Son obreras y obreros tejiendo una hora histórica. Denuncian que no pueden acceder a los libros de su cooperativa, y no encuentran eco en los organismos competentes. Que un capanga les impide el acceso a las cuentas bancarias, y tampoco obtienen respuestas. Gritan que el capanga controla su cooperativa con despotismo, que roba expedientes, que inventa las actas, que malversa los fondos, que tiende emboscadas, que clausura con cadenas y soldadoras la fuente de trabajo, y los interlocutores ni mu.
Por DANIEL TIRSO FIOROTTO
Por si no se entienden las rarezas que soportan, señalan que el capanga se compró dos formaciones ferroviarias (¿dos trenes para el periodismo?), por cifras astronómicas mientras ellos reciben la mitad de una canasta de alimentos por excedentes, y sospechan que usó para esa compra a la cooperativa de periodistas sin consultarles. Ante semejante trampa, la burocracia los manda a iniciar un trámite administrativo en otra oficina.
A las y los valientes cooperativistas de Concordia les está pasando lo que experimenta esa mujer que por fin se libera de un macho golpeador y denuncia en la Policía los maltratos por treinta años; entonces el oficial de turno la mira de arriba abajo, le pregunta cómo se viste, por qué no habló antes, y le aconseja volver a casa, porque el violento es su compañero de pesca. Así es como los machos acuerdan no hacer olas.
Dos pájaros
Una veintena de concordienses cooperativistas del diario El Sol y Tele 5 pintaron dos pájaros de una sola pincelada: se plantaron con valentía contra la servidumbre que impone el cooperativismo trucho en pleno siglo XXI, y tomaron la tapa del diario que el capanga usaba a discreción para describirlo a él de cuerpo entero con títulos como éste: “Todo lo que toca lo vuelve miserable”. Son dos hitos, a cuál más sorprendente y confortante, y el capanga está comprendiendo que su látigo trocó en bumerang.
¿Quién redactó ese título y otros parecidos en el diario? La respuesta debe encontrarse en Fuenteovejuna: todos a una.
El caso es que la Argentina de las empinadas cooperativas falsas violadoras de normas laborales comenzó su declive en Concordia un 26 de octubre, en una asamblea obrera luminosa del sombrío 2020. Esa jornada fundó el Día de la Emancipación obrera cooperativa, y se la debemos a la dignidad panzaverde, a jóvenes dispuestos a volver cara al patrón que los sometía en un medio de comunicación masiva. ¿Pero cuánto podía durar el nuevo consejo de administración de la cooperativa si el capanga no largaba la manija? En verdad que, con la complicidad de la burocracia y algún banquero y alguien más, el capanga se las está haciendo cuesta arriba.
Vuelve el periodismo a hacer historia. Si cada 1ro. de Mayo conmemoramos la lucha obrera, y los mártires fueron casi todos periodistas, el 26 de Octubre (así, con mayúscula) nace de personas que entendieron su hora, y no habrá burócrata que les quite ese orgullito manso. Ya había hecho punta la valiente Marcela Gramaglia hace algunos años cuando desnudó al capanga que reducía a servidumbre al personal, y así lo firmó la Justicia. La historia de la Cooperativa Obrera de Trabajo de Prensa Escrita y Televisiva (Cotrapretel) no contiene una sino decenas de manifestaciones de dignidad, que jalonaron el camino. Quien se detenga a juzgar a los oprimidos por el tiempo largo que ha durado esta trampa no hará más que revictimizar a las víctimas.
Pero la burocracia es sorda cuando le conviene. Lo mismo hizo la burocracia con otras empresas fantasmas creadas por el capanga en un enredo que lo supera y que pronto se despejará en un juicio oral por presunto peculado. La burocracia está ante un problema, sería un error intentar taparlo con más embrollos, al estilo Mangeri.
No debe llorar
Hemos escuchado relatos de extrema sensibilidad esta semana. Relatos con lágrimas de hombres maduros, quebrados en el llanto ante la crisis que debieron soportar, crisis interior, crisis familiar, crisis colectiva, para liberarse del miedo que impone un sujeto con trastornos psicóticos en Concordia, inflado bajo las faldas de la política. “Que un hombre macho no debe llorar”, dice el tango y los valientes obreros de Concordia lo desmienten. Hay fatiga en ellos, sí, pero el grupo apeló a la honradez de cada cual para hacer pata ancha.
Si los políticos no saben qué hacer con el capanga, que aprendan de estas mujeres, de estos hombres. Son periodistas, administrativos, ordenanzas, diseñadores, mujeres y hombres convertidos en estos días en modelos para nosotros y tantos obreros de la Argentina sometidos, sea por la precarización laboral, el pago informal, el enredo legal: la trampa en fin. La ciudad de Concordia se está mostrando como un modelo, porque si por años naturalizó los tejemanejes del capanga, hoy comprendió el momento, y es una comunidad la que dice basta. Concordia nos hace acordar hoy a la Villaguay de principios del siglo XX que hizo una vaca organizada por mujeres principalmente para comprarle una imprenta al perseguido y hostigado periodista Antonio Ciapuscio. Villaguay respondió con solidaridad al crimen del joven Julio Modesto Gaillard, degollado junto al arroyo Santa Rosa. Por eso es Villaguay la capital del periodismo. (Aunque parezca increíble, ambos casos se parecen por la desaparición de expedientes y por la rebelión del periodista frente a las arbitrariedades del patrón. Esperemos que no se repita la experiencia de promover a la Legislatura al déspota, como ocurrió con Juan Hermelo).
Concordia responderá con la misma solidaridad, qué duda cabe, ante los embates de un capanga atropellador y es seguro que en distintas ciudades la capital del citrus hallará compañía.
La rebelión obrera no bajó, no entró de afuera: es una rebelión intestina. “Crece desde el pie la fogata”, dicen. Eso le da un calor superlativo. La misma ciudad que en tiempos iniciales dio cobijo a los revolucionarios independentistas en el Ayuí, hoy recupera esa dignidad primordial y se inclina ante la determinación obrera. Nosotros, desde Paraná, nos enteramos de esta gesta obrera por mujeres y hombres de Concordia que nos alertaron. ¡Salud!
No es hora de reprocharnos cabildeos, es hora de celebrar valentías. La noticia alienta: obreros y obreros de la comunicación le han puesto una bisagra a su condición. Nosotros abrazamos esa entrega que ellas y ellos podrán mostrar a su vecindad y su familia con la frente en alto. Se acabó el patrón, se acabó el capanga. Esa liberación nos libera a todas, a todos. Hay una decisión grupal, colectiva, comunitaria, para hacer frente no sólo al capanga sino también a sus cómplices.
Estar a la altura
La principal complicidad radica en atender el flagelo de la opresión como si fuera un asunto administrativo más. Bajarle el precio a los emancipados, buscarle los vericuetos y dudar de su palabra, es una estratagema burócrata que le hace daño a las gestiones de gobierno nacional, provincial y municipal.
El laberinto del multimedios de Concordia se desvanecería de manera muy sencilla si los miembros de la cooperativa propietaria pudieran acceder a los libros de esa cooperativa. Parece una nimiedad, pero la verdad es que los cooperativistas no pueden ver siquiera los libros, sus libros.
El Estado podría cumplir un rol esclarecedor: pedirlos y mostrárselos a todos y todas. Si no lo hace quedará la sospecha (por si hace falta) de que algún burócrata decide hacerse cómplice de un capanga bien conocido y mejor denunciado, con abultadas cuentas pendientes en la justicia. Pero ¿cuántos años hace que el Estado le da vuelo al capanga? ¿Y el Instituto de Cooperativas? ¿Y el Tribunal de Cuentas? ¿De cuántas patas se prenderá el ahogado para fondearlos a todos?
Los burócratas no se han dado cuenta, a pesar de que llevan muchos años en la función, que la cooperativa es trucha y que las y los cooperativistas han sido rehenes. Entonces, cuando los trabajadores y las trabajadoras toman fuerzas de donde no hay, arriesgando trabajo, ingresos y otras comodidades, y se deciden por la emancipación, lo que encuentran en la burocracia (que debiera cobijarlos) es un témpano. Justo para lo que el Estado debiera servir, no sirve.
Los trabajadores les dicen en la cara a los burócratas que ellos no renunciaron por carta documento, y los burócratas les responden que vieron una carta documento de renuncia. Entonces los mandan a un organismo nacional, para que Buenos Aires resuelva. ¿Entenderán en Buenos Aires este fenómeno? Pilatos no se lavaría las manos mejor.
Señores atornillados en Paraná: estamos ante una veintena de oprimidos que se rebelan ante el opresor, ¿serán capaces de ver desde sus poltronas la dimensión de esta gesta? Nosotros celebramos esta explosión de dignidad, ¿cuál es su duda? ¿Acaso se han preguntado por qué un capanga recibe incluso por años pauta oficial sin dar cuenta a los miembros de la cooperativa? ¿No han pensado en la sinceridad que nos debemos sobre las cooperativas aquí, en la cuna del cooperativismo? Pues bien, contra la cantinela, hoy estamos también en la cuna de la emancipación contra la trampa, y si los burócratas no despiertan este aluvión se los llevará puestos. ¿Acaso necesitan tres décadas más de truchadas para responder de una buena vez?
Golpearse el pecho
Los trabajadores aceptan que amenazaron con renunciar porque, electos al frente de la cooperativa por la asamblea absolutamente transparente del 26 de Octubre, no podían hacerse de los libros de la entidad y entonces los allegados les sembraron lógicas inquietudes por quedar pegados a tremendos ilícitos. ¿Se entiende la situación de extrema debilidad del obrero, ante un personaje que se pavonea con los más poderosos? No hay que olvidar que la presidencia de la Corporación para el Desarrollo del Lago de Salto Grande (CODESAL), que ejerció por una década hasta 2016, tiene rango de ministerio. La disparidad de fuerzas es demasiado evidente.
Sin embargo, esa renuncia que decíamos no se consumó porque no se reunió el consejo de administración para aceptarla. Y aunque esa renuncia hubiera sido completa, ¿se detendrán los burócratas en el árbol, o harán un esfuercito para ver el bosque? Las obreras y los obreros hablan de miedo, de cooperativa falsa, de mal manejo de fondos, de compras insólitas y millonarias sin participación de cooperativistas, y los burócratas ¿qué hacen en las puertas de un escándalo? Palmadita y a iniciar diligencias administrativas que pueden llevar meses, mientras el capanga hace y deshace con los fondos de la cooperativa, en connivencia con altos gerentes. ¿A qué poderosos les estamos dando tiempo para que levanten el teléfono y hablen desde algún refugio con funcionarios provinciales y nacionales, con banqueros, para desarticular la lucha obrera y palanquear al capanga? ¿Estamos esperando el desgaste de los pobres? ¿Por qué la burocracia no abre las orejas y los ojos para atender el esfuerzo de muchachos y muchachas jóvenes rebelados con razón, y personas con casi tres décadas de laburo en el medio, hartas de agachar la cabeza y por fin emancipadas, en cuerpo y alma?
Señores: está saliendo El Sol en Concordia. No habrá dedos que tapen tanta luz.
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