En el siguiente texto su hijo Polo Martí lo homenajea con un repaso por su vida, parte de ella en Concepción del Uruguay.
Por LEOPOLDO "POLO" MARTÍ
Este sábado 11 de setiembre nuestro padre, el poeta y escritor Jorge Enrique Martí, cumpliría 95 años.
Desde su nacimiento en Rosario hasta la llegada, de muy pequeño, a las orillas del rio Uruguay, el poeta transitaría una vida entre ríos y arroyos, paisaje que nunca abandonaría. Por un corto tiempo vivió con sus padres Francisco y Rosa en Colón (E. R.), para radicarse luego en pueblo Liebig, una localidad cercana que fuera creada en torno al frigorífico, llamado en su momento Fábrica Colón.
Ese paisaje natural y humano lo plasmaría en los ríos de tinta que llevó a sus libros, periódicos, ensayos, discursos, notas, cartas y tanto escrito desde el corazón.
Entrerriano por el canto, no solamente ejerció la labor poética con constancia y dedicación, sino que lo movió siempre un compromiso con la gente, con su comunidad, entendida más allá de las fronteras, porque para él los ríos unen y hermanan.
De ahí su gesto con los hermanos orientales, que encuentra en el “Puente de la Amistad” un símbolo que llevó prendido en lo más profundo de su ser.
Pero también queremos y debemos recordar que Jorge Enrique tuvo una compañera que fue señera en su rumbo, convirtiéndose en una aliada en la conformación de una familia y del perfil que juntos fueron delineando en todos sus proyectos.
Desde su cuna uruguayense, nuestra madre, Marta Urquiza, llevó su sapiencia y su ímpetu en el trabajo de la Imprenta Urquiza Cabral –de su padre, José María- para este nuevo proyecto familiar en la ciudad de Colón: la Imprenta “Tribuna”.
Y nuestra casa, como una unidad Imprenta-Casa, y con la chapa que aún hoy indica “3 de febrero 66”, fue un punto de encuentro con innumerables seres que la visitaron y le dieron el ángel que aún vive allí
Esa imprenta se convirtió en el motor a través del cual dos seres unidos en la vida forjarían una tarea que iría mucho más allá de un sostén económico: poco a poco se fue consolidando como una usina cultural, puesto que las ediciones de libros de poesías, de revistas culturales, de periódicos, de folletos turísticos y un sinnúmero de formatos, salieron de esa imprenta que en 3 de febrero 62 constituyó un punto de
referencia comarcano.
Vale la pena detenernos un instante e imaginar ese encuentro de Marta y Jorge en Concepción del Uruguay que definiría nuestras vidas.
Jorge Enrique, ya egresado de la UBA como Profesor de Filosofía y Letras, con algunos de sus versos entrerrianos y evocaciones fraternales ya editados en Buenos Aires y en Paraná, se dirige con los manuscritos de “De antigua luz” –seguramente aconsejado por sus amigos fraternalesa la reconocida Imprenta Urquiza Cabral, dirigida por don José María, y en la que la joven Marta Celia colaboraba en los quehaceres de impresión y encuadernado.
Allí sucede todo lo que anima nuestros recuerdos y esta evocación: el amor y la poesía, la poesía y la imprenta, la imprenta y el periodismo, el periodismo y la gestión cultural, y la imprenta con Marta y Jorge y la familia toda codo a codo.
Y nuestra casa, como una unidad Imprenta-Casa, y con la chapa que aún hoy indica “3 de febrero 66”, fue un punto de encuentro con innumerables seres que la visitaron y le dieron el ángel que aún vive allí: en esas habitaciones, en ese living, en ese comedor que se transformaba de escritorio del poeta/periodista en mesa de almuerzo de hijos, padres y abuelos, en la mesa para las tareas escolares, nuevamente en escritorio del poeta o en mesa de trabajo de la imprenta, o en mesa para compartir el vino en las charlas con las amistades que diariamente eran visita bienvenida.
Y el patio de los encuentros, de las guitarreadas, de las charlas donde el arte era un idioma compartido: cantores, poetas, pintores, intelectuales, periodistas, amigas y amigos vecinos, visitantes, quienes disfrutaban esos encuentros, bien regados y a la espera de lo que de la parrilla iba saliendo, para luego sumar las dulzuras regionales.
Cuánto aprendido y compartido allí, desde niños, adolescentes, jóvenes y adultos, en sesenta
años de vida en esa casa colonense.
Hoy la casa, sembrada con todo lo vivido, y junto al legado que nos dejaron a hijos, nietas/os, bisnietas/os, pero sobre todo para la comunidad y para quienes quieran conocerlo, se irá transformando en una Casa del arte y la cultura, para ser visitada, vivida y compartida.
Gracias a los amigos y a las instituciones que tuvieron fuerte relación con la vida y el trabajo de Jorge y Marta, hoy nos acompañan para que ese legado y esa casa algún día se abran y sigan brindando el abrazo para el arte, la educación y la cultura.
Ahora celebramos los 95 años del poeta, convencidos de que la siembra ha sido buena y que la cosecha es siempre compartida. Ojalá que el 2026 nos encuentre celebrando el Centenario del nacimiento de Jorge Enrique Martí, con la edición de sus obras inéditas, la de su obra reunida y con la apertura de la Casa del poeta, de su compañera y el legado.
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