Para unos cuantos dirigentes del macrismo y otros nacionalistas la rebelión chilena tiene un motor: el castro-chavismo. Es un enemigo al que se responsabiliza de cuanta protesta ande por allí. Nada de suponer que los proyectos neoliberales tienen alguna responsabilidad. El plan económico neoliberal es perfecto. Los pueblos se niegan a entender y tienen pretensiones mayores a las posibles. Conspicuos economistas han desbarrancado, pero lejos de reconocerlo, es mucho más práctico inventar un enemigo.
Por ANÍBAL GALLAY de EL MIÉRCOLES DIGITAL
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Un régimen político necesita enemigos, pero en ese intento es posible caer en el ridículo. Ello está ocurriendo en estos tiempos, con los movimientos de protesta en diversos países de esta tierra sudamericana. Lo ocurrido en Chile hizo desbarrancar a más de un pensador. El Chile regenteado por el rico empresario Piñera fue tenido como ejemplo para marchar por la senda del progreso y el crecimiento.
De pronto muchos chilenos decidieron desobedecer y no pagar el aumento del metro. Primero fueron los estudiantes secundarios quienes en su juvenil inconciencia pusieron en marcha un movimiento de protesta.
No sería nada extraño que aparezca algún libro como “Los protocolos del castro-chavismo”, para demostrar que se trata de una conspiración. No habrá de faltar “el sucio trapo rojo” como evidencia.
Es harto interesante observar hasta qué punto la dirigencia tanto chilena como argentina llegan al ridículo buscando explicaciones sombrías, cuando todo está a la luz del día.
Viejos enemigos
Durante mucho tiempo la culpa de todos los males la tenían los judíos. Es innecesario dar detalles. Pero en Argentina los sectores ultranacionalistas (un nacionalismo con zeta) inventaron que los problemas del país se relacionaban directamente con la “Sinarquía Internacional”. Algo así como un superpoder del que participaban los judíos, los banqueros, el comunismo y la masonería. El objetivo era apoderarse del mundo, y la Argentina no escapaba a sus apetencias.
Aunque hoy parezca absurdo circuló un libro titulado “Los protocolos de los sabios de Sion”, donde quedaba al descubierto la conspiración internacional. El texto data de 1902 y fue publicado en la Rusia zarista para justificar los progroms.
El texto era una supuesta transcripción de reuniones de los «sabios de Sion», en la que se detallan los planes de una conspiración judeo-masónica, y tendría como fin último hacerse con el poder mundial. Una patraña insostenible.
El último enemigo
Con la Revolución Rusa apareció un enemigo tangible: el comunismo. Casi todo el siglo XX y especialmente después de la Segunda Guerra los males se centraban en el comunismo, enemigo omnipresente. Después de la revolución cubana la ofensiva se acentuó. Golpes de Estado, invasiones, feroces dictaduras fueron medios para combatir el comunismo.
Enemigos propios
Ahora con la rebelión chilena a algunos dirigentes se les ocurrió un enemigo original, y de carácter local: el castro-chavismo. Comandos venezolanos y cubanos se han infiltrado en diversos países para desestabilizar el orden según los sectores de derecha más reaccionarios. El presidente Piñera configuró la situación como una guerra. En una rara voltereta terminó pidiendo perdón por su política de hambre y miseria.
En la Argentina el candidato Miguel Ángel Pichetto y la ministra Patricia Bullrich coinciden en la conspiración castro-chavista, o madurista y se habló de “un tufillo a Cuba”. Todos los movimientos populares son algo así como estructuras cooptadas `por el castro-chavismo para poner palos en la rueda a gobiernos que “garantizan la libertad de mercado y el consiguiente progreso.”
La pobreza, la indigencia, el hambre, la falta de posibilidades, la reducción de los salarios, las jubilaciones miserables, los servicios públicos impagables, las carencias de agua, vivienda, salud, educación… no se relacionan con las protestas, según algunos dirigentes de la derecha. No sería nada extraño que aparezca algún libro como “Los protocolos del castro-chavismo”, para demostrar que se trata de una conspiración. No habrá de faltar “el sucio trapo rojo” como evidencia.
rubengallay@hotmail.com
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