María o Miriam era hija de Ana (después Santa Ana), y como se sabe fue la madre biológica de un niño al que llamó Jesús, y después conocido como el Nazareno y más tarde como Cristo, que en griego significa ungido.
Por ANÍBAL GALLAY de EL MIÉRCOLES DIGITAL
El embarazo de María fue “por obra y gracia del Espíritu Santo”, sin que haya muchas especificaciones. María supo de su embarazo porque un arcángel se lo anunció. Y quedó una cuestión sin resolver en cuanto a que el Hijo de Dios había sido concebido por una mujer a la que le cabían lo propio de todos los humanos: el pecado original.
Jesús había estado entonces en el seno de una mujer impura. Esta suerte de nudo teológico debía ser resuelto de algún modo.
El tema tomó estado de efervescencia en el siglo 19, casi dos mil años después de la vida, muerte y resurrección del hijo de María. El tema había tenido ya alguna consideración entre los llamados Padres de la Iglesia, sobre todo por la expresión “llena eres de gracia” del arcángel Gabriel.
Pasaron casi dos milenios para que los teólogos traigan una cuestión de difícil resolución. María es una humana que parió a Dios en un misterio llamado la Encarnación.
Es decir que Dios había nacido de un cuerpo humano alcanzado por la generalidad del pecado original.
Resultaba entonces contradictorio que Jesús naciera de un cuerpo y alma pecaminosos. De allí surgió entonces el dogma de la Inmaculada Concepción que declaró a María nacida sin pecado original, privilegio concedido por Dios a quien iba a ser la madre de Dios hecho hombre.
Terminado el debate teológico el Papa Pio IX ,por medio de una bula, disipó toda duda. Escribió el Papa:
"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..." (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854).
María fue preservada por los méritos de Cristo. Si bien Cristo aún no había nacido, Dios le concedió esa gracia por adelantado.
Para los católicos esto es dogma de fe, de modo que no tiene discusión alguna y debe ser creído sin cuestionamiento. Agréguese que cuando el Papa dicta normas sobre doctrina es infalible, por lo tanto, no se equivoca porque está asistido por el Espíritu Santo. La infalibilidad también es dogma de fe.
Todo este proceso no fue tan sencillo, y por momentos alcanza algunos ribetes propios de la literatura fantástica.
En 1823, en una provincia de Avellino (Italia), dos sacerdotes dominicos, padres Bassiti y Pignataro, estaban exorcizando a un poseso, de 12 años de edad, analfabeto.
Para humillar al demonio, lo obligaron en nombre de Dios, a demostrar la veracidad de la Inmaculada Concepción de María Santísima, cuestión que ya estaba en debate. Desde las profundidades del averno, el mismísimo Lucifer creó un soneto que hizo conocer a través del niño poseso.
Soy verdadera madre de un Dios que es hijo,
Y soy su hija, aunque también su madre;
Él desde eterno existe y es mi hijo, madre.
Él es mi Creador y es mi hijo,
Y soy su criatura y su madre;
Fue divino prodigio ser mi hijo
Un Dios eterno y tenerme a mí por madre.
El Ser de la madre es casi el Ser del hijo,
Visto que el Hijo dio el ser a la madre
Y fue la madre que dio el ser al Hijo;
Si, pues, del hijo tuvo el ser la madre,
O ha de decirse manchado el hijo
O se dirá Inmaculada la Madre."
Se cuenta que el Papa lloró al leer el soneto, admirado de la vena literaria de Satán.
Ese es uno de los argumentos que llevará el Sumo Pontífice a proclamar en 1854 el nuevo dogma católico.
Pero faltaba, que desde el más allá se corrobore el dogma.
Así fue que entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858 se produjeron las apariciones en Lourdes a la niña Bernardette Soubirous. Una comisión eclesiástica interrogó a la niña en varias oportunidades, y en la última entrevista Bernardette repitió que la Virgen María le había dicho “yo soy la Inmaculada Concepción”.
Ya no quedó una pizca de duda: María corroboraba lo que el Papa había dispuesto en 1854, acerca de la concepción sin pecado de la propia María.
Teniendo en cuenta esta gracia especial concedida a la madre de Dios, los teólogos acuerdan que María nunca se inclinó ante la concupiscencia.
No debe confundirse la Inmaculada Concepción de María, con la Concepción o Encarnación del hijo de Dios “por obra y gracia del Espíritu Santo”, y anunciada por el Arcángel Gabriel.
En América hay 14 ciudades con el nombre de Concepción. En Argentina, una en Tucumán y otra en Corrientes. Además, hay cinco en Filipinas.
Se agregan con la misma referencia: Concepción del Bermejo (desaparecida) y Concepción del Uruguay. Si bien hay algunas discusiones entre historiadores, el fundados Tomas de Rocamora la habría llamado Villa de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción del Uruguay.
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