Tinta Brava, letrista de la legendaria murga montevideana, se muestra crítico de la competencia carnavalera: “No es sana”, dice, y asegura que han convertido al Carnaval montevideano “en un Broadway villero”. Además opina sobre la coyuntura de la región: “El giro a la derecha es parte del viaje y pasará”, asegura: “Confío en los pueblos latinoamericanos”. Y su mirada esperanzada y rebelde se afirma en el futuro: “La verdad la tienen los jóvenes, hay que escucharlos a ellos”.
Por A.S.
Raúl Castro pisa el escenario para dar inicio a la prueba de sonido y se persigna con la misma naturalidad que un jugador de fútbol al salir del túnel. Al rato avisa que se olvidó los zapatos rojos en Paraná y pasa el dato de la habitación para que se los manden. Es uno más en la murga, ubicado en el extremo de la cuerda de segundos, donde se sitúan las voces más graves del coro murguero.
El Flaco tiene 69 años pero está muy lejos de aparentarlos: altísimo, con el cabello largo y una actitud jovial, este montevideano que ha sabido armonizar su trabajo como publicista con su pasión murguera, sufrió un paro cardiorrespiratorio a comienzos de agosto de 2016. “Estuve 19 minutos apagado”, contó después. En la charla agregará que la experiencia de “morir” lo reafirmó en sus ideas, pero lo hizo más consciente.
Raúl es el letrista y a la vez el corazón de la legendaria murga Falta y Resto, nacida en 1980, en plena dictadura uruguaya, y reconocida como la primera murga en “cruzar el charco” hacia la Argentina, cuando de este lado se salía de la larga dictadura. En la otra orilla aun seguían en el poder los mandones militares. El contexto era muy especial: la dictadura uruguaya había convocado a un singular plebiscito para que el pueblo uruguayo diera su visto bueno a la entronización constitucional de los mandones militares. Cuando parecía impensable, el pueblo oriental dijo “no” a las pretensiones autoritarias.
En ese marco nació la Falta y Resto, y en ese ambiente opresivo y a la vez tan esperanzador, la nueva murga, con sus letras notables sorteó con inteligencia y poesía a la censura: “Al marchar no queremos dar consejos, ni mensajes ni frases rimbombantes, solo decir que todo canta siempre, la voz que está presente y la distante” (retirada 1982). La Falta representó así un grito de libertad y de autonomía, al que la gente se aferró con tanta pasión que hizo nacer una leyenda.
“Fue una hermosa experiencia morirme, en todo sentido”.
En el juego del truco, cantar “falta y resto” es jugarse a todo o nada, es la apuesta cuando la partida está casi perdida. Aunque la opción no aparece en el reglamento oficial del juego de naipes rioplatense por excelencia, nadie que lo haya jugado ignora la zozobra que significa echar la falta y resto.
También en aquel contexto surgió el nombre artístico del Flaco Castro: “Tinta Brava”, que lo acompaña hasta hoy. En 1982 todavía había una Comisión de Censura en el Carnaval montevideano, que revisaba lo que las murgas cantarían en la competencia. Cuenta que le devolvieron la carpeta con la letra “toda tachada con cruces rojas, se la muestro a los muchachos de la murga y entonces uno dice: “Y que querés, Flaco, si estás con la tinta brava”. Poco después, al ir a registrar las letras en la SADAIC del Uruguay le preguntaron bajo qué seudónimo, y no dudó: "Tinta Brava".
Un momento de la prueba de sonido.
La murga que el Flaco Castro y Hugo Brocos fundaron hace casi cuarenta años se ha caracterizado por apuestas de riesgo en ese particular mundo del Carnaval montevideano, lleno de magia y de nostalgia, de brillo y de pasión, pero también condicionado por una telaraña de reglamentaciones y por una creciente comercialización. Siempre pionera en innovaciones, hace un par de años se planteó convertirse en una murga “paritaria” desde la mirada de género, dar un lugar destacado a las mujeres y empezar a asumir un discurso decididamente feminista. Así venía hasta que 2019 arrancó raro para la Falta: Piruja Brocos, su otro fundador y –junto con Castro– dueño del título, decidió negar su autorización, no firmó su aval e impidió así que la murga participara de la prueba de admisión para la competencia oficial. Se afirmó que Brocos no estaba de acuerdo con incluir mujeres en el espectáculo. Piruja negó: dijo que fueron diferencias entre socios las que motivaron su decisión.
Como fuera, la situación convulsionó a la murga y provocó una movida que no cesa: la Falta y Resto reafirmó y potenció su discurso feminista y salió a recorrer la región, sacudiendo la escena y contribuyendo a expandir aun más el fenómeno de exportación del género, fenómeno del que fue pionera en sus mismos inicios.
“Las etiquetas y los nombres son circunstanciales, son excusas para cantar juntos. Nada más que eso son los títulos, incluso el de Falta y Resto”.
En esta charla, cerrando gira en la Argentina, Tinta Brava recorre algunos de estos tópicos y retoma un asedio crítico a la competencia carnavalera. Y su mirada esperanzada y rebelde se afirma en el futuro.
¿Cómo impactó en ustedes la situación por la que la Falta este año quedó fuera de la competencia? ¿Cómo fue que lograron transformar esa situación irritante en virtud?
Y sí, salimos del circuito. Pero la reacción de los muchachos y las chiquilinas, hizo que enseguida apareciera el desafío de encarar un carnaval distinto, alternativo, nómade… Y la verdad es que fue espectacular: desde el 11 de enero hasta ahora hicimos más de setenta actuaciones, que es mucho más que lo que se puede hacer en el Carnaval oficial. Y con el beneficio de no haber tenido la competencia que es tan perjudicial en cuanto a la manera en que cada uno juzga a los otros conjuntos que concursan, la competencia exacerbada como está sucediendo en el Carnaval de Montevideo, no es sano.
¿No es sano?
No es sano. Yo creo que no lo es. Aparte lo están transformando en un Broadway villero, una cosa muy terraja, como decimos nosotros, de pensar que cuanto más plata le ponés a las cosas, mejores son. Y el Carnaval es totalmente diferente. El Carnaval es creatividad, ingenio, humor y es poderse arreglar con lo que hay. Y hacer emocionar, llorar, reír, sacar las más profundas emociones desde la sencillez. Porque como decía Gardel, con guita cualquiera es vivo. La murga, al contrario, es una respuesta al tener en lugar de ser, la murga es un devenir del ser, es sentirse bien en el lugar donde estás, y desde allí entonces ocurrírsele a uno transformar la realidad en alegría, sea cual sea esa realidad.
Y además develarla, mostrarla…
Claro. Y entonces fue divino. Fue espectacular. Transformamos una crisis en oportunidad y hoy estamos recogiendo los frutos de no habernos quedado quietos, de haber seguido adelante. Y estamos inventando una nueva forma de Carnaval. Estamos haciendo realidad aquello que cantaba la Falta del ‘92: “Te invito a cantar hasta inventar otro Carnaval”. Bueno, eso estamos haciendo. Y nos llena de satisfacción.
“Resistir la cultura que se nos quiere imponer implica el trabajo comunitario y con alegría”.
Vos tenés una trayectoria muy extensa en el Carnaval, y desde ese lugar asumís el desafío de promover otro Carnaval y a la vez promoviendo gente nueva, muy joven, no solo en edad sino en ideas.
Es cierto, acá tenemos un pibe de 15 y otro de 18.
¿Y cómo se vive eso desde tu lugar? Sacando los sesgos negativos que la palabra pueda tener en esta época, ¿sentís que sos algo así como un patriarca protestón del Carnaval?
Noooo (se ríe). Yo me siento un alumno. Yo siempre soy un alumno en el Carnaval. Cuando era muchacho me enseñaron que había que escuchar al veterano. Lo puse en una letra.
“Que el letrista no se olvide...”
Claro. “Que el letrista no se olvide de escuchar al veterano...”. Pero ahora que llegué a ser yo un veterano, me doy cuenta de que la verdad la tienen los jóvenes, hay que escuchar a los jóvenes.
Es muy poderoso que seas vos quien dice algo así.
Pero es lo que pasa. Yo aprendo de mis hijos todo el tiempo. Vos lo ves con los aparatos, con las cosas tecnológicas. Y la tecnología determina al ser humano. Hoy la tecnología asimilada mucho antes por los nuevos chips de las cabezas de los gurises, nos van cambiando también a nosotros, lo van haciendo ellos. Entonces tenemos que mirarlos a ellos, cómo se conectan, cómo intercambian, por supuesto que los principios, lo que decimos desde los principios, es lo mismo desde hace cuarenta años, pero lo decimos de manera diferente, adaptándose a la época. Y en eso, en la forma, manteniendo la forma de la murga, los jóvenes tienen la verdad.
“Están transformando el carnaval en un Broadway villero, creen que cuanto más plata le ponés a las cosas, mejores son. Y el Carnaval es totalmente diferente”.
El espíritu de la Falta es el mismo de hace cuatro décadas, pero los temas han cambiado. La cuestión ambiental no estaba cuarenta años atrás, tampoco la cuestión feminista, si bien había estado antes ¿no? En generaciones de luchadoras de otros tiempos…
Sí, claro, por eso hay que tener la nariz bien metida en la olla de la realidad… Ir pulsando cuáles son esos condimentos que hay que ponerle a la murga para que sea reflejo de lo que le pasa a la gente. El hecho de que la Falta sea paritaria, es reflejo de la lucha feminista. Son las mujeres las que se ganaron el lugar. No fuimos nosotros porque sí que se nos ocurrió, sino que ellas con su trabajo nos hicieron ver que había que darles el lugar que ellas venían reclamando desde hace muchos años.
Bromeás con eso en el cuplé, pero lo decís muy en serio. La Falta lo toma muy en serio.
Claro. Es que creo que es por ese lado. Creo que estamos viviendo dos revoluciones al mismo tiempo, y eso es mágico: por un lado, la revolución de la murga, que es una manera gregaria de hacer política artística, y eso está sucediendo en todos lados. Vos me decías antes de la nota que esta ciudad se está transformando en la capital argentina de la murga uruguaya, y es eso, esa revolución que se está extendiendo. Cuando en 1983 fuimos la primera murga que cruzó el charco, “murga” era mala palabra prácticamente. Y hoy es un fenómeno a nivel continental, hay murga desde Bogotá hasta Valparaíso, desde Mar del Plata a Mendoza.
Y hay un reconocimiento inédito como género.
¡Inédito! Imaginate, a nosotros como uruguayos, acostumbrados a importar géneros culturales, este hecho de exportar algo que es nuestro, es una cosa muy hermosa y que nos llena de orgullo. Y sobre todo de responsabilidad: hay que ser muy abierto y a la vez muy persistente y resistente. Resistir la cultura que se nos quiere imponer por vía de los grandes medios de comunicación, implica el trabajo con alegría y sobre todo, el trabajo comunitario. Hoy la revolución de la murga enfrenta el individualismo con el colectivismo, y es labor del colectivismo construir entre todos. La persona que crea para murga crea para compartir con otros, para acordar, en letra y música. Los acordes que se hacen en la música son acuerdos que se hacen en la letra. La murga es acorde y acuerdo.
¡Linda definición! Pero dijiste dos revoluciones. ¿La otra es la feminista?
La otra es la revolución feminista. Entonces si vos mezclás las dos cosas, es muy potente lo que pasa. Realmente es un instrumento de cambio. Y eso es lo que ha sido siempre la Falta, y hoy más que nunca por el aditivo del feminismo.
¿Cuánto pensás que influyó en el crecimiento del género el fenómeno de la Murga Joven?
Ah, muchísimo. La Murga Joven es muy importante. Pero yo creo que la murga es una sola. Murga de niños, murga joven, murga de veteranos, ahora hay murgas que arman “guardias viejas”... Pero la murga es todo uno. Gente en grupos cantando. Creo sinceramente que las etiquetas y los nombres son circunstanciales. Incluso la de Falta y Resto. Acuerdos, nada más, imaginarios, excusas para cantar juntos. Eso son los títulos. No creo que uno sea mejor que el otro. Todos hacen aportes desde lo ritual y lo artístico, y la gente recoge, como en un prado, la flor que más le gusta.
“La murga es una respuesta al tener en lugar de ser, la murga es un devenir del ser, es sentirse bien en el lugar donde estás, y desde allí transformar la realidad en alegría, sea cual sea esa realidad”.
Es año electoral. Y la Falta ha sido una de las murgas que más ha hablado siempre de política. ¿Cómo ves la región con el avance de la derecha?
Creo que es un momento difícil para toda América Latina. La derecha está contraatacando fuerte, pero me parece que el viento sopla de la nuca para los pueblos latinoamericanos, y por más que hagan toda la fuerza que puedan, no hay ejército capaz de derrotar a una idea. Y lo que está pasando en Brasil, lo que está pasando en Argentina, lo que pretenden hacer en Uruguay, no va a ser posible porque confío y creo en los pueblos latinoamericanos.
Corsi e ricorsi diría Vico, ¿verdad? Flujos y reflujos de la historia. ¿Esta ola también pasará?
Pasará. Lo que sucede es parte del viaje. Hay momentos del tiempo que son más difíciles que otros, momentos de consolidación, momentos de duda, porque uno los tiene también en la militancia social y política que busca un hombre y una mujer mejores, asumidos, más claros, y esos momentos de duda se sacan en grupo. Por eso la murga es tan importante. Porque en la murga las alegrías se multiplican y las tristezas se dividen.
¿Puede haber murga de derecha?
No. La opinión artística comunitaria es de izquierda por definición.
Si tuvieras que hacer un breve balance sobre los gobiernos del Frente ¿qué rescatás como principal logro y qué ves como principal falencia?
Lo más positivo: la búsqueda de la justicia social. Lo negativo: la lentitud en esa búsqueda.
Seguís laburando en publicidad ¿no? ¿Te costó armonizar laburo y murga?
Sí, sigo siendo publicista. Es como el profe de educación física que además juega al básquet. Una profesión potencia a la otra.
“No hay murga de derecha, la opinión artística comunitaria es de izquierda por definición”.
No te quiero dejar de preguntar por ese episodio increíble que te tocó vivir.
¡Morir! (risas)
Tal cual ¿en serio estuviste diez minutos muerto?
Diecinueve.
¿Está chequeado eso? ¿Ya aparecés en el Guinness de los Récords?
(Se ríe)
¿Qué pasó cuando “volviste”? ¿Cambió algo en vos?
Me reafirmó en todo lo que pensaba. Que vine para esto que hago que es hacer cantar a la gente, y hacerla cantar en grupo. Que todavía no era hora de irme. Que tenía que pasar esto que nos pasó en la Falta, por ejemplo, para abrir más la cabeza, la mía y la de la gente, y pensar que el Carnaval no es solamente el circuito oficial, esos quince o veinte tablados que estábamos acostumbrados y que se nos estaban destrozando uno a uno, cada vez menos... Que era el momento de abrir y que la Falta era la encargada de ser uno más de sus pilares. Y también que debía hacer la transición del instrumento a las nuevas generaciones, esto de pasarle la posta a los jóvenes. Que es tan hermoso y difícil también. Como en la huerta, ¿viste? Para que todos los plantines florezcan, crezcan… y a veces tenés que salirte del medio para que les dé el sol. Porque sino ta bravo...
También podría decirse, siguiendo con la idea de la huerta, que para vos quizás también es momento de cosechar todo lo que sembraste.
Sí, por momentos siento que fue un regalo de Dios que me quedara, porque la gente me demuestra cada día un cariño que yo no tenía idea que había provocado. Eso me llamó la atención, a mí y a la gente que sigue el género, todo lo que recibí: “Flaco cómo estas”, “Vamo arriba”, “Estuvimos rezando por vos”, “Estuvimos pensando en vos”, “Hicimos cadena”… Esas cosas son espectaculares, increíbles. Y después, el placer de disfrutar de mi familia, yo tengo muchos hijos, nietos… Y no es que disfrute más. Soy más consciente. Disfruto como siempre, pero soy más consciente de lo que que podría haber perdido. Fue una hermosa experiencia morirme, hermosa en todo sentido (se ríe).
(*) Nota publicada en la edición de este jueves 16 de mayo en la revista Análisis.
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