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OPINIÓN

Periodista se nace, se hace, se padece

El festejo del Día del Periodista siempre es una buena oportunidad para reflexionar un poco sobre la importancia de los medios independientes y su enorme aporte a una sociedad pluralista.

 

(*) Por AMÉRICO SCHVARTZMAN

 

Uno

“¿Por qué lo saludás por el Dia del Periodista? Si no estudió, no tiene título de  periodista”, me decía un licenciado en comunicación que ejercía el oficio de periodista, en relación a un ex verdulero que ejercía el oficio de periodista en el horario inmediatamente posterior a nuestro programa de radio, años ha. “¿Por qué te saludo a vos, que tampoco tenés título de periodista?”, repreguntaba yo. Y agregaba: “Porque el periodismo no es un título, es un oficio. Y a veces una pasión”.

Cada 7 de junio teníamos esa discusión. La convicción detrás de su pregunta era que solo es periodista quien tiene un certificado de estudios vinculado con el periodismo.

Convicción falsa, a mi juicio. Para mí, las cosas eran distintas. Y lo siguen siendo. No creo que haya una universidad en la Argentina que otorgue un título de periodista, y si la hubiera, sería una estafa. El periodismo es un oficio (y a veces, una pasión) y no se estudia en la academia. Se aprende haciéndolo, como todos los oficios.

En la universidad se estudian carreras vinculadas con el periodismo y la comunicación: Profesorado en Comunicación Social; Licenciatura en Comunicación Social con orientación en Planificación Comunicacional; Licenciatura en Comunicación Social con orientación en Periodismo; Tecnicatura Superior Universitaria en Periodismo Deportivo; Tecnicatura en Comunicación Popular; Tecnicatura en Comunicación Digital; Tecnicatura en Comunicación Pública y Política; Licenciatura en Periodismo. Etcéteras. Muchos etcéteras.

Del mismo modo que los profesores de Arte o los licenciados en Letras no son artistas o literatos, de igual manera que el licenciado o profesor de Filosofía no es filósofo o filósofa, los licenciados en comunicación no son (solo por eso) necesariamente periodistas.

En cualquiera de esas carreras, uno puede “graduarse” como profesor, licenciado o técnico en periodismo, en filosofía o en arte. Pero, de nuevo, si en alguna te dan un título que diga “artista”, “periodista” o “filósofo”, te estafaron.

Periodista se nace. Y un poco se hace. Y mucho se padece.

Dos

En Entre Ríos, la provincia donde nací y vivo, los medios periodísticos están exentos de pagar ingresos brutos (el principal impuesto provincial). No importa si pertenecen a un grupo capitalista dominante como puede ser el diario Uno, o si pertenecen a empresarios sospechados de negocios turbios, o peor aún, de ser testaferros del poder político como pasa con La Calle de Concepción del Uruguay o El Diario de Paraná (en ambos casos, es vox populi que entre los dueños de ambos está el ex gobernador Sergio Urribarri, quien sigue siendo uno de los hombres más poderosos de la provincia: preside la Cámara de Diputados, de manera que maneja la aprobación del presupuesto).

Vuelvo: los medios, decía, están eximidos de pagar ese impuesto, que grava los ingresos. Los que no están exentos son los periodistas. El Código Fiscal, que exime “la edición de libros, diarios, periódicos y revistas, en todo el proceso de creación, ya sea que la actividad la realice el propio editor o terceros por cuenta de éste”, y extiende igual tratamiento a “las distribuciones y venta de los impresos citados”, no exime a los trabajadores del periodismo que quieran ser independientes.

Parece un chiste: los que están exentos son los empresarios, los dueños de los medios, no los periodistas. Un periodista independiente, que cobra por escribir, tiene que pagar impuestos, y no así el medio que le encarga la nota. Así que amigos/as periodistas, a ver si lo van entendiendo. La única manera de “zafar” es dejando de ser periodista, es decir inscribiéndose como “editor de un medio”. De modo que, como lo entendimos los integrantes de la cooperativa El Miércoles (la única cooperativa de periodistas, por ahora, por estos pagos) conviene que los periodistas y trabajadores de la comunicación seamos nuestros propios dueños.

Sí, en la provincia en que nací y vivo estamos llenos de paradojas, de aporías, como dirían los antiguos griegos. “Aporía” significaba “dificultad para el paso”. Acá sobran “dificultades para el paso”.

Tres

A veces el periodismo es una pasión. “A veces” en este caso, significa: “para algunas de las personas que lo ejercen”. No para todas. Sería una zoncera creer eso. Ser periodista no es un apostolado ni es un título honorífico.

Hay periodistas miserables, mercenarios, impresentables, capaces de cambiar una entrevista por una publicidad, su honra por un título, su palabra por una información, su dignidad por un canje de compra en un supermercado. Hay periodistas que creen que en su trabajo corren los horarios, y que cuando el reloj marcó la hora se terminó la labor. Hay periodistas que no sienten nada cuando entrevistan a alguien que sufrió una tragedia y que espera que esa entrevista le dé alivio, o justicia. Hay periodistas que actúan con todos los vicios de los militantes políticos, y los hay que actúan como servidores de aquellos políticos que les paguen porque es lo menos malo que encontraron para sobrevivir.

Y hay periodistas que en el momento menos pensado tienen una idea para una nota y sienten cómo en su cabeza y en su cuerpo y en sus manos crece un cosquilleo que termina siendo energía indetenible y no se quedan quietos hasta que pueden darle forma a esa idea y que apenas si pueden controlar la ansiedad que les produce el impulso de dar “enter” y cerrar ya mismo la nota y de pronto se dan cuenta de que es domingo y madrugada y no tiene sentido publicarla ni mandarla ahora y en ese punto descubren que se olvidaron de su familia, de sus amigos, de sus amores, de sus necesidades, de su descanso, de su sueldo, de sus deudas...

Eso es la pasión por el periodismo. Ése es el periodismo que apasiona, pero que se padece. El libérrimo. El que no admite ataduras. El que no le interesan los horarios ni los jefes. El que no respeta límites insensatos ni publica aquello que no tiene certeza. El que sabe que ese fuego interior crecerá y no lo dejará en paz hasta que no escriba lo que bulle en su sien y atormenta su cerebro. El que tiene claro que no se vive del periodismo sino por el periodismo y que si aparece el “del periodismo”, bienvenido, pero jamás vivió esto como un laburo de esos que no se eligen, de esos que hay que hacer para sobrevivir. El que nunca, aun cuando tuvo que hacer otros trabajos y criar hijos y hacer changas y saltar de una escuela a otra para tener unas horitas de clase y obra social, o vender cosas para comer, nunca, ni aún en esos momentos, dejó de ser y de hacer periodismo, en alguna de sus variantes, aun apenas, pasándole una perspectiva, una mirada de algo, a ese otro amigo periodista que él sí podía sentarse a escribir. Ese que sin periodismo no respira, no come, no coje, porque nada tiene mucho sentido.

Ese periodismo es pasión, y es arte, y es compromiso. Pero sigue siendo, sobre todo, oficio. Y se padece.

Cuatro

“Participar en el trabajo, en cualquier trabajo, es trabajar por su parte, y para trabajar por su parte, en cualquier trabajo, es lo normal tener que aprender a trabajar, y a trabajar, en cualquier trabajo, no se aprende más que poniéndose a trabajar bajo la dirección de quien ya sepa hacerlo, lo que implica: trabajar en aquello mismo en que trabaja aquel bajo cuya dirección se va a aprender a trabajar; ver cómo trabaja éste, tratar de imitarlo, ser corregido por él, ir trabajando cada vez mejor, más personalmente, más originalmente, hasta poder prescindir del maestro, e incluso renegar de él, rectificándolo, superándolo, en suma, innovando.  No hay otro camino o método. Y no lo hay, porque aprender a trabajar es adquirir unos hábitos, y los hábitos no se adquieren por pura información teórica, sino tan solo por ejercitación práctica: por el ejercicio o la repetición 'sin prisa y sin pausa'. Esto es aplicable a cualquier trabajo. Incluso al intelectual. Incluso al que pretende tradicionalmente ser el más intelectual del intelectual: al filosófico”.

Eso decía el gran filósofo español José Gaos, exiliado en México durante el franquismo. Y si es aplicable a cualquier trabajo intelectual, entonces es aplicable a ese formidable y desafiante trabajo intelectual que es el periodismo.

Eso es lo que quería decir desde el comienzo. No se aprende a hacer periodismo de ninguna otra manera que no sea haciendo periodismo. Periodista se hace.

Cinco

¿Cómo? ¿Qué la Constitución provincial dice qué cosa?

El sociólogo marxista analítico Erik Olin Wright dice que “el mundo no está preparado para ir hacia una forma alternativa basada en la solidaridad, la igualdad y la democracia. Nosotros debemos preparar el mundo para eso. Las alternativas son creadas por seres humanos que se reúnen y deciden”. Luego cuenta que se dedicó a estudiar “utopías reales”, como por ejemplo las cooperativas de trabajo, las “empresas recuperadas” de la Argentina. “Una forma de convertir una empresa capitalista en una cooperativa gestionada por sus trabajadores. Hay dos formas diferentes en las cuales se forman las cooperativas. Una forma es cuando un grupo de gente se junta y decide empezar un negocio con lógica de cooperativa más que desde las bases capitalistas convencionales. Entonces, los trabajadores autogestionan una firma democráticamente y toman sus propias decisiones. Otro modo se da cuando los trabajadores transforman una empresa capitalista existente en una cooperativa”.

Wright dice que ese es el camino por el cual la humanidad va a avanzar en formas de organización social diferentes, y que ese camino ya comenzó a ser transitado. Y no precisamente por líderes revolucionarios o populistas. Para que se entienda mejor, esclarece:

“Si se piensa en quinientos años atrás, no ocurrió que un grupo de comerciantes, banqueros y artesanos se sentaron alrededor de la mesa y dijeron: ‘Odiamos el feudalismo, ¿cómo podemos destruirlo?’. No. Construyeron alternativas al feudalismo en las ciudades, en pequeños espacios, donde pudieron, y luego expandieron esos espacios y lo hicieron en colaboración con segmentos de la clase feudal, que encontró ventajoso permitir que el capitalismo surgiera y se desarrollara a pesar de que en el largo plazo su surgimiento y desarrollo socavaría las bases del feudalismo. Así que mi visión en pos de transformar el capitalismo tiene ese carácter. La idea de ‘utopías reales’ combina esfuerzos para resolver problemas dentro del capitalismo y neutralizar los daños con el esfuerzo de erosionar el capitalismo mediante la construcción de alternativas.

¿A qué viene esto? Bueno, a la Constitución entrerriana. En particular, dos de sus artículos:

ARTÍCULO 70: El Estado (…) desalentará, mediante políticas activas, la conformación de monopolios, oligopolios o cualquier otra forma de concentración de los medios de comunicación social en el ámbito provincial. Promoverá la propiedad y gestión de medios de comunicación social por parte de organizaciones sociales, cooperativas y comunitarias sin fines de lucro.

ARTÍCULO 76: El Estado estimulará la tendencia cooperativista, mutualista, asociativista, y la conformación de empresas de la economía social, basadas en los principios del bien común y en la gestión solidaria. Protegerá las organizaciones de ese carácter, fomentando su desarrollo, asistencia técnica y fiscalización, garantizando su naturaleza y finalidad. Controlará que las cooperativas de trabajo sean fuente de empleo decente. En las licitaciones y concesiones de servicios públicos que realice el Estado, en igualdad de condiciones, serán preferidas estas organizaciones. Alentará la propiedad y gestión cooperativa de empresas por sus trabajadores. Difundirá el pensamiento y la educación cooperativista, mutualista y asociativista. Brindará tratamiento impositivo adecuado a su naturaleza, y podrá concederles exenciones fiscales a las que colaboren con el  desarrollo de la Provincia.

Ajá. La Constitución dice eso.

A ver, los y las periodistas, qué hacemos con eso. La letra está a nuestro favor. ¿Lo vamos a usar? ¿Vamos a empezar, aunque más no sea inventando una cooperativita que haga, mínimo, un programa de radio semanal? ¿O sumándonos a alguna cooperativita que ya exista, y haciéndolo desde allí? ¿Nos animaremos, solo a empezar, sin renunciar a nuestros laburos o proyectos personales-empresariales? ¿Seremos capaces, nosotros –que en buena proporción nos consideramos de izquierda, progresistas, transgresores, o como le quiera llamar cada uno?

¿O seguiremos siendo funcionales al capitalismo que decimos combatir?

Seis

Cuando se celebra el Día del Periodista, uno acepta sumarse a los brindis, las felicitaciones y los buenos deseos, (aunque no a todos, es cierto) por una razón central: no sobran buenas noticias en esta profesión de inventarlas y contarlas.

De hecho, una de las pocas satisfacciones que la labor le depara a la sufrida humanidad del que auténticamente ha decidido dedicarse al periodismo, sin dobleces, sin agachadas, sin lamer zoquetes a nadie (es decir, a esa inmensa minoría de periodistas que merece todo nuestro respeto), es la de repasar ese reconocimiento de una parte importante de sus vecinos y vecinas, en ocasiones como ésta. En las páginas (de papel o virtuales) de un medio como Análisis conviven la información vital cotidiana de los entrerrianos y entrerrianas junto con las reflexiones más profundas sobre las problemáticas globales de la civilización actual, o de la crisis civilizatoria actual. El resultado de una maratón con una propuesta para terminar con el problema de la contaminación de los cursos de agua de la provincia. La recuperación de una anécdota histórica poco conocida del pasado paranaense y el debate sobre la actualidad del Mercosur. El impacto de un tornado sobre los galpones de un pequeño productor y la reflexión sobre los 200 años del nacimiento de Marx. ¿Cómo era que nos enseñaba Carlos González Cardozo, el querido periodista fallecido hace poco? Ah, sí: “Formar, informar, entretener”. Una fórmula que parece haber adoptado Análisis desde hace años y que honra cada día.

Creo que el rol de medios como Análisis es insustituible para una democracia de cercanía, una democracia como la que soñaron Artigas y Alejo Peyret, pero también el Pocho Lepratti y el Zurdo Martínez: participativa, deliberativa, horizontal, transparente. Nada es tan útil para un ciudadano que quiera ser parte de las decisiones como la información crítica, a tiempo, completa, veraz. Por eso medios como Análisis son, como quería Sócrates, una especie de tábano sobre la ciudad, que cada tanto deben picar para mantener despierta, viva, activa, a su comunidad.

No obstante, siempre siento que la comunidad valora poco el indescriptible trabajo de los periodistas que hacen posible medios como Análisis. Por el contrario, suele imponerse una idea bien diferente de lo que es un periodista. Más que tábano, moscardón. De esos que (por alguna razón no necesariamente arbitraria) vinculamos con los restos, la basura, los residuos, lo que se pudre. Nadie señaló mejor esa diferencia que el gran Max Weber, el sociólogo alemán padre de esa disciplina moderna, quien dejó un párrafo notable sobre los periodistas:

“El periodista pertenece a una especie de casta paria que la sociedad juzga siempre de acuerdo con el comportamiento de sus miembros moralmente peores. (…) No todo el mundo se da cuenta de que, aunque producida en circunstancias muy distintas, una obra periodística realmente buena exige al menos tanto espíritu como cualquier otra obra intelectual, sobre todo si se piensa que hay que realizarla con prisa, por encargo y para que surta efectos inmediatos. Como lo que se recuerda es, naturalmente, la obra periodística irresponsable, a causa de sus funestas consecuencias, pocas gentes saben apreciar que la responsabilidad del periodista es mucho mayor que la del sabio y que, por término medio, el sentido de la responsabilidad del periodista honrado en nada le cede al de cualquier otro intelectual. (…) Para todos los Estados modernos, parece válida la afirmación de que el trabajador del periodismo tiene cada vez menos influencia política, en tanto que el magnate capitalista de la prensa tiene cada vez más. (…) Lo asombroso no es que haya muchos periodistas humanamente descarriados o despreciables, sino que, pese a todo, se encuentre entre ellos un número mucho mayor de lo que la gente cree de hombres valiosos y realmente auténticos”.

En este Día del Periodista, vaya entonces el saludo cordial, desde este lado del río, para Daniel Enz y todos sus colaboradores y colaboradoras, y para mí mismo y mis compañeros y compañeras de la Cooperativa El Miércoles, esos periodistas valiosos y realmente auténticos que con su trabajo cotidiano hacen posible una democracia mejor en sus ciudades y en la región. Esos que nacen, se hacen y padecen ser periodistas.

 

(*) Nota publicada en la edición gráfica de la revista  Análisis de esta semana

 

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