Que lo sepa el candidato, que los que lo rodean se lo recuerden cada día, si termina siendo presidente. No hay amor, no hay ningún afecto en nuestro voto. No hay ninguna clase de adhesión real. Sólo nos pegotea el espanto que nos imprime el delirio de Javier Milei y su compañera Victoria Villarreal.
Que lo sepa el candidato, que los que lo rodean se lo recuerden cada día, si termina siendo presidente. No hay amor, no hay ningún afecto en nuestro voto. No hay ninguna clase de adhesión real. Sólo nos pegotea el espanto que nos imprime el delirio de Javier Milei y su compañera Victoria Villarreal. No vamos a ir a votarlo con alegría. Sólo con el horror de no querer algo aún peor, y la culpa de sentirnos cómplices de lo que suceda.
El debate de candidatos a vicepresidentes me dejó una sensación espantosa: Más allá de los argumentos, Victoria Villarruel pasó por encima a Agustín Rossi y los argumentos totalitarios reivindicatorios de la dictadura, parecieron sentarse en el sillón con comodidad. Todos vimos eso, con excepción de los fanáticos. La posibilidad cierta y cada vez más cercana de que Javier Milei sea presidente, nos obliga a "los neutros genuinos" a salir de la cueva y tomar posición: Ir a votar por un candidato que no nos genera ninguna ilusión, sólo para evitar que gane el otro. Iremos, pero no sin quejarnos.
Massa se equivocará si cree que la mayoría de los que vayamos a votarlo el domingo 19, vamos a ir a hacerlo con alguna otra razón que no sea evitar que gane un demente la presidencia.
Se equivocará mucho, si lee en cualquier resultado positivo alguna reivindicación a su gestión económica o algún dejo de respaldo a las gestiones de Alberto y Cristina.
Soy de los que iré a votar con la bronca de saber que estoy votando a un grupo de dirigentes que pudo cambiar la historia de este país, pero eligió romperlo.
Veo ahora los abrazos a Gerardo Morales, pero no me olvido que hasta hace pocos meses le decían "tirano represor" y le obstruían las rutas para impedir el paso de los turistas, porque rechazaban una reforma constitucional lícita y legítima.
Veo con mucha indignación a los socios y amigos de Insaurralde, rogar el voto de quienes fuimos, a lo largo de toda la gestión, virtualmente paralizados en nuestra actividad económica pyme, por las inspecciones ordenadas por los gremios oficialistas y los embargos perfectamente puntuales de la AFIP, contra los que no estábamos de acuerdo con la gestión nacional o alguno de los gobernadores.
Veo con indignación, cómo un grupo de enanos políticos se alarman con el retorno "de las políticas de persecución", mientras fueron protagonistas de organizaciones ilegales de espionaje montadas desde el Estado, como ocurrió en Santa Fe con el ex Ministro Marcelo Saín, bajo las órdenes del gobernador Omar Perotti, que ahora le hace de chofer a Massa en su gira por la provincia.
Veo y me produce dolor de estómago, a los "muchachos y muchachas" defender al Estado, más preocupados por sus destinos laborales personales, que por nuestra suerte colectiva.
Voy a votar por Massa, porque entiendo que del otro lado hay un riesgo muy cierto de caer en default político. De habilitación de "fuyimorazos" y eliminación de muchos derechos que ganamos todos, y no nos regaló nadie.
No puedo quedarme en silencio mientras todo eso pasa. Mi conciencia no aguantaría un minuto la idea de la complicidad de la llegada de un demente autoritario a la Casa Rosada. Pero lo haré por espanto, sin ningún afecto, sin ninguna ilusión.
Veo a los dirigentes sindicales que le paran a unos, y no a otros, sólo dependiendo del partido que gobierna, rogarle a la sociedad el voto para evitar que perdamos la educación pública, que ellos colaboraron en destruir en los últimos 25 años.
Veo a Ministros que montaron vacunatorios VIPS, que nombraron a amantes en la administración pública, mientras dejan en condición de precariedad absoluta a centenares de enfermeros contratados, que nos salvaron la vida durante la pandemia, levantar la bandera de la "salud pública".
No me agrada compartir el voto con ellos.
No quiero lo mismo que ellos para el país.
No quiero que sigan extorsionando a los gobiernos provinciales que no se rinden, ante la hipercentralidad porteña.
No quiero a los ladrones en el Estado.
No puedo acompañar a quienes proyectan desde la gestión pública negocios que sólo persiguen sus salvatajes personales y montar los sueños de la eternidad en el poder.
Pero no puedo votar a una negacionista de la dictadura, ni a un hombre que cree que la salida es eliminar la moneda nacional, o privatizar la educación y la salud.
No puedo quedarme en silencio mientras todo eso pasa. Mi conciencia no aguantaría un minuto la idea de la complicidad de la llegada de un demente autoritario a la Casa Rosada.
Pero lo haré por espanto, sin ningún afecto, sin ninguna ilusión.
Que Massa sepa, que los que lo rodean se lo digan, que sus esbirros le susurren "Memento Mori"- recuerda que morirás, también- y que su gobierno ponga el ojo en el desarrollo, que premie la virtud y combata a la indecencia.
No tengo ninguna esperanza de que así sea. También, pero de manera más liviana, me sentiré culpable de votar a Massa, lo sé.
Pero lo haré bajo protesta, y sólo aferrado al espanto.
Que es lo que nos une hoy. No es Massa.
(*) Este artículo de Opinión de Coni Cherep fue extraído del blog conicherep.com/
Se reproduce por gentileza de su autor.
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