Ya estamos en pleno Mundial. Los argentinos nos volvemos más futboleros que lo habitual y sobre todo, cuando juega nuestra selección, podemos perder la noción de muchas cosas sin darnos cuenta.
(*) Por Oscar Treppo
Ni hablar de si nos empieza a ir bien, pasamos de ronda y comenzamos a sentirnos verdaderos candidatos.
Pero claro, el país sigue su vida y hay que seguir gobernando; ¿Por qué entonces no usar tanta algarabía, la alegría de esta sociedad feliz, exenta de violencia, para ir por más y aumentar esta exaltación hasta el infinito?¿Por qué no agregar un plus a la fiesta con alguna medida económica, algún aumento de tarifa, de los combustibles, algún proyecto de ley tratado en los 90 minutos que dura el partido, nombrar los conjueces que tanto necesita la patria justa para agilizar causas tan caras a nuestro estado de derecho. Es más, como todo será fútbol, a los conjueces los comparamos con los jugadores del banco de suplentes que salen a la cancha cuando se los necesita. ¿Y porque no, después de un 2 a 0 al dueño de casa, bendecir el sobreseimiento de algún honrado empresario sureño o hasta de un vice?¿Y quetal destituir algún fiscal que no sabe hacer las cosas…?
¿Y un hipotético festejo en el balcón de la casa de gobierno? ¿Se lo puede imaginar? ¡El paroxismo!¡Y después....!
Y después viene la realidad. Y después ya no hay marcha atrás. Y después, desear no haber pasado la primera ronda, mal que le pese a Messi, y con algo roto en nuestra humanidad, hacer el piquete de los “Autoconvocados por los perjuicios de los triunfos deportivos”
No diga que no le avisé.
(*) Militante y dirigente de la UCR de Concepción del Uruguay
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