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Manuel Belgrano: un héroe civil al que se niegan a reconocer como tal

La historiografía porteñista ha logrado que casi todos los argentinos veamos en Manuel Belgrano sólo el creador de la bandera. Su figura como intelectual sobrepasa la del militar, y sus dotes morales lo tornan peligroso para los poderosos.

 

Por JULIO MAJUL (Especial para EL MIÉRCOLES DIGITAL)

 

Hemos dicho muchas veces que la historia argentina ha sido distorsionada (y a menudo mentida) por los historiadores porteñistas. Lo que no ocurrió en Buenos Aires,  o no se hizo como los porteños querían, no existe en la historia oficial.

Ya me he referido a la figura señera de José Artigas, reducida por la mentira oficial a un arrebatado salvaje.

En estos días se cumplió el 250° aniversario del nacimiento, y se cumple los 200 años de su muerte, de Manuel Belgrano. Ocasión propicia para reflexionar sobre su figura.

 

NO SÓLO LA BANDERA

         Para ignorar su grandeza como pensador, se recuerda a Belgrano sólo como el creador de la bandera nacional. Mérito nada menor, por cierto. Pero reducir a Belgrano al General que figura en los planes escolares dictados desde Bueno Aires; y que influye hasta en el nombre de nuestros vecinos allende el puente; es una acertada maniobra para que se ignore el pensamiento de este hombre inmaculado, generoso, humilde, formidable intelectual.

Y hasta el episodio de la bandera es en realidad discutible; hay muchas razones para creer que la primera vez que se izó la azulceleste y blanca en la ribera del Paraná, no fue en Rosario sino en cercanías de la entrerriana Victoria. Sin embargo, esto no se puede discutir ni reflexionar sobre ello; se ha sacralizado el monumento rosarino y basta de analizar la cuestión.

 

EL VERDADERO BELGRANO

         Manuel Belgrano se recibió de abogado en España, y sólo ejerció la profesión para defender a su padre, acusado de desfalco. El Belgrano padre era un hombre muy rico, y se decía que su fortuna había sido malhabida. Manuel demostró la falacia de la acusación y logró superar la situación. Luego, no ejerció más la abogacía; colgó el título y se dedicó a estudiar en profundidad filosofía y economía. En otra ocasión me referiré a su pensamiento, porque este espacio no basta.

 

Nunca se arrepintió de haberse brindado íntegro a la causa americana. Tuvo palabras terribles para los corruptos, recordando que los Estados se destruyen cuando llega la corrupción de los gobernantes.

 

Considerado el intelectual de los revolucionarios de Mayo, fue periodista, difusor de los ideales revolucionarios, era el blanco preferido de los porteños, que lo hicieron militar y sin la menor experiencia previa, lo designan al frente del ejército nacional que operaba en el norte del Patria.

Belgrano acepta, porque “la Patria exige que uno se sacrifique por ella cuánto sea necesario”.

Más allá de las victorias y las derrotas en batalla, me interesa rescatar su condición de líder auténtico, cuando consigue que el pueblo jujeño se retire con él hasta Tucumán. Belgrano pide, y los jujeños lo hacen, que envenenen los pozos de agua, abandonen sus casas sin dejar nada útil en ellas, quemen las cosechas que eran su sustento.

Hay que tener una dosis tremenda de credibilidad y de poder de convicción para lograr lo que sólo Artigas había conseguido de su pueblo, con el éxodo al Ayuí. Con la diferencia que Artigas era un veterano conductor del pueblo oriental, y Belgrano un auténtico desconocido por el pueblo jujeño, al que sin embargo gana con su fervor patriótico y su decencia.

 

EL BELGRANO EJEMPLAR

         Ya he dicho que Belgrano venía de un hogar rico materialmente. A su muerte era un hombre pobre, de toda pobreza.

Se sabe que al médico que lo atendió en sus últimas horas le pagó con su reloj (“mi único bien”, le habría dicho) y que su hermano tuvo que sacar el mármol que encubría un mueble para usarlo como lápida en la tumba belgraniana.

Nunca se arrepintió de haberse brindado íntegro a la causa americana. Tuvo palabras terribles para los corruptos, recordando que los Estados se destruyen cuando llega la corrupción de los gobernantes.

Termino recordando que la asamblea del año 1813 le otorgó una recompensa de $40.000 por su victoria en Salta; nuestro personaje declinó percibirlos, y pidió que con ese dinero se construyeran cuatro escuelas. Hasta entrado el siglo XXI, o sea casi 200 años después, se habían construido sólo dos, en 2004 se inauguró la tercera, y la cuarta nunca se erigió. La corrupción ganó otra batalla.

Hace poco, Cristina Fernández proclamó que ella hubiera sido amante de Belgrano. No creo que él la aceptara.

 

 

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