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La historia de un continente empieza cuando empieza… y continúa hasta hoy, no cuando un invasor lo decide

Durante una conferencia de prensa junto al presidente español Pedro Sánchez, el jefe de Estado Alberto Fernández, declaró: "Los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva, pero nosotros, los argentinos, salimos de los barcos. Y eran barcos que venían de allí, de Europa, y así construimos nuestra sociedad". Aquí un análisis profundo, y sin chicanas, del profesor Juan José Rossi al respecto. Para entender el fondo de ese razonamiento arraigado en gran parte de nuestra sociedad.

 

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(*) Por JUAN JOSÉ ROSSI

…efectivamente, en ningún otro continente habitado existe la conciencia de que su historia haya comenzado o comience con la irrupción prepotente de un invasor –sea quien fuere– a no ser que, en el supuesto  territorio, no hubiera recalado todavía el humano. Inclusive, así lo considera Europa para sí misma –su imaginario y su relato historiográfico, por ejemplo, no presupone  como inicio de su devenir histórico a la “invasión de los Bárbaros” o a cualquier otra que hubieran padecido desde que existe como tal;  ni Vietnam e Irak con la de los EE.UU. o La India por Inglaterra –…  excepto, sí,  en nuestro imaginario y sistema educativo creados por un invasor que, práctica y teóricamente, resuelve (y nosotros, que nacimos o fuimos adoptados aquí…, todavía aceptamos como natural  que “nuestra  historia” no se haya iniciado con el ingreso del Homo sapiens  por  Bering (o por donde haya sido) hace alrededor de 40 mil años, sino con la irrupción emblemáticamente violenta y  duradera de los europeos “desde” 1492: en ese momento ellos habrían depositado “por primera vez lo humano”. ANTES,  solo salvajismo sin armas; desnudez con elegancia; solidaridad y tierra colectiva; recursos, arte y ciencia ingenuamente para todos; centenares de idiomas para “papar moscas”; estructuras y organizaciones políticas para solo pelearse entre salvajes; filosofía de vida, arte impactante, centenares de idiomas y ciencia… ¡para perder tiempo!

Un  proverbio muy antiguo dice: "Esto brevis et placebis", cuya traducción literal es: "sé breve y complacerás". La imagen propuesta, si somos perspicaces, nos resultará una honda y simple explicación al alcance de todos. Excelente resumen el de la imagen, referida a nuestro profundo problema epistémico-filosófico, tan obvio y tan vital que todavía cuesta  percibirlo, no solo por presidentes de Abya yala y sus funcionarios sino por la mayoría de los habitantes del continente. Problema, por cierto, nacional, continental y planetario que la simple e insinuante imagen nos ayuda a captar, sin equívocos.

En fin, un problema (llamémoslo de esa manera, aunque es mucho más) imprevistamente puesto a consideración de toda la humanidad continental, gracias a una infeliz frase fruto del sometimiento que padecemos, cuyo contenido y sentido oculto navega en nuestras conciencias como si nada..., sin reaccionar debidamente. En las dimensiones epistémica (del pensamiento y modus vivendi), educativa y política nos comportamos como si no existiera el problema y “todo funcionara normalmente en nuestro imaginario colectivo e identidad”.

Nadie bajó de los barcos, ni salió de la selva o le debe su vida y cultura a los aztecas! Todos surgimos y crecemos en nuestro caso en esta tierra (Abya yala) y volveremos a ella en cualquier lugar que vivamos: México, Canadá o EE.UU; Uruguay, Ecuador o Guatemala.

Con naturalidad, insistimos en nuestras familias, en las escuelas y colegios; en los terciarios, profesorados y  universidades  –prácticamente desde que nacemos– en que, por ejemplo, "nuestra verdadera historia" comienza el 12 de octubre de 1492 con el ingreso de la “verdadera” civilización y religión; los “indios” son indios y “nosotros”, otra cosa, algo así como “sapos de otro pozo”…; el 25 de mayo de 1810 o/y el 9 de julio de 1816 “empieza” la historia de los argentinos; el presidente Roca conquistó (arrebató impunemente) “para la civilización”… el hábitat milenario de los pueblos nativos del Sur, asesinando a miles de personas “nativas” de nuestra tierra. (no lo expresamos explícitamente, aunque a veces sí, pero pensamos y actuamos de esa manera).

En fin, todas barbaridades, expresiones y conceptos de ese tipo asumidos como representativos, supuestamente, de nuestra “argentinidad”.

Parecería, y todo lo indica en esa dirección, que no entendemos o no queremos entender (algunos, quizá, no puedan ni quieran) lo simple  y obvio; lo que realmente sucedió con nuestro Género Homo (en el sentido de “hembra/macho humanos”); con nuestra Especie Sapiens moderna viviendo en el planeta, que hoy acoge a más de 7 mil millones de habitantes que parecería insinuar que nada tendríamos que ver con la realidad de una especie humana única e irrepetible tal cual somos.

Sin embargo, seguimos siendo la misma familia humana tras el largo y apasionante proceso en el que surgen los primeros grupos de Homo Sapiens (nosotros). No surgen, precisamente, en Europa/Europa/Europa, ni en China... sino en África/África/África a partir de hace 2.000 siglos –¡200 mil años!– en el noreste de aquel maravilloso y cultísimo continente –“negro”, como suelen definirlo quienes se creen superiores–, transformándose, aquellos remotísimos antepasados, en los artistas que dieron el puntapié inicial y las primeras pinceladas de nuestra historia, de la humanidad sapiens moderna, de la suya y la mía, de la única que existe hoy (aunque, es bueno saberlo: hubo, como mínimo 20 especies de Homo que nos precedieron y algunas, incluso, que convivieron con nosotros, por ejemplo, los neandertal, floresiensis y Denisovanos.

"nuestra historia empieza cuando surgimos en África, continuó cuando entramos a nuestro continente hace alrededor 40 mil años y aquí estamos en el seno de una única familia…"

Aquellos antepasados remotos sapiens se dispersarían lentísimamente hacia los cuatro puntos cardinales para satisfacer las mismas expectativas y necesidades que bullen hoy en nosotros, cristalizando con sus acciones el comienzo de "la historia” de nuestra humanidad actual", vivamos donde vivamos sus protagonistas y en los lugares que nos haya tocado en suerte recalar.

Pero pareciera que tras 500 años de sometimiento epistémico, cultural y político nos costara entender lo obvio: que seguimos siendo los mismos hembra y macho; con idénticos impulsos, carencias y curiosidades; que portamos el mismo cerebro aquellos días lejanos que nos motivó a expandirnos por todo un mundo desconocido buscando saciar el hambre, la sed, el abrigo, los antojos, las ideas... en fin, la misma especie abriéndose camino con su innata fragilidad… pero creando día a día maravillosas diferencias en íntima relación con el hábitat elegido. Grupos humanos sapiens que se fueron uniendo con respeto y lucha solidaria frente a los escollos y expectativas que surgieron, surgen y surgirán.

Los homo sapiens (es decir, nosotros, usted, sus familiares, amigos, enemigos, desconocidos…todos, pero existiendo hoy) partimos de África, nos expandimos sin barreras, siendo los mismos hombres que somos los que ingresamos en distintos momentos a los continentes habitables y, como es obvio, también al nuestro hace alrededor de 40.000 años... Aquí encontramos la forma de crear y construir con nuestra capacidad de pensar y actuar tecnología, arte, ciencia, cosmovisiones, mitos, y miles de formas de comunicarnos… Todo un enorme patrimonio (“cultural” decimos ahora) que, en el ficticio 1492, un manojo de comerciantes y aventureros de “otro” continente arribaran a nuestras costas fortuitamente y colocaran la piedra fundamental de una siniestra invasión, con tramposas y falsas consignas de "civilización, pacificación y evangelización en nombre de su dios, del catolicismo, de sus reyes y de la economía europea".

No descubrieron nada. Por el contrario, estaban perdidos en la inmensidad del mar. Habían chocado con algo simplemente “desconocido por ellos” (como si nosotros pisáramos por primera vez Europa u Oriente hoy. Pero, aunque ilegítimamente, incluso a la luz de sus propias leyes y su hipócrita fe cristiana…tomaron posesión (se apropiaron) de estas tierras y de sus habitantes, ya que desde el principio, y hasta que por fin huyeron, esclavizaron vilmente a millones de habitantes nativos y, como mínimo, a 10 millones de africanos, cruelmente depositados en nuestra tierra...

Con mano de obra gratuita, se llevaron todo. Eso sí: a lo largo de tres siglos  nos dejaron un mensaje inoculado en nuestras conciencias: "aquí, en esta tierra fabulosa, que nosotros (o sea, “ellos”) llamaremos en adelante "américa"… hoy, con nosotros, empieza la historia porque los indios no son hombres sino salvajes.

En el imaginario y proyecto de aquel puñado de homo sapiens extraviados en el Atlántico, la filosofía, la religión verdadera y la economía extractiva… era la de ellos, por supuesto. Y, gracias al regalo de su jefe religioso, el papa Alejandro VI…, en adelante todo (tierras, bienes y personas) nos pertenece y ustedes serán nuestros servidores" (Bula Inter Caetera rerum, 1493).

Peeeroooo..., y mal le pese a los distraídos del mundo y de Abya yala..., "nuestra historia empieza cuando surgimos en África, continuó cuando entramos a nuestro continente hace alrededor 40 mil años y aquí estamos en el seno de una única familia…en un lugar determinado del espacio continental en que hemos recalado por diversas circunstancias. A partir de aquel momento nuestra humanidad, la misma que llegó al Lejano y Cercano Orientes, a Europa, Oceanía y al nuestro... fue creciendo en culturas y en cantidad de habitantes que ingresaban, se quedaban o se desplazaban a otros territorios, siempre creando sus propias estrategias para sobrevivir dignamente allí donde nacemos o fuimos adoptados con toda generosidad.

Pero aquí, en nuestra porción del planeta, hace 500 años nos invadieron. Los que permanecieron de aquellos invasores, muchos se cruzaron (hembra o macho) con la "gente" de aquí (no "indios" porque no lo eran). Naturalmente pasaron a ser nativos (como los habitantes a quienes invadieron). Auténticos habitantes, no "mestizos" sino personas, como en el resto del planeta; y los que vinieron después hasta el presente desde el resto del mundo fueron, son y serán, si así lo deciden, "adoptados" es decir, lo mismo que "nativos" como sucede con los niños que recibimos en adopción".

Eso siente y piensa Europa de sí misma y para sí... Pero, "para ellos", la humanidad de Abya yala (nuestro nombre propio), desde 1492 seguimos siendo (con raras excepciones) "indios" de segunda o bastardos del Tercer Mundo. Para ellos seguimos siendo “indios” salvajes  como los que ellos masacraron para apoderarse del continente… cuando eran y son sabios, autosuficientes, artistas, pacíficos y solidarios... con un respaldo histórico-cultural fabuloso. Patrimonio que no apreciamos simplemente porque lo desconocemos y por la destrucción y ocultamiento estratégico que los invasores de hace apenas 5 siglos perpetraron a sangre, fuego, argumentos sofisticados y legiones "hambrientas de oro, riquezas y almas"; con miles y miles de clérigos "lavadores de cabeza", con milicias armadas, con poder económico, con caballos y perros amaestrados para matar. En fin, dispuestos a adueñarse del continente haciéndonos creer (y este no es solo un problema de los funcionarios sino de la mayoría)... que "nuestra historia" es la que ellos escribieron y nos impusieron.

Ayuda memoria:

¡Nadie bajó de los barcos, ni salió de la selva o le debe su vida y cultura a los aztecas! Todos surgimos y crecemos en nuestro caso en esta tierra (Abya yala) y volveremos a ella en cualquier lugar que vivamos: México, Canadá o EE.UU; Uruguay, Ecuador o Guatemala.

Nuestra historia no empezó en 1492. Aquel nefasto día “invadieron a nuestra historia de 40 mil años; fue un alud que se precipitó sobre nuestro continente y lo estamos reabsorbiendo en el torrente de nuestro devenir.

Todos los nacidos y adoptados en esta tierra (o en Eurasia, Oceanía y África) deberían ser considerados “nativos de pura cepa” en el lugar donde eligen vivir.

Somos del lugar en que nacemos…pero somos libres de renunciar a él y comprometernos con otro espacio. Comprometer, no “decir que”.

Si así actuáramos  … desaparecería el racismo, la discriminación, las guerras absurdas, Hiroshima, la soberbia de unos pocos… y seríamos una única familia, la del Homo sapiens. 

Reconozco que no es fácil asumirlo si nuestra mente sigue colonizada, es decir, invadida.

[¡Perdón por no ser fiel al proverbio latino "Esto brevis et placebis"!]

Notas complementarias para quienes deseen ampliar y tengan ganas

 1) Generalmente  se ignoran las vertientes africanas y asiáticas, a lo sumo se habla del “mestizaje” (debe leerse “cruzamiento” de personas) entre europeo y nativo de Abya yala aunque sin llegar estos últimos a la categoría de aquel”. Lo cual, según el invasor, teóricamente lo hacía menos salvaje que cualquier “indio”, africano o nativo de origen anterior y posterior a la invasión. Al respecto acota uno de los críticos de esta obra: “creo que el escritor uruguayo Abella dice que Zorrilla de San Martín hizo “mestizo” a Tabaré para que por su parte “blanca” pudieran entender los uruguayos de entonces que era capaz de pensar, sentir, etc., lo que no concebían en un charrúa. Mi abuelita decía que un niño no bautizado era “un animalito”. Extrañamente, “animal” significa “dotado de ánima o alma” y se aseguraba que los animales, seres “animados”, no tenían alma. Todavía en un colegio religioso de Paraná prevalecen estas confusiones. A la hija de mi sobrina le dijeron que su perrito no tenía alma porque era un animal. ¡Animales! La nena vino medio llorosa. Le expliqué estas cosas, puramente lingüísticas, y quiso ir a romperle el alma a la maestra. (Comunicación personal de Fortunato Calderón, 2014, crítico de la presente obra)

2) Por humanidad nativa o autóctona, en este caso, no señalo solo a los aborígenes o “indios” (término y concepto al que me he referido en el texto más arriba) sino al hombre como tal de todos los tiempos, desde los primeros ingresantes por Bering hace miles de años hasta la actual población, sin importar en qué cultura y lugar se haya desarrollado o se desarrolle, es decir, a todos los nacidos o adoptado por nuestra tierra, de origen anterior a la invasión o emergentes con posterioridad a la misma, como el caso de los descendientes biológicos de gente traída por la fuerza bruta desde África o voluntariamente de Eurasia: los que hoy se llaman criollos, gauchos, cabecitas negras, porteños, provincianos, nosotros y los que vendrán.

3) Mal le pese a quienes se sienten “blancos” u “occidentales” (con todo el contenido fantasioso que conllevan ambos términos y teniendo en cuenta que de alguna manera “todos somos  nativos y nos debemos a esta tierra”…) entiéndase que en los siglos de la invasión, casi el 100% de los nacimientos “mestizos” se produjeron sobre la base de madre nativa y padre advenedizo de distintas nacionalidades y culturas (eso sí), predominando los de origen castellano (no español) y portugués durante ese período, excepto en el norte del continente donde ya se hacía sentir la presencia anglo-francesa. Por otra parte, durante los siglos XV y XVI no habrían ingresado al continente más de 200.000 varones lo que relativiza absolutamente el mito de “sangre europea” y “madre patria” española, al menos en lo que se refiere a lo biológico. Proporcionalmente los nacimientos con mujer europea fueron muy pocos, de modo que los famosos mestizos, criollos y gauchos de las distintas regiones del continente, en casi todos los casos, llevaban un componente estrictamente nativo (más allá de que en sí eran nativos por haber nqacido y crecido en esta tierra) de importancia (reflejado en el ADN), aunque no lo supieran o lo negaran por prejuicios. (Sobre este tema recomiendo la lectura del primer capítulo de “América la mal llamada” de Daniel Conlazo, Ed. Búsqueda de Ayllu, Bs. As., 1993). Más allá de que los mal llamados “inmigrantes”, criollos y gauchos, incluso los “indios”,  sean todos “nativos” por haber nacido en “esta” tierra uno es de la tierra donde nació, lo cual no niega ni disminuye el hecho de que la persona haya encarnado estrategias, afectos y conocimientos de otras culturas a través de familiares, el estudio, o lo que fuere.

4) Es innegable el hecho de que ciertos antepasados de algunos europeos, adoptados en Abya yala entre los siglos XVI y XXI, nacieron en Europa y que finalmente se radicaron aquí por gusto, necesidad, por función política, religiosa o por simple aventura, lo cual no es denigrante en sí mismo pero tampoco supone a priori un beneficio y honor para la tierra donde recalaron o recalan. En efecto, los mal llamados inmigrantes (porque todos lo somos), los que físicamente vinieron a partir del siglo XVI –que, como se afirmó, relativa y proporcionalmente fueron pocos, aunque intenten hacernos creer lo contrario– no vinieron a salvar al hombre del continente sino “a salvarse ellos”. Nuestro espacio les dio todo, no sólo la tierra en sí (posesión discutible desde que fue arrebatada por invasores propiamente dichos a los habitantes preexistentes y luego regalada o vendida en su exclusivo provecho), sino la mano de obra, la sabiduría, el sol, los frutos, los animales…. ¡Ni hablar de los siglos XV al XVIII en que sólo se propusieron someter, expoliar y destruir lo que encontraban a su paso, contra algunas cosas interesantes que aportaron!, las cuales no dejan de ser discutibles. No creamos, por ejemplo, que el idioma castellano, el inglés o el portugués son mejores o más importantes que el quechua, aymara, náhuatl, mapuche o guaraní porque no es así, si bien por ahora no tenemos otra alternativa que comunicarnos con esos idiomas invasores y los aprovechamos. Y lo que es peor, tanto unos como otros vinieron a usufructuar y destruir al hombre y su cultura en nombre de un dios –difícil encontrar una paradoja más aberrante– que nada tenía y tiene que ver con las cosmovisiones y creencias nativas de nuestra tierra, diferentes sí, pero tan genuinas como las de ellos. Un dios estratégico –como lo fue Iahveh del Antiguo Testamento– que, a través de sus auto-proclamados vicarios o portavoces, alentó a “los pobrecitos y sacrificados invasores” en sus apropiaciones indebidas, en genocidios y culturicidios flagrantes. Al menos se los toleraron con su silencio y como parte de un proyecto político-religioso compartido y aberrante, disfrazado de evangelización, civilización y pacificación (¡penosa trinidad para la humanidad de Abya yala!) para disimular su engolosinamiento ante la inmensidad de lo que iban encontrando, incluida como objeto de deseo y de uso a la mujer de Abya yala, en la que buscaron solo placer y depositaron desprecio, engendrando con ellas millones de descendientes (hembra y macho indistintamente, tanto de África como de América) en tanto mano de obra cautiva exquisita, libre y humana, tanto como la de ellos.

En fin, si algún monumento superlativo se merece Europa en el planeta, ciertamente no es a su poesía, música, escultura, pintura o literatura, que las tienen y que en sí mismas no son comparables, sino a su falta de respeto, a su belicosidad y apego a lo ajeno, sin lo cual, no existiría. Se preguntará el lector ¿Qué tiene que ver esto con los inmigrantes? Una sutileza imperceptible pero densa: también ellos, seguramente sin quererlo, se introdujeron en Abya yala con esa mentalidad eurocéntrica y voraz, que finalmente los cerró sobre sí mismos en contraposición o frente a la población de origen anterior a la irrupción o, en la actualidad, a quienes no nos consideramos ni indios ni occidentales, sino simplemente “habitantes humanos”.

5)  Con relación al fenómeno “inmigrante” o migración en el planeta, no se ha de cargar las tintas sobre el hecho de que un individuo o un grupo al heredar esa condición incorpore una realidad sustantiva que solo desaparecería con la muerte. De hecho, se establece una calificación sociológica que distorsiona la realidad y confunde, ya que la especie Homo sapiens, en sí, es y será migrante. En efecto, todos somos inmigrantes o migrantes en el planeta, o nadie lo es. No se trata de distancias a recorrer para transformarse o lograr el status de inmigrante, sino de búsqueda por parte de los individuos y grupos de recursos y supervivencia, como lo hicieron, por ejemplo, los que llegaron de Asia a Abya yala hace 40.000 años. Las circunstancias pueden cambiar, pero toda la humanidad se moviliza por este impulso innato e irrenunciable de buscar siempre ecosistemas o contextos favorables a las expectativas de la especie: comida, agua, abrigo, calor humano, en términos generales bienestar para sí mismo y el entorno familiar. Aún en grandes ciudades y en pequeñas aldeas, donde suele suponerse que se ha adquirido el statu de sedentario, somos realmente migrantes, si bien lo somos de una manera formalmente distinta a la de hace 5.000, 2.000 o 500 años atrás. Seguimos siendo migrantes, más aún, somos cazadores-recolectores. Hoy, es cierto, la mayoría no vamos a los ríos y al monte a pescar o cazar ni al matadero; tampoco a recoger frutos para sobrevivir, porque captamos que sin racionalidad y proyectos limitativos en el uso del planeta este no podría mantener la producción de recursos tal cual se dan en la naturaleza como para alimentar a 8.000 o más millones de individuos. Pero seguimos peregrinando de un lado para otro, incluso en Internet, buscando esos recursos, no importa dónde, y adquirirlos al mejor precio o por trueque para satisfacer nuestras expectativas. Migramos literalmente cuando debemos abandonar una vivienda por variados motivos, y nos urge obtener otra; de igual modo si se pierde un trabajo nos desplazamos cientos o miles de km para encontrar uno alternativo, sin tener en cuenta la distancia. En todo caso, el que arriba desde afuera ingresará a un nuevo lugar (trátese de un continente, nación, pueblo, barrio, vecindad, trabajo o campo) con ciertos temores, prejuicios o concepto del espacio humano en el que ingresa, pero se adaptará hasta donde pueda y aportará lo suyo. Es obvio que surgirán algunas dificultades prácticas en su adaptación, pero todas, si hay disposición de integración y asentamiento o voluntad de arraigo y compromiso, se resuelven de alguna manera. Por ejemplo, el idioma, los juegos, las comidas y creencias… El problema de los mal llamados “inmigrantes de América” de los siglos XVI al XIX fue, y sigue siendo, que aquellas personas se embarcaban, o embarcan, en Europa, o donde haya sido, con pre-supuestos ideológicos, sociológicos y geográficos, todos fruto del eurocentrismo. En primer lugar prejuicios sociológicos absolutamente negativos, en especial en lo referido a la humanidad preexistente a sus arribos y, también, prejuicios con relación al espacio americano en que decidieron vivir, lugares desconocidos, totalmente idealizados o desvalorizados, según el caso. Prejuicios densos que crecieron en su conciencia junto al esfuerzo por adaptarse y no fracasar en su intento. Entre tales prejuicios –resultantes de las promesas e informaciones que les inyectaban quienes los traían o traen para concretar algún proyecto político y económico– estaba, precisamente, aquel por el cual, en lo humano, se sentían muy superiores a los indios “salvajes” y gauchos “haraganes”, habitantes de los campos que se les asignaría de acuerdo a tratativas previas, más el ingrediente pernicioso para ellos mismos de que aquí podrían enriquecerse rápidamente y sin trabas, observando con mirada torva todo lo que no fuera ellos mismos, sin duda con dignas excepciones.

(*) Investigador y docente. Fundó el museo etnográfico "Yuchán" en Concepción del Uruguay, el cual tuvo que cerrarlo a fines de agosto de 2011 porque la entonces gestión municipal priorizó el negociado con las empresas tragamonedas.  Vivió en La Histórica desde comienzos de los 90, y desde entonces desarrolló una amplia labor en la región, desde sus clases en la Uader y escuelas, sus cursos de capacitación docente en diversas ciudades y pueblos de la provincia, y sus incontables aportes en medios de comunicación, libros y artículos sobre la historia y cultura de nuestro continente. Actualmente está radicado en Chajarí, donde reorganizó parte de su material en una nueva institución, llamada Museo Ivy marä ey (la Tierra sin mal, en guaraní).

 

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