A más de dos meses de la detención de Asan Azad nadie sabe quién es este hombre que está en la Argentina desde hace casi un año y que intentó comprar un boleto de colectivo en Concepción del Uruguay con el documento de otra persona. En el FBI no tienen registros de él; tampoco en el Mossad ni en Interpol; Irán no lo reconoce. Misterios y preguntas incómodas que la justicia no logra responder.
Por JUAN CRUZ VARELA de PÁGINA JUDICIAL
Lo primero que debe decirse sobre Asan Azad es que todo cuanto lo rodea es un enigma, y es precisamente ese halo misterioso lo que convierte a esta historia en un campo magnético.
Hay una serie de interrogantes incómodos alrededor de la figura de este hombre espigado, de 1,90 metros de altura, anteojos con aumento, barba y una sonrisa indeleble en el rostro que lleva más de un mes detenido en la Comisaría Primera de Concepción del Uruguay.
El expediente judicial lo identifica como Cristo Francisco Asan Azad. No se sabe cuándo ni dónde nació. Dice ser de nacionalidad iraní, aunque también ha dicho ser palestino, afgano o saudí; no habla una sola palabra de castellano y ha recorrido el país con una mochila y una cruz colgando en el cuello haciendo chanas de albañil.
Ni el FBI norteamericano ni el Mossad israelí tienen en sus bases de datos a alguien que responda a esa identidad o que coincida con sus datos biométricos; en Interpol no hay alertas sobre esta persona ni se verifican antecedentes; y el Consulado de la República Islámica de Irán le respondió al juez federal Pablo Seró que en sus registros no figura nadie con ese nombre. Su archivo está en blanco.
Pero Asan Azad sigue detenido. Y ahora con la novedad de que la Cámara Federal de Apelaciones de Paraná confirmó el procesamiento y la prisión preventiva por haber utilizado un documento nacional de identidad ajeno, que podría implicarle una condena de uno a cuatro años de prisión.
Azad dice también que está en la Argentina desde 2021, pero no se ha detectado ninguna constancia de ingreso a través de los pasos fronterizos legales. En su indagatoria en el Juzgado Federal dijo que llegó a Venezuela en 2016, procedente de Estambul, y que allí solicitó la ciudadanía pero le fue negada; después intentó nacionalizarse en Ecuador, pero perdió sus papeles. Ambos países dicen no tener registros de ello. Luego, según Azad, inició un derrotero que lo llevó por Perú, Bolivia e ingresó a caminando a la Argentina. Se sabe, sí, que el 8 de octubre de 2021 fue demorado en La Rioja por una infracción migratoria y se le labró un acta.
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El hecho que lo mantiene detenido es parte de una trama intrigante y todavía indescifrable para la Justicia Federal de Concepción del Uruguay, dicen a Página Judicial.
El viernes 24 de junio, a media mañana, Azad se presentó en una ventanilla de la terminal de Concepción del Uruguay, extrajo un billete de 1.000 pesos de la billetera y con dificultad le dijo a la empleada de una empresa de transporte público:
–Concordia.
La joven le solicitó un documento o identificación y Azad le extendió una cédula a nombre de Rafael Oliveira Leal, domiciliado en la localidad correntina de Santo Tomé. La foto, sin embargo, no se condecía con el rostro de quien lo exhibía, por lo que se negó a venderle el pasaje y llamó a la Policía. “Leal”, repetía Azad cuando los policías le pedían una identificación. Se supo después que tenía en la billetera una licencia de conducir a nombre de otra persona, José Manuel González, registrado en la localidad de El Talar de Pacheco, en el partido bonaerense de Tigre. Tenía también 13.660 pesos y varios cuadernos escritos en otro alfabeto que luego se supo era farsí y eran una especie de diario de viaje que llevaba. En uno de ellos había un pasaje Gualeguaychú-Concepción del Uruguay de ese mismo día a nombre de Leal.
Desde ese día, Azad permanece detenido en la Comisaría Primera de Concepción del Uruguay, a pesar de que el delito que se le atribuye es excarcelable. Se mantendrá esa condición al menos hasta que se sepa quién es.
La defensa invocó el principio de insignificancia, es decir, pretende que el hecho sea considerado atípico porque el uso del documento de otra persona para la compra de un pasaje de colectivo no generó una situación de riesgo en el mundo real. El problema, otra vez, es que el documento en cuestión fue presentado por una persona de la que por el momento no se conoce fehacientemente su identidad.
Hay también un contexto: la presencia en el aeropuerto internacional de Ezeiza de un avión que había aterrizado unas semanas antes con una carga de autopartes y una tripulación integrada por catorce venezolanos y cinco iraníes. Nunca hubo sospechas sobre los venezolanos; y las alarmas respecto de los iraníes se encendieron a partir de que la República Oriental del Uruguay les había negado el ingreso cuando la aeronave se dirigió a Montevideo para cargar combustible, aparentemente, por una restricción de la multinacional Shell para venderle combustible a aviones de origen iraní. Entonces la justicia argentina inició una investigación para establecer posibles conexiones de algunos de ellos con grupos terroristas, incluso a pesar de que Interpol ratificó por escrito que ninguno de los tripulantes está requerido a nivel internacional por ninguna causa judicial vinculada al terrorismo y no hay delito que imputar.
¿Hay alguna vinculación entre Azad y el avión? Ninguna. Solo una aparente coincidencia de nacionalidad con algunos de los tripulantes. Pero mientras no se lo identifique, nada se podrá aclarar.
Su situación generó la reacción de la Red de Organismos de Derechos Humanos de Entre Ríos porque “se lo pretende estigmatizar desde sectores políticos y mediáticos vinculándolo con el terrorismo internacional”. Pidieron formalmente poder intervenir en la causa, pero el juez Seró les negó esa posibilidad.
Al mismo tiempo, la defensora oficial Julieta Elizalde inició un trámite ante la Comisión Nacional para los Refugiados (Conare) para que se le otorgue a Azad la condición de refugiado y, de esta manera, pueda recibir una documentación provisoria y asistencia. Lo hizo tomando en cuenta lo que Azad le dijo al juez Seró en su indagatoria respecto a que fue expulsado de Irán hacia Irak por su fe cristiana que es contraria al régimen que los Ayatollah instalaron en 1979. Sin embargo, el trámite ante la Conare tampoco ha tenido acogida hasta el momento.
Mientras tanto, Azad pasa sus días en una comisaría, siempre con la misma sonrisa.
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