El gobernador anuncia la necesidad de revisar el sistema previsional para hacerlo “sustentable”. Su ex vicegobernador, ahora al frente de la Municipalidad de Paraná, tramita una pensión que duplicaría su sueldo de intendente. Para pagar esa jubilación especial cada mes se necesita el aporte de más de 26 docentes. ¿Y si analizamos la ética de nuestras clases dirigentes?
Por A.S. de EL MIÉRCOLES DIGITAL
Foto: Entre Ríos 24
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Desde el 11 de diciembre de 2019, Adán Humberto Bahl es intendente de la ciudad de Paraná. Hasta el día anterior era vicegobernador de la provincia de Entre Ríos. Bahl es contador público, egresado de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Tiene 52 años, es decir que legalmente está lejos de la edad para jubilarse. Si fuera docente, por ejemplo, tendría que tener 55 años de edad y 25 años de aportes.
Sin embargo, con 52 y apenas cuatro años como vicegobernador, tiene el absurdo “derecho” de jubilarse como vicegobernador, con una remuneración cercana a los 200.000 pesos. (Escribo “derecho” entre comillas porque en un país donde la mayoría de los jubilados –casi el 70%– no llega a 20 mil pesos (¡una décima parte! y no precisamente después de cuatro años de trabajo), la prerrogativa que posee Bahl es claramente un privilegio, no un derecho).
Pero como cualquier otro gobernador o vice, por ley, Bahl tiene el “derecho” de tramitar esa pensión. Y ya lo hizo. La carátula del expediente que inició se viralizó. Por eso salió a aclarar la situación, o a intentarlo al menos. Aún no se sabe si cobrará la jubilación (cercana a los 200 mil) o el sueldo como intendente, que no llega a la mitad (86.470 pesos, según reveló el propio Bahl).
El sueldo docente promedio en Entre Ríos es de 47 mil pesos, según datos oficiales. Y un docente aporta el 16% de su sueldo para la caja previsional. Se puede hacer una cuenta ominosa: ¿cuántos docentes se necesitan aportando para que la Provincia le pague la jubilación privilegiada a Bahl? Respuesta: veintiséis docentes y medio. Eso es lo que le saldrá a la Provincia (al pueblo entrerriano) el privilegio del que disfruta Bahl, por ley.
"En un país donde el 70 por ciento de los jubilados no llega a 20 mil pesos, la prerrogativa que posee Bahl es un privilegio, no un derecho".
Sin embargo, cuando el gobernador Bordet anunció la necesidad de “hacer sustentable” el sistema previsional, reformando la ley jubilatoria, Adán Bahl fue uno de los primeros en apoyarlo. Señaló que «la Caja de Jubilaciones arrastra un déficit crónico que compromete todo equilibrio presupuestario provincial, con las dificultades que ello supone para el sostenimiento de su crecimiento y desarrollo».
En su muro de facebook, el profesor Gustavo Blanc hizo una reflexión tan sencilla como contundente: “Bahl fue vicegobernador 4 años, aportó ese tiempo, y se jubila con un sueldo de más de 200.000 pesos. Un maestro que aporta entre 25 y 35 años se jubila con un sueldo 5 o 6 veces menor al de Bahl. Pidamos coherencia a nuestros gobernantes, que haya relación entre lo que dicen y lo que hacen. Pidamos también justicia social, que al ajuste lo paguen los privilegiados y no los trabajadores”.
"Lo más grave de episodios como éstos es que no seamos capaces de visualizar su gravedad".
Blanc fue titular de Agmer Uruguay durante ocho años y actualmente es delegado gremial de la EET 2 y congresal provincial. En otro posteo añadió que si bien el requisito en el caso de los docentes son 25 años de aportes, “la gran mayoría de docentes aportamos 30 años pues deben cumplir el requisito de edad”.
Siguiendo el razonamiento de Blanc, como ciudadanas y ciudadanos, como comunidad, podemos y debemos analizar la cuestión desde una perspectiva política y también ética. ¿Cuáles son los estándares éticos que debemos exigir a nuestros gobernantes? Y en especial ¿tenemos elementos para establecer un juicio ético en este caso?
En ética hay diferentes perspectivas para analizar las acciones humanas, siempre en torno de una perspectiva más amplia que supone que las acciones individuales no deben ser incompatibles con el bien común. Esas perspectivas son la del deber (deontológica), la que jerarquiza las consecuencias de las acciones (utilitarismo) y la de la virtud (la ética “aristotélica”: ¿qué tipo de personas queremos ser? Las acciones se analizan en función de esa pregunta).
Desde la perspectiva general del bien común, parece claro que la actitud de Bahl sostiene una posición que se contradice con su conducta: habla de una sustentabilidad contra la que conspira su propia decisión, priorizando su beneficio antes que el bien colectivo.
Desde un punto de vista deontológico, ¿cuál sería su deber? ¿Hacer uso del privilegio o rechazarlo? Un mundo (o un país, o una provincia) donde todos actuaran como él ¿sería deseable o indeseable?
Desde la perspectiva que pone el énfasis en las consecuencias: la pensión de Bahl ¿afecta a la sostenibilidad de la Caja? Si se precisan aportes de más de 26 docentes para cubrirla ¿reduce o aumenta las posibilidades de que la Caja supere sus problemas de déficit?
Por último, desde la perspectiva de la virtud, la persona virtuosa es quien no sólo sabe juzgar lo que es bueno para ella sino para todas. ¿Puede ser considerado virtuoso desde algún punto de vista el aceptar ese privilegio?
"No es posible imaginar argumentos éticos para defender la actitud de Bahl"
Es posible imaginar argumentos para defender la actitud de Bahl, pero ninguno que encuadre en las perspectivas éticas mencionadas. Tal vez alguien que considere que la política (y la vida, y la convivencia) son solamente lucha de poder y en ella la virtud consistiría en imponerse del modo que sea. Pero eso no tiene nada de ético, y muy poco de humano. Apenas sería una versión justificatoria y levemente sofisticada de la competencia que desarrolla cualquier mamífero superior macho por prevalecer en la alimentación y la reproducción. Sí, es la perspectiva que suelen esgrimir muchas personas en diálogos de brutal honestidad. Pero ¿es una perspectiva deseable para nuestra comunidad? ¿Tiene algo que ver con los ideales que se enarbolan en público?
Las preguntas que propuse –quizás en el fondo con la moderada esperanza de que se las formulen Adán Bahl y el resto de quienes integran nuestras clases dirigentes– son válidas también para que nos las formulemos todos. Ya sea como experimento mental (“¿Qué haría yo si estuviera en el lugar de Bahl?”) o en relación a nuestros propios dilemas éticos cotidianos. Porque no creo que nuestros gobernantes sean muy diferentes de la sociedad que somos. El racismo, la meritocracia, el sexismo, la falta de empatía, el egoísmo, no son rasgos exclusivos de nuestras clases dirigentes. Pero, y ésta es la buena noticia, si somos mejores, seguramente serán mejores también quienes nos gobiernan.
Mientras tanto, o quizás para lograrlo, ejerzamos el derecho y el privilegio de dar estas discusiones. Lo más grave de episodios como éstos es que no seamos capaces de visualizar su gravedad. Es fundamental que nos eduquemos para parecernos a gobernantes diferentes. Solo así llegarán.
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