"Para el pueblo y su esperanza se necesita de conducción política, nada más ni nada menos. Las personas que verdaderamente están destinadas a conducir con responsabilidad social y política a un pueblo, son aquellas que se exponen y nacen de lo más profundo del interior de ese pueblo como única condición", dice Juan Martín Garay.
Por JUAN MARTÍN GARAY (*)
Ser militantes (fundamentalmente del amor y de la vida, comprometidos con el prójimo), implica tener exposición en todo momento y lugar. Significa decir presente en la justificación espiritual de esa existencia que da sentido pleno a la vida, anteponiendo los intereses del conjunto por sobre las ambiciones personales. Afirma Juan D. Perón que, “así como no nace quien escape a su destino, no debiera nacer quien no tenga una causa noble por la que luchar para justificar su paso por la vida". Buscando superar con ello a la maldita mezquindad del utilitarismo material al que nos vemos supeditado diariamente por el contexto que suele imponerse de manera regular, esa causa noble no debe ser otra que la causa del pueblo.
La lucha por cambiar la realidad es una constante de la que no hay que claudicar. Cuando las personas luchan por ideales, sirviendo a la comunidad con una entrega solidaria, ennoblecen con ello su accionar respecto de la defensa que se da en el combate de ideas. Mucho más aún si logran quedar en la historia convirtiendo cada necesidad popular en un derecho consagrado que de justificación al sacrificio entregado. Pero a ese accionar hay que darle contenido, un pleno sostenimiento en base a la formación permanente que permita dar sustento teórico a la práctica de las acciones en la realidad. Se necesita para ello de una enorme tarea en el marco de la formación, con el desarrollo de capacitación y autoeducación en una nueva generación de gente comprometida que busca hacerse cargo de lo que viene por delante.
Ponerse a consideración
Cuando alguien decide dar un paso adelante y ponerse a consideración de los demás en una boleta que lo lleve como protagonista, también se expone. Si bien las ansiedades biológicas son más veloces que el tiempo político que se vive, no olvidemos que los actores principales son única y primordialmente la gente, sino de nada sirve. Esa exposición de la que hablamos es mucho más marcada en un contexto donde el voto se está definiendo de manera selectiva. El comportamiento de la ciudadanía que decide, no de quienes se muestran para ser elegidos, se expresa cuando vota con toda la impronta de su bronca o esperanza.
Entonces, ¿quiénes se llevarán más cantidad de votos? Quienes logren canalizar las aspiraciones de ese universo de personas sentipensantes, ya sea que lo hagan votando por la esperanza y el optimismo o por el enojo y decepción, también por la nada misma. En estos momentos hay un nivel de incertidumbre tal que hacer pronósticos electorales claramente sería un error. El sentimiento triunfalista es una equivocación que se puede pagar caro (en votos), en este caso juega un rol importante en la observación desde la perspectiva electoral, un nuevo participante que cobra mayor fuerza, el de la bronca que por su parte tiene como firme representante nacional a un “influencer” economista.
Actualmente la sociedad expresa un enorme malestar que se explica de alguna manera con la distancia hacia cierta dirigencia política o viceversa. Con los resultados a la vista apenas se conozcan, la gente no será mala cuando no elija por una opción ni pasará a ser buena cuando lo haga por otra. Porque sencillamente quienes se ponen a consideración de los demás en una elección, en una boleta, pasan a ser la resultante de una conjugación entre la realidad y el humor social, pero mucho más por la influencia de la situación económica. Ya no se tratará de elegir por una u otra plataforma política porque hay un alto comportamiento emocional y emotivo en cada voto válido, impugnado o incluso el que se hace en blanco.
La herramienta
La mejor “herramienta” de transformación social positiva sigue siendo la política, guste o no en tiempos que perduran sostenidamente desde el “desencanto”. Pasa que la política debe estar puesta al servicio de un verdadero interés común, el del pueblo y su felicidad, no como ha sucedido a menudo desde ciertas expresiones que no han hecho más que decepcionar.
La esperanza es lo que necesita un pueblo para aferrarse al sueño de un nuevo destino que anhela. Por eso el tiempo que nos toca transitar necesita de personas que sepan interpretar con alto grado de acierto el momento histórico, político y cultural que vivimos. Quienes se exponen a conducir tienen que interpretar mejor que nadie la verdadera naturaleza de los nuevos problemas de estos tiempos y bregar por el fortalecimiento de los lazos solidarios para profundizar la construcción de comunidad, como paso previo al siguiente que es el empezar a hacer todo lo necesario para organizarla. En contexto electoral, quien se exponga debe tener la máxima responsabilidad y referencia de haber tomado la iniciativa política con gestión, organización, convicción, valores y visión programática. Si no lo han asumido así, se convertirán en aquello que dicen combatir y nuevamente ayudarán a la materialización de un eterno y cíclico fracaso colectivo de la mano de acciones individuales mezquinas.
Sentido pleno
Afirma Leopoldo Marechal: ”la política debe ser la hermana menor de la filosofía“. Por eso para dar sentido pleno a la vida, hay que instar a que se realicen los valores individuales y sociales en conjunto. El progreso espiritual y material se puede lograr en forma complementaria y armónica sólo si se retoma la verdadera esencia de la filosofía, volviendo así a las fuentes del pensamiento humanista y cristiano. La ética relación entre fines y medios tiene que tener como única medida de las cosas exclusivamente a las personas. Si no se hace de esta manera la perspectiva social queda solapada lisa y llanamente por la del mercantilismo político.
Por eso la concepción Justicialista entiende a la política como “un combate de ideas, sin violencia”; rechazando con plena convicción el individualismo y el colectivismo por ser ambos opuestos a la realización equilibrada del sistema social. Esto implica que la política es ante todo una estrategia humanista, donde “la razón potencia la intuición de la naturaleza de las cosas; y la educación se ofrece en el encuentro armonioso del conocer y el amar: porque el amor es lo único que construye”, destacando por sobre todas las cosas el ideal del bien común y la necesidad de construir una sociedad guiada por la justicia y la igualdad.
Porque la verdadera democracia es -según Perón- “aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo”, para organizar la comunidad desde un movimiento nacional de raigambre social, la ideología, ejecución y propuesta a través de un eje de desarrollo son vitales para que la justicia social se encarne a través de la doctrina nacional. Esta es una nueva oportunidad ante un escenario claramente adverso.
Para el pueblo y su esperanza se necesita de conducción política, nada más ni nada menos. Las personas que verdaderamente están destinadas a conducir con responsabilidad social y política a un pueblo, son aquellas que se exponen y nacen de lo más profundo del interior de ese pueblo como única condición. Lo demás es puro invento. Lo demás es puro cuento. Lo demás es puro humo. Por eso se necesita de un mensaje transformador que sea encarnado con plena convicción y una gran tarea, la de construir una unidad de concepción política (de la que carecemos) para poder tener una unidad de acción. La exposición no es fácil, hay que hacerla con mucha responsabilidad, desde las palabras y desde los hechos.
(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.
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