El autor de “Envenenados”, alerta sobre la contaminación de nuestro suelo, la desidia de nuestros gobiernos y la irresponsabilidad de producir sin hacerse cargo del problema que se ocasiona. Pero también se esperanza en la resistencia de las comunidades que ven peligrar su vida (con iniciativas como el “Paren de fumigar”), así como, paradójicamente, en las exigencias de los países compradores de materia prima, cuya demanda de alimentos orgánicos obligaría, más tarde o más temprano, a ir hacia un sistema agroecológico.
Entrevista de AMÉRICO SCHVARTZMAN, VALENTÍN BISOGNI y MARIO ROVINA
Patricio Eleisegui es periodista y escritor. En este diálogo, tras dar a conocer los niveles de presencia de glifosato en la Argentina, muy superiores al promedio mundial, alerta sobre la contaminación de nuestro suelo y denuncia la desidia de los gobiernos –actuales como anteriores- y la irresponsabilidad de los empresarios y productores que no quieren reconocer el problema que ocasionan. Sin embargo, Eleisegui dice que hay esperanza y lo fundamenta en dos cuestiones: en primer lugar, la resistencia creciente de las comunidades que ven peligrar su vida, cobran conciencia y cuestionan el modelo; por otro lado, en algo paradójico: las exigencias desde los países compradores de materia prima (los mismos que impusieron ese sistema nefasto), que cada vez demandan más alimentos orgánicos, lo cual obligaría a nuestros productores a avanzar hacia un sistema agroecológico, o al menos buscar alternativas más sanas.
Eleisegui es autor de los libros "Envenenados" y “Fruto de la Desgracia”, dos trabajos sobre el uso indiscriminado de pesticidas, sus consecuencias y su relación con el trabajo infantil y mano de obra esclava. El periodista especializado en temas ambientales dialogó con el programa “En la Víspera” (Radio Nacional Concepción del Uruguay LT 11), que produce la cooperativa El Miércoles. La charla se realizó a raíz del estudio coordinado por un investigador del Conicet, doctor Damián Marino, que se publicó en medios internacionales y reveló que el suelo de Entre Ríos tiene la acumulación más alta de glifosato a nivel mundial.
A la conversación se sumó el periodista Javier Vilaboa, de Urdinarrain, quien se hizo eco de diferentes denuncias sobre esta temática en las regiones. Es que el estudio de Marino, difundido en la Argentina por Eleisegui en su blog, mostró que en la ciudad de Urdinarrain la cantidad de glifosato en los suelos supera de manera alarmante el promedio mundial.
URDINARRAIN PUSO AL PROBLEMA EN BOCA DE TODOS
“Lo de Urdinarrain es un dato como al pasar que da el informe. El trabajo del Conicet, de la Universidad de La Plata y el espacio interacción ambiental de La Plata, lo que hace es exponer que el glifosato no se estaría degradando, sino todo lo contrario. Sigue acumulándose desde hace un buen tiempo, porque la utilización del paquete tecnológico en el uso de los pesticidas ha hecho disminuir a los microorganismos que trabajan sobre la tierra para hacer desaparecer al glifosato. Todo eso pasó a segundo plano cuando se conoció la concentración amplísima en Urdinarrain, pero es por el mismo efecto de esto. Se cayó otra arista del glifosato, el mito de que es biodegradable que intentó instalar la misma industria agroquímica”.
“Los productores tendrán que mudarse a otro modelo productivo porque el mundo ya empieza a exigir otra cosa, alimentos orgánicos. Europa no es tonta. Habrá que elegir, caso contrario nos caeremos del planeta”. (Eleisegui)
“El glifosato es malo porque provoca cáncer, esto no se discute en términos de fe ni en cuestiones ideológicas, está comprobado por las pruebas científicas. El científico argentino Andrés Carrasco se ocupó de establecerlo hace años. Lo que tuvimos en los últimos tiempos es la acumulación de pruebas científicas que ponen en entredicho a un producto que la industria otra vez se ocupó de instalarlo como ‘bueno’, ‘el herbicida que no produce nada, que es inocuo, que es biodegradable, se puede tomar como un vaso de agua’. Una sarta de barbaridades que cuando uno confronta con alguien de la industria se cae enseguida porque es insostenible. Me ha pasado en entrevistas con ejecutivos de Monsanto en la Argentina, pero en verdad ninguno de ellos salió a decir todo eso, lo que sorprende es que los representantes de las compañías y organizaciones del campo sean más papistas que el Papa. Son ellos los que dicen que no pasa nada cuando las mismas empresas reconocen que sí, que está ocurriendo algo. Entonces si éstos son -en teoría- los herbicidas buenos ¿cómo será el resto? Estamos usando una batería de productos que son más tóxicos que el glifosato”, alertó Eleisegui.
COMPARACIONES ODIOSAS
Otro argumento usual de los defensores de estos productos es que utilizados en la medida correcta serían inocuos, que si se usan de acuerdo a las recomendaciones técnicas que están incluidos en las etiquetas de los productos y en los manuales, no debería haber problemas. Incluso hacen una analogía con la lavandina, que en función del uso en determinadas cantidades puede generar estragos.
Sí, se lo escuché decir a los representantes de esa industria. Lo que hacen es minimizar un problema poniéndolo al lado de otro. Es como decir ‘la educación argentina es un desastre, pero peor están en África’. Eso lo discutí con gente de la Sociedad Rural acá en Buenos Aires; uno puede tener una botella de lavandina abierta en la casa y no habrá problemas, pero ¿quién tiene abierto un bidón de glifosato en la casa?, y cuando pedís explicaciones las argumentaciones caen en el terreno de la pavada. Vemos a organizaciones como Casafe (Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes)- que es la cámara que integra a los fabricantes de agroquímicos en la Argentina-, postea en su misma página web cuáles son sus requisitos para usar este mismo tipo de productos, y cuando uno observa la protección que debe usar el aplicador, es un auténtico traje espacial (ver imagen). Entonces si hablamos de inocuidad y demás, que alguien me explique por qué esta Cámara está alertando sobre esta protección para la aplicación de esas aplicaciones. Y a su vez la pregunta es más amplia: ¿qué tienen que hacer entonces las poblaciones que viven al lado de un campo, si la persona que está fumigando se tiene que disfrazar de astronauta? Y ahí no hay discusión posible porque la misma industria está mostrando que esto no es inocuo, no es gratis la utilización y debemos tener muchísimas medidas de protección. Por algo la utilización de agroquímicos está estipulada como una manipulación de productos peligrosos, por lo que la mayoría de los municipios, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, tiene algún tipo de legislación especial.
EL ESTADO ES IMPULSOR DEL USO DE ESTOS PRODUCTOS Y LA RESISTENCIA DE LAS COMUNIDADES
Teniendo en cuenta que YPF es una de las empresas que produce este producto que tantos problemas trae, y siendo que el 51 por ciento de sus acciones pertenecen al Estado ¿qué se puede hacer para modificarlo?
Lamentablemente es el lado B de estas cuestiones. YPF importa el glifosato granulado desde China, y lo que hace acá es transformarlo en la versión del bidón que conocemos, poniéndole la etiqueta, es como que compra un genérico. El problema es que es un modelo de producción impuesto a través del sector político en general, desde los municipios a las provincias y el Estado Nacional, generando por medio de empresas del Estado regalías a través de la venta del glifosato, anunciando inversiones de Monsanto en el país, estableciendo convenios como hizo YPF para trabajar en Vaca Muerta. Lamentablemente no podemos esperar una solución desde arriba. Es más, ahora el mismo Sergio Bergman (ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable) achicó las distancias de las fumigaciones a cien metros de las zonas habitadas, lo que no debe sorprendernos de una gestión como esta.
“El Gobierno ha sido el principal defensor de este modelo de negocios. Cuando aparecen estos datos se cae todo, porque siempre había justificaciones sistemáticas con una cosa u otra”. (Vilaboa)
No se puede esperar demasiado …
No. En este país podés tirar millones de litros de cianuro en un río y no tendrás problemas como lo hizo la la Barrick Gold. Si pensamos que durante el kirchnerismo, que fue la etapa ‘progresista declarada del país, el consumo de agroquímicos aumentó un mil por ciento, se aprobaron una veintena de semillas transgénicas, si los que en teoría se mostraban más renuentes a la inversión extranjera tuvimos esas respuestas ¿qué puede esperarse de una gestión como esta? Por ende las responsabilidades están en las comunidades, en los sectores más chicos y generar la resistencia desde abajo. No queda otra alternativa, y es lo que puede verse en los colectivos que surgen en nuestras comunidades.
UNA BOMBA EN URDINARRAIN
Por su parte Javier Vilaboa, aseguró que la noticia “cayó como una bomba. Si bien uno habla, y opina sobre estos temas, cuando aparece una publicación así, que cita investigaciones científicas que siguieron determinados protocolos para llegar a determinados datos, es como que se cae todo, porque siempre había justificaciones sistemáticas con una cosa u otra”. Recordó a la familia Portillo de la localidad de Gilbert, donde sus integrantes fallecieron por contaminación ambiental e incluso recordó la denuncia de la ex concejala Mónica Feyt, de esa localidad, quien en 2010 alertó que en la misma cuadra donde vive, había cinco mujeres padeciendo cáncer.
“El Gobierno ha sido el principal defensor porque lo adoptó como un modelo de negocio y el productor-que en principio no quería echar nada, sólo trabajar con el arado- se fue acostumbrando a este modelo. Aquí tenemos muchos casos de muertes de cáncer, de tumores. Lo único que hicieron el actual intendente, Paulino Mornacco, junto a los medios que seguían su línea, fue desacreditarme, como al medio y a la concejala denunciante. Pasan los años y lamentablemente la ciencia termina dándonos la razón. Lo único que hemos hecho en estos últimos años fue perder tiempo. Hace un año a raíz de la muerte de chicos de 17 y 18 años por enfermedades terminales surgió la iniciativa de armar una asamblea y preguntarnos por qué nos morimos de cáncer y pedir un estudio ambiental. Hasta ahora son puras excusas, justificaciones, patearla para adelante, pero en concreto no se dio ningún paso que nos garantice estar mejor en un futuro. Uno se pregunta con qué seriedad la clase política se toma esto. Y se ve un horizonte complicado”.
“Las responsabilidades están en las comunidades, en generar la resistencia desde abajo. No queda otra alternativa, y es lo que puede verse en los colectivos que surgen en nuestras comunidades”. (Eleisegui)
LA ESPERANZA EN LOS COMPRADORES DE MATERIA PRIMA
Eleisegui, consultado por los casos en que Europa devolvió cargas completas de miel al Uruguay por encontrar ese producto contaminado, el investigador ensaya una teoría, que en el fondo puede ser una solución: que nuestra región exportadora de materia prima, deba cambiar su modelo productivo buscando alternativas más sanas.
“Creemos que puede haber un cambio a raíz de las exigencias del mismo mundo. Hemos armado nuestra estructura económica para proveer, pese al paso de los siglos siempre entregamos materias primas, no generamos valor agregado, y en el primer mundo están tomando cierta conciencia de la calidad de la alimentación, eso explica que Alemania haya devuelto toda la partida de miel a Uruguay. Europa tiene una legislación muy dura en el uso de pesticidas, de hecho hubo una controversia muy dura en Alemania y Holanda por una partida de huevos contaminados por un hormiguicida que se llama Fipronil, que se puede comprar en la Argentina a través de Mercado Libre. Tenemos un nivel de desmadre en la legislación. En Europa discuten darle permisos muy acotados al uso del glifosato y acá no tenemos una sola legislación de alcance nacional que establezca, por lo menos, algún tipo de control a estos productos; estamos a contramano siendo el país que más cantidad ocupa en el mundo por cantidad de habitantes”.
“Cuando uno observa la protección que debe usar el aplicador, es un auténtico traje espacial. Entonces la pregunta es más amplia: ¿qué tienen que hacer las poblaciones que viven al lado, si quien está fumigando se tiene que disfrazar así?” (Eleisegui)
“Cuando hicimos el trabajo para la televisión italiana, a ellos no les importaba la situación dramática de la salud. No es que le importa a Italia lo que ocurre en San Salvador, lo que sí les importa es el producto que le estamos vendiendo; las estadísticas dicen que somos los que más harina de soja le vendemos para las pastas que comen ellos, entonces empezaron a revisar qué le vendemos y como se produce. Argentina tendrá que ajustar su mecanismo de producción y terminar con la producción de pesticidas a mansalva, porque el mundo está pidiendo otro tipo de alimentación y nos quedaremos afuera de la torta económica. Los productores, por más que les duela, tendrán que mudarse a otro modelo productivo porque el mundo empezará a exigir otra cosa. El mundo no es tonto, por más que acá hablemos de la evolución de la transgénesis y los productos que hacemos en el campo con la modificación genética y demás, los países que llevan las banderas económicas están pidiendo cada vez más productos orgánicos, menos manipulación, surgidos de la agroecología. Habrá que elegir si vamos a querer seguir haciendo plata, como se hace ahora, o deberemos cambiar a eso, caso contrario nos caeremos del planeta”.
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