Acallado los efluvios del inicio de un nuevo gobierno, puede hacerse algún análisis. El regreso del peronismo no es cualquier regreso. Toda una multitud participa de una liturgia que se transmite por generaciones. Puede explicarse, al menos en parte, que el peronismo tiene tantas caras como sean necesarias. En algún modo explica porqué en esa heterogeneidad conviven católicos y ateos, fascistas e izquierdistas, obreros y pequeños burgueses, filósofos y analfabetos y “un burro y un gran profesor”, para glosar a Discépolo, un sólido militante del peronismo. Y como novedad fue también peronista el menemismo neoliberal. Muchos de los actuales funcionarios fueron neoliberales con Menem. Pero poco importa porque los tiempos cambian y el peronismo también.
- Por ANÍBAL GALLAY de EL MIÉRCOLES DIGITAL
Un grupo de periodistas porteños (y quizás de otros lugares) vaticinaron que “no vuelven más”. Se trataba, claro, de ese conglomerado heterogéneo llamado “peronismo”. Nacido en la década del 40 logró aglutinar en sus filas a gente de izquierda, derecha, católicos, fascistas, obreros, pequeños empresarios, chacareros… tan heterogéneo que la candidatura de Perón-Quijano fue inscripta por más de cincuenta agrupaciones políticas, destacándose el partido Laborista.
Pero el naciente movimiento no tuvo prurito ideológico y fue fervoroso católico, tanto que en los primeros años hubo enseñanza religiosa en las escuelas.
...el neoliberalismo tiene la costumbre de fracasar toda vez que accede al poder, y abrió las puertas para que el peronismo regrese esta vez con un moderado Alberto Fernández.
Esto no fue óbice para un quiebre dramático que llevó a la Iglesia tornarse decididamente antiperonista y participar en la Revolución Libertadora. Esta revolución convocó a dirigentes políticos de todos los colores para formar la “Junta Consultiva” cuyo objetivo era desperonizar a como diere lugar.
Tanto que nombrar a Perón se constituyó en un delito. El peronismo logró que Frondizi llegara a la casa Rosada. Así y todo algunos peronistas se tornaron combativos y protagonizaron “la resistencia” durante la década del 60. Casi todos los dirigentes sindicales actuales (Gordos, ellos) fueron en esos años aguerridos combativos.
Ese mismo peronismo que regresó en 1973 con tonos de “Sierra Maestra” incluyó en su seno a la “Formaciones especiales” alentadas por Perón. Luego el propio Perón creó bandas paramilitares bajo el rotulo de “Triple A”, para asesinar a centenares de militantes.
La muerte de Perón pareció poner fin a este movimiento que siguió tan heterogéneo como en toda su historia. Pagó un duro precio y fueron miles los militantes peronistas desaparecidos.
Ni siquiera la derrota de 1983 pudo hacerlo decaer. Los sectores no peronistas encontraron en el doctor Alfonsín un dirigente de fuste. Pero el peronismo terminará volviendo esta vez con el traje de neoliberalismo.
Fueron excepcionales los opositores al presidente Menem y al ministro Cavallo. Paradójicamente donde los liberales habían fracasado con la vieja receta de privatizar y restringir al Estado, fue logrado por el peronismo menemista, que gobernó más de diez años corridos a horcajadas de la reforma de 1994. Pero los platos rotos los pagó De la Rúa y con ese impulso el peronismo regresó con los Kirchner, esta vez con banderas cercanas a las del viejo peronismo.
El triunfo de Mauricio Macri pareció un golpe definitivo, oportunidad para acuñar el “no vuelven más”.
Pero el neoliberalismo tiene la costumbre de fracasar toda vez que accede al poder, y abrió las puertas para que el peronismo regrese esta vez con un moderado Alberto Fernández y una Cristina a quienes los furibundos ataques no le hicieron mella.
En plaza de Mayo regresó toda la liturgia peronista: carteles, pancartas, batucadas, “bandera y gorro”, y el choripán, un invento cordobés que con el peronismo adquirió simbología política. Desde el gran Buenos Aires se hicieron presente los seguidores de cada intendente. En el peronismo es norma que ganar la calle, es ganar algo de poder.
El 7 de diciembre el macrismo convocó a una marcha para despedir al Presidente. Los habitantes de los barrios acomodados concurrieron a la cita. Algunas señoras de Barrio Norte hasta llegaron a pedir que Cristina debía ser muerta. Quienes han leído algunos libros podrán rememorar aquella frase “es acción santa matar a Rosas”. Han pasado casi dos siglos, y sigue en pie la misma grieta, aunque con tonos que el tiempo va cambiando. “Es el subsuelo de la patria sublevado” dijo Scalabrini Ortiz con relación al 17 de octubre. Ya no hay tal subsuelo, pero la sublevación regresa una y otra vez.
anibalgallay@hotmail.com
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