Desde este martes por la mañana se desarrolla el debate oral y público por la muerte del pequeño Thiago Albornoz ocurrida el 13 de julio de 2012 en el Hospital Urquiza. Los padres acusan de una deficiente atención médica a la subjefa de Pediatría. El caso tuvo un importante impacto social, y en ese marco se realizaron varias marchas.
Este martes por la mañana se llevó a cabo la primera jornada del debate oral y público, en la que pudo conocerse la declaración, en primer lugar y mediante videoconferencia, de uno de los especialistas que actuaron en el caso, José Siromski, quien habló desde Paraná. El especialista forense, que fue quien realizó la autopsia, confirmó sus hallazgos macroscópicos, con ubicación y señalamiento de lo que luego se confirmó eran múltiples focos infecciosos. Ratificó de su parte, en ese sentido, las conclusiones de la especialista que posteriormente practicó la histopatología y lo que ella halló en los tejidos que se le remitieron, exponiendo que ello significaba la confirmación de los indicios que observó en el cuerpo de Thiago desde el comienzo. También, interrogado por el fiscal y el querellante confirmó nociones básicas del uso normatizado del antibiograma, uno de los ejes de contradicción principal entre la acusación y la defensa de la pediatra Sonia Tolosa.
Luego comparecieron Hugo Albornoz y Soledad Fister, los padres de Thiago, que en versiones coincidentes ratificaron el estado en que fue internado, aseguraron que hubo un escaso o nulo intercambio con los médicos durante el tiempo que el nene estuvo en el Hospital: nadie les explicó durante ese período qué dolencia padecía, ni se les aclaró el alcance de ella, ni tampoco hubo precisiones sobre el tratamiento que recibía, aseveraron.
Describió luego Albornoz -con gran crudeza- lo que definió como un total abandono de la familia junto al cadáver de su hijo por un lapso de aproximadamente cuatro horas en la habitación del nosocomio, para luego referir que sin asistencia de ningún médico tuvo llevar él mismo en brazos el cadáver hasta la morgue, porque nadie lo hacía. En ese contexto, el progenitor se vio notablemente afectado al narrar que, luego de la muerte de Thiago, debió concurrir una vez más, alarmado, al centro asistencial con una de sus hijas con lo que parecía externamente una enfermedad como la que se había presentado en aquél. La precisión vino al caso puesto que la atención fue distinta, según el papá de Thiago: la niña fue medicada por un profesional rápidamente, se ordenó un hisopado y el antibiograma detectó los mismos gérmenes antes individualizados por las bioquímicas en el chico. Alarmado, concurrió al nosocomio y allí el médico lo tranquilizó, diciéndole que se había adelantado correctamente e indicado penicilina, que era la droga de elección, contó. Albornoz, que debió comprar el medicamento, se quebró al mencionar por sólo 160 pesos (lo que costaba el medicamento) hubiera podido salvar la vida de Thiago, ya que la niña sanó rápidamente de la hinchazón que padecía en el cuello.
Por su parte, la mamá de Thiago hizo referencia a los fuertes dolores de cuello y nuca que sufría el niño, y ratificó que no había habido contacto con los médicos tratantes durante la internación, describiendo en forma directa la descompensación final, ya que ella estaba al cuidado del nene en ese momento.
Finalmente, en el epílogo de la jornada, compareció María Eugenia Rodríguez, ex residente con especialización en Pediatría que estaba presente en el momento de producirse el deceso del chico. Además de relatar lo que entonces observó, narró las modalidades generales de trabajo a la época en el Hospital. Según dijo, como regla, el contacto con los familiares era prácticamente obligado, lo que contrastaría con lo sucedido en el caso particular de Thiago, de acuerdo a lo manifestado en sus testimonios por los padres de Thiago. Se explayó también la profesional sobre diversos interrogantes introducidos por la acusación pública y particular, y también de la defensa, relativos a las opciones terapéuticas, uso del antibiograma, detección de compromiso meníngeo en niños, etcétera.
Durante la mañana de este jueves, a partir de las 8:30, continuarán declarando expertos y otros testigos para ahondar en la dilucidación de la verdad de los hechos y la posible responsabilidad de la médica Tolosa en relación a la muerte del niño.
SOBRE EL CASO
El 13 de julio de 2012, luego de una internación de tres días, Thiago Albornoz, de 2 años y 11 meses de edad, iba a ser dado de alta, pero repentinamente se descompuso y falleció. Minutos antes del fatal desenlace, incluso había estado jugando con su padre, Hugo, quien luego encabezó varias marchas, algunas de ellas multitudinarias, reclamando a la Justicia el esclarecimiento de las razones que llevaron a la pérdida de la vida de su hijo.
Durante el transcurrir de la Instrucción Penal Preparatoria (IPP) fueron imputadas de una supuesta mala praxis médica, la jefa de Pediatría, Marta Catterino; Tolosa y Flavia Podio, médica residente que participó de la atención de Thiago. Con el avance de la investigación, sólo Tolosa permaneció acusada de homicidio culposo, puesto que se comprobó que el día del hecho, Catterino estaba de licencia, y luego se desestimó la persecución a Podio, a pesar de la oposición del entonces representante legal de la familia, José Ostolaza, quien luego –a poco del debate- fue reemplazado por Soppelsa.
Mientras comenzaba la investigación, en su desesperación ante la falta de respuestas y el descreimiento, el padre de Thiago llegó a suponer que el informe de la autopsia al cadáver de su hijo había sido adulterada, pero se comprobó que se trataba de errores de tipeo, lo que luego fue subsanado.
Por otra parte, según el informe de la historia clínica que realizaron Aguirre y Moyano, a Thiago debió cambiársele la medicación y comenzar a tratarlo con un antibiótico más potente como la penicilina, en lugar de continuar aplicándole Cefalotina, ante el avance de la infección. Y este es el punto central del caso. A Tolosa, la familia la acusa de haber prestado una deficiente atención a Thiago, que el fatal desenlace se debió no sólo a una enfermedad, sino también a la pertenencia social del gurí, que conformaba la porción más sensible, ya que, asegura su abogado: “Esto no hubiera ocurrido si hubiese sido atendido con el cuidado que requería su condición de doble vulnerabilidad”.
Debido a su realidad económica, la familia de Thiago sigue atendiéndose en el Hospital Urquiza. Como casi la totalidad de sus vecinos.
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