La excepcional escritora entrerriana Emma Barrandeguy (1914-2006) formó parte de la Universidad Obrera impulsada por el filósofo Mario Bunge en su juventud. En esta nota que reproducimos, publicada en 1998, la autora de “Habitaciones” expresa su amistad y su admiración por el pensador argentino, de quien destaca “su genial trayectoria y sabiduría”. El día en que Mario Bunge cumpliría 102 años valga como doble homenaje: a uno de los filósofos contemporáneos más importantes y a la gran escritora anarquista.
Por EMMA BARRANDEGUY (*)
Mario Bunge tiene un currículum tan nutrido que es imposible de registrar. Reside en Canadá, pero viaja bastante seguido a Buenos Aires a ver a sus familiares y a dejarnos una charla y las notas que escribe para La Nación y que son mucho más accesibles que los muchos libros que ha escrito sobre su actividad como físico, epistemólogo y filósofo de niyel mundial.
Y esto es cierto, no simple panegírico, pues los numerosos congresos a que es invitado confirman su alta categoría de científico.
“Este modelo de vida tiene existencia precaria, aunque esta precariedad nos subsista por muchos años, pero ha de cesar, a menos que el caos y la violencia nos conduzcan al final de nuestra humanidad”.
Aquí, en su país natal, los psicoanalistas lo odian por sus ataques al método (no es una ciencia, dice él) y otros odios más profundos suscita su lengua sin pelos que no se cansa de decir verdades y ubicar científicos de dudosa trayectoria en el lugar que debieran estar según sus convicciones científicas.
Es un hombre que persiste en el respeto a determinados valores de la civilización occidental, fuera de todo posmodernismo nocivo y superficial. Es racionalista, palabra, según algunos, pasada de moda, pero que permite hacer del hombre realmente lo que es: el único animal que razona. Hoy, toda razón es eludida como un pecado de la mente y el individualismo total se adueña de los seres humanos impulsándolos a vivir para sí y en el momento que transcurre, sin pasado y sin porvenir. Pensamos que este modelo de vida tiene existencia precaria, aunque esta precariedad nos subsista por muchos años, pero ha de cesar, a menos que el caos y la violencia nos conduzcan al final de nuestra humanidad.
Pero no seamos tremendistas. Mario Bunge no lo es y, por el contrario, nos dice, como siempre lo ha dicho: "Para mí la sociedad ideal —si alguna vez llegara a existir— sería aquella en la que rigiera una democracia integral, no solamente democracia política, sino también económica, con igualdad cultural y posibilidad para todos de acceder a la cultura y una democracia biológica, es decir, que no haya discriminación por sexo o por raza, que no se trate a la mujer peor que a los hombres ni a los llamados 'cabecitas negras' peor que a los 'cabecitas blancas'. En fin, una sociedad más igualitaria".
Esta es la aspiración de la gente pensante de este siglo que ya termina sin haber logrado este objetivo que, sin duda, es el más perdurable en la esfera intelectual y sin duda el más claro; oportunidades para todos (salud, vivienda, educación), no a la miseria, no a la discriminación, no a la violencia. Por un ideal semejante se luchó durante todo este siglo y el anterior y —tal vez— siempre. Así, la insistencia de Bunge en sus planteos nos permite tener un apoyo en lo que también íntimamente deseamos, y este estímulo nos complace mucho.
Cuando Bunge se proclama ateo y, sin atacar, ubica a las confesiones religiosas con un simple «allí no se discute», parece que todo estuviera ya dicho, que con eso bastara. Y de allí surge nuestro agradecimiento hacia un pensador lúcido y cabal, que jamás ha retaceado sus ideales ni ha dejado de exponerlos en sus notas, de manera sencilla y eficaz.
“Mario Bunge es un pensador lúcido y cabal, que jamás ha retaceado sus ideales ni ha dejado de exponerlos de manera sencilla y eficaz”.
Pero Mario Bunge no fue durante su actuación en la Argentina solo un profesor destacado, sino que también fue el iniciador de la Universidad Obrera, institución fundada en Buenos Aires a su impulso y cuyo éxito se basó en el tipo de enseñanza que allí se hacía. Basta decir que, por la importancia que había alcanzado, la Universidad Obrera fue una de las primeras en ser clausurada por Perón. Allí realmente se enseñaban oficios y además, el más difícil de todos, el de pensar.
Al cerrar este capítulo de su vida y exiliarse, Mario Bunge se abre, con total seriedad, a sus estudios, hasta llegar a ser lo que es hoy. Saludamos aquí a este antiguo amigo y deseamos, de corazón, que siga ilustrándose con su genial trayectoria y su sabiduría.
Domingo 19 de julio de 1998
(*) Reproducida de “Cronosíntesis”, selección de notas periodísticas de Emma Barrandeguy, editada por la Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos.
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