si respetamos cada destino (y nada más). “Niños en riesgo social” ¿qué quiere decir?, nada. Sin pavimento, sin agua, electricidad, baño, comida, salud o educación ¿cuál es el riesgo? Ahí ya no hay riesgo de nada, ya se transitó el riesgo. Es exclusión social.
No se trata de gestionar mejor la exclusión hablando en plural ¿qué hay que prevenir ahí? ¿qué hay que aceptar? He pensado en el riesgo de mi propio uso del plural para justificar que la infancia se transita de múltiples maneras y que debemos respetar eso. Me encontré repitiendo –sin mayor desarrollo– un discurso progre que produce descuidos. Te veo, te respeto, te doy una palmadita en tu manera diversa de transitar la infancia pero no hago absolutamente nada para arrancarte de tu destino.
La infancia no desaparece, que no nos sirva de excusa para olvidarnos de la práctica de cuidado urgente y necesaria. No hagamos del uso de la “s” una teoría única que no permita mirar más allá del dato, describiendo situaciones y promoviendo el respeto por las diferentes formas de transitar la vida sin la incomodad del reconocimiento de que hay cosas que de verdad deberían ser diferentes. Sin la incomodidad de la pregunta sobre ¿qué es lo que hace falta para cambiar algo?
No despidamos tan temprano la infancia ignorando los recorridos que generan las condiciones de vida, no pluralicemos para desdibujar los efectos de la desigualdad y entonces las infancias todas en una misma bolsa, pero celebrando en escenarios distintos porque son diversas.
En la diversidad nadie es homologable.
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