El ciudadano iraní detenido hace un año en Concepción del Uruguay fue condenado y cumplió íntegramente su pena, pero permanece retenido en una comisaría a la espera de que la Dirección Nacional de Migraciones complete los trámites para su expulsión del país. Sin embargo, su futuro es una incógnita.
Por JUAN CRUZ VARELA ( PÁGINA JUDICIAL)
Keifi Mojtaba, de origen iraní pero ciudadano del mundo, tachaba los días en el calendario, preso de un sistema que le haría pagar hasta el último día –o al menos eso creía– su condición de trotamundos.
Sabía –o al menos eso creía– que nadie estaría esperándolo el 23 de julio al mediodía cuando se le diera por cumplida una condena de un año y un mes de prisión por haber intentado comprar un pasaje con un documento de identidad de otra persona.
Solo este cronista esperaba en vano aquel domingo fresco, aunque impropio de cualquier invierno, que Keifi Mojtaba atravesara el portón de la unidad penal, sobre calle Marcos Sastre, ahí donde nace Ruperto Pérez. Al fin, los minutos se consumieron eternos sin ninguna señal de aquel hombre espigado, altísimo, con anteojos de miope, barba tupida y una sonrisa indeleble en el rostro.
La noche anterior, unas horas antes de cumplir íntegramente una condena de un año y un mes de prisión por haber intentado comprar un pasaje con un documento de identidad que le pertenecía a otra persona, una delegación de la Policía Federal trasladó a Keifi Mojtaba a Concepción del Uruguay, donde permanece retenido desde entonces a la espera de que la Dirección Nacional de Migraciones (DNM) complete los trámites burocráticos para su expulsión del país.
Tras la condena, el organismo abrió un expediente administrativo que declaró la presencia de Mojtaba en el país como irregular, ordenó su expulsión y prohibió su reingreso por el término de cinco años. Esa medida no está consentida y ha sido apelada por la defensa oficial que asiste al ciudadano iraní.
La “retención” fue solicitada por Fernanda De Benedetto, asesora jurídica recientemente contratada por la DNM, ante el “real peligro inminente de que el extranjero se sustraiga de comparecer ante las autoridades migratorias”. El planteo fue presentado ante el juez federal Pablo Seró dos días antes que Mojtaba cumpliera la condena.
La jurisprudencia tiene dicho que la retención “no se trata del cumplimiento de una pena, sino de una mera medida asegurativa con un fin específicamente determinado y limitado en el tiempo”. Pero los plazos se han extendido, algo que la DNM atribuye a la condición de indocumentado del ciudadano iraní, y ahora la jueza María Isabel Caccioppoli le concedió hasta el 15 de agosto para completar los trámites, gestionar las cargas públicas y afectar a los custodios que acompañarán a Mojtaba a su país. La magistrada dejó entrever que no está de acuerdo con la extensión de plazos, pero que lo hacía a la espera de una decisión definitiva de la Cámara Federal de Apelaciones.
Trotamundos
Es poco lo que se sabe sobre Mojtaba. Lo que sigue es una historia construida sobre mitos, medias verdades, datos tomados del expediente judicial y algunos testimonios de personas que lo han tratado.
Se sabe ahora que nació el 15 de mayo 1994 en Sabzevar, una ciudad de tradición agrícola del noreste de Irán, cercana a la frontera con Turkmenistán; anduvo por algunos países de Latinoamérica y recorrió varias provincias argentinas como mochilero y sobreviviendo con changas. El resto es difuso.
Mojtaba había dicho que fue expulsado de Irán por su fe cristiana, que es contraria al régimen que los Ayatollah instalaron en 1979. Sin embargo, una vez develada su identidad, se supo que había tenido en su país una causa por hurto y que fue detenido el 16 de junio de 2010 en Rasht, un enorme centro comercial y turístico en la costa del mar Caspio, también señalada como la puerta de salida a Europa y una ciudad distante a más de setecientos kilómetros de Sabzevar. Sin embargo, aquel antecedente no fue motivo suficiente para que Irán reclamara su extradición.
Es un enigma cómo salió de su país ni el camino que lo trajo a Latinoamérica. En su indagatoria en el Juzgado Federal dijo haber llegado a Venezuela en 2016, procedente de Estambul, y que allí solicitó la ciudadanía, pero le fue negada; después intentó nacionalizarse en Ecuador, lo que tampoco consiguió y perdió sus papeles. Esos países, sin embargo, aseguran no tener registros suyos.
El propio Mojtaba dijo haber iniciado luego un derrotero que lo llevó por Perú y Bolivia, hasta su ingreso a la Argentina, el 8 de octubre de 2021. Asegura que lo hizo caminando a través del paso de frontera de Salvador Mazza, en la provincia de Salta, eludiendo el control migratorio.
El 9 de diciembre fue interceptado por la Policía de Salta. Estaba en situación de calle; se presentó como Asan Azad y dijo ser de origen afgano. Se le tomaron las huellas dactilares y se cruzó información con distintos sistemas, pero su nombre no apareció en los registros. Tampoco las oficinas de Interpol en países de Latinoamérica aportaron datos de identidad ni movimientos migratorios del hombre.
El 30 de diciembre de 2021 fue demorado en La Rioja, donde se presentó nuevamente como Asan Azad o Francisco Azad, esta vez dijo ser palestino, pero no tenía ninguna documentación que lo corroborara. Entonces se le labró un acta por una infracción migratoria, se declaró irregular su permanencia en el país y se ordenó su expulsión y prohibición de reingreso por el término de cinco años. Es un hecho que la medida no se concretó, pero se desconoce cómo hizo burlarla.
Un informe policial lo ubica en los meses posteriores en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, dedicado a la recolección de latas de aluminio que vendía en una planta de reciclaje.
De Sabzevar a Concepción del Uruguay
Su aparición en Concepción del Uruguay está rodeada por el mismo halo misterioso. Se pudo establecer que llegó a la ciudad el 9 de junio de 2022 en un colectivo de larga distancia. ¿Desde dónde? No hay certezas. Probablemente desde Zárate. Ese mismo día viajó a Colón. Al día siguiente se presentó en la terminal de Concordia e intentó adquirir un boleto para viajar a Salto, en la República Oriental del Uruguay, pero no pudo hacerlo porque no tenía documentos.
Se desconoce dónde estuvo en los días posteriores, hasta que volvió a aparecer en Concepción del Uruguay el 24 de junio. Descendió de un colectivo y se dirigió a una ventanilla de la terminal. Con dificultad le dijo a la empleada de una empresa de transporte público:
–Concordia.
–12.50 –le dijo ella, con tono de voz pausado, al advertir que la persona a quien tenía delante suyo era extranjero–. Valor 950 pesos –agregó.
Sin mediar palabras, el hombre abrió la billetera y extrajo mil pesos. Ella los tomó y mientras lo hacía le solicitó una identificación. De la misma cartera extrajo una cédula argentina y se la extendió:
–Leal –dijo, monosílabo, mientras le entregaba a la empleada de la empresa de transporte el documento con ese apellido impreso.
–¡Este no sos vos! –exclamó ella al ver que la foto del documento no coincidía con el rostro que tenía ante sí–. ¿Pasaporte? –le insistió mientras el hombre negaba con la cabeza sin decir una palabra.
La mujer entonces le devolvió el documento, el dinero y lo vio irse. Fue un compañero de ella quien le advirtió al encargado de la terminal que “un masculino tenía intenciones de comprar un pasaje con una posible documentación falsa”. El resto es conocido.
El documento había sido denunciado como perdido tres semanas antes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lo que acaso permite suponer la presencia de Mojtaba en la metrópolis antes de iniciar su derrotero en la provincia de Entre Ríos.
A esta altura, y aunque la suerte parece estar echada, no parece sencillo aventurar qué será de Keifi Mojtaba en el futuro.
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