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EN EL DÍA DE LA MUJER

La olvidada maestra uruguayense que cambió la enseñanza gracias al arte

En la primera mitad del siglo pasado, Gerarda Scolamieri, maestra egresada de la Escuela Normal de Concepción del Uruguay, desplegó en una escuela porteña una labor extraordinaria que tuvo, poco a poco, reconocimiento como pionera de una pedagogía basada en el arte y el disfrute de la gurisada. Fue una mujer de no callarse, militante activa de ideas de avanzada, y por eso fue perseguida y obligada a jubilarse. Amiga de Gabriela Mistral y de Benito Quinquela Martin, en esta nota se recupera su nombre casi olvidado.

 

Por A.S. de EL MIÉRCOLES

 

La jubilaron a la fuerza en 1945. Gerarda Scolamieri era una molestia en el marco de gobiernos de opresión y silencio. Su trabajo docente impulsaba una enseñanza no-verbalista, centrada en en cada niño o niña, en sus intereses y sus posibilidades, privilegiando la acción práctica y el descubrimiento infantil como las mejores vías de aprendizaje.

Dibujos de niños y niñas tomados del libro de Gerarda.

Su labor como directora de una escuela primaria apuntaba a una educación integral, apoyada en el arte y la cultura. Y en esa convicción, convirtió a su escuela en un centro de inquietudes culturales, artísticas y sociales de alcance internacional: como la escuela se llamaba “República de México” (ubicada en Juan Agustín García al 2700, en Villa del Parque, Ciudad de Buenos Aires) Gerarda utilizó ese hecho para relacionarse con la cultura de aquel país, con una mirada latinoamericana que no era para nada común por aquellos años, y que incluso la llevó a México y a ser reconocida como una referencia pedagógica.

Si Gerarda Scolamieri se hubiera permitido deprimirse o dejarse vencer, y no hubiera escrito un libro (a instancias de sus amistades) quizás poco sabríamos de ella. Pero por suerte lo hizo.

Perseguidas por su labor docente

“Mi alegría y mi vida entera estaban en la escuela y al obligarme circunstancias adversas, a separarme de ella, quedé tan sola, tan triste, que creí imposible el volver a reír. Cuando ustedes, mis amigos, me pidieron que reuniera en un libro todo lo realizado allí, presentí dolor del alma para las horas que escribiese mis recuerdos. No había imaginado nunca que se pudiera encontrar consuelo recordando”, dice la propia Gerarda en las primeras páginas de su libro.

Acto por la Paz, 1949: María Rosa Oliver (sentada) y Gerarda Scolamieri.

En efecto, en 1945, tras 27 años al frente de la escuela, Gerarda Scolamieri recibió “el beneficio de la jubilación”, sin que esté muy claro a cuáles de todas las causas posibles se debió: ¿fue su avanzada idea pedagógica, su posicionamiento educativo y político abiertamente antifascista, en el marco de un gobierno con simpatías mussolinianas, fueron sus vínculos tan cercanos con exponentes de la cultura mexicana e intelectuales argentinos vinculados a la izquierda?

En una nota que Gerarda le envió a su amiga la poeta chilena, Gabriela Mistral (ver facsímil) le pregunta: “¿Sabe que fui separada de mis cargos, acusada de extranjerismo, por mi obra de confraternidad con México?”. Las autoridades educativas de la época, el Consejo Nacional de Educación (CNE), estaba en manos de figuras de la derecha católica y nacionalista, con nombres como Juan B. Terán, Jorge Coll y Gustavo Martínez Zuviría (quien firmaba sus libros fascistas como “Hugo Wast”). Una docente como Gerarda Scolamieri —antifascista, anticlerical y feminista— era poco menos que una indeseable.

“Vida y obra de una escuela”

El libro de Gerarda se titula “Vida y obra de una escuela”, se centra en sus años a cargo de la escuela “República de México” y su autora fue impulsada a publicarlo por una Comisión de Homenaje a su persona, constituida en buena medida para reivindicarla ante la persecución ideológica de la que era objeto. Se publicó un año después de la forzada jubilación.

En la presentación explica sus propósitos: dejar registro de su obra y encontrar consuelo, en clave algo melodramática propia de la época. Su apartamiento de la docencia motorizó el libro, a partir de la intención de aportar un legado pedagógico organizado, sistematizado, argumentado, un esfuerzo por dejar una huella que fuera capaz de convertirse en marca.

 Acto por la Paz, 1949: Maria Rosa Oliver (hablando) y a su lado Gerarda Scolamieri.

“Vida y espíritu de una escuela” trata fundamentalmente de las acciones que impulsó como directora, y tiene 232 páginas organizadas en tres apartados: la primera parte en donde Scolamieri desarrolla sus ideas acerca de la cultura estética como base y sustento de la educación integral, subdividida de acuerdo con distintas disciplinas y lenguajes artísticos; en el segundo apartado aborda la influencia de una concepción americanista en la formación del verdadero nacionalismo, y en la tercera y última sección reflexiona sobre los viajes como contribución a la educación.

El libro ofrece además variados recursos visuales que permiten ilustrar lo que la autora expone: cuadros, fotografías, escrituras infantiles, dibujos, toma predominancia por momentos un registro narrativo y en otras oportunidades uno argumental.

Una pionera

Para Maria Belén Trejo, quien estudió la obra de Gerarda, se la debe incluir en la corriente de la Escuela Nueva o Escuela Activa, que impulsaba prácticas de enseñanza no-verbalistas, que privilegiaban la práctica y el descubrimiento como vías de aprendizaje, que centraban su mirada en el niño, sus intereses y sus posibilidades. La educadora entrerriana bregaba por una educación integral que estuviera apoyada en el acceso a expresiones culturales y artísticas.

Una de sus preocupaciones centrales y constantes fue propiciar el acercamiento de la comunidad educativa a distintas manifestaciones artísticas: plástica, música, literatura, cine, teatro, títeres. Defendió un lugar activo de quien aprende y la necesidad de generar proyectos pedagógicos que les involucren desde el placer y los sentidos. De esta manera lo relataba en su escrito:

“El niño es un trabajador incansable, y encauzada su actividad en las vías de lo agradable, se apasiona, se abstrae, se crea un mundo magnífico y provechoso, propicio para la adquisición del conocimiento. Los niños aprendían con placer, con avidez, con felicidad. Mi escuela fue un taller en que trabajaban cantando niños felices. En el cuaderno de cada alumno se fijó siempre, con la ilustración justa, cada conocimiento conquistado”.

 

Uruguayense innovadora

Gerarda nació en Concepción del Uruguay el 18 de mayo de 1883 (otras fuentes dicen 1889), en el seno de una pareja de inmigrantes italianos recién llegados al país. Egresó como maestra en la célebre Escuela Normal en 1906. Entre sus primeros trabajos, se desempeñó como maestra y directora de la Escuela Láinez N.º 8 “Caseros”, en esa localidad del departamento Uruguay. Dejó ese puesto en 1912 para aceptar el traslado a una escuela de la Capital. Por entonces, el magisterio significaba la apertura a nuevos ámbitos de sociabilidad, inaccesibles antes para las mujeres, lo que rompía el modelo imperante de domesticidad femenina. Solo las maestras estaban legitimadas socialmente para dejar, sin casarse, el hogar familiar y llevar una vida laboral independiente sin cuestionamientos. No es mucho lo que se sabe sobre la vida intima de Gerarda, pero sí se conoce que nunca contrajo matrimonio, que siempre recibió trato de “señorita” y nunca cambió su apellido.

El mural “Trabajo” de Quinquela Martin, en la Escuela “República de México”.

Ya en la ciudad de Buenos Aires, al frente de la Escuela 7 (luego bautizada “República de México”) Gerarda comenzó a desplegar su labor innovadora. No solo entabló relación con poetas, pintores, escritores y artistas de la música: además los convocó para que se acercaran a su escuela y tomaran contacto con sus niños y niñas, en virtud de sus convicciones pedagógicas de avanzada. Entendía las producciones de sus educandos como obras de arte, por lo que organizó exposiciones junto a artistas con reconocimiento en la época. Construyó un vínculo de amistad con el artista Benito Quinquela Martin, quien realizó un mural llamado “Trabajo” que todavía embellece los muros de la escuela (y que fue restaurado en 2019). En ese mural, Benito bautizó “Gerarda” a uno de los barcos que conforman la imagen, como un símbolo de homenaje y afecto hacia ella (ver detalle).

Se conserva la nota que Quinquela envió a su amiga como resumen de gastos por ese mural. Con un detalle encantador: el gran artista cotiza su propia labor, pero “eso entra en carácter de donación”:

“Señorita Gerarda Scolamieri, Directora de la Escuela República de México: Tengo el agrado de enviarle la cuenta de gastos ocasionados por la colocación del cuadro “Trabajo”, que mide 8 metros por 3: por dos meses y cinco días de trabajo de ayudante, a 10 pesos por día, 650 pesos; por transporte, celotex y otros, 100 pesos, y por pintura, 250 pesos. Total, 1.000 pesos. Mi trabajo personal y espiritual es de 20.000 pesos, pero eso entra en carácter de donación para la escuela”.

“Cada semana una función de cine en la escuela”

Ninguna expresión artística faltaba en la escuela de Gerarda: acercó la música de distintos géneros a las aulas, organizó conciertos sinfónicos para toda la comunidad que daba la Banda Municipal, formó un coro mixto que actuaba en distintos eventos, y (¡en 1918!) llevó el cine a la vida escolar. En esa época presenciar la proyección de una película era un placer para muy pocos, y obviamente vedado a quienes vivían en barrios periféricos. Pero Gerarda consiguió una máquina cinematográfica y así lo recuerda en su libro: “Cada semana había una función de media hora para los alumnos de la escuela N°7 y de la escuela vecina que estaban invitados a disfrutar de la proyección”.

Dibujos de niños y niñas tomados del libro de Gerarda.

También llevó a su escuela el Teatro Infantil Labardén, y revolucionaba la rutina semanal con visitas de envergadura cultural inédita: por ejemplo, junto con el elenco del Labardén visitó la escuela la escritora Alfonsina Storni. Algunos años después Gerarda hizo un acuerdo “con el propósito de llevar la mayor suma de expresiones de arte auténtico” para que llegara hasta el colegio el Teatro del Pueblo, con diversas funciones de la mano de su director Leónidas Barletta. Gerarda entendía a la lectura como actividad cotidiana y placentera, con lo cual hizo crecer la biblioteca escolar con una sección sobre la historia y cultura de los pueblos iberoamericanos que alcanzó a tener más de dos mil volúmenes en su colección. No solo libros: creó un Museo de Arte en la propia escuela.

El nombre de Gerarda en uno de los barcos del mural.

 

Una tarde de noviembre de 1940 llegó a las aulas el gran poeta titiritero Javier Villafañe con su “Andariega”. Y no fue la última visita. Cuenta Gerarda que al tiempo volvió el mismo Villafañe a enseñarle a sus escolares a construir sus propios títeres: “Cuando Villafañe vio aquellas

maravillosas creaciones de mis niños, quedó satisfecho y admirado y se llevó varias con una dulce emoción de abuelo: tenía hijos de su alma de poeta, pequeñas almas sensibles que ya amaban a los títeres tanto como él”.

El libro de Gerarda se titula “Vida y obra de una escuela”, se publicó después de su "obligada" jubilación.

Labor continental

En agosto de 1922 el Consejo Nacional de Educación emitió una resolución según la cual se daba el nombre de repúblicas americanas a escuelas de Capital Federal. La que dirigía Gerarda se convirtió así en “República de México”. El hecho inspiró a la docente a impulsar vínculos para acercar la niñez argentina con la mexicana a través de la cultura y el arte. Fomentó entonces que intercambiaran correspondencia con escolares de México pero también de Uruguay, Paraguay, Bolivia, entre otros lugares de América Latina.

Tarjeta de Gerarda enviada a su amiga la poeta Gabriela Mistral.

Siempre con la mirada en esa red de artistas, Gerarda organizó conciertos sinfónicos, recitales de pianos y otros instrumentos, danzas nativas y americanas con disertaciones explicativas, exposiciones de arte de grandes pintores argentinos, poemas ilustrados por niños, representantes de teatro clásico, títeres y conferencias de destacadas figuras de la cultura.

En el órgano oficial del CNE, “El Monitor de la Educación Común”, en 1934, se registra un acto en la Escuela “República de México” donde comparten autoridades educativas argentinas y representantes mexicanos, que ensalzan la labor de Gerarda. Muchos años después, como reconocimiento a esa labor, en 1942 recibió una invitación del gobierno de México que la declaró “Huésped de Honor”. La importancia que le dieron a la tarea de Gerarda fue tal que el gobierno mexicano la reconoció con la más alta condecoración oficial, el Águila Azteca.

“Su actuación en esta escuela fue el factor determinante de confraternidad argentino-mexicana, a la que consagró casi en forma total durante los últimos años de su vida”, cuenta Claudia Placente en una reseña sobre Gerarda. “No pasaba mexicano ilustre por Buenos Aires que no recalara en su casa”.

Archivos ocultos

En épocas de convulsión mundial y de opresión de libertades, Gerarda fue una luchadora activa por la paz y por los derechos humanos. De claras convicciones de izquierda, y por su amistad con destacadas figuras de entonces, como era el caso de Maria Rosa Oliver, fundadora de la revista Sur con Victoria Ocampo, y de la Unión Argentina de Mujeres (UAM), además de integrante del Consejo Mundial de la Paz. Gerarda la acompañó en numerosas iniciativas, como por ejemplo en la que ilustra la imagen que compartimos: un acto realizado en 1949 por el Consejo Mundial de la Paz, en donde Maria Rosa Oliver (a la izquierda) y Gerarda Scolamieri (parada, a su lado) estuvieron entre las principales organizadoras.

Staff de la Revista “México en la Cultura”.

Ese compromiso y su decidida apuesta al feminismo, sus ideas liberales de izquierda y anticlericales, la llevaron a relacionarse con figuras de renombre continental y gran compromiso con esos ideales, con las que Gerarda se codeó y gozó de su respeto.

Como consecuencia de esas relaciones, Gerarda fue etiquetada como “comunista” (y por lo tanto, peligrosa) por los servicios de inteligencia de las fuerzas represivas de la época. Incluso la CIA llega a nombrarla en sus informes, como también se puede ver en el facsímil que reproducimos.

Últimos años

La jubilación forzosa no significó pasividad para Gerarda. Al contrario: multiplicó esfuerzos en los asuntos que la apasionaban. Dirigió la revista “México en la cultura”, publicada por el Instituto Cultural Argentino Mexicano (ver facsímil), donde contó con colaboradores de enorme prestigio como Alfonso Reyes, Jorge Luis Borges, Dardo Cúneo, Pedro Henriquez Ureña, Betina Edelberg, Fryda Schultz de Mantovani, Francisco Romero, Emir Rodriguez Monegal y Maria Rosa Oliver, entre muchos otros.

Del mismo modo siguió brindando conferencias sobre su propuesta pedagógica basada en el arte y en la acción del educando. Y apoyó iniciativas por la paz mundial en un mundo que, después de la terrible tragedia de la Segunda Guerra Mundial, parecía encaminarse a un enfrentamiento entre las grandes potencias de Occidente y de Oriente, pero esta vez bajo la amenaza del poder nuclear. Así, viajó al segundo congreso de los Partidarios de la Paz celebrado en Praga y París en abril de 1949, al que asistieron “catorce delegados en representación de distintos sectores y organizaciones sociales o profesionales, todos afiliados al partido (comunista)”, cuenta Adriana Petra, en la única mención que hallamos a su efectiva afiliación a esa fuerza política.

Dibujos de niños y niñas tomados del libro de Gerarda.

Gerarda no pasaba desapercibida: en el Congreso de París se formó un Comité Permanente del Movimiento por la Paz, cuyos objetivos eran esencialmente organizativos y propagandísticos. Entre sus integrantes estaban Joliot Curie, Pablo Picasso, Pablo Neruda, Jorge Amado y Lázaro Cárdenas. Entre ellos, notablemente, aparecen como representantes argentinos el psiquiatra Julio Luis Peluffo y la educadora Gerarda Scolamieri. El informe de la CIA revela además, la apertura estratégica de Gerarda, quien al frente del Congreso por la Paz (y pese a que el PC era furibundo opositor al peronismo) contacta a la CGT y al Partido Peronista Femenino, así como a la Federación Argentina de Empleados Católicos, buscando su apoyo.

Contra el olvido

Gerarda murió en Buenos Aires el 19 de enero de 1961. Fueron numerosos los homenajes a esta intelectual y hacedora uruguayense casi olvidada. Y en ámbitos educativos su labor prontamente obtuvo reconocimientos destacados.

En 1964, por ejemplo, la Revista “Educación”, fundada por Sarmiento y editada en La Plata por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, publicó un trabajo de Carmen Ronzino, “El lenguaje gráfico infantil”, centrado en la labor de Gerarda, a quien califica como “la inspiradora de este nuevo lenguaje” y “una educadora maravillosa”.

El editor Daniel Schavelzon reivindica su labor de editora, mencionándola como “una poco recordada intelectual argentina, Gerarda Scolamieri”, y la califica así: “Su trabajo en esa revista (‘México en la Cultura’) era de una calidad editorial notable y en ella participaba lo mejor de la intelectualidad de ambos países” (Argentina y México).

Si bien en su obra Gerarda nunca trasunta otra relación con su ciudad de origen —ni siquiera sabemos si alguna vez regresó, al menos de visita… ¿razón, quizás, del olvido que sufre su nombre en su propia comunidad?— su labor innovadora y su vida fructífera merecen ser rescatadas y reconocidas.

Informe de la CIA de 1949 donde se da cuenta de la “peligrosa” actividad de Gerarda al frente del Congreso por la Paz.

 

Fuentes consultadas:

María Belén Trejo (2023) “Escuela Nueva y relato autobiográfico. Análisis de la trayectoria de Gerarda Scolamieri, una docente argentina”. En Revista Mexicana de Historia de la Educación, 11(22), 31-49 (Disponible en este enlace)

Museo de las Escuelas: mujeres de la educación, Gerarda Scolamieri (disponible en este enlace)

Claudia Placente (2009) “Mujeres… simplemente mujeres” (disponible en este enlace)

Carmen Ronzino (1964) “El lenguaje gráfico infantil”. En Revista Educación, Provincia de Buenos Aires, La Plata.

Adriana Petra (2013) “Intelectuales comunistas en la Argentina (1945-1963)”. Tesis de posgrado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. (Disponible en este enlace)

Las fotos de la Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires fueron tomadas del sitio oficial de la Comisión por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires

 

 

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