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VEINTE AÑOS DE EL MIÉRCOLES

Malvinas, dos décadas después (2002)

Esta entrevista fue publicada en el número 104 del semanario El Miércoles, al cumplirse 20 años de la Guerra de Malvinas. Allí, tres de los veteranos de guerra uruguayenses, Andrés Horacio Akrich, Ulises Darío Monzón y Armando Scévola, contaban sus experiencias durante el conflicto pero también el después. "Nos sentimos más respetados cuando estuvimos prisioneros que en los 20 años posteriores", lamentaban.

El miércoles 3 de abril de 2002 salía a la calle el número 104 del semanario, en cuya tapa podían verse como notas principales la pelea del concesionario del hotel de la terminal con el Municipio y proyectos existentes para el viejo Hospital, pero también se destacaba el reportaje a ex combatientes de Malvinas oriundos de Concepción del Uruguay. Allí, narraban experiencias durante y después de esa lucha armada, al cumplirse 20 años de su comienzo.

Así, compartiendo con nuestros lectores algunas de las más relevantes notas publicadas durante dos décadas, celebramos los 20 años de Miércoles, que se cumplen en este 2020.

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Malvinas, dos décadas después

«Nos sentimos más respetados cuando estuvimos prisioneros que en los 20 años posteriores»

 

Tres ex combatientes de Malvinas, todos oriundos de nuestra ciudad, revivieron el conflicto, a 20 años de la guerra. Ulises Darío Monzón (39 años), Andrés Horacio Akrich (42) y Armando Scévola (39) son integrantes del Centro de Ex Conscriptos Combatientes en Malvinas de Entre Ríos (Cecimer). Scévola y Monzón son veteranos de Infantería de Marina, y Akrich de Ejército. En este diálogo dan la visión, dos décadas después, de tres civiles a los que les tocó participar en una guerra ominosa por sus motivos, más allá de la validez del reclamo.

Lejos del patrioterismo que se enanca sobre el legítimo reclamo, hay una deuda pública con los ex combatientes, que los gobiernos posteriores a la dictadura jamás saldaron. Centenares de ex combatientes se han suicidado en estos 20 años, el 40 por ciento no tiene trabajo, nunca hubo un plan de apoyo psicológico a los veteranos. Esta es parte de la deuda interna, que a los sostenedores del establishment les importa bastante menos que la externa, el precio del dólar y el riesgo-país. Con lucidez y sinceridad, y mucha pasión en juego, Scévola, Monzón y Akrich dialogaron con este semanario.

Akrich: Cuando el milico éste dijo ayer “ex soldados” (se refiere a la reunión convocada en el BING), yo me sentí agraviado. Cuando hacíamos el servicio militar, en mi caso me reincorporaron al año siguiente del servicio, combatimos por la República contra fuerzas invasoras, eso marca a una persona de tal manera que seguís siendo soldado toda la vida. Yo no soy ex soldado, yo me siento soldado. Y estoy bastante caliente como para que si hay quilombo de nuevo, llegar a agarrar las armas de nuevo. Es así. “Ex soldado”, fuiste. Terminó, ya está.

Scévola: Además somos soldados de reserva. Aparecemos como cabos de reserva.

A: Estas discriminaciones que hacen ciertos militares en retiro, que dicen que no creen en la discriminación entre soldados, suboficiales y oficiales, pero que dentro de sus regimientos tienen un casino de oficiales y un casino de suboficiales, ¿cómo pueden ahora venir a decir que somos todos una sola cosa?

Monzón: Yo en esto disiento. Yo fui un civil que en su momento fui soldado, pero desde que me dieron la baja no fui más soldado. Yo ya cumplí con la Patria y terminó ahí. Nunca más me sentí perteneciente a las Fuerzas Armadas.

A: Bueno, yo tampoco. Es una cuestión sentimental de uno hacia el país. Yo no añoro las Fuerzas Armadas, en eso coincido con Quico (Monzón). Pero después de una experiencia como es la guerra, creo que seguís siendo soldado.

«Esas imágenes de soldaditos llorando, muertos de frío... Existe, fue así... No es que la queremos ocultar o que digan ‘son los Rambos de Argentina’. No hay ningún Rambo. Pero molesta esa imagen, porque yo vi gente que se incendió con una bomba, se apagó y siguió combatiendo... Y eran colimbas. Entonces te duele en el alma». (Monzón)

En algunas ocasiones, en actos a los que los convocaban, si estaba la representación oficial de las Fuerzas Armadas, ustedes preferían no estar. ¿Eso sigue sucediendo?

M: Hemos compartido actos. Y no tenemos problemas en hacerlo, porque la causa de Malvinas es una sola. Pero la diferencia es que ellos reciben órdenes de lo que tienen que hacer. Por eso no podemos compartir ideas. Personalmente no tenemos ningún problema.

A: Hay dos situaciones. Hace un par de días fuimos convocados a una reunión, como ex soldados conscriptos, donde se nos invitó a un proyecto del Regimiento de acá, que nos querían hacer partícipes, una serie de actividades conmemorativas para llevar a cabo durante todo el año. Fuimos a la reunión, a escuchar esos proyectos. En ese contexto, donde están las Fuerzas Armadas, con suboficiales y oficiales retirados, soldados veteranos, civiles damnificados, etcétera, es un contexto en el que podemos llegar a participar porque la idea común es rescatar el 2 de abril. Pero la inclusión nuestra como soldados veteranos de Malvinas, a grupos de cuadros de las Fuerzas, se ha demostrado que es incompatible. Las discrepancias hacen que nos desvinculemos. Por eso nos agrupamos como civiles.

S: Además muchas veces, ellos no tienen la posibilidad de decir la verdad. No pueden decir más que lo que les ordenan. Nosotros no tenemos ese problema. Si tenemos que decir algo, lo decimos tal como fue, no nos equivocamos. Cuando van a los colegios, no pueden hablar de soldados estaqueados, o de cuadros oficiales que escaparon, porque ellos están trabajando, están llevando un uniforme. Las preguntas siempre van a ser diferentes, pero si no podés contestar con la verdad, entonces el trabajo no va a servir.

¿Qué les sigue molestando de todo lo que se ha dicho en estos 20 años?

M: Hay muchas cosas. Lo que tal vez más molesta es que nunca se reconoció al civil que fue como soldado. Cuando nosotros vinimos fue una vergüenza nacional, y ese fue el trauma más grande. Un montón de chicos entre 18 y 20 años pusieron hasta su vida, hasta el último momento, y la propaganda del gobierno pos-guerra fue totalmente al revés. Hasta hoy las imágenes que muestran son las del soldado llorando, con frío, que quiere ir a casa. Y no fue todo así. La parte heroica de esos chicos nunca se mostró.

A: Otra de las grandes cuestiones pendientes de todos los gobiernos del 82 hasta hoy, y algunos lo han empeorado, es el real censo de los veteranos de Malvinas. Por cuestiones ajenas al hecho, y a veces para conseguir beneficios, se ha ido involucrando gente que no tuvo relación con el conflicto. Gente que ni siquiera estuvo movilizada, gente que estuvo movilizada pero no estuvo en Malvinas, civiles que 20 años después aparecen como veteranos, que pueden haber sido damnificados por la guerra, pero que de ningún modo estuvieron combatiendo. Ese es un censo que debe hacerse, para limpiar a todos los veteranos que hemos sido ensuciados por los inescrupulosos que han tomado ese nombre.

M: Lamentablemente, como es nuestro país... Mucha gente dice “este país”. No: es nuestro país. Todos los proyectos quedan en el aire. Ese censo se iba a hacer, se iba a dividir en categorías, porque hubo gente que fue movilizada... Pero quedó ahí, en la nada.

A: A mí me revuelve el estómago. Porque no es para vanagloriarse, “yo estuve en la guerra y vos no”, no es algo que pueda ser motivo de envidia. Pero revuelve el estómago que gente que iba en un barco en dirección al Beagle y tuvieron un desperfecto, o lo que sea, resulta que son “Héroes de Malvinas”. ¡Estamos todos locos! Uno puede ser damnificado por la guerra, como pasó en la Segunda Guerra, pero un tipo al que le cayó una bomba en la casa, no es un veterano de la Guerra Mundial. Podrá reclamar indemnización, pero no un certificado de veteranos de Malvinas, que no tiene ninguna autenticidad moral.

¿El paso del tiempo va modificando el recuerdo?

M: No, los sentimientos no se modifican. Tenemos muy presentes los 74 días que estuvimos allá. Estamos más maduros, por ahí contestaremos una pregunta más pausadamente, o más pensada. Pero el sentimiento está intacto.

¿Y cuál es el sentimiento que prepondera?

M: Son 20 años, pero yo siento que fui hace dos años.

A: A mí me suenan las bombas más fuerte que antes. Uno se vuelve más cerebral y menos emotivo. Pero los recuerdos son muy fuertes. Yo no paso un día de mi vida sin que algo me recuerde Malvinas. Siempre alguna imagen se me cruza. Con el paso del tiempo se te pierden algunos detalles, pero la esencia siempre está. La imagen que predomina es la de un grupo de jóvenes en una situación límite, con un proyecto común, con el único sentimiento presente que era la amistad y el patriotismo, sin ningún tipo de interés. Porque cuando te están cayendo las bombas a 20 metros, ¿qué ambición podés tener ahí? ¿Qué le podés querer robar o envidiar al otro? Entonces el sentimiento se vuelve totalmente puro, hasta sublime, que pocas veces se vuelve a repetir. Yo no volví a sentir algo así.

S: A pesar de estar viejo (risas) yo sigo sintiendo lo mismo que hace 20 años. Me sigo emocionando. Yo soy un poco emotivo, es mi forma de ser. Un poco más maduro, pero pienso que pese a todo, es un sentimiento muy positivo.

A: No hay que olvidar que nosotros pertenecemos a una generación que tuvo una serie de eventos muy importantes a lo largo de su juventud: padecimos la dictadura, sufrimos la guerra, sufrimos la posguerra, vivimos el inicio de la democracia... Cosas que en la vida de un país se dan a lo largo de generaciones, nosotros tuvimos la suerte de vivirlas en una década. Sin duda, sin quitarle importancia a lo brutal de la dictadura o a la importancia de recuperar la democracia, Malvinas fue un hecho inédito para todos. A la guerra la leíamos o la veíamos por televisión, pensábamos que jamás iba a pasar.

Cuando fueron enviados, ¿tenían la sensación de estar haciéndole el juego a la dictadura que trataba de salvarse con una guerra, o predominaba el sentimiento patriótico?

M: Lo que pasa es que en la secundaria fue todo gobierno militar. Nosotros estábamos entrenados física y psíquicamente para pelear con Chile.Veíamos muy poco lo que pasaba en el país. Cuando nos tocó la guerra queríamos ir, a toda costa. Tal vez la irresponsabilidad de la edad, el hecho de no tener familia hacia abajo, pero queríamos ir.

A: Mi caso es diferente, yo ya estaba de baja. Había venido de Pelay y estaba almorzando con mi familia, y en el noticiero '60 minutos' dan la noticia. Mi primera inquietud fue la de pensar que la gente que estaba gritando en la calle iba a padecer y sufrir lo que estaba gritando. A mí me sugerían distintas cosas: “Andate al Uruguay”, “Andate a la mierda”, “No te quedes porque te llevan”... Yo hablé con mi padre y tuvimos una decisión: yo tengo que ir. En ningún momento me plantearon “te escondemos” o algo así. Mi padre agarró el auto y me llevó, lo juntamos en Gualeguaychú a Joaquín Greco y a Carlitos Mosto, que murió en Malvinas. Y el día 5 estábamos en Malvinas. Nosotros en ese momento no coordinábamos bien lo que nos esperaba. Pero todos los que fuimos, creo, fuimos con la decisión de servir al país. Lo que pasa es que la Argentina nos llevó a la guerra sin estar preparados. No la Argentina, el gobierno de la dictadura. De eso no hay duda.

M: Lo de las imágenes del soldadito llorando...Existe, fue... No la queremos ocultar ni que digan “son los héroes, fueron los Rambos de Argentina”. No hay ningún Rambo. Pero me molesta esa imagen, porque yo vi gente que se incendió con una bomba, y se apagó y siguió combatiendo... Y eran colimbas. Entonces te duele en el alma.

A: La desmalvinización que hubo en el país coincidió con un momento histórico, que fue el fin de la dictadura militar. Los veteranos volvieron a ser carne de cañón, esta vez para desprestigiar a las Fuerzas Armadas, que ya estaban desprestigiadas de por sí, por todas las atrocidades que había cometido. Pero lo que culminó ese destrozo de los militares fue que ni siquiera en el campo de batalla pudieron resarcir las barbaridades que hicieron en el gobierno. Mostrar a los soldados de esa forma degradante, sufriendo el frío, el hambre, la lluvia, el miedo, el terror... que todo eso lo sufrimos, pero mostrar eso como única imagen, es para decir: “Mirá los milicos hijos de puta, encima lo que hicieron”. Pero mostrar sólo eso es falso. Esa no es la visión que teníamos nosotros.

S: Además nunca bajamos los brazos. Es más: ni siquiera nos preocupaban las bombas que caían cerca de nosotros. Nunca perdimos el deseo de luchar, y de hecho cuando entraron en Malvinas les costó bastante.

¿Ustedes notaban la desorganización, la falta de planeamiento en la conducción de la guerra?

M: Se notaba en la parte logística. Y después de que pasó, tuvimos más conciencia de la improvisación. Por ejemplo, la comida estaba en el aeropuerto. Pero no podía llegar en forma terrestre, por la turba. Pero no había helicópteros, así que estaba la comida, la ropa, pero no se podía mover.

A: Era como jugar un equipo de la C contra la selección argentina. No se trata de la voluntad de combate, sino de quién tenés enfrente. Ellos tenían un sistema de comunicaciones perfecto, un sistema de organización eficiente. Para contarte un caso, la noche del 10 de julio, bengala va, bengala viene, cañoneo de artillería, balas rasantes, no sé cuántas horas tirando de los dos lados. Tuvimos muchos bajas, nos replegamos, al otro día volvemos a la posición y encontramos nuestras bajas, grandes destrozos, ellos habían retrocedido, y encontrábamos boinas, fusiles, equipos de comunicación... Pero ningún enemigo caído. Y de nuestro lado varios. Imaginate: el primer día de combate cuerpo a cuerpo. Moralmente es terrible. ¡Nos cagaron matando compañeros y nosotros no le pegamos a uno! Después nos enteramos que se los llevaban. El mes prisionero nos sirvió para enterarnos de varias cosas. Ellos tenían una compañía necrológica o no sé cómo se llamaba, que iba retirando los muertos, los heridos, en el mismo combate. Eso era parte de la acción psicológica, pero a vos te desmoralizaba.

«Revuelve el estómago que gente que iba en un barco en dirección al Beagle y tuvieron un desperfecto, o lo que sea, resulta que son ‘Héroes de Malvinas’». (Akrich)

M: O el hecho de que atacaban, se retiraban, volvían a atacar y eran otros. Y nosotros éramos los mismos.

A: Nosotros teníamos un cañón que era llevado por un semirremolque, era el de más alcance. Cuando tiraba, a los 30 segundos de reloj, caían los proyectiles de ellos al lugar donde había tirado. De reloj. De las experiencias en contra, tenemos tantas para contar... Todo eso resalta al ser humano, que en condiciones totalmente inferiores estábamos ahí para enfrentarlos...

M: Ellos entrenaban en transatlánticos... La gente se reía, yo a eso lo vi después, en la revista Gente, “mirá estos boludos entrenan en un barco”... ¡Eran superprofesionales!

A: Acá la hipótesis de conflicto siempre fue Chile. Entonces no estábamos preparados, es real. En ese entorno, yo no me siento un derrotado. Y más teniendo en cuenta la cantidad de compañeros que dieron la vida en esas condiciones.

¿Al ver todo eso ustedes no pensaban “qué carajo hacemos acá”?

S: Para nada. Eso fue posterior. En ese momento ni nos interesaba. Estábamos dispuesto a hacer lo que fuera necesario con lo que teníamos.

¿Les sigue costando mucho contestar a la pregunta de si mataron y cómo se sintieron en ese momento?

A: Mirá, todos los momentos de combate fueron de noche, y no teníamos visor de luz nocturna. Tirábamos a sombras, a bultos. En ningún momento vimos un contacto directo de un enemigo. No teníamos posibilidades de ver a quién disparar. Sumale el humo, las bengalas, la neblina... Yo no te puedo decir que vi que le pegué a alguien. Supongo que con todos los cargadores que he tirado, espero haberle pegado a alguien. Ellos bajaron a varios de mis compañeros. Tiré a pegar, claro. Vos estás ahí, y si no le pegaste, él le da a tu compañero o a vos. En ese momento no hay una conciencia del ser, la metafísica, dios, la religión, ya te encomendaste antes a Dios, llevame cuando te parezca, y lo que venga, vendrá.

S: Yo estaba en una antiaérea, así que le tiraba a aviones. Si maté a alguien, no lo sé. Cuando nos íbamos replegando bajamos un helicóptero, pero era de noche, así que tampoco vi más que eso.

M: Mi situación era parecida a la de Andrés. Sí vi y me impactó un compañero que le descargó la 9 milímetros en el pecho a un inglés en una trinchera. Esto fue en dos o tres segundos. Y es así. Nosotros tirábamos a los lugares de donde salían los fogonazos. Y en los momentos de peor confusión, no sabías adónde tirabas.

¿Qué se siente al ver caer compañeros?

M: En ese momento no sentís nada. La adrenalina no te permite. En mi caso, lo vi muerto, lo llevé 600 metros y volví al lugar. Después sí fui reaccionando, era un compañero mío. Después fue terrible, pero en ese momento no, el afán era llevarlo a un lugar donde lo pudieran recoger para asistirlo.

A: En el momento es bronca, rabia, que te enardece, de manera que apretás más fuerte la cola del disparador. Pero son situaciones extremas en las que uno no reacciona como lo haría en una situación normal.

¿Cómo fue estar prisioneros de los ingleses?

M: Las experiencias son distintas. Una cosa es estar prisionero cuando todavía se sigue combatiendo y otra diferente cuando ya terminó. Con todo, no fuimos tratados tan mal. Yo temí no volver, pensaba que íbamos a estar mucho más tiempo y que no nos iban a traer al continente.

«Los militares no pueden decir más que lo que les ordenan. Cuando van a los colegios el 2 de Abril, no pueden hablar de estaqueados o de oficiales que escaparon, porque están trabajando. Nosotros no tenemos ese problema. Si tenemos que decir algo, lo decimos tal como fue». (Scévola).

A: Nosotros estuvimos un mes hasta volver al continente, y fue positivo en el sentido de que fue un precipitante de todo lo que nos había pasado, hubiera sido peor salir de inmediato y volver al continente para escondernos, como sucedió después.

S: Primero fue bravo. Cuando logramos hacerles entender que no éramos comandos, sino colimbas, el trato cambió. Pero fue difícil hacerles comprender lo que era un colimba. Ellos eran todos profesionales.

¿Qué fue lo mejor y lo peor que vieron en cuanto a la condición humana?

A: Hay de todo. Hay gente que tuvo actitudes solidarias, heroicas, de suma grandeza, de desprendimiento, y otros que han sido mezquinos, egoístas, cobardes. Como es la naturaleza humana. Los mejores recuerdos que yo tengo están vinculados a los momentos de compartir con los compañeros, cosas que hoy no tienen mayor significado, pero en ese momento la sinceridad y la amistad del grupo. Y lo peor, la soberbia de algunas personas que no les permite ver dónde están, o que tener un grado no para ninguna bala. Yo rescato siempre la autenticidad de los sentimientos del grupo.

M: Lo malo fue la sensación que teníamos de que para algunos superiores nosotros éramos personal descartable. Que como personas, como clase, éramos menos que ellos, y que tenían más derechos que nosotros en toda situación. Eso fue lo peor.

A: El haber estado allá hace muy difícil distinguir entre algo bueno y algo malo. Todo era demasiado parecido. Lo malo, lo peor fue cómo nos llevaron y cómo nos trajeron. La irregularidad con la que nos llevaron a combatir y cómo nos trajeron, escondidos, con charlas sobre lo que se puede decir y qué no, esa hipocresía por parte de los superiores. Esa forma de traernos, una formación ultrarrápida, izar la bandera, y chau. Cada uno a su casa. Yo te puedo decir que ese mes prisioneros en el barco nos sentimos mucho más respetados y valorizados como personas y como soldados, que en los 20 años que llevamos. Eso fue lo vergonzoso y lo que se sufre hasta ahora.

M: Y los gobiernos de turno, desde 1982 hasta hoy, son copartícipes de esto. ¿Alguien nos puede decir que una guerra no es traumática? Y hasta hoy jamás hubo atención psicológica para los ex combatientes.

A: Los datos estadísticos son terminantes. En Inglaterra: gran desempleo, alto porcentaje de suicidio, graves problemas sociales. Y ellos ganaron. Imaginate en la Argentina: 267 suicidios entre veteranos. El 40 por ciento está desempleado. Los problemas sociales: no tener obra social, tenemos el PAMI Veterano, peor que el PAMI. Cuando se pide un empleo para un veterano... Y «algún problema debe tener», encima están agremiados... Eso es lo malo de Malvinas, no haber estado allá. Haber estado allá nos honra. El haber vuelto no.

M: No faltó un político, un funcionario de acá de la provincia, nos dijo que cómo reclamábamos beneficios, si nosotros teníamos la obligación en ese momento de ir... Esos son los políticos que tenemos. Entonces yo digo, las obligaciones las tenemos todas, pero los derechos, no. Y ellos han fundido el país, lo siguen haciendo, y tienen todos los privilegios. Nosotros no pedimos nada que no nos corresponde. Y así está desprestigiada la política, y la palabra “Patria”. Y así se va perdiendo todo, se baja la bandera en la Plaza y los autos no paran, los chicos, que no tienen la culpa porque no se les inculca, no le dan ni bola... Y si parás, te tocan bocina. Y así estamos como país, porque hemos perdido la identidad.

«Vos estás ahí, y si no le pegaste, él le da a tu compañero o a vos. En ese momento no hay una conciencia del ser, la metafísica, dios, la religión, ya te encomendaste antes a Dios, llevame cuando te parezca, y lo que venga, vendrá». (Akrich)

S: Si alguno hubiera podido ver en Puerto Argentino, como vimos nosotros, la bandera inglesa en el mástil donde estaba la bandera argentina, y sentir lo que sentimos nosotros, se daría cuenta de lo que es y de lo que debe ser. Es parte de nosotros. A mí eso me destrozó, me llenó el corazón de angustia, por eso a otros les puede parecer algo menor, pero me da bronca que se ice la bandera en la Plaza y nadie se detenga a mirarla, te cuesta entenderlo. A nadie le preocupa, si el gobierno no se preocupa, debería hacerlo el pueblo.

M: Cuando hay manifestaciones y se arma despelote, se canta el himno. Ahí se acuerdan. Y ahí está la clave. A mí eso me molesta.

A: Una cosa más: Malvinas es la única causa que une a todos los argentinos. Tiene una importancia histórica trascendental, no nosotros. A nosotros nos tocó ser actores en esa historia. Pero la gesta de Malvinas es necesario que la resaltemos, que se eduque a los jóvenes en eso. Y por eso el 2 de Abril no puede cambiarse por razones turísticas. Las fechas patrias no se pueden cambiar. Argentina vive una cantidad de desencuentros, lo único que nos une son las fechas patrias. Si no respetamos eso, no nos queda nada. Si eso no cambia, con el tiempo va a perder todo sentido, toda esencia.

 

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