El reconocido historiador y pensador fue el eje convocante de un encuentro provincial en el que se trabajó sobre la necesidad de revisar la forma en que se enseña el pasado en Entre Ríos como paso necesario para ser protagonistas de nuestro propio destino.
Por AMÉRICO SCHVARTZMAN de EL MIÉRCOLES
Fotografías: CÉSAR PIBERNUS
“Apenas nos pusimos en dos pies
comenzamos a migrar por la sabana
siguiendo la manada de bisontes
más allá del horizonte, a nuevas tierras lejanas”
¿Cuándo empieza la historia entrerriana? La historia que transmitimos… ¿Es la nuestra?
Las preguntas no son caprichosas ni arbitrarias. Las respuestas que se esbocen, además, tienen consecuencias en muchos terrenos de nuestra vida cotidiana.
El Encuentro realizado en Chajarí el pasado fin de semana reunió a comunicadores sociales, periodistas, docentes, padres y madres de familia, historiadores, filósofos, antropólogos, museólogos… Todas personas preocupadas por estas preguntas y sus respuestas. Entre otras cosas, claro, porque no faltaron alusiones a la coyuntura y a las angustias que de ella se derivan.
Pero todas estas personas, activas en conjuntos humanos diferentes, provenientes de lugares distintos de la provincia, comparten un círculo central, una intersección de muchas de sus inquietudes e intereses más hondos: la perspectiva epistemológica que propone desde hace años Juan José Rossi, historiador, investigador, fundador de museos, autor de decenas de libros que han abierto mentes, y docente formador de miradas distintas en Entre Ríos durante mucho tiempo.
Hoy jubilado, Juanjo Rossi, que con 93 años conserva el entusiasmo y la energía de un adolescente, dirige el Museo Ivy Mära Ey en Chajarí. En ese ámbito, tan especial, en el inicio del encuentro, Juanjo exhibe a la vista de todos un clásico libro de historia entrerriana, donde la impronta provincial en la historiografía se inicia… con los Reyes Católicos de España, en el siglo XV, hace apenas 500 y pico de años. Antes no hubo nada. Así se ignoran los miles, decenas de miles de años de historia humana en el continente.
Y entonces las preguntas se resignifican. ¿Cómo se enseña el pasado en nuestras escuelas? ¿Y qué visión de nuestra vertiente aborigen y afro se implanta allí? ¿Se enseñan como “historias nuestras” o de “otros”? ¿Y en la comunicación social? ¿Qué lugar ocupan en ese imaginario los seres humanos que poblaron el continente, con una enorme diversidad cultural, religiosa, social, simbólica, productiva, filosófica, desde hace por lo menos 20 mil años?
Como producto de ese cambio de perspectiva, Juan José Rossi, alguna vez sacerdote, formado en Teología en la Pontificia Casa de Estudios de la Arquidiócesis de Buenos Aires, termina publicando una obra tan tremenda como imprescindible donde desvela, implacable, “el fraude del catolicismo”. ¡Cómo no va a ser incómodo Juanjo Rossi!
¿Tenían (y tienen) pensamiento filosófico los pueblos del Abya Yala (el nombre propuesto, desde hace décadas, para reemplazar el de “América” con que el invasor bautizó a estas tierras)?
Esa y tantas otras preguntas formaron parte de los temas que se deliberaron los días 1 y 2 de junio de 2024 en el Encuentro Abya Yala, realizado en Chajarí, con el Museo Yvy Mära Ey (Tierra sin Mal, en guaraní) como epicentro de los diálogos y desafíos planteados.
Obviedades y revelación
“Somos una especie en viaje
no tenemos pertenencias, sino equipaje
vamos con el polen en el viento
estamos vivos porque estamos en movimiento”.
Para algunas personas resulta una obviedad: la genuina historia de la humanidad en este contiente y en esta nación no empiezan en 1492 (la primera) ni en 1810 (la segunda) sino que ambas se remontan a miles de años, tal como lo muestran diferentes disciplinas que se ocupan de recuperar el pasado de nuestra especie.
Para muchas otras, se trata de una verdadera revelación: en el continente había personas, culturas, arte, ciencia, conocimiento… No hubo “conquista”, ni “encuentro”, ni “descubrimiento”, sino invasión, explotación, depredación, aculturación.
Ana Delia Scetti, paranaense, lo resumió de este modo: “Ponemos en foco y con énfasis el hecho de que los invasores no lograron exterminar a todos, que los que quedaron se preservaron desde el silencio y la invisibilidad (involuntaria), se las ingeniaron consciente o inconscientemente para trasvasar el tiempo, los siglos, para que en el presente nuevas miradas los hayan alentado a revelarse y rebelarse en su ancestralidad”.
Y sobre el encuentro, señaló: “Sé que es un granito de arena en el océana en el que estamos adentrándonos, pero la playa está hecha de granitos, que juntos hacen una playa bellísima”.
Dos jornadas intensas
“Nunca estamos quietos
somos trashumantes, somos
padres, hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes
es más mío lo que sueño que lo que toco”.
Fueron dos días intensos. El sábado 1º de junio, desde las 10 de la mañana y tras el recibimiento formal de la directora Municipal de Educación, profesora Stella Zilloni, comenzaron las deliberaciones.
La apertura estuvo a cargo, como no podía ser de otro modo, del profesor Juan José Rossi, comentando el contenido y los objetivos de este Primer Encuentro Abya Yala, con un intercambio abierto entre el expositor y los presentes, que se presentaron contando sus actividades, expectativas e inquietudes. Esa suerte de asamblea contó con la moderación del periodista Tirso Fiorotto, de Paraná (aunque oriundo de Larroque).
Por la tarde, y después de que se compartieran las pautas y consignas para los grupos de trabajo (tarea a cargo de otro de los anfitriones y organizadores del encuentro, el antropólogo Luis Capeletti, de Chajarí) sesionaron tres comisiones que unas horas después presentaron en plenario las conclusiones de sus deliberaciones.
Ya a la tardecita, en el auditorio del cuidado Centro Cultural que posee la Municipalidad de Chajarí, se realizó un acto abierto a todo público, en donde se explayó el intendente, contador Marcelo Borghesan, quien expresó su comunión con los objetivos del Encuentro y encomió la labor de difusión que realizan Juanjo Rossi y todo el personal del Museo Ivy Mära Ey, a quienes consideró “un orgullo de la comunidad de Chajarí”.
Luego se proyectó el cortometraje “Manos pintadas” (vestigios humanos milenarios del sur argentino) del realizador Jorge Prelorán, documentalista argentino de fama internacional. Y luego hubo un panel informativo a la comunidad donde expusieron acerca del encuentro Tirso Fiorotto y las docentes y licenciadas en Historia Aixa Mega y Mariela Satto, ambas de Concepción del Uruguay. En el cierre actuó el ballet municipal de la vecina ciudad de Mocoretá.
Aportes desde lo más hondo
“Atravesamos desierto, glaciares, continentes
el mundo entero de extremo a extremo
empecinados, supervivientes
el ojo en el viento y en las corrientes
la mano firme en el remo”.
El domingo, desde las 9, se siguió con el trabajo de deliberación ya en forma de plenario, en donde se acordaron puntos relevantes para la continuidad de la labor, apuntando a incidir en los programas de estudio y en la comunicación, dos ambiciosos objetivos, en línea con la intención de difundir la mirada sobre el pasado a la que Juanjo le ha dedicado toda su vida.
“¿Por qué empezar la historia en 1492, o en la llegada del primer europeo que ‘descubre’ el río Uruguay? ¿Por qué no contar la historia verdadera, la de la humanidad —de cuyo ancho torrente, la humanidad americana, de Abya Yala, es un gran conjunto de cursos vitales— que nace en África hace alrededor de 200 mil años, y llega a nuestro continente entre 25 mil y 40 mil años atrás, por el estrecho de Bering?”.
Las voces se elevan porque la pasión y el conocimiento llevan a que la sangre hierva y se exprese, entre hermanos que se conocen mucho, aunque algunos de ellos es la primera vez que se encuentran en persona.
Es imposible reducir en pocas líneas el riquísimo compendio de aportes de diferentes ángulos que se produjo en el Encuentro: tanto emocionales como profesionales, porque el conocimiento no excluye las emociones.
Desde la primera punta de flecha hallada en la región, que permite afirmar con certeza que hace miles de años ya había seres humanos aquí, hasta los estudios que muestran asentados nacimientos, bautismos, muerte de personas con apellidos guaraníes en los poblados entrerrianos en el siglo XIX, pasando por el registro de las matanzas cometidas en lo que hoy es Victoria o de la realidad (tan evidente y visible que parece imperceptible) de la presencia aborigen en la toponimia entrerriana: los nombres que reciben el paisaje y la naturaleza, donde especies animales, cursos de agua y parajes exhiben las raíces guaraní, charrúa, chaná, de nuestro presente.
Conciencia y hermandad
“Cargamos con nuestras guerras
nuestras canciones de cuna
nuestro rumbo hecho de versos
de migraciones, de hambrunas”.
Todos los aportes convergen en el homenaje amoroso a Juanjo Rossi, este atleta del pensamiento que desde hace 50 años no deja de sembrar las semillas de la conciencia sobre nuestro pasado humano, y cuyos “discípulos” además de amigos —como se asumen orgullosos los presentes— riegan y multiplican en diferentes vías, incorporando la mirada ambiental, vinculando con agrupaciones de estudio, con luchas sociales insobornables, con investigaciones notables y de enorme valía, aun cuando se refieren a temas y miradas que a los grandes centros de poder no les interesan… o no les convienen. Esa convergencia muestra un cambio que empezó hace mucho, pero que las personas convocadas no quieren dejar de abonar y regar.
Y nadie mejor que Juanjo Rossi para hacer las preguntas adecuadas, y para simbolizar esa transformación. Él, que empezó su vida como cura, se animó a revisar todo lo que le habían implantado, en un proceso de verdadero descubrimento de la realidad donde no fue un elemento menor el contacto con personas como Luisa Pereyra, la artesana centenaria que en su larga vida siempre se negó a hablar el idioma invasor.
Como producto de ese cambio de perspectiva, Juan José Rossi, alguna vez sacerdote, formado en Teología en la Pontificia Casa de Estudios de la Arquidiócesis de Buenos Aires, termina publicando una obra tan tremenda como imprescindible donde desvela, implacable, “el fraude del catolicismo”. ¡Cómo no va a ser incómodo Juanjo Rossi!
“El encuentro fue altamente provechoso, todos fueron momentos cálidos, y más que nada esa rueda de mate en el museo que crea el clima perfecto para el intercambio de saberes y pareceres. Sin dudas todos salimos con otras puntas para desenredar esta madeja, una tarea que será permanente y por siempre. Nadie puede soñar con un esclarecimiento definitivo y un camino de flores…”, dice Tirso Fiorotto, esbozando un balance de lo vivido.
Los abrazos de despedida están llenos de promesas de reencuentro, pero sobre todo, de entusiasmo por seguir difundiendo una mirada diferente, que nos reconcilia con lo mejor de las tradiciones de los pueblos ancestrales, que son al mismo tiempo las mejores tradiciones entrerrianas: la hospitalidad, el trabajo mancomunado y festivo, la horizontalidad donde “naide a naide es más” (según la formulación de Linares Cardozo y su “ley del minuán”), la complementariedad y la cooperación (en lugar de la competencia despiadada), la mano abierta y el corazón dispuesto en un territorio donde la palabra “es documento”.
Yo no soy de acá, pero vos tampoco
“Apenas nos pusimos en dos pies
y nos vimos en la sombra de la hoguera
escuchamos la voz del desafío
siempre miramos al río, pensando en la otra rivera”.
La perspectiva que propone la obra de Juanjo Rossi es incómoda, molesta, disruptiva. ¿Cómo no serlo?, preguntábamos párrafos atrás. Juanjo, en decenas de libros, viene a decirnos que (como en la canción de Jorge Drexler) él no es de acá… pero vos tampoco.
Que nos mintieron, que no hubo “descubrimiento”, sino invasión impiadosa y cruel movida por la codicia.
Que no hubo “evangelización” sino complicidad y justificación teológica para esclavizar a seres humanos.
Que la explotación no se terminó cuando nos sacamos de encima a los españoles, sino que siguió y en muchos aspectos sigue hasta hoy.
Que varios de nuestros próceres principales fueron también asesinos y esclavizadores, o exponentes de un racismo que hoy avergüenza a cualquier persona lúcida, pero que sigue subyacente, latente, presente, debajo de las palabras “políticamente correctas” que se usan para ocultar la realidad.
Que la dominación de los centros imperiales sigue viva, aunque en formas nuevas, y que ya es hora de empezar a pensar con nuestras propias cabezas y no con ideas impuestas.
Nos dice que son importantes los museos como el Ivy Mära Ey (o el extinto Yuchán, que la desidia de las autoridades uruguayenses y la indiferencia de la comunidad permitieron que se perdiera). Pero son importantes porque quienes entran allí, creyendo que van a ver “cosas de indios”, salen dándose cuenta de que son “cosas de todos”, también suyas, propias, cosas humanas, porque somos una sola especie, una sola humanidad, que no hay “otros”, que no hay “ellos” y “nosotros”.
En 1987 los investigadores Rebecca Cann, Stoneking y Wilson demostraron que el Homo sapiens se originó en África, aproximadamente entre 140 mil y 290 mil años atrás. Y desde allí migró al resto del mundo, sustituyendo a otros humanos arcaicos. A nuestro continente se estima que llegó entre 14 mil y 20 mil años atrás. Por lo tanto no hay nadie originario: todos somos inmigrantes.
Por eso Juanjo rechaza enfáticamente el uso de palabras como “originarios”, “aborígenes”; “indígenas”… ¿Quién es verdaderamente “indígena”, palabra que viene del latín, indu- dentro, y -genus nacido, es decir “nacido en o dentro del lugar”? “Originario” y “aborigen” significan básicamente lo mismo. ¿Entonces? Si todos, absolutamente, más temprano o más tarde, provenimos de seres humanos que salieron de África. De modo que entonces, o nadie es originario o todos lo somos. Porque, otra vez, como canta Drexler: yo no soy de acá, pero vos tampoco.
Movimiento
“Los mismo con las canciones
los pájaros, los alfabetos
si quieres que algo se muera
déjalo quieto”.
El Encuentro Abya Yala, el primero, realizado en Chajarí, ha llenado de vitalidad y de emoción a viejos luchadores, que se mezclan con nuevas generaciones. El compromiso genuino del camino compartido se refleja en los gestos, los rostros, las miradas registradas en las imágenes que acompañan esta nota, tomadas por la cámara veraz y comprometida de César Pibernus.
No hay un camino a la paz, dijo Gandhi. La paz es el camino. Parafraséandolo, no hay un camino hacia la transformación de la conciencia: la transformación misma es el camino, y debe transitarse con alegria, con hermandad y con convicción.
Algo de eso es lo que ocurrió en Chajarí este fin de semana. Ojalá sea apenas el inicio de una gran transformación que cambie curriculas escolares, y sobre todo, conciencias.
(Los versos intercalados después de cada subtítulo son estrofas de la canción de Jorge Drexler, “Movimiento”, donde desarrolla, con notable síntesis, el pensamiento sobre la historia humana que permea la obra de Rossi y el espíritu del Encuentro Abya Yala. Dejamos el enlace para quienes quieran escucharla completa).
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