El Mar Rojo, con toda su biodiversidad, está en peligro por los enfrentamientos entre los hutíes y las potencias occidentales. El hundimiento de otro barco enciende todas las alertas.
Por GABRIEL MICHI (*)
Las guerras son un compendio de tragedias. Las más importantes, por la pérdida de vidas humanas. También por la destrucción material que generan. Pero hay una dimensión que muchas veces es ignorada, aunque no deja de ser muy grave: el impacto negativo en el medio ambiente. Un daño que en determinadas ocasiones resulta permanente, además de afectar a actividades económicas y hasta turísticas que se ven afectadas por la contaminación generada por los conflictos bélicos. Y eso es lo que se está viendo en el Mar Rojo, un lugar con una enorme biodiversidad, que se ve amenazada por los enfrentamientos que se han dado en los últimos tiempos entre los rebeldes hutíes de Yemen y las embarcaciones de Occidente que por allí transitan. En las últimas horas, el hundimiento de un gigantesco barco carguero británico con 22.000 toneladas métricas de fertilizante -tras un ataque de hutíes- en las aguas del Mar Rojo puso en evidencia al peligro que esto representa. El daño ambiental que ese derramamiento puede representar constituye una amenaza preocupante, no sólo por el fertilizante en sí mismo, sino también por el combustible que tenía para su traslado.
Esta situación, sumadas a otras precedentes, puede afectar a uno de los más grades arrecifes de coral del Mundo, donde vive una gran cantidad de flora y fauna marina,. pero también puede ser letal para la industria pesquera y para las plantas desalinizadoras que suministran agua potable a millones de personas, por ejemplo las que hace años viene construyendo Arabia Saudita y que abastecen a ciudades muy pobladas como Jeddah. El Comando Central de Estados Unidos, que opera sobre Medio Oriente, alertó sobre un “desastre ambiental” en ciernes.
El M/V Rubymar, un barco con bandera de Belice, se hundió después de llenarse de agua en el ataque del 18 de febrero. Antes de sucumbir por completo se podía observar a simple vista una gigantesca mancha de petróleo de más de 30 kilómetros que se desprendía de la nave. La amenaza es realmente tan grande por el volumen de la peligrosa carga de la embarcación, algo que podría provocar un daño sin precedentes en ese espacio que reúne características naturales únicas y que condicionaría a futuro el uso que se da al Mar Rojo. Así lo señaló, por ejemplo, Ian Ralby, fundador de la firma de seguridad marítima IR Consilium.
A ese cuadro de gravedad se agregan cuestiones naturales del propio Mar Rojo. Porque esa extensión de agua actúa muchas veces como una suerte de laguna ya que mantiene patrones circulares en su circulación: durante el invierno las aguas se mueven hacia el norte (hacia el Canal de Suez en Egipto) y durante el invierno lo hacen hacia el sur (hacia el Golfo de Adén). Según Ralby, eso provoca que “lo que se derrama en el Mar Rojo, se queda en el Mar Rojo”.
Aún no se sabe cuan grave va a resultar el hundimiento de este barco para el medio ambiente, pero se teme un escenario catastrófico Que incluso podría ser peor que el que se pudo haberse desatado cuando se hundió el FSO Safer, un decrépito petrolero que había estado amarrado durante años frente a la costa de Yemen. En ese caso, contenía más de un millón de barriles de crudo, pero su carga pudo ser transferida a otro buque el año pasado, evitando una hecatombe ambiental. En el caso del Rubymar, calculan que tendría el equivalente a 7.000 barriles de petróleo, pero lo que más preocupa es cuál es el alcance del daño que ocasionaran las 22.000 toneladas métricas de fertilizante que las autoridades portuarias de Djibouti, el lugar donde se hundió, dijeron que transportaba el barco en el momento del ataque. La posibilidad de que el buque pierda esa carga de golpe en las profundidades del Mar Rojo, enciende todas las luces de alerta. "También puede ser que haya un impacto por un goteo lento en lugar de una liberación masiva", señala Ralby.
El tema es que los fertilizantes alimentan la proliferación de algas por la explosión de nutrientes, con todo lo que eso implica para el resto de las especies. También habría pérdida de oxígeno, la asfixia de la vida marina y la creación de las llamadas "zonas muertas". Algo que pondría en peligro letal a los extensos arrecifes de coral que hay en el Mar Rojo, que además de ayudar a la biodiversidad constituyen -con sus llamativos colores y formas- una enorme atracción turística. Además, esos arrecifes son hoy un codiciado objeto de investigación científica, por lo que sería una inusual resistencia al calentamiento de las temperaturas del agua de mar que, en otros lugares del plante, ya han destruido otros tipos de corales.
El fertilizante y el petróleo derramado puede obstruir o dañar por completo las plantas desalinizadoras, fundamentales para la vida humana en un lugar donde el agua potable es un bien muy escaso. Pero también puede afectar los productos del mar tan utilizados en países empobrecidos como Yemen, donde la pesca era la segunda mayor exportación después del petróleo.
Este hundimiento (además de otros que se dieron en ese espejo de agua) constituye un nuevo capítulo del enfrentamiento de los rebeldes hutíes de Yemen (con apoyo de Irán) y las potencias occidentales. Esos choques, cristalizados en la toma de grandes barcos comerciales en acciones que simularon ser una suerte ataques "piratas" que incluso llegaron a abordar y tomar grandes naves, se agudizaron tras el recrudecimiento de la guerra en Medio Oriente, tras los brutales atentados de Hamás en territorio israelí -el 7 de octubre de 2023, cuando asesinaron a más de 1.200 personas- y la feroz respuesta del gobierno de Benjamín Netanyahu sobre la Franja de Gaza, que ya ocasionó la muerte de más de 30.000 personas y una crisis humanitaria sin precedentes. Crisis humanitaria que también vive Yemen, donde los hutíes chiítas combaten hace años contra el gobierno sunnita que goza del apoyo de Arabia Saudí. Ahora esa guerra se trasladó al mar y constituye una enorme amenaza también para el medio ambiente.
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