El 14 de junio de 2006, el reclamo de la comunidad educativa de la Escuela N° 113 por el estado edilicio de esa institución era el eje de la nota de tapa del semanario El Miércoles. Además de otros temas de actualidad, dentro se contaba sobre un hecho histórico que es central -aún en el presente- para la vida del país, la provincia y la ciudad que nunca perdió su carácter polémico ni político, aún 136 años después: el asesinato de Justo José de Urquiza.
El informe principal de aquel número 219, más de 14 años atrás, abordaba la problemática situación edilicia de muchas de las escuelas uruguayenses, tomando la preocupación de docentes y alumnos de la Escuela 113 por las promesas incumplidas desde el gobierno provincial, que provocaron explosivas demandas: “Si no pataleamos, no nos escuchan”, justificaban. Dentro, también se contaba sobre la interna en el PJ uruguayense intentando llegar a la fórmula provincial para el año siguiente (lo que terminó con José Lauritto como vicegobernador) y los estertores de la vieja RyS. Destacado también en Tapa, estaba el artículo con el que Ana María Barreto narró cómo fue, “de acuerdo a los documentos”, el magnicidio de Urquiza en el Palacio San José, hecho que determinó el destino argentino, entrerriano y uruguayense, y que aún desata pasiones y polémica.
Así, compartiendo con nuestros lectores algunas de las más relevantes notas publicadas durante dos décadas, celebramos los 20 años de Miércoles, que se cumplen en este 2020.
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CÓMO FUE EL ASESINATO DE URQUIZA
La Tragedia de San José: un crimen impune (2006)
En un trabajo de reciente publicación, la profesora Ana María Barreto detalló cómo fueron los pormenores del magnicidio del 11 de abril de 1870, de acuerdo a los documentos.
Por ANA MARÍA BARRETO CONSTANTIN
INICIO DE LA CONJURA
«La noche del once de abril de siete y media a ocho, estando sentada en el piano, se levantó y fue al cuarto de su mamá, donde encontró a su padre que arreglaba un arma, entonces vio un hombre que desde la pieza interior hacía fuego sobre su finado padre, una de las balas fue la que pegó en la cara y le quitó la vida, que después el padre de la declarante cayó en tierra entraron varios a la habitación.
...que estando la declarante abrazada del cadáver de su padre, vio que Nicomedes Coronel infirió a su finado padre dos o tres puñaladas por bajo el brazo de la declarante».
La declarante era una joven adolescente, su nombre Dolores de Urquiza, su padre, el gobernador de la provincia de Entre Ríos: el General Justo José de Urquiza.
El relato hacía referencia a lo acaecido en la jornada del 11 de abril de 1870 en el Palacio San José, residencia particular del Entrerriano. La declaración la efectuaba en calidad de testigo durante la sustanciación del juicio que se le siguió al único procesado por el asesinato del General Urquiza: José María Mosqueira.
La historia, según lo esgrimido en el juicio, comenzó en la estancia de Arroyo Grande, en el departamento Concordia. A dicho lugar concurrió el joven hacendado de Gualeguaychú José Mosqueira, para ofrecer sus servicios a Ricardo López Jordán.
Había recibido, por parte de sus amigos, noticias de que se preparaba un movimiento revolucionario para «derrocar al gobierno del General Urquiza, con el objeto de poner un gobierno más liberal y reivindicar los derechos usurpados por ese gobierno», según declararía meses más tarde.
El plan fue acordado. El lugar del encuentro, la misma estancia, «el 9 de abril a las siete de la noche».
Con 30 hombres al mando del mayor Robustiano Vera y José Mosqueira, partieron desde Arroyo Grande rumbo a la estancia San Pedro, propiedad del General Urquiza, a los efectos de colocarse bajo las órdenes del Coronel Luengo, que los esperaba con alrededor de 20 hombres más. Desde allí, emprendieron el viaje hacia el Palacio San José.
Las órdenes recibidas eran las de apresar al General Urquiza y llevarlo a la presencia del jefe revolucionario, con la expresa recomendación –según aclara Mosqueira– de respetar «la familia e intereses como cosa sagrada, que si algún subalterno contrariaba estas órdenes que lo fusilasen en el acto...».
Formaban parte del grupo, además de los mencionados: Ambrosio Luna, Pedro Aramburu, Juan Pirán, Facundo Teco, Agustín Minué, Mateo Cantero y Nicomedes Coronel, este último mayordomo de la estancia San Pedro.
ASALTO A LA RESIDENCIA
A poco de arribar, detuvieron la marcha. El coronel Simón Luengo, les dio precisas instrucciones: «A Bera lo mandó tomar la guardia en los cuarteles de enfrente de San José, con la orden de que si no podía tomar estuviese hasta que fuesen al auxilio de ellos, a Mosqueira, la orden de que con 30 hombres debía tomar las puertas de San José y sostenerse allí hasta que entrasen y saliesen».
No obstante lo previsto, al escuchar disparos, Mosqueira abandonó la puerta de acceso e ingresó a la casa: ¿Y el General? Preguntó a Luengo- Él le contestó: ¡Es muerto!
Lo acontecido en el interior de la residencia –según el relato del testigo José Romualdo Baltoré– fue lo siguiente:
«...El General se hallaba a pocos pasos de la Secretaría en compañía de Don Juan P. Solano. En tales momentos oímos un rumor confuso de hombres a caballo que corrían. Un segundo después se distinguieron las voces de muchos hombres y visiblemente el ruido aumentaba al aproximarse a la entrada principal de la casa...
...El General se levantó seguido por el Sr. Solano, atravesó el primer patio en dirección a la entrada principal, haciéndolo con bastante celeridad. Al llegar al segundo zaguán oí estas voces: ¡Abajo el tirano! ¡Viva el General López Jordán!, y en seguida un tiro, cesaron las voces, y se sintieron en su lugar el ruido de hombres que corrían. El General vestía de blanco. Los patios estaban iluminados y debió ver y ser visto, pues se detuvo en su marcha y a medio correr entró a sus habitaciones... el patio se llenó de gente y comenzaron a oírse tiros sin orden ni concierto... –después– supe que quien le había pegado el tiro fue el Pardo Luna... y el que le dio de puñaladas fue Nicomedes Coronel».
La revolución estaba en marcha, cambiar las estructuras por la fuerza de las armas fue el camino elegido por Ricardo López Jordán. Pero los resultados no fueron los previstos. Días después del asalto a San José, la Legislatura entrerriana eligió gobernador de Entre Ríos al general Ricardo López Jordán. El gobierno nacional desconoció la designación y ordenó la intervención de la provincia. Las nóveles autoridades no acataron la resolución respondiendo con la sublevación armada.
Nuevamente la guerra civil hizo presa a los entrerrianos. Provincianos contra porteños, o jordanistas contra urquicistas. Reacción a la presencia de fuerzas nacionales e intervención a la provincia o adhesión a la causa jordanista, lo cierto es que fue elevado el número de partícipes en el movimiento.
Finalmente, el triunfo de las armas nacionales marcó el comienzo de una nueva etapa.
PROCESO A JOSÉ MARÍA MOSQUEIRA
Al momento de las cuentas, un solo hombre fue apresado y enjuiciado: José Mosqueira.
Diez días después de cometido el asesinato del General Urquiza, Mosqueira fue hecho prisionero por el coronel Wenceslao Taborda, al oeste del río Gualeguay en momentos que intentaba vadear el río al frente de un grupo armado.
Trasladado a Buenos Aires, permaneció por espacio de 14 meses, hasta que fue puesto a disposición del juez federal de Concepción del Uruguay para su enjuiciamiento, en razón de que los delitos por los que se lo sometía a juicio habían sido rebelión y asesinato cometidos en territorio entrerriano.
Mosqueira reconoció su participación en el movimiento revolucionario y su presencia en la residencia de San José con órdenes de apresar al General Urquiza. La muerte del propietario sobrevino como respuesta al recibimiento a balazos que les otorgó:
«Urquiza creyó intimidar a los revolucionarios con gritos amenazantes –diría el acusado- disparando sobre ellos dos tiros de revólver. Los que tenían por objeto echar abajo el gobierno personal de este hombre funesto para el progreso de Entre Ríos no podían permanecer impasibles ante la actitud asumida por el déspota y a su vez debieron hacer fuego sobre él... Felizmente para el porvenir de Entre Ríos el tirano en la primera descarga cayó envuelto en su propia sangre, atravesada la cabeza de un balazo...».
Según la parte acusadora, un crimen cometido con premeditación y alevosía, agravado por la condición de figura relevante del General Urquiza por lo que significó para el país y la provincia en particular.
«Un asesinato cometido por 20 hombres armados contra uno, en la intimidad de un ámbito familiar. El resultado de un plan urdido en la oscuridad y el sigilo, sin más motivos que las ambiciones personales de unos pocos hombres, los que estaban muy distantes de representar al pueblo entrerriano, cuya defensa de intereses invocaban».
Mosqueira estaba preso y acusado de uno «de los crímenes más graves que reconoce el Derecho, la sedición y la perpetración de un homicidio voluntario, alevoso, por premeditación y la seguridad, la hora, la persona, el número de asesinos y el lugar de los hechos», según el apasionado argumento esgrimido por el abogado de la familia Urquiza.
Varios años transcurrieron desde el trágico 11 de abril de 1870. Largos escritos argumentando las posturas de la defensa y la acusación, testimonios, pruebas, constataciones dejaron discurrir lentamente el tiempo. Pero también, largos años de cárcel e indefinición por parte de la Justicia resquebrajaron la salud del prisionero; para entonces ya afectado de graves dolencias físicas, según había argumentado el mismo acusado para pedir su excarcelación en 1872, situación comprobada por el médico de la Policía ante la requisitoria judicial.
Finalmente, una partida de defunción:
«El diez y seis de julio del año mil ochocientos setenta y cuatro, fue sepultado en el cementerio de esta Parroquia de San José de Gualeguaychú el cadáver de José María Mosqueira, natural de esta provincia, color blanco, hacendado, casado con Cecilia Pujol, falleció el día anterior de un ataque al corazón, sin los auxilios espirituales, a la edad de cuarenta y siete años...».
Y el expediente judicial trocó su fin, después de seis años de sustanciación:
«Considerando... que una de las causas principales de sobreseimiento, determinadas por las leyes, es aquella que se funda en la muerte del acusado, habiendo tenido lugar la muerte de Mosqueira según la partida adjunta...
...Archívese previa consulta al Tribunal Superior...
...Lo mandó y firmó SS el juez de 1ra Instancia en lo Criminal Dr. Don Antonio Luna en el Uruguay, a trece de septiembre de mil ochocientos setenta y seis...».
Sin embargo, no es unánime la opinión respecto del final del expediente. El historiador Fermín Chávez, al referirse al proceso manifiesta:
«…En lo que respecta a su resultado, retardado por más de tres años, diremos que no fue otro que el sobreseimiento y la libertad por falta de pruebas contra él... El Proceso, según su estado actual, no habla una sola palabra de excarcelación. ¿Qué pudo haber ocurrido? Algo muy sencillo: que las páginas de las evidencias judiciales correspondientes al sobreseimiento fueron arrancadas del original. Puede comprobarse la corrección de su foliación. El sobreseimiento existe y tiene fecha 6 de mayo de 1874...».
Sobreseimiento por falta de méritos o por fallecimiento, lo cierto es que no hubo una definición contundente de inocencia o culpabilidad para el único acusado de la muerte del General Urquiza. La Tragedia de San José continuó siendo un crimen impune.
-Las citas corresponden a la copia del Proceso Mosqueira. Archivo Histórico Palacio San José. Las correspondientes a Fermín Chávez, ‘Vida y muerte de López Jordán’, páginas 185 y 186.
-La autora es profesora de Historia y museóloga. Ha publicado entre otras obras, ‘Justo José de Urquiza. Alejo Peyret. Utopía y Acción’; ‘Urquiza Íntimo. Su Familia. Su Casa’. Está a cargo del Departamento de Extensión Cultural y Educativa del Palacio San José y Monumento Nacional Justo José de Urquiza.
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