Las islas Diómedes se ubican en el Estrecho de Bering. Una es rusa, la otra estadounidense. Las separan 3,7 kilómetros de un mar que por momentos se congela y las une. Pero viven en días diferentes. Más al sur está la isla San Lorenzo, que a pesar de su proximidad con Rusia, pertenece a Alaska. Allí llegaron dos ciudadanos que no querían ser reclutados por Putin.
Por GABRIEL MICHI (*)
Gran parte de los ciudadanos de Estados Unidos, como también gran parte de los rusos (sobre todo de la parte occidental del país con mayor superficie del mundo) imaginan que sus históricos enemigos desde la Guerra Fría se ubican en el otro extremo del Planeta. Que los separa una gigantesca distancia de miles de kilómetros, que los aleja de cualquier peligro. Sin embargo, nada de eso es cierto. En medio del Estrecho de Bering, que separa el extremo nordeste de Rusia y el noroeste de Estados Unidos (Alaska) se ubican dos islas con una historia muy particular: las Diómedes. La más grande pertenece a los rusos. La más pequeña, a los norteamericanos. Y las separa uno pequeño estrecho de apenas 3,7 kilómetros de ancho, que encima en invierno se congela y termina uniendo a ambos islotes. Sí, es así. Menos de 4 kilómetros separan a ambas mega potencias. Y quedan unidas durante un tiempo cada año por el hielo. Haciendo que ambas naciones estén juntas, sin ningún tipo de control fronterizo. Es decir, se puede cruzar caminando o en moto de nieve. Pero es ilegal.
Las dos islas hermanas sufrieron en su historia momentos de mucha tensión, en particular durante la Guerra Fría (1947-1991). Hoy el islote ruso está deshabitado. En cambio, en el de Estados Unidos viven unas 140 personas. Pese a su cercanía geográfica, viven en distintos días. Una en el mañana, otra en el hoy. O, una en el hoy y la otra en ayer. Depende de donde se mire. La diferencia horaria es de 21 horas y queda en evidencia cada fin de año: el año nuevo llega casi un día antes en una que en otra. Y para sumar más confusión: a pesar de que la vida en la rusa transcurre un día previo, es la más occidental. Y, a la inversa, la norteamericana, que llega una jornada más tarde, es la oriental. Pareciera que allí, hasta los puntos cardinales son especiales e invierten su sentido. Como una verdadera paradoja espacio-temporal.
En el pasado, ambas islas eran el hábitat de un solo pueblo: esquimales Iñupiat. E iban de una a otra sin ningún tipo de restricción. La historia cambió cuando, en 1867, Estados Unidos compró Alaska (una superficie de 1,5 millones de kilómetros cuadrados) al Imperio Ruso con un cheque de 7,2 millones de dólares. Allí se comenzó a transitar una historia de separación que hasta ese momento no existía. Pero fue en 1948 cuando se cerraron sus fronteras. Al comenzar la Guerra Fría, Rusia obligó a que todos sus habitantes de la Diómedes Mayor se trasladen a Siberia. El objetivo: que no sean cooptados por la vida occidental. Sólo dejaron una estación naval, para controlar a su enemigo y evitar su usurpación. Aquella división separó familias que hasta el día de hoy no pudieron reencontrarse.
En el caso de la Diómedes Menor, la que pertenece a Estados Unidos, su población de 160 habitantes está concentrada en un pequeño pueblo portuario que se encuentra estratégicamente ubicado en una zona que los protege de las permanentes inclemencias del tiempo. Los vientos suelen ser arrasadores y el mar puede llegar a tener olas de hasta 10 metros de altura. Estos esquimales viven sobre todo de la pesca de salmón y cangrejos y tienen permitida la caza de osos, focas y morsas. Los pobladores cuentan con una escuela, almacenes para hacer sus compras, oficina de correos y, por supuesto, un centro comunitario en donde se realizan las celebraciones que dictan su tradición como pueblo originario. Los suministros les llegan por helicóptero o barcazas. Y el acceso a Internet se limita sólo a algunas horas por día.
Más al sur de estos dos islotes se ubica la Isla San Lorenzo (St. Lawrence, 4.640 km2), con una superficie mucho mayor que las Diómedes. Pertenece a Alaska, EE.UU., pese a estar mucho más cerca de Rusia y tiene poco más de 1.300 habitantes. Hasta allí llegaron en las últimas horas dos ciudadanos rusos que escapaban de su país para evitar ser reclutados por Vladimir Putin para ir a combatir en la guerra con Ucrania. Llegaron en bote, pese a lo salvaje que es el mar en el Estrecho de Bering. Arribaron a una playa cerca de Gambell, una comunidad aislada de unos 600 habitantes de St. Lawrence. La Gambell está unos 320 kilómetros al suroeste de la comunidad de Nome, en el occidente de Alaska, y a unos 58 kilómetros de la Península de Chukotka, en Siberia.
A una costa inhóspita de la isla San Lorenzo llegaron los dos "balseros" rusos que no querían ser reclutados por Putin.
La historia de estos dos hombres que huyeron de esa convocatoria forzosa a la guerra no es una excepción. Según un informe publicado el miércoles por la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex), casi 120.000 ciudadanos rusos entraron en la Unión Europea (UE) desde que Putin anunció el alistamiento de otros 300.000 hombres para enfrentar la contraofensiva ucraniana que viene reconquistando territorios ocupadas por las tropas rusas. Esos emigrados rusos se suman a los que escaparon desde aquel 24 de febrero en que comenzó la guerra: 1.356.000 ciudadanos de Rusia han entrado por tierra en la UE, mientras que aproximadamente 1.314.000 ya regresaron, lo que arroja un saldo de 42.000 permanencias.
Lo llamativo de este caso de los dos "balseros" rusos es que hayan elegido esa forma tan riesgosa de escapar, con una embarcación precaria en un mar bravío y con un destino incierto como el que les puede deparar el de esta isla estadounidense en el medio del Estrecho de Bering. Pero la desesperación pudo más. Y los llevó a probar al extremo su suerte en ese pedazo de territorio donde las dos mega potencias se aproximan sobremanera. En una geografía hostil, muy cerca del Polo Ártico, donde Rusia y Estados Unidos prácticamente se tocan. Y se acercan peligrosamente.
(*) Periodista - Publicado en Mundo News (www.mundonews.com.ar)
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