El Histórico, fundado por Urquiza, cumple 175 años esta semana. En esta nota recordamos algunos nombres que pasaron por sus aulas y que rara vez son recordados, e incluso algunos de ellos casi desconocidos. Son parte de una tradición diferente del Colegio, donde se puede incluir a figuras que van de Alejo Peyret a David Tieffenberg, de Chilo Zaragoza a Micaela García: una particular corriente de voces distintas, disruptivas, novedosas, irreverentes, que atraviesa tres siglos y que (creemos) sigue viva.
Por JORGE VILLANOVA y AMÉRICO SCHVARTZMAN (Especial para EL MIÉRCOLES)
Ilustración de portada: Fotomontaje de EL MIÉRCOLES
Algunas de las muchas personas que pasamos por las aulas del Histórico, y que amamos sus patios, sus galerías, su salón de actos, su biblioteca, su historia apasionante y secreta, estamos bastante cansados de que siempre se recuerde a los Roca, Frondizi, de La Plaza y otros “ilustres” que forman parte del relato glorioso de las clases dominantes de la Argentina, y que poco tienen que ver con el sueño federal, popular e igualitario que subyace en la creación de Urquiza, ese Colegio que es quizás su acto de gobierno más valioso e indiscutible.
En cambio, la tradición rebelde y transgresora del Colegio fundado por el Organizador de la Nación atesora una cantidad de nombres casi olvidados, o mencionados al paso como si no tuvieran mayor relevancia. Por eso aquí quisimos rescatar del poderoso yunque del olvido a algunos nombres inspiradores, precursores en diferentes áreas, todos destacados en sus campos y que, seguramente, fueron acicateados de distinto modo en su paso por El Histórico, por profesores que estimularon sus mentes y su acción, para que sus trayectorias posteriores fueran tan singulares.
También incluimos nombres en esa tradición rebelde y cuestionadora, que tuvo su espacio desde el origen en sus patios y galerías, pero que difícilmente se las pueda catalogar en una línea de acción o pensamiento disruptivo, pero vistos hoy lo fueron por su sola existencia, como la primera mujer ministra del continente, Ana Emma Lucía Bedogni.
La intención de estas líneas es precisamente rescatar esos otros nombres que nos atraen a quienes, al entrar esquivando ese farol, no solo aprendimos literatura, ecuaciones o geografía, sino que, sobre todo, nos hicimos preguntas acerca del mundo, de la sociedad y de nosotros mismos, nos interrogamos tantas veces “por qué”, y en especial, aprendimos a soñar caminos distintos, preguntándonos “por qué no”. En agradecimiento, van estos pocos perfiles (que prometemos seguir incrementando, por lo cual agradeceremos todas las sugerencias que deseen hacernos llegar).
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Francisco Felipe Fernández, principal pluma jordanista
Nació en Paraná en 1842. Alumno del Colegio, Urquiza detectó su talento ya en esos tiempos. Luego fue dos años su secretario privado (1862 a 1864). Francisquillo, apodo con que firmaba obras siendo estudiante, fue un talento notable: dramaturgo (el primero de Entre Ríos según varios estudiosos), novelista, poeta, filósofo, periodista, educador, editor. Sería una figura destacadísima, pero un “pecado imperdonable” lo condenó al olvido: como dijo la revista Caras y Caretas al entrevistarlo ya anciano, “fue el alma de la Revolución de Entre Ríos de López Jordán”.
Condiscípulo de Olegario Andrade y Julio A. Roca, escribió un himno al Colegio y se destacó en filosofía, cátedra que después ocupó en El Histórico. Soldado de la Confederación urquicista, peleó en Cepeda y en Pavón. Con Andrade fundaron un periódico en Gualeguaychú y ese mismo año (1864) se estrenó en Concepción del Uruguay su primera pieza teatral, El ángel bueno y el ángel malo. Le siguió La Triple Alianza, donde ya se intuía su alejamiento de Urquiza, que fue irreversible al apoyar la candidatura de López Jordán.
Fundó en 1870 El Obrero Nacional en Paraná, decisivo en el levantamiento jordanista que termina en la tragedia de San José. Antes había escrito que Urquiza desde Pavón “fraterniza con los enemigos de la patria, al venderle su porvenir y engañar las esperanzas de los pueblos”.
Secretario privado de López Jordán gobernador, con él toma las armas ante la intervención militar del presidente Sarmiento. Tras la derrota jordanista se exilia en Salto y escribe, en 1872, su pieza teatral Solané, la primera según Ricardo Rojas que llevó al gaucho “a la acción dramática y dialogada”.
Emigrado al Paraguay, redactó el diario oficial, publicó otra novela y escribió la letra del himno de ese país. En el medio conseguía armas para la segunda revolución jordanista de 1873, luego se exilia en Paysandú, donde funda un nuevo periódico. Frustrada la última rebelión jordanista (1876) se radica en Buenos Aires, estrena en 1877 otra pieza teatral y desde entonces se dedica a la educación: es profesor de Historia en el Colegio Nacional de Buenos Aires, inspector de enseñanza secundaria en el gobierno de Roca (su ex compañero), se incorpora a la Academia Argentina de Ciencias y Letras, y siempre con su llama rebelde, como se constata en encendidos discursos. En 1881 se publican sus Obras dramáticas, primera compilación de dramas de un autor argentino. En 1884 escribe dos óperas incaicas y en 1913 propone crear el Instituto Nacional de Arte Dramático.
Muere el 22 de diciembre de 1922. Según Ricardo Rojas, “había servido a la patria en la enseñanza, las armas, las letras y la prensa, pero vivió sus últimos años sin que las gentes supieran nada del anciano escritor soterrado en el retiro de una pobreza anónima”.
Los hermanos Kennedy, revolucionarios de Yrigoyen
El año 1930 fue fatídico para la democracia: se produjo el 6 de septiembre el golpe de Estado que derrocó a Hipólito Yrigoyen e inauguró el declive de las instituciones en la Argentina. Hubo algunos intentos de radicales yrigoyenistas por resistir al golpe y al gobierno de facto. En enero de 1932 un plan de radicales revolucionarios debía estallar en diferentes lugares de la provincia, pero algo salió mal y solo en la ciudad de La Paz se pudo concretar. Allí un movimiento tomó el pueblo en defensa de la democracia jaqueada. Fue liderado por tres hermanos: Roberto, Eduardo y Mario Kennedy, yrigoyenistas, entrerrianos y (según sus biógrafos) egresados del Colegio del Uruguay.
En Entre Ríos el gobernador era también radical. Luis Etchevehere había asumido el gobierno el 28 de diciembre de 1931, unos días antes de la rebelión, y aunque no estaba dirigida contra él, sino contra el dictador Uriburu, no tenía intenciones de que le intervinieran la provincia.
En Concordia estaba el teniente coronel Gregorio Pomar liderando la operación. En Concepción del Uruguay el barco de la Armada Nacional M-8 que navegaba el Uruguay, vigilando disparó algunos proyectiles sobre la zona del Puerto Viejo y uno cayó en la quinta de la familia de Moisés Casanova, lindante con los talleres del Ministerio de Obras Públicas.
Los Kennedy habían nacido en la vieja estancia Los Algarrobos, en el Distrito Estacas, del departamento La Paz. “Tierra entrerriana de rancio abolengo democrático. Allí el derecho amanece con Artigas y llega al meridiano con Urquiza. Cuna de gauchos cantores y altaneros, prontos siempre a saltar a caballo para cruzarse por la dignidad”, escribió Yamandú Rodríguez en su libro dedicado a los Kennedy.
Eran estancieros, cruza de aristócratas con paisanos. Once hermanos. “Todos hicieron sus estudios secundarios en el histórico colegio de Concepción del Uruguay”, afirma Oscar Burgos basado en testimonio de Zulma, hija de Mario Kennedy. Lo mismo aseguran otros biógrafos, como Jorge Repiso.
Los tres rebeldes fueron Roberto (nacido en 1884), Eduardo (1886) y Mario (1889), todos hombres cultos, dueños de un vocabulario ameno y pulido, gustaban de un trato abierto y cordial. “Ahora son catorce entrerrianos locos que una noche serena salieron a redimir la patria. Están fuera de la ley. También la nación está fuera de la ley. Quedan en buena compañía”, escribe Rodríguez. Con un puñado de hombres —entre los que estaba un todavía desconocido Atahualpa Yupanqui, según la leyenda— tomaron la comisaría, el telégrafo, la telefonía, el correo y el tiro federal. Custodiaron los bancos para que nadie aprovechara para robar. En la comisaría le dicen al guardia “que no se resista, que no le iba a pasar nada”. Pero éste gatilla su máuser y todo se desmadra, “mueren cinco policías”, relata Mario Crespo, sobrino de los Kennedy.
Cuando comprobaron que estaban solos se ganaron a las islas y al monte. La respuesta fue brutal. Fueron perseguidos cuarenta días por agua, tierra y también por aire. Siete aviones los bombardearon, fue el bautismo de fuego de la aviación argentina. Los tirotearon, incendiaron montes y pajonales, intentaron rodearlos y aislarlos, pero no pudieron reducirlos.
Huyeron hacia el norte, cruzaron el Guayquiraró atestado de yacarés, el paisanaje los ocultó y los traspasaron a la Banda Oriental, donde se exiliaron. En 1937 el Congreso de la Nación dictó una amnistía general y pudieron regresar al país. La hazaña pasó a ser leyenda, hasta que comenzó a ser rescatada del olvido por diferentes autores.
Ana Emma Lucía Bedogni, la primera ministra mujer
Nació el 12 de octubre de 1891 en Capital Federal. Sus padres fueron César Bedogni y Emma Camoni (o Canovi en otras fuentes). Llegó muy joven a Entre Ríos y estudió en el Colegio, donde se graduó como bachiller en 1914. También hizo dos años de abogacía. Afincada en Paraná, se casó en 1921 con Manuel Basaldúa.
Inició su carrera docente en 1940, enseñando italiano en el Colegio Nacional de Paraná. Al crearse en 1948 el Liceo Nacional de Señoritas en esa ciudad fue designada rectora. Fue nombrada ministra de Educación el 10 de octubre de 1951, cuando llevaba 11 años de docencia. Fue su primera y única actuación como funcionaria y duró hasta el 3 de junio de 1952.
Su breve paso por el Ministerio de Educación la consagró como la primera mujer en ejercer ese cargo en la Argentina y en todo el continente latinoamericano. Por entonces no había mujeres en gabinetes ejecutivos, aunque Entre Ríos contaba con el antecedente de Ana Corona de Ojeda, quien había estado al frente de la Dirección General de Escuelas como suplente unos meses en 1949.
La llegada de una mujer a un Ministerio fue símbolo de la ampliación de los derechos políticos, de cara a la elección del 11 de noviembre de 1951 en que las mujeres votaron por primera vez. Ese año el Boletín del Ministerio de Educación consignaba que “por primera vez en Argentina una mujer es llamada a desempeñar un Ministerio. El significativo y trascendente hecho institucional ocurre, para satisfacción de la entrerrianía, en nuestra culta provincia”.
En un acto en su homenaje, añadían la designación se daba “por primera vez en la historia institucional de Hispanoamérica”, y que significaba “la culminación del movimiento revolucionario del feminismo, encabezado y hecho realidad por Eva Perón”, que colocaba a la mujer argentina “a la vanguardia de todos los pueblos de América”.
En su gestión continuó acciones iniciadas por su predecesor, orientadas a incorporar la materia “Historia de Entre Ríos”, a fortalecer comedores y cooperadoras escolares y a crear la Dirección de Educación Física.
También promovió un servicio de turismo social escolar, e inauguró la Colonia de Vacaciones Enrique Berduc y el Parque Gral. San Martín, con fines también de exploración científica.
Otros aspectos de su acción son más controvertidos, y tienen que ver con las facetas que más rechazo produjeron en la época del primer peronismo: sumó una asignatura titulada “Justicialismo” en todas las divisiones desde primer año, de una hora semanal, para “hacer conocer el significado, importancia y beneficios de la Doctrina”.
Al dejar el Ministerio, Ana pasó a ser rectora del Colegio Nacional de San Isidro, con el dictado de horas de italiano en el Colegio Nacional N° 7 de la Capital Federal. Sus biógrafas no consignan su fecha de fallecimiento.
Mario César Gras, historiador insumiso
Nacido en Santa Fe el 8 de septiembre de 1894, abogado y coleccionista, fue un prolífico escritor e historiador. Su padre dirigió el periódico Nueva España y su abuelo Amadeo fue pintor y músico francés. Mario estudió en el Histórico y en 1917 se graduó como abogado y doctor en jurisprudencia en Buenos Aires. Su primera obra importante fue un libro de Lógica, mostrando la amplitud de sus talentos. Se radicó en Gualeguaychú, ejerció allí su profesión, fue fiscal y fue docente en el Colegio Luis Clavarino.
Publicó cuatro novelas, entre ellas La casa trágica, subtitulada “La vida interna de la Penitenciaría de Gualeguaychú", que es en esencia una denuncia sobre la crueldad en las prisiones: “Degradaciones, golpes, baños de agua helada, comidas inmundas, violaciones, torturas de todo tipo, robos, muertes violentas, y una retahíla infinita de humillaciones y perversidades”.
Otra de sus obras destacadas se titula Los gauchos colonos, de 1928. Su labor recibe comentarios elogiosos de figuras como Juana de Ibarbourou o Benito Lynch.
En 1941, ya alejado de su profesión, se radicó en Buenos Aires donde se dedicó a la investigación histórica. Fue un investigador riguroso pero también rebelde: egresado del Colegio de Urquiza, presidió el Instituto Juan Manuel de Rosas, y publicó obras en donde reivindicó tanto a Rosas como a Urquiza. El más significativo es el notable Rosas y Urquiza. Sus relaciones después de Caseros, donde muestra la alta valoración que ambas figuras mantenían respecto del otro. Otros títulos de esa labor son Sarmiento y la autonomía de Entre Ríos, Las revoluciones de López Jordán; San Martín y Rosas, una amistad histórica. También escribió sobre historia del arte. Publicó en periódicos del país y del exterior (desde La Nación al ABC de Madrid o Le Fígaro de París).
Otro hito de Gras es su actividad como coleccionista de documentos de historia argentina. En 1997, el Archivo General de la Nación publicó el catálogo de la Colección Mario César Gras (1577-1883), fondo inédito que se encuentra en su custodia.
En marzo de 2023, se presentó en Gualeguaychú una reedición de La casa trágica, a cargo de la editorial Biblioteca Rodolfo García. Al presentarlo, Marcos Henchoz y Mirta Harispe explicaron entre los motivos principales para reeditarlo, que el libro “permite abrir debates actuales sobre las penas y la violencia estatal”, y que fue “marginado y ocultado por las incómodas verdades que evocaba”. Mario César Gras falleció el 2 de febrero de 1949 (el año del centenario del Colegio) y sus restos descansan en el Cementerio Norte de Gualeguaychú.
Elisa Hirschhorn, una de nuestras primeras científicas
Una de las primeras mujeres que cursó en el Colegio del Uruguay fue Elisa Hirschhorn, científica entrerriana que nació el 12 de julio de 1905 en Colonia San Antonio, en cercanías de Pueblo Cazes, departamento Colón, una de esas pequeñas localidades originadas gracias a la Jewish Colonization Association (JCA), la institución filantrópica creada por el Barón Hirsch que organizó la inmigración judía a finales del siglo XIX.
Elisa fue educada por su padre hasta los diez años junto a primos y hermanos, completó la primaria en San José y más tarde cursó la secundaria en el Colegio del Uruguay. Siguió sus estudios en la Universidad Nacional de La Plata, de donde egresó en 1929 como profesora y en 1938 como doctora en Ciencias Naturales.
Es reconocida por su labor como micóloga (especialista en hongos), descubrió dos especies y recibió importantes premios que la llevaron a Estados Unidos donde obtuvo la beca Guggenheim en 1944 y 1946, continuó especializándose en genética de patógenos vegetales (enfermedades de cereales y forrajeras).
Todo lo aprendido en su carrera posdoctoral lo volcó en el país, al regresar como investigadora principal del entonces flamante Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INTA), donde trabajó hasta su jubilación en 1977.
Entre innumerables aportes, dirigió estudios para combatir la presencia de carbón de la caña de azúcar y fue directora de Proyectos de Investigación y Desarrollo en el CONICET. Reconocida internacionalmente como una experta en su terreno, fue convocada por universidades de Gran Bretaña, EEUU e Israel. Trabajó hasta el año de su fallecimiento, ocurrido el día 23 de junio de 1995 en la localidad de Lomas de Zamora.
En 1986 publicó Las ustilaginales de la flora argentina, que se convirtió en texto de consulta internacional, reeditada varias veces. Con su marido, Luis Bernabé Mazoti, un genetista especializado en maíz también muy importante, los unía una admiración mutua y se los considera una pareja de científicos invaluable para la ciencia argentina.
A la muerte de Elisa escribió Carlos Naranjo: “Un sinnúmero de jóvenes que aprendieron con sus enseñanzas y en especial con el ejemplo de una vida dedicada a la ciencia. (…) No estamos aquí solo por la vasta obra científica realizada por Elisa, estamos porque fue una mujer extraordinaria. Estuvo entre nosotros acompañándonos tanto tiempo, dándonos su sombra y su abrigo, ligándonos al pasado, que se nos hizo costumbre tenerla. Y cuando se va, de pronto notamos todo lo que nos ha sido arrebatado, y nos invade una soledad irreparable”.
David Tieffenberg, un socialista inquieto e incansable
Nació en 1909, en Villa Domínguez (departamento Villaguay), en una familia de inmigrantes judíos que fueron de los primeros en llegar como parte del proyecto del barón Hirsch. Su padre era viajante de máquinas agrícolas y su madre Sara fue la encargada de educar a tres hijos.
Hacia 1916 la familia se trasladó a Concepción del Uruguay, y David cursó estudios secundarios en el Colegio. Él y sus dos hermanos integraron la orquesta infantil que dirigía su padre.
Estudió Derecho en Santa Fe donde ingresa a las Juventudes Socialistas. Regresa con el título de abogado en 1936, comienza a trabajar en la Unión Obrera de Entre Ríos, es orador en actos del 1º de Mayo en Colón, Concepción y Gualeguaychú, y entusiasta promotor del movimiento cooperativo y de la Universidad Obrera en Concepción del Uruguay.
Por entonces se casa y tiene dos hijos, y ejerce la profesión: un aviso en el diario La Juventud promociona “Dr. David Tieffenberg. Abogado – Estudio Jurídico: Calle Ameghino 121. Tel. 2393”.
Es activo en el PS uruguayense junto a Miguel y Rufino Baiz, Eduardo Ojeda, Dr. Peisajovich, Miguel Pepe y Benito Sirota, entre otros.
Se suma a Acción Argentina, movimiento antifacista junto a Juan Balsechi, Isidoro Neyra y Delio Panizza. Secretario general de la Federación Socialista Entrerriana, fue detenido en 1944 y trasladado a Buenos Aires, donde fue brutalmente torturado. Ya en libertad se exilia en Montevideo donde se relaciona con Alfredo Palacios, Nicolás Repetto y Américo Ghioldi, regresa en septiembre de 1945 y se radica en Buenos Aires.
Por entonces publica el primero de sus libros. En la Capital es asesor legal de distintos gremios y enseña Derecho Laboral en la UTN Regional Buenos Aires. Se suma a la Federación Socialista porteña y ocupa cargos importantes, integra el Comité Nacional del PS y dirige La Vanguardia. Tras la división partidaria de 1958 queda del lado de Alicia Moreau, Ramón Muñiz y Alfredo Palacios en el Partido Socialista Argentino.
En las sucesivas divisiones del PS, Tieffenberg se va acercando al peronismo, se reúne con Juan Perón en España y se radicaliza, adhiriendo a la Revolución Cubana. En 1971 Salvador Allende lo suma al gobierno de la Unidad Popular en Chile, en el Ministerio de Trabajo. Con el golpe del 11 de septiembre regresa a Buenos Aires. Amenazado por la Triple A se exilia en Barcelona, y actúa al frente de la Casa Argentina que reúne a los exiliados sin banderías.
Fue autor de numerosos libros (entre ellos Juan B. Justo en la historia y la política argentina, Estatización, nacionalización y socialización; Exigencias proletarias a la revolución y la legislación obrera en el régimen peronista; Luchas sociales en la Argentina; Sindicato, ideología y política; Reflexiones sobre la conciencia y la democracia socialista).
En 1983 regresa al país, funda el Partido Socialista 1º de Mayo, con el que participa en frentes de izquierda con el Partido Comunista y el MAS. Dirige la publicación Tribuna Socialista. Falleció el 28 de marzo de 1994. Sus cenizas se encuentran en el Panteón de los Emigrados Revolucionarios Cubanos del Cementerio de La Habana, Cuba.
Arturo Enrique Sampay, constitucionalista indómito e incómodo
Nació en Concordia el mismo día que el Colegio, pero en 1911. Es considerado el ideólogo de la Constitución de 1949 y padre del constitucionalismo social en la Argentina.
Se graduó de abogado en 1932 en la Universidad Nacional de La Plata y realizó estudios de posgrado en Zurich, Milán y París. Desde su militancia yrigoyenista se sumó al naciente peronismo en 1945.
Desde antes estudiaba los cambios que se producían en el mundo y cuestionaban el modelo de Estado liberal. Así estudió la primera constitución que en nuestro medio expresaba nuevas doctrinas sociales: la de Entre Ríos de 1933. Tres años después, Sampay publica La constitución de Entre Ríos ante la moderna ciencia Constitucional.
En 1949 Sampay es constituyente por el peronismo de la provincia de Buenos Aires (que lidera el gobernador Mercante) y marca la impronta de esa Convención en la que, más allá de aspectos discutibles, establece el reconocimiento de los derechos sociales, así como de la economía al servicio del hombre. Es Sampay, dice Juan F. Segovia, estudioso de la Convención del 1949, quien “aporta luz a la reforma”.
Pero en 1952 Mercante se enfrenta con Perón y como parte de su sector Sampay termina perseguido (como Jauretche y tantos otros), por lo que debe exiliarse en el Uruguay. Con el derrocamiento de Perón en 1955 su situación apenas cambió: ahora también era perseguido por los «gorilas».
Pudo volver en 1958, pero no reasumir sus cátedras en la Universidad. Participa en el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE) y dirige la revista Realidad Económica. Recién en 1973 recupera sus cátedras y pasa a ser titular del Instituto de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho de la UBA.
También es jefe del gabinete de asesores del Consejo Federal de Inversiones. Durante el tercer gobierno peronista propone una nueva reforma constitucional, siendo conjuez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (1973-1976). Fue además miembro de la Comisión contra la Discriminación Racial de las Naciones Unidas.
Con la dictadura de 1976 Sampay es expulsado de la universidad. El 14 de febrero de 1977 muere en la ciudad de La Plata.
Su pensamiento fue siempre indómito e incómodo. Sus libros Introducción a la Teoría del Estado, La Filosofía del Iluminismo, y Constitución y pueblo, muestran la evolución de sus ideas, hasta llegar a un socialismo cristiano. Como pensador, Sampay entendía al Estado como la herramienta para controlar al capital y poner “la economía al servicio del hombre, y no a la inversa”. Católico de hondas convicciones, entendía que solo una sociedad socialista y democrática era compatible con la doctrina de Jesús.
En vida Sampay no recibió los homenajes que debió merecer por parte del justicialismo al que tanto aportó, que ignoró su valía y dejó que la “degradación del olvido” sepultara su obra.
En 2008 la Convención Constituyente de Entre Ríos lo homenajeó destacando sus méritos y su condición de egresado del Colegio Histórico.
Para elaborar esta nota se utilizaron fuentes como:
Sobre Francisco Felipe Fernández: la biografía Francisco Felipe Fernández, de Jacobo De Diego (1987). Las Obras Dramáticas de F.F.Fernández; el artículo “Teatro y política: Francisco Fernández, un político militante entre el periodismo y la dramaturgia (1862-1870)”, de Mónica Alabart y Mariana Pérez; el capítulo que le dedica Fermín Chávez en Civilización y barbarie en la historia de la cultura argentina (1965) así como el capítulo por Juan Carlos Jara en la compilación Los malditos: hombres y mujeres excluídos de la historia oficial de los argentinos (Tomo III); la revista Caras y Caretas (archivo digital disponible en la Biblioteca Nacional de España)y el periódico El Uruguay (1864) digitalizado por el Museo Palacio San José.
Sobre los Kennedy: el artículo de Miguel Gregori, “El bombardeo a nuestra ciudad”, en La Calle (20-2-2000), y los libros Los Kennedy, de Yamandú Rodríguez (1934), Los otros Kennedy, de Oscar F. Burgos (2000) ; el capítulo de Ricardo A. Lopa, “Kennedy, Eduardo, Mario y Roberto”, en Los malditos: hombres y mujeres excluídos de la historia oficial de los argentinos, Tomo II (2000), compilado por Norberto Galasso; el capítulo “La Revolución de los Kennedy” en Memoria La Paz, Historia e identidad, Ediciones CEHAJ (2006) y el libro de Jorge Repiso Los Kennedy, tres hermanos que casi cambiaron la historia (2015).
Sobre Ana Emma Lucía Bedogni: el artículo de Eva Mara Petitti y Martina Ferro Piérola, “Ana Emma Lucía Bedogni. Género, profesionalización de la política y configuración de una burocracia educativa en Entre Ríos”, en el libro Maestras argentinas. Entre mandatos y transgresiones (2023); y “Ana Emma Lucía Bedogni de Basaldúa. Presencia y memoria de una educadora entrerriana”, de Sara del Rosario Mentasti, en el libro Mujeres entrerrianas de Editorial de Entre Ríos (2022).
Sobre Mario César Gras: “Mario César Gras en los debates del revisionismo histórico”, de Ignacio Journé, en Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas, julio de 2023; los libros del propio Gras Los gauchos colonos, La tragedia del Linyera, etc., y la información periodística sobre la reedición de La casa trágica, así como la biografía de Néstor Luis Montezanti, Vida y obra de Mario César Gras: la piedad filial, publicada en 2002 y la revista Caras y Caretas (archivo digital disponible en la Biblioteca Nacional de España).
Sobre Elisa Hirschhorn: Obituario por Carlos A. Naranjo, entrada en Wikipedia, archivo familiar de Néstor Hirschhorn.
Sobre David Tieffenberg: la principal fuente fue la entrada con su nombre en el Diccionario biográfico de la izquierda argentina, (2007) coordinado por Horacio Tarcus. También los apuntes inéditos de Miguel Pepe cedidos a Jorge Villanova, los propios libros de Tieffenberg y el diario La Juventud.
Sobre Arturo Sampay: Homenaje en la Convención Constituyente de Entre Ríos (2008), el artículo “Sampay: un olvidado egresado del Colegio”, de Américo Schvartzman en El Tren Estudiantil (2008), obras del propio Sampay como La constitución de Entre Ríos ante la moderna ciencia Constitucional (1936), La crisis del estado de derecho liberal – burgués (1942) y Constitución y pueblo (1973), y el archivo de la revista Realidad Económica del IADE.
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